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Página 6 | MI DIARIO Lunes 23 de octubre de 2023 Mi comunidad La tragedia que nos marcó CARLOS ÁVILA RIVAS [email protected] Este lunes se conmemoran 17 años de la tragedia ocurrida en el bus 8B-06 de la ruta Corredor Norte-Mano de Piedra, en el que perdieron la vida 18 panameños quemados cuando el colectivo en el que viajaban hacia la ciudad se incendió en la avenida Martín Sosa, en el sector La Cresta, corregimiento de Bella Vista, lo que retrató la crisis en el sistema de transporte público del que en la actualidad aún adolecen miles de panameños. Entre la cantidad de historias que enmarcan lo ocurrido ese 23 de octubre del 2006, recordamos el relato que le dio a Mi Diario, Cornelio Rivas, uno de los sobrevivientes que, gracias a Dios y a su psicólogo, pudo relatar lo que vivió ese fatídico día. Cornelio recordó que esa mañana, como a las 11:00 a.m., salió de su casa ubicada en Fátima, San Miguelito, para buscar un medicamento para su hijo, que tuvo un percance en la escuela y su intención era ir a Calidonia. Como no conseguía un bus de la desaparecida ruta Corredor-Veranillo, se fue con una amiga a esperar el corredor en San Isidro. “Nos fuimos a la entrada de San Isidro, allí primero pasó un bus que iba muy lleno y luego pasaron dos más igual de abarrotados. Ya eran las 12:45 p.m., llegó el bus de Mano de Piedra, yo sentí algo raro, había una parte fría y otra caliente y le digo a mi amiga Rosmery, esto qué es, una nevera o un microondas, y me senté atrás”, contó. Relató que antes de entrar al corredor, en la parada de la gallera, se subieron los hermanitos Escartín con su madre y sus vecinos, y le dijeron que su papá los esperaba en La Cresta, que iban a jugar fútbol. El bus siguió y en la parte trasera se sentía un calor terrible hasta llegar a la Martín Sosa, donde se bajaron entre 15 y 20 pasajeros. “Yo aproveché y me pasé adelante del bus y me senté junto a mi amiga ”, explicó. Fue allí cuando entre el medio del asiento del chofer y la escalera vio una columna de humo que lo dejó intrigado. El bus arrancó despacio y se fue cabeceando, pasó el puente y otras personas se bajaron. De repente el pavo le conversó algo al chofer. “Yo me paré y vi que ambos se bajaron, en eso subió el chofer y levantó la tapa y una bola de fuego salió de allí y la gente asustada empezó a correr hacia atrás por arriba de los asientos”. Cornelio recuerda que atrás no había puerta, por lo que empujó la ventana, pero tenía un tope por el que se metió y quedó atrapado con la hebilla de su correa, la que luego se destrabó y quedó tirado fuera del bus. “Yo empecé a gritar, ayúdenme que hay gente ahí atrapada, en eso veo a mi amiga tratando de salir por la ventana, la sujeté y la jalé”, dijo. De inmediato buscó un palo y empezó a romper los vidrios en la parte de atrás. “A la enfermera yo la sujeté por las manos y la jalé con todas mis fuerzas, su piel quedó entre mis manos y al caer ella en mi pecho su rostro quedó en mi suéter y por eso pasé dos años sin hablarle, porque sentía que por mi culpa quedó así”. “Luego seguí reventando los vidrios, pero no pude hacer nada por los Escartín, porque la gente les cayó encima y no pude hacer nada por ellos, ya estaban muertos, a mi parecer, el humo los mató. “Fueron como siete minutos de gritos y de pronto todo paró”. Este hecho ha marcado la vida de Cornelio para siempre y muchísimas noches revivía esos gritos en sus sueños. Cuando fue al hospital para los exámenes de rigor salieron bien, pero al regresar a casa había perdido la noción de la realidad. Este sobreviviente de la tragedia del 23 de octubre considera que Dios le dio otra oportunidad, aun cuando lleva 19 años entregado a la Palabra. Ese chance que recibió lo usa para ayudar a otros. En ese entonces fallecieron 18 pasajeros calcinados en la parte trasera del bus (13 mujeres, 5 hombres y 2 niños). Los pasajeros que escaparon por las ventanas fueron unos 25, que resultaron con heridas varias, dos de estos quedaron con quemaduras de 2° y 3° grado. Igual de lamentable es que a pesar de los años el transporte sigue secuestrado por un grupo y que la llegada del metrobús sigue generando un servicio deficiente por la falta de autobuses, flota que requiere ser renovada y que obliga a los usuarios a esperar por horas para poder movilizarse y que de no ser por el Metro de Panamá, la crisis será todavía más evidente. Estos mártires del transporte y sus familiares, así como el resto de la sociedad panameña, merece un servicio digno, cómodo y confiable. Ya son 17 años de la muerte de 18 panameños

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