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7A La Prensa Panamá, lunes 29 de diciembre de 2025 Opinión pa, comida… algún vicio mayor o menor. Estamos esperanzados en que la suerte cambiará y tendremos abundancia —aunque hay que trabajar cada día para que entre la poca o mucha riqueza que ganamos— y por eso compramos toda clase de lotería, legal o ilegal. Y atraemos por otros medios a la suerte… La mala onda que llevamos todo el año — por inconformidad, egoísmo, envidia, angurria y querer arroparnos más allá de donde la sábana puede— nos hace ir por las calles donde mercachifles inquietos venden polvos de muchos colores, con olores a sustancias inciertas, comercializados como incienso, que producen mucho humo pero poco beneficio. Entonces vemos sahumerios en muchas casas (y no todas en barrios populares, por cierto). Comprar un manojito de arroz con una cinta roja y, a veces, una mandarina miniatura —a la que ahora le están añadiendo una mazorca—, pensando que colgar eso tras la puerta o en la ventana de la cocina hará que la despensa y la mesa no estén vacías. Tener un Buda gordo con arroz y maíz a los pies y sobarle la barriga. Poner una cáscara de naranja colgando de una ventana para que no entre la mala vibra (aunque en realidad es un vestigio del antiguo arte Juegavivo: la esencia de la cobardía Impunidad Las encuestas nacionales de percepción acerca de diferentes tópicos definen a los panameños como trabajadores, liberales, incrédulos, efervescentes, familiares, sin memoria y tolerantes. También nos describen como personas a quienes les gusta la diversión, la vida fácil, comprar, pasear, bailar, que viven quejándose de la crisis y que son creyentes. Sin embargo, ese autorretrato esconde un rasgo impreso en el ADN: el juegavivo, rasgo que parece prevalecer en el panameño independientemente de su condición económica, nivel educativo o preferencia religiosa. El juegavivo se evidencia en la habilidad recurrente de cometer fraude en el pago de impuestos, colarse en las filas, copiarse en los exámenes, falsificar diplomas y aplicar con éxito el tráfico de influencias en actividades cotidianas para obtener beneficios personales dentro de esquemas de corrupción. Lo más trágico es que este comportamiento revela su característica principal: la esencia de la cobardía. Miedo a competir en igualdad de condiciones por puestos, estatus, bienes y servicios. Su promoción y emulación se fundamentan en la impunidad. Este rasgo dominante en nuestro ADN —que no puede modificarse por ingeniería genética— es heredado de nuestra convivencia familiar y propulsado por nuestra formación cultural y académica, así como por el reconocimiento social que, en no pocas ocasiones, exalta a individuos que alcanzaron su estatus aplicando exitosamente el juegavivo, en lugar de exponerlos ejemplarmente a la sanción moral y social de todos los ciudadanos que claman por justicia. Esta sanción moral debería complementarse con una afectación real del bolsillo del delincuente, donde más le duele al panameño, incluyendo intereses y costos derivados de la detección del oportunismo. Resulta insultante que los individuos que se cuelan en las filas no sean removidos del entorno y pierdan la oportunidad, al menos por ese día, de recibir el bien o servicio que demandaban. De la misma forma, los conductores que circulan por los hombros y no respetan las líneas amarillas no sean sancionados con multas equivalentes a las de conducir con exceso de velocidad. Los estudiantes universitarios que se copian en exámenes o asignaciones deberían ser expulsados de la facultad y no tener la opción de reingreso. Parece insólito que los rumores sobre maestros que falsificaron diplomas no hayan derivado en su exclusión del sistema educativo público y privado. Lo más frustrante es que la persona condenada por enriquecimiento ilícito, mediante arreglo de pena, pague solo una parte de lo defraudado y además obtenga una reducción que puede cumplirse con trabajo comunitario. ¡Tremendo negocio! Ese es el mejor estímulo al juegavivo, pues en realidad debería devolver todo lo defraudado junto con los intereses correspondientes como sanción moral y social. El caso más insultante e insólito de la promoción del juegavivo ocurre cuando una persona condenada, que evade los años de prisión, no paga de inmediato la pena accesoria millonaria, sino hasta cumplir la sentencia. En estos casos, el pago inmediato de la multa accesoria debería incluir los intereses correspondientes a la sanción moral y social. Si no eliminamos la vigencia del juegavivo, continuaremos condenados al subdesarrollo. Gobierno Mulino 2025 Reformas estructurales regale mucha salud y pueda cumplir con el tiempo de mandato que escogió el país. De lo único que me recuerdo de su campaña es: Mulino es Martinelli, Martinelli