10A La Prensa Panamá, martes 22 de abril de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. testas estudiantiles o implementar controles ideológicos. Mientras Columbia cedió y fue criticada por claudicar, Harvard ha resistido, priorizando su autonomía académica. 2. Bufetes legales: Firmas como Kirkland & Ellis y Latham & Watkins aceptaron aportar $600 millones en servicios “pro bono” para evitar represalias, mientras Susman Godfrey demandó al gobierno, denunciando la inconstitucionalidad de estas exigencias. Estos casos reflejan un patrón: el poder estatal busca la subordinación de instituciones independientes, usando la coerción financiera y legal. Quienes resisten, como los melios, arriesgan consecuencias severas; quienes se pliegan, pierden autonomía y legitimidad. El fenómeno trasciende fronteras. La proyección internacional de esta ideología autoritaria y expansionista encuentra terreno fértil en gobiernos afines o vulnerables a la presión geopolítica. Casos destacados incluyen la intención de ocupar Groenlandia, anexar Canadá y retomar el control del Canal de Panamá, además del desencadenamiento de una guerra arancelaria global y la destrucción del sistema multilateral de comercio. En el caso de Panamá, el gobierno — acosado por el fantasioso alegato de la supuesta injerencia del Partido Comunista Chino sobre el Canal— ha cedido ante falacias y presiones de Estados Unidos, firmando un Memorando de Entendimiento que permite la presencia militar estadounidense, justificada bajo argumentos de “seguridad estratégica”. Aunque estas acciones no violan formalmente el Tratado de Neutralidad del Canal (1977), erosionan la soberanía panameña y su tradición de neuLas colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. ¿De cuál país eres? Abuso de poder La semana pasada viajé a Chiriquí para pasar unos días con la familia, en reflexión, oración y esparcimiento, por la Semana Santa que acaba de culminar. Es bien conocido el dicho entre nuestros hermanos chiricanos de llamarse la República Federal de Chiriquí, y somos varios los que, en un momento u otro, hemos hecho alguna chanza con ese término o sentimiento regional. Una realidad que impacta cuando uno llega a la tierra de mi abuela paterna es la cantidad de coterráneos, gente buena, y también extranjeros que residen allí, principalmente en las tierras altas y paisajes espectaculares como los de Boquete. De verdad que, a veces, uno se siente en otro país, por la calidez de su gente y su trato humilde y sincero. Lo interesante y medular de este artículo es lo que pude percibir al regreso. Decidimos volver el sábado en lugar del domingo, como estaba planificado, previendo el tráfico vehicular que, como efectivamente ocurrió, se acumuló el Domingo de Pascua de Resurrección. Desde que uno sale de la ciudad de David, si bien es cierto que hay intervención estatal en la reparación de las vías, el tráfico era fluido, con solo los policías necesarios para prevenir, y no para perseguir o buscar a quién multar, excedieran o no la velocidad límite autorizada en ese tramo de la carretera Panamericana, que en la mayoría de los casos era de 100 km/h. El tráfico se movía bastante bien y me pareció que la mayoría de los conductores obedecían las señales de tránsito. Qué diferencia al pasar el Tabasará y llegar a Veraguas, con escenas muy similares a las que luego veríamos en Coclé. Los policías de tránsito, así como los de la ATTT, estaban escondidos, todos —sin excepción— viendo sus celulares en una mano, y algunos los radares que tenían en la otra. Eso sí, cada cierta cantidad de autos detenían alguno, y debo asumir que le imponían una multa por exceso de velocidad: 80 km/h en la mayoría de los tramos. Es curioso —y fue parte de lo que me inspiró a escribir este artículo— que la diferencia en la velocidad permitida se hizo evidente justo al cruzar la línea divisoria entre esas dos provincias. Esto me lleva a elucubrar si es una forma más “económica” de recaudar (justificada o injustificadamente), o si sencillamente los chiricanos saben manejar mejor y son más responsables que los veragüenses y coclesanos. Créanme que no me inclino mucho por la segunda opción. Durante el recorrido por esas dos bellas provincias, hay paisajes dignos de postales turísticas y de obligada visita para cualquier nacional o extranjero. Pero tengan la plena seguridad de que, con la actitud agresiva, corrupta y de “todos son culpables hasta que demuestren lo contrario” de algunos