2019-12-01

_34 1 2 . 1 9 _zoom [30 AÑOS DE LA INVASIÓN] T E X T O /// R OY E S P I N O Z A F O T O S /// A F P, L A P R E N S A Y G O O G L E T enía cuatro años cuando escuché por primera vez la caída de una bomba. De esa edad apenas guardo vagas escenas del pequeño apartamento donde residía con mi familia en el barrio de El Chorrillo: la multi de Barraza, el kiosco que quedaba justo al lado de la entrada de nuestro edificio de tres pisos; la barbería donde batallaba contra el peluquero para que no me cortara el cabello, el cuartel de policía y el parque que tenía vista directa al mar. Pero la noche del 20 de diciembre de 1989 sí la tengo clara en mi cabeza, como el zumbido de los aviones. Esa noche desperté sobre el robusto brazo izquierdo de nuestro vecino de al lado. Todavía tengo la imagen de una de las vecinas en camisón bajando gateando por las escaleras. De mi madre, mi hermana y mi prima a gachas, mientras escapábamos en medio de la oscuridad bajo un cielo iluminado de rojo y el miedo a lo desconocido. Nos reunimos en el segundo piso con los demás vecinos en un apartamento vacío. Alrededor de 20 personas utilizaban cualquier rincón que encontraban para convertirlo en un improvisado refugio. Nosotros nos resguardamos en la cocina, debajo de un endeble mueble de cemento, esperanzados de poder defendernos contra armas que el Ejército de los Estados Unidos utilizaría luego en la Guerra del Golfo Pérsico (1990 - 1991).

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