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6A LaPrensa Panamá, viernes 29 de marzo de 2024 Panorama  ¿Por qué importa más cuando alguien muere que cuando desea morir? No todas las personas buscan ayuda psicológica de forma temprana. Tampoco todos reciben el correcto tratamiento o diagnóstico a tiempo. Y, a veces, el sistema de salud parece estar enfocado en negar la ayuda psicológica cuando el paciente más lo necesita. CRÓNICA Roy Espinosa [email protected] Era el mes de octubre de hace un par de años, cuando Emiliano (un seudónimo para preservar su identidad) decidió morir. Dice que no recuerda la fecha exacta, pero sí el sentimiento de podredumbre interna. La psiquiatra Marlene Hurley define la depresión como una enfermedad con un sustrato biológico, de base genética, con síntomas que “incluyen un estado de ánimo triste, pérdida de interés o de la capacidad de disfrutar de actividades que antes eran placenteras, falta o exceso de apetito, insomnio o hipersomnia, baja energía o fatiga, baja autoestima, falta de concentración o dificultad para tomar decisiones, sentimientos de desesperanza ”. Pero Emiliano, usando sus palabras, la define como un profundo dolor interior. “Hay algo dentro de ti que agoniza ”, dice. “No es un órgano u otra parte del cuerpo, por lo que, yéndonos a lo más espiritual, debe ser tu alma la que sufre: está en el infierno sin que estés muerto”. Lleva desde la adolescencia padeciendo estos “bajo - nes de ánimo”, pero nunca fueron tan fuertes como aquel octubre. Fue la primera vez que decidió buscar ayuda de emergencia luego de una noche sin poder dormir (“el dolor apenas te deja respirar ”, recuerda). Acudió a primera hora de la mañana al Instituto Nacional de Salud Mental (Insam) a pedir ayuda. Allí, a pesar de pararse justo frente a la ventanilla de información, las enfermeras y demás trabajadores lo ignoraron. Pasaban a su lado y conversaban sobre el almuerzo y la lotería, mientras él usaba el poco aguante que tenía para seguir de pie y no caer y llorar. En silencio, sintiendo cada aliento pesado, pasaron cerca de dos horas, hasta que en un punto quedó solo. “En ese momento no solo quería morir, sino que sentía que merecía morir, sino, ¿de qué otra forma explicar que nadie en ese lugar me determinara? ”. En 2023, el Insam cumplió 90 años de fundación y durante el evento de celebración se agradeció a los funcionarios “que comparten su dedicación y compromiso con la institución y sus usuarios”. Tristemente, Emiliano no fue uno de esos usuarios. Apenas iba siendo mediodía cuando salió del que fue hasta 2006 el Hospital Psiquiátrico Matías Hernández. Lo hizo por instinto, dice, más que por voluntad de sus piernas o su cuerpo por moverse. En el portón de entrada, el seguridad le preguntó de forma amable si lo habían atendido, si se encontraba bien. Emiliano le mintió con la cabeza y una mueca en forma de sonrisa. Una pregunta quizás rutinaria para el seguridad, pero, un gesto de empatía que le dio a Emiliano fuerzas para darle una segunda oportunidad a la vida. Fue entonces cuando, caminando bajo el sol de la mañana, llegó al Policentro de Salud de Parque Lefevre. Allí tomó mayor fuerza, logró hablar con debilidad y pidió ver al médico de turno de emergencias. Para él, aquello era una emergencia. Deseaba y estaba dispuesto a suicidarse. La respuesta del médico, sin embargo, distanció de considerar la situación de Emiliano de riesgo o de importancia. Al decirle sobre sus deseos suicidas, con una sonrisa, el médico respondió: ¿Y? ¿Cuál es el problema? El problema puede ser que, según la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan unas 800 mil personas en todo el mundo. Mientras que en Panamá, según la Caja de Seguro Social (CSS), unas 120 personas cometen suicidio cada año. Siendo más común entre los hombres (seis veces más) que en mujeres, principalmente en áreas rurales e indígenas. A pesar de que en el país existe la Ley 364 de 2023 que desarrolla el derecho humano a la salud mental, y garantiza su cobertura nacional, casos como los de Emiliano se repiten. El año pasado murieron por suicidio en Panamá 242 personas. De vuelta en la escena con el médico, Emiliano quedó mudo. “No le dije nada, porque de pronto me volví a sentir diminuto, sin valor. Salí sintiéndome humillado y listo para dejar que un auto me arrollase. Pero, de nuevo, digo yo que ‘el destino’ inter - vino”, recuerda. Fue un llamado por teléfono de su jefe, quien quería conocer cómo seguía. Emiliano quiso despedirse, pero le dijo que en realidad todavía seguía buscando ayuda. Caminó bajo el sol de la tarde por la vía España, hasta la Clínica Hospital San Fernando. “Recuerdo mirar el edificio de consultas y pensar: si no me atienden, subiré hasta la azotea y me lanzaré. Total, es un hospital. Recogerán mi cuerpo, lo limpiarán y mi familia al reconocerme no tendrán que ver lo desagradable del impacto”. Fue al área de urgencias, caminando al igual que un zombie que da tropezones y con la mirada ida. Le dijo a la recepcionista que necesitaba ayuda, porque quería suicidarse. “Debes verte primero con un psiquiatra, aquí no atendemos esos casos”, le respondió ella. Le sonrió porque según él entendió que en Panamá así eran las cosas: “querer morir no es importante, suicidarte ya es otra cosa”. Como lo había previsto, fue al edificio de consultas médicas. Decidió, que solo porque quedaban de camino antes de llegar a la azotea, preguntaría por las consultas de