2019-12-01

_42 1 2 . 1 9 T E X T O /// V I C T O R I A I S A B E L C A R D I E L C . C O R R E S P O N S A L E N R OMA F O T O S /// C O R T E S Í A A ño 64 d.C. Un devastador incendio se abre paso por las calles de la capital del Imperio Romano reduciendo a cenizas todo lo que encuentra a su paso. Nerón, el último emperador de la dinastía Julio Claudio, toca su lira mientras contempla extasiado el poder aniquilador de las llamas. La película ‘Quo Vadis’ (1951), con el actor Peter Ustinov en la piel del prínceps tiránico, ha grabado en nuestra retina esa imagen de hombre perturbado que goza tras haber destruido su propia ciudad. Nada más lejos del rigor histórico. Cuando el fuego se desató de forma fortuita en un barrio de chabolas cerca del Circo Máximo, Nerón estaba en Anzio, a unos 60 kilómetros al sur de Roma. Con los datos en la mano, el historiador Paolo Lorizzo explica que a su mala fama ha contribuido, sobre todo, la historiografía cristiana. “Lo han retratado como un sanguinario asesino de cristianos capaz de cualquier maldad. Pero ni se propuso erradicar a los primeros seguidores de Cristo ni destruyó Roma, —destaca—. Al contrario, dio una impronta grandiosa y escenográfica a la ciudad eterna”. Prueba de ello son los restos arqueológicos de las termas, próximas al Panteón, o de sus dos casas conocidas, famosas por el lujo de sus decoraciones. Ambas están varios metros bajo tierra, sepultadas y olvidadas durante siglos. La primera es la ‘Domus Transitoria’. “La llamó así porque desde allí podría transitar del monte Palatino al Esquilino, dos de las famosas siete colinas que coronaban la Antigua Roma”, explicó el arqueólogo Alessandro D’Alessio en su apertura al público el pasado abril. Situada en el monte Palatino, lugar de reunión de la alta sociedad romana y enclave de visita obligada para los turistas contemporáneos, es un lugar angosto al que solo pueden acceder grupos de máximo 20 o 25 personas. “Era la residencia veraniega del emperador. Arquitectónicamente era una construcción deliciosa. Nerón agasajaba a sus invitados con la escenografía de un teatro donde el agua y la luz eran los protagonistas”, describió D’Alessio. El emperador romano era un amante de la cultura griega. Así lo testimonian parte de los frescos conservados que representan escenas de ritos en honor al dios Baco en colores ocres. Su extravagancia se intuye entre los restos de las inmensas bóvedas coronadas con sus mármoles favoritos, pórfido rojo, verde griego y amarillo antiguo. Casi intactas han llegado hasta nosotros las letrinas que usaban los casi mil obreros que se desempeñaron en su construcción. Nerón no era lo que se dice una persona sencilla. “Estaba obsesionado con los lujos de los palacios de la dinastía de los Tolomeos de Alejandría en Egipto y quiso replicarlos en Roma”, destaca por su parte la directora del área arqueológica del Coliseo, Alfonsina Russo. Todo quedó completamente derruido después del incendio del año 64 d.C. Con dos tercios de la ciudad calcinados, Roma restó casi sin atisbo de vida. Pero no para todos fue una tragedia. Nerón lo convirtió en una oportunidad. De esos terrenos ennegrecidos hizo brotar la empresa más extravagante de toda la historia del Imperio. En tan solo un par de años, erigió —con la ayuda de varios centenares de esclavos— un espléndido palacio que designó como ‘Domus Aurea’, ya que relucía oro por todas partes. El sueño de un megalómano hecho realidad. Tan grande como 80 campos de fútbol, sus techos eran estucados con piedras preciosas y remates en marfil. Las paredes estaban hechas de mosaicos preciosistas y había piscinas y lagos artificiales por doquier. _ enelblanco El legado de Nerón

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