MI DIARIO Viernes 20 de diciembre de 2024 l Página 3 domingo 20 de junio de 2021, sin haber encontrado la verdad sobre la desaparición de su hermano aquella fatídica madrugada del 20 de diciembre. Su lucha queda como un símbolo de resistencia y memoria para las familias afectadas. El número exacto de víctimas continúa siendo un tema de debate. Mientras que organismos como el Comité Panameño por los Derechos Humanos contabilizan alrededor de 500 muertos, otros historiadores como Olmedo Beluche aseguraban que las cifras superan las 6 mil personas. ¿Dónde está la verdad? La historiadora Patricia Pizzurno alegaba que la respuesta yace en los 20 mil documentos incautados por Estados Unidos durante la invasión y nunca devueltos. “Esos archivos podrían revelar no solo la cantidad de muertos, sino también las verdaderas intenciones de la invasión”, asegura Pizzurno. Sin embargo, esos documentos permanecen perdidos o inaccesibles hasta hoy. Desde el 2020, la Procuraduría General de la Nación inició diligencias tras una solicitud de reapertura de 14 expedientes de personas víctimas de la invasión que no fueron documentadas adecuadamente. El proceso fue respaldado por lo dispuesto por el Segundo Tribunal Superior de Justicia. Uno de los casos más impactantes tuvo lugar en el cementerio Monte Esperanza, en la provincia de Colón. La Fiscalía Superior de Descarga de Homicidio y Femicidio de la Fiscalía Metropolitana encabezó una diligencia de exhumación, donde el 5 de octubre de 2021 se encontró 8 bolsas con restos óseos en una fosa común. Estos restos, víctimas de la invasión del 20 de diciembre de 1989, habían sido enterrados sin identificar y luego cubiertos por otras tumbas. “Nos informamos que había cuerpos debajo de sepulturas existentes. Fue un proceso difícil, porque debimos reubicar las tumbas para dar con los restos”, explicó en su momento un antropólogo que participó en la diligencia. La versión oficial del gobierno de Estados Unidos fue clara: capturar a Manuel Noriega y restaurar la democracia en Panamá. Pero muchos cuestionan esta narrativa. El jurista Julio Berríos, testigo de aquella época, insistía en que la invasión tuvo intereses geopolíticos y estratégicos mucho más complejos. “Noriega era un problema, pero el Canal de Panamá y el control sobre Centroamérica eran la verdadera razón. Si querían capturarlo, podrían hacerlo sin destruir un país entero”, declaró Berríos. Luego de 35 años de la invasión, las familias de las víctimas siguen exigiendo justicia e indemnización. Aunque el gobierno panameño construyó algunos edificios en El Chorrillo, el abandono y la pobreza continúan siendo una realidad palpable. ‘Nos prometieron justicia y reparación, pero todo quedó en palabras. ¿Quién nos devuelve lo que perdimos?’ , clama todavía una generación marcada por el dolor. Mientras tanto, los más jóvenes, distanciados por el paso del tiempo, observan con indiferencia un capítulo que para muchos parece olvidado, pero que aún resuena en las calles y la memoria de sus mayores. Para la historiadora Pizzurno, la invasión dejó lecciones importantes, pero Panamá no ha aprendido de su historia. “Se acabaron los fraudes electorales, pero la corrupción y el clientelismo siguen destruyendo al país. La memoria de los caídos debe servirnos para no cometer los mismos errores”, concluye. 35 años después, la madrugada del 20 de diciembre de 1989 sigue viva en la memoria de Panamá. Cada bomba, cada grito y cada lágrima resuenan en el corazón de una nación que aún exige respuestas. La historia no debe ser enterrada en archivos perdidos o en el silencio de los poderosos. Las víctimas merecen justicia. Panamá merece verdad.
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