psiquiatría. De pronto, morir se había convertido en un juego. “Si me atienden bien, si no me atienden me lanzo y bien también”, pensó. En resumen, ninguno de los psiquiatras del edificio tenían cupo. Había unos que estaban ocupados hasta dentro de dos meses. Y decirle a las recepcionistas que era una emergencia, que él esperaba un espacio libre entre pacientes, tampoco le resultó para obtener ayuda. Teniendo en cuenta que en Panamá hay al menos 13 mil 772 personas diagnosticadas con ansiedad y depresión, y el Ministerio de Salud solo tiene 81 psiquiatras y 97 psicólogos (solo 36 de ellos clínicos), no es de extrañar que las consultas en hospitales privados estén abarrotadas. Llegó al último consultorio y la respuesta negativa fue la misma. Emiliano caminó de regreso al elevador resignado al que pensaba era su destino: el suicidio. Confiesa que en ese momento dejó de sentir dolor y comenzó a sentir paz. “Pensé que todo finalmente terminaría. A veces uno no quiere morir porque sienta que merezca morir, sino por la necesidad angustiosa de que el dolor que uno padece acabe”. El teléfono de la secretaría sonó y él tocó el botón del elevador, y la secretaria le gritó:“¡Dis - culpe! Acaban de cancelar una cita. El doctor puede verlo ahora”. Se podría decir que la anécdota de ese día de Emiliano termina allí. Ese día no se suicidó, pero su lucha continúa. “Las crisis vuelven, justo como ahora, que llevo cuatro semanas sintiendo que me están devorando de a poco por dentro. Llorando cada mañana antes de salir y fingiendo sonrisas en el trabajo, solo para fingir que estoy bien. Tomando cinco pastillas al día y con miedo de volver a querer suicidarme, porque siento que a la salud, pública o privada, en Panamá, no le importa si yo quiero o no morir”. Ayuda Medidas por tomar El National Institute of Mental Health da algunas recomendaciones para ayudar a una persona con dolor emocional: PREGUNTE: “¿Estás pensando en suicidarte?” No es una pregunta fácil, pero los estudios muestran que preguntar a las personas en riesgo si tienen deseos de morir no aumenta los suicidios ni los pensamientos suicidas. MANTÉNGALA A SALVO: Reducir el acceso de la persona con pensamientos suicidas a ciertos objetos o lugares sumamente letales es parte esencial de la prevención del suicidio. ESTÉ PRESENTE: Escu - che atentamente a la persona en riesgo. Investigaciones sugieren que reconocer y hablar sobre el suicidio puede reducir los pensamientos suicidas. AYÚDELA A ESTABLECER UNA CONEXIÓN: Ayúdela a establecer una conexión con una persona de confianza, como un miembro de la familia, un amigo, un asesor espiritual o un profesional de la salud mental. MANTÉNGASE COMUNICADO: Los estudios han demostrado que el número de muertes por suicidio disminuye cuando alguien da seguimiento con la persona en riesgo. En Panamá muchas de las plataformas digitales de ayuda en salud mental dejaron de funcionar. La mayoría de los números de apoyo no atienden 24 horas, mientras que la línea de atención de salud emocional 169 no trabaja para estos días de Semana Santa Archivo Obispo desterrado Isidoro Mora es acogido en Santiago de Compostela, España RÉGIMEN DE NICARAGUA Tomado de La Prensa de Nicaragua [email protected] En la Misa Crismal del pasado miércoles, el obispo de Santiago, España, Francisco José Prieto, presentó ante la comunidad eclesiástica al arzobispo Isidoro Mora, exiliado por la persecución de la dictadura Ortega Murillo, y dijo que el nicaragüense ahora será parte de esa diócesis. “Deseamos que la Diócesis de Santiago sea para él un oasis de celebración y de fraternidad ”, dijo Prieto en la homilía, según reportes de medios españoles. Además, destacó que “ser sacerdote es una gracia, una gracia muy grande que no es, en primer lugar, una gracia para nosotros, sino para el pueblo que nos es confiado”. Monseñor Mora—en esta homilía que fue presentado—tuvo el privilegio de ser uno de los concelebrantes junto al “arzobispo emérito compostelano Julián Barrio, el emérito de Tánger, Santiago Agrelo, junto a unos 150 sacerdotes”, refiere un reporte de la revista Vida Nueva Digitalde España. El obispo nicaragüense, antes de salir al exilio forzado, fue encarcelado por la dictadura Ortega Murillo, el 21 de diciembre de 2023, después de realizar una misa de confirmación de 230 niños en el municipio de La Cruz de Río Grande, en el Caribe Sur, un día después de mencionar —en una homilía— que se mantenían unidos y en oración por monseñor Rolando Álvarez, quien en ese momento estaba encarcelado. Otros dos sacerdotes serán acogidos en Granada Además de monseñor Mora, España también acogerá a otros sacerdotes nicaragüenses. El arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, informaron medios españoles, también durante la misa crismal de este Miércoles Santo, anunció que se unirán al trabajo pastoral de esa Diócesis dos presbíteros nicaragüenses, de quienes dijo “han tenido que salir de su país”. Por ahora no se conoce quiénes son los dos sacerdotes nicaragüenses que continuarán su vida pastoral desde la Diócesis de Granada, en España. El arzobispo Gil Tamayo además de anunciar la llegada de los presbíteros nicaragüenses, pidió oraciones por Nicaragua, recordando que la Iglesia católica en este país“se encuentra perseguida, también sus pastores”. Isidoro Mora, obispo de la Diócesis de Siuna, sufrió detención ordenada por el régimen de Ortega. La Prensa de Nicaragua

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