agentes del orden público, lo único que logran es alejar a los turistas, que no están dispuestos a tolerar abusos. Se me hace ilógico que en áreas de poca población —como entre Penonomé y Aguadulce— y con vías como la autodenominada “recta de Coclé” (nombre usado por los propios policías), la velocidad permitida sea diferente a la de las “rectas de Chiriquí”. Siento, y creo que así lo sentimos la mayoría de quienes usamos la vía Interamericana —que además tiene regulaciones que muchas autoridades y policías desconocen—, que no hay razón lógica para tales diferencias. A menos, claro está, que en su entrenamiento se esté sugiriendo el regreso a ese nefasto y oscuro capítulo de nuestra historia: la dictadura militar, que muchos estábamos seguros de haber superado. Es curioso, pues uno vuelve a sentir la diferencia, de forma notoria, al cruzar el puente del río Caimito, que divide Coclé de Panamá Oeste. En esta última, a pesar de los tranques causados por la cantidad de turistas que regresan de las playas, uno podía notar un trato completamente distinto. Esa es la clase de policías y agentes de tránsito que muchos anhelamos y respetamos. Pero cuando se alejan de ese comportamiento, los criticamos y seguiremos criticando. No queremos que viajar por la Panamericana se sienta como pasar de un país a otro. ¿Será que la presión del béisbol ha afectado la capacidad y honestidad de estos agentes? Entre frustración, tristeza y rabia Soberanía En ese gobierno, con el mismo canal, con las mismas enmiendas y reservas DeConcini, Church y Nunn, resistimos los intentos del Pentágono de volver a la base de Howard. Estas enmiendas no pueden servir de excusa, como pretende el gobierno actual, para justificar la sumisión que ha ocurrido en estos días. Por respeto a una lucha generacional, a los muertos, a la sangre derramada, y a todo el pueblo panameño, así como a todos los pueblos del mundo que nos apoyaron, se le dijo no a la base disfrazada que querían introducir en el Centro Multilateral Antidrogas en 1997. Tampoco puede utilizarse la temporalidad, la rotación de tropas, etc., para esconder una base militar. Donde hay soldados acantonados con armamento, equipo, aviones, tanquetas, con perímetros restringidos y letreros de “no trespassing”, protegidos por sus propias leyes y con su propia bandera, llámenlo como deseen: ¡eso es una base militar en nuestro país y punto! Por la existencia del canal, Panamá siempre ha estado en el ámbito de las luchas hegemónicas y las guerras regionales y mundiales. Hitler y los japoneses planearon la paralización de dicho canal y quién sabe cuántos movimientos terroristas también lo han planeado. Con la convicción de que las tensiones del mundo siempre estarían presentes, se diseñó la estrategia de la neutralidad del canal. Por ello, el argumento de que, porque estamos en medio de una crisis mundial hegemónica, debemos ceder es totalmente inválido. El Trump despiadado tampoco sirve de justificación. Él, en realidad, representa los intereses de la economía mundial. Está estirando las tensiones para hacer jugadas financieras y bursátiles. No aspira a la destrucción de esa fuerza en su estrategia ruda de negociación. Francisco Sánchez Cárdenas Sumisión vs. resistencia Lección de los melios “Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”. El relato de Tucídides sobre la Historia de la guerra del Peloponeso y el Diálogo de los melios en 416 a.C. encapsula una dinámica eterna: el poder impone su voluntad, y los débiles enfrentan el dilema de resistir o someterse. Los atenienses, invocando la lógica del más fuerte, exigieron la rendición de los melios, quienes —confiando en la justicia y en una ayuda espartana que nunca llegó— optaron por resistir. El resultado fue trágico: masacre, esclavización y colonización. Este episodio no solo ilustra la brutalidad del imperialismo antiguo, sino que ofrece un marco para analizar las tensiones actuales entre autoritarismo, sumisión y resistencia. Hoy, la dinámica melia se repite en contextos como el de la mayor potencia del mundo, donde el gobierno federal ha lanzado una ofensiva contra instituciones clave —universidades y bufetes legales que defienden derechos ciudadanos— en nombre de una agenda ideológica. Ejemplos claros son: 1. Universidades: Harvard, Columbia, Princeton y otras han sido amenazadas con recortes de fondos federales (en el caso de Harvard, más de $2 mil millones) por resistirse a eliminar programas de diversidad, restringir