es Mulino, del chen chen, que definitivamente todavía no ha llegado, y del hospital de mascotas. Siento que dio un gran paso firme al poder desmembrar el poderoso y, a la vez, déspota sindicato de trabajadores de la construcción Suntracs, y haber puesto en cintura a los gremios de maestros y profesores que se habían autoempoderado. Ambos creían que iban a tener la cuerda larga que les dio el malogrado, derrochador e ineficiente gobierno de Laurentino Cortizo y su flamante vicepresidente, que resultó ser un bulto político y llevó al PRD al descalabro en las urnas. La reforma a la ley de la CSS le ha dado una dosis de longevidad a la Caja, y siento que el tiempo invertido fue demasiado para obtener solamente un resultado positivo parcial, dejando a un lado temas como la edad de jubilación —que no se tocó— ni tampoco se aprobó la indexación del retiro para los más de 500,000 jubilados. Recordemos que la CSS fue creada por el Dr. Arnulfo Arias como un organismo de previsión social, y los jubilados se lo merecían. El gobierno, de alguna manera, ha podido neutralizar las amenazas del coloso del norte y de Donald Trump, al haberse alejado del coqueteo que tenían los gobiernos con la República Popular China desde la administración de Juan Carlos Varela, quien ya no podrá llevar a sus nietos a vacacionar a Disney. Panamá ha sido llevada nuevamente al escenario internacional de una manera activa, buscando protagonismo, defensa de la democracia y alineación con nuestros vecinos del sur. También debemos reconocer que ha retomado proyectos de infraestructura como hospitales, puentes y carreteras, muchos de los cuales fueron abandonados por gobiernos anteriores, pese a que se trataba de dinero de las arcas del Estado. Sin que estos funcionarios públicos inescrupulosos hayan sido llamados a testificar y rendir cuentas por las razones del abandono o suspensión de las obras. El resultado es que una Gerardo Arias Olivares ¿A quién esperamos en Año Nuevo? Cultura popular Hay una atmósfera extraña en los últimos días de diciembre en todo el istmo. Es como si se mezclaran en una batidora dañada la Navidad, el Año Nuevo y costumbres que hemos ido incorporando en Panamá producto de los distintos arribos de personas de todas partes del mundo: desde la construcción del Ferrocarril (1850-1855), el Canal Francés (1880-1904) y el Canal de Panamá (1904-1914), hasta haber tenido a Estados Unidos de vecino cruzando la calle. Esto será difícil —o imposible— de ver en otros países. Aquí hay verdadera libertad de religión y de expresión, donde distintas culturas confluyen. Cada cual hace en público y sin restricciones lo que quiere, dejando a quienes miramos una vaga sensación de película de misterio olvidada. No sería de extrañar añadir una estrella de David a los ornamentos navideños o una menorá que recuerde el origen judío del cristianismo o la fiesta de Hanukah. Igualmente, hay una espera en pausa que pide pintar la casa y hasta retapizar los muebles —si es que no comprar nuevos—, además de utensilios y aparatos domésticos. El cuerpo sufre compulsiones que le obligan a salir a la calle a gastar los bonos y ahorros de Navidad o el décimo tercer mes: rode desecar cáscaras de cítricos para usarlas en recetas). ¡Hasta la sábila paga impuesto colgándola de cintas rojas del techo! Cintas rojas muy asiáticas. Y decidimos sacar mesas a la acera y vender, sin carné ni guantes, cuanta delicia se nos ocurra a vecinos y transeúntes, mezclando patitas de cerdo afeitadas con hojaldres no reposados y salchichas baratas en salsa roja con picante. Crear galletas, dulces de frutas y tamales está en el repertorio. La cosa es hacer algo para atraer ganancias. Otros comprarán ropa interior de varios colores y correrán con maletas vacías o llenas por los cruces de calles a la medianoche del 31 de diciembre, sin importar cómo esté el semáforo. Lanzarán al aire lámparas de los ancestros con la idea de que llevan nuestros deseos a… ¿el cielo? Sin olvidar quemar estrellitas del tigre o las del chinito de Sal Si Puedes. La consigna es hacer ruido, hacer humo, tener la mesa llena y la casa limpia porque… ¿Por qué? Otros optan por ir a costosos restaurantes, hoteles y yates para huir de lo cotidiano y de estas costumbres populares, y empinan muchas copas de licor mirando al horizonte como si… ¿fuera a aparecer alguien con un contrato de éxito? Eso es ser panameños —o vivir aquí—: estar a la espera en Año Nuevo. Sí: ¡bienvenido 2026, bienvenido! El año cambiará. ¿Y tú? EL AUTOR es médico epidemiólogo retirado. EL AUTOR es director de la Comisión Nacional de los Símbolos de la Nación y miembro del Club de Leones Virtual en Valores. EL AUTOR es exbanquero. Vicente Bayard Stanziola parte de la deuda del país, que se acerca vertiginosamente a los 60 mil millones de dólares, la