2019-12-01

Hasta el siglo XV, la ‘Domus Aurea’ fue una completa desconocida. La descubrió por azar un joven campesino que cayó accidentalmente por una pequeña hendidura en el suelo topándose con una de las extraordinarias bóvedas. Después de él, artistas tan célebres como Rafael o Pinturicchio se dejaron impregnar por aquel tesoro. Las recreaciones murales descubiertas, algo nunca visto hasta entonces, fueron la inspiración del motivo de grotescos que se hizo en el Renacimiento. En 1999 abrió por primera vez al público, pero 6 años después fue cerrada de urgencia por los continuos desprendimientos que creaban problemas de seguridad. En febrero de 2007 se abrió de nuevo, limitando su acceso y obligando a llevar casco en su interior. En 2010 parte del techo de una de las galerías de cerca de 60 metros se vino abajo. Por suerte, ningún herido. La historia de su restauración refleja la desidia de Italia en la conservación de su patrimonio histórico, un reto plagado de limitaciones presupuestarias, falta de visión de Estado y también corrupción. En 2017 la ‘Domus Aurea’ volvió a abrir sus puertas con la instalación de una visita con realidad virtual que permite sumergirse en su esplendor original. Poco queda de aquel suntuoso edificio, pero la tecnología permite que los escombros ruinosos desaparezcan y la luz del sol lo ilumine todo. “Es un viaje en el túnel del tiempo que te transporta directamente a la Roma clásica: puedes caminar por los salones, los ninfeos, contemplar desde la terraza, la ciudad tan majestuosa”, describe Emanuele, uno de los turistas que salen satisfechos de la visita. El resto pasa en la sombra entre paredes vacías que poco nos dicen de su pasado glorioso. Lo que hoy vemos es tan solo un 15% de la ‘Domus Aurea’. La mayor parte continúa oculta bajo los escombros. “Con el tiempo esperamos poder ir descubriendo al público más partes”, dice el arqueólogo D’Alessio. Una empresa complicada, ya que sobre las ruinas de aquel opulento palacio enterrado hoy, hay viviendas. La vida contemporánea fluye despreocupada, pero los proyectos para rescatar de la oscuridad la memoria del Imperio Romano son necesarios. Seguro que Nerón estaba de acuerdo. _ enelblanco A lgunos de los muros de las 300 habitaciones eran planchas móviles de marfil y oro que los esclavos entreabrían en los banquetes para dejar caer pétalos de rosas o rociar con suaves perfumes a los comensales. El lujo por castigo. Nerón pidió incluso una estatua con su rostro. Un coloso de bronce de 31 metros que acabó dando el nombre al Coliseo, ya que estaba allí situada. Fue una construcción fastuosa, pero efímera. El emperador romano apenas disfrutó de ella un par de años. En cuanto murió, en el año 68 d.C., sus sucesores se dedicaron a saquearla para hacer acopio de materiales y construirse sus propios palacios. Entre ellos, Trajano, quien no dudó en sepultar la ‘Domus Aurea’ completamente con toneladas de tierra para erigir justo encima sus termas. La aniquilación de todo lo tocado por Nerón era parte del plan de venganza de los senadores, marginados y sin poder en la fase final de su mandato. Gracias al decreto de la ‘damnatio memoriae’ mancharon y destruyeron su memoria bajo el amparo de la ley. “Nerón no era un loco maniático —defiende Lorizzo—. Hasta podría decirse que fue un buen emperador. Sancionó una reforma monetaria para evitar la inflación que benefició a la clase media-baja de la población y mostró cierta compasión con las clases menos ricas. Y nada más enterarse del incendio, volvió a Roma de inmediato para organizar las ayudas”.

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