protralidad. Panamá, como los bufetes y universidades estadounidenses que capitularon, parece elegir el realismo de la sumisión ante un poder abrumador. Tanto en melios como hoy, el núcleo del conflicto es ético. Resistir implica defender principios (libertad académica, Estado de derecho, soberanía), pero conlleva riesgos existenciales (sanciones, aislamiento, represión). Someterse garantiza la supervivencia inmediata, pero legitima el autoritarismo y normaliza la erosión institucional. La lección de Tucídides es cruda: en un mundo donde “los fuertes hacen lo que pueden”, la resistencia puede ser simbólica o suicida. Sin embargo, como muestra la demanda de Susman Godfrey o la postura de Harvard, la resistencia institucional, aunque costosa, es vital para preservar espacios de autonomía frente a la hegemonía del poder. El Diálogo de los melios sigue vigente como metáfora de las luchas contemporáneas. Desde las universidades estadounidenses hasta Panamá, el choque entre autoritarismo y resistencia expone una tensión irresuelta: ¿cómo defender valores democráticos frente a un poder que opera con lógica imperial? La historia sugiere que, aunque los débiles a menudo “sufren lo que deben”, su resistencia —aun en la derrota— siembra las semillas del honor futuro. En un mundo cada vez más polarizado, la disyuntiva melia es, en el fondo, un recordatorio de que la dignidad colectiva depende de elegir qué batallas vale la pena librar. Opinión EL AUTOR es dirigente cívico y analista. EL AUTOR es médico salubrista. EL AUTOR es médico. Juan B. Mckay Por razones electorales, el presidente Trump ha decidido adueñarse del canal. Ese es el objetivo. Él quedó retratado en diciembre pasado cuando lo anunció. De allí las mentiras cínicas y la repetida mención de Panamá en su discurso inaugural de enero y en el informe a la nación de febrero. En ese sentido debe interpretarse la visita a nuestro país de dos de sus más altos funcionarios hasta marzo. No le importan ni los tratados ni nuestra soberanía, y por eso está enviando más soldados a nuestro país. Nada será suficiente para su verdadero propósito con Panamá. El mal sueño se inició por la falta de entereza para decir ¡no! en los primeros momentos. El que crea que cediendo hará que la pesadilla pase, es mejor que despierte: ésta apenas se está iniciando. Por ese camino ponemos en peligro la pertenencia del canal. Señor presidente Mulino y resto del gobierno: todavía estamos a tiempo de evitar que la frustración, la tristeza y la rabia nos desvíen de las grandes tareas que, como panameños, tenemos por delante. Después de un debate nacional pasado por el tamiz constitucional, se debe accionar con claridad. En temas del canal, la cláusula constitucional es clara. En 1964, el presidente Chiari se atrevió a dar un paso histórico y, por las circunstancias, rompió relaciones con Estados Unidos; y en 1997, el presidente Pérez Balladares, ante una base disfrazada, por respeto al pueblo, les dijo que no. Haga usted una buena historia y no siga adelante por ese camino. Está a tiempo, y la mayoría del pueblo lo apoyará. Desde los mismos momentos de la separación de Colombia y la firma de los tratados Hay–Bunau-Varilla, Panamá ha mantenido una lucha de todas las generaciones subsiguientes por la soberanía del país. Desde mi adolescencia, a los 14 años, junto con otros compañeros, tuve encuentros con la policía zonians y con la policía militar del ejército (MPs) norteamericano, algunas veces por coger mangos, jugar, salirnos de los corredores en que nos permitían caminar y transitar por ese territorio nuestro. La más seria y campal fue por gritarles, en la hoy avenida de los Mártires, “¡Yankee go home!”. Allí llegaron múltiples patrullas de nuestra policía, de los zonians y de los MP. No nos pudieron llevar presos, como querían, gracias a la posición firme de un subteniente conocido como Botita García. Como institutor siempre mantuve ese espíritu patriótico. Mi madre siempre le dio gracias a Dios que, para el 9 de enero, me encontraba en España estudiando. También como instituto éramos antimilitaristas, pero por su conciencia social, nacionalista y patriótica, apoyamos a Omar Torrijos. Como político, siempre fue mi norte —desde 1986— lograr el cumplimiento de los tratados Torrijos-Carter. Esa fue la meta que nos impusimos en 1990 con otros compañeros, primero desde el partido y luego desde el gobierno en 1994. Juan Antonio Casas
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