tendremos que pagar todos los panameños. Los gobiernos del PRD doblaron la deuda. ¿Dónde están estos políticos corruptos que han dejado endeudado a cada panameño que aún no ha nacido en $13,500? En el tema de la corrupción no se ha avanzado casi nada. Los peces gordos siguen disfrutando de esos dineros mal habidos. Pensaba que el gobierno de Mulino sería un gobierno de derecha reformista, habiendo nombrado a algunos funcionarios como Felipe Chapman en la cartera económica, pero esto no ha sido así. Su padre resultó ser mucho más reformista ocupando ese mismo ministerio en el gobierno de Ernesto Pérez Balladares. Mulino, a veces, parece estar solo en el ring, porque los ministros de Estado que lo acompañan no parecen brillar con luz propia, y la cartera de Relaciones Exteriores bien podría llamarse Vicecancillería, más que Cancillería. Esperábamos que un gobierno reformista, como nos inculcaron los hermanos maristas, encarara mejoras en la educación escolar y universitaria. Cero avances. En el plano económico, no se ha podido controlar ni reducir la planilla abultada en ninguna entidad gubernamental, ni reducir el tamaño del Estado eliminando o fusionando instituciones públicas. ¿Dónde quedaron las mejoras en procesos, el impulso a la eficiencia estatal, la estandarización y la tercerización de bienes y servicios que adquiere o produce el Estado? ¿O la eliminación de subsidios que no han logrado beneficios reales para la población que verdaderamente los necesita? Nada de esto se está haciendo, y no estamos hablando de obras suntuosas. ¿Dónde queda la evaluación de prioridades al invertir en gastos no necesarios, como armamento de guerra —aviones Tucano— o villas diplomáticas, cuando sabemos que la interdicción de drogas se da en las calles y en los océanos? Señor presidente, digo hermano marista: Todavía tiene tiempo de impulsar reformas que sí pueden dejar huella en su paso por las mieles del poder del Estado. No siga la misma línea de gobiernos anteriores, centrados únicamente en obras de cemento y acero que, aunque traen beneficios como el Metro, generan empleos temporales y suelen ser impulsadas con diligencia porque resultan la forma más lucrativa y fácil de la rebusca del chen chen. Para encarar los problemas del país, usted necesita la enseñanza del beato marista. Pero parece que la enseñanza y el cariño no los asimiló del todo en las aulas vicentinas. Me tomaré el atrevimiento de evaluar, a 20 mil pies de altura, el gobierno del presidente José Raúl Mulino, el cual muy pronto cumplirá un año y medio de gestión, en febrero de 2026. Será difícil redactar con propiedad en un formato limitado a opinión. No solamente nos vamos a atribuir el atrevimiento de evaluarlo desde la perspectiva política, sino también desde una perspectiva personal e histórica, siendo ambos educados por los hermanos maristas en el Colegio San Vicente de Paul, en David, Chiriquí. Lo cierto es que los hermanos maristas pertenecen a una congregación fundada por el beato Marcelino Champagnat, de origen francés, quien creía que la mejor forma de evangelizar era a través de la enseñanza y el cariño. Recuerdo a JRM, mejor conocido en tierras chiricanas como Joe, como un estudiante y compañero de escuela sobresaliente. A pesar de no haber estado en la misma promoción —ya que es unos años mayor que yo— siempre fue un buen orador, capitán de la banda de guerra de la escuela, a la cual también pertenecí, cuadro de honor, presidente del club de graduandos, entre otras cosas. Lo cierto es que siempre estaba en la jugada, como dicen los panameños. Como funcionario ocupó puestos en el gobierno de Guillermo Endara como viceministro y ministro de Relaciones Exteriores, y con su aliado político fue ministro de Seguridad, a mi parecer de forma exitosa. De manera que tiene bagaje en la administración pública para ejecutar, y lo ha probado con hechos. Le tocó, por decisión de Ricardo Martinelli, ocupar su candidatura y logró llegar a la Presidencia de la República, habiendo sido endosado por Martinelli sin recorrer todo el país, en una corta pero intensa campaña, ni tampoco haberse presentado en los debates de candidatos presidenciales en ninguna ocasión. Esto es inédito: que los panameños hayamos escogido un presidente sin haberlo visto exponer y debatir con el resto de los candidatos cuál sería su plan de gobierno. No olvidemos que no tenemos vicepresidente; ojalá el Niño Dios le Entre supersticiones, consumo y diversidad cultural, el panameño despide el año esperando que el cambio del calendario traiga lo que aún no llega. Vladimir Berrío-Lem Una mirada crítica al gobierno de José Raúl Mulino expone avances puntuales, reformas inconclusas y ausencias estructurales que siguen marcando el rumbo del país.

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