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4B La Prensa Panamá, domingo 21 de diciembre de 2025 Antes del Puente de las Américas existía el Ferry de Panamá para transportar pasajeros, carros y carretas. Cortesía El Ferry: memoria de un país en tránsito Joaquín González J. [email protected] RECUERDOS Entre 1932 y 1962, el Ferry de Panamá fue el único vínculo entre la capital y el interior del país, un servicio gratuito que marcó la memoria colectiva antes del Puente de las Américas. El Ferry fue un servicio de transporte naval gratuito que permitió conectar la ciudad de Panamá con el resto del país desde 1932 hasta 1962, cuando fue reemplazado por el Puente de las Américas en el cumplimiento de ese mismo propósito. En los primeros años de vida republicana no existía la vía Interamericana; por ello, en aquella época distante, la única forma de viajar desde la ciudad de Panamá hacia el interior del país era en carretas o mediante barcos de vapor de la Compañía Nacional de Navegación. El punto final de llegada de esas embarcaciones era el puerto de Pedregal, en Chiriquí. Con el paso de los años, la población panameña creció y se hizo indispensable mejorar el transporte terrestre nacional. Fue el expresidente Belisario Porras quien impulsó los primeros esfuerzos para la construcción de la carretera nacional desde la provincia de Chiriquí hasta la ciudad de Panamá. Así, a partir de 1926, aunque con largos tramos intercalados de tierra y piedra, se hizo más efectiva la comunicación por carretera desde el interior hacia la capital, llegando a un embarcadero o muelle cercano a las esclusas de Pedro Miguel, en el Canal. Sin embargo, el viaje era largo, tedioso y demorado. Era necesario pagar por el trasbordo en lanchones para cruzar al otro lado del Canal e ingresar luego a tierra firme a pie, a través de un sendero monte adentro, cercano a Emperador, un campamento del Ejército estadounidense en la Zona del Canal. El Ferry, como tal, comenzó a operar el 1 de septiembre de 1932 en Balboa. En sus inicios tenía capacidad para transportar entre 15 y 20 automóviles en cada viaje. El servicio se extendió a las 24 horas del día para satisfacer la alta demanda, mejorando así la puntualidad y la eficiencia del transporte para todos los panameños. Los dos primeros ferris se llamaron Presidente Porras y Presidente Roosevelt. Con el paso del tiempo, el servicio fue modernizándose. En 1942 se incorporaron nuevos transbordadores para aumentar su eficiencia. Un congresista de Estados Unidos, a solicitud del entonces presidente panameño Arnulfo Arias, logró gestionar los fondos necesarios para modernizar el cruce del Canal y aumentar la capacidad de pasajeros y carga por viaje. De este modo se incorporó el Ferry Thatcher —apellido del congresista—, con la novedad adicional de que, a partir de ese momento, la travesía resultó más corta y paralela a la línea que hoy utiliza el Puente de las Américas. Recuerdo que, de niño, las travesías en el Ferry siempre fueron una aventura fascinante cada vez que tenía que viajar a Panamá. El cruce del Canal demoraba unos 15 minutos mágicos, aunque otros 30 minutos se iban entre la entrada y salida de la carga rodante que transportaba el Ferry. Era el inicio de la década de 1960 y aún no se había concluido la construcción del Puente de las Américas, que fue inaugurado el 12 de octubre de 1962, bajo la administración del presidente Roberto F. Chiari. A partir de ese momento, el Ferry dejó de utilizarse y pasó a formar parte únicamente de nuestros recuerdos de infancia. Hoy, al cruzar el Canal de Panamá conduciendo, con tres puentes a disposición —dos en el Pacífico y uno en el Atlántico—, sin contar un cuarto puente próximo a construirse, así como la línea 3 del Metro que atraviesa el Canal de manera subterránea, resulta difícil imaginar que hace apenas unas cuantas décadas todo era diferente. Antes, la única forma de cruzar de un lado a otro del Canal era a través del Ferry. Finalmente, las embarcaciones fueron subastadas y adquiridas por la empresa Simón Canarte, de Nueva Orleans, por la suma de $39,000.00 cada unidad. En ambas riberas del Canal aún pueden apreciarse, desde lo alto y debajo del Puente de las Américas, las ruinas de los antiguos atracaderos del Ferry de Panamá, como un nostálgico testimonio de su memorable existencia. Juan Antonio Casas Z. [email protected] Raíces históricas de la integración del sistema de salud en Panamá SALUD PÚBLICA El proceso de integración del sistema público de salud en Panamá se desarrolla en un momento de clara paradoja histórica. El país dispone hoy de uno de los niveles de gasto público en salud más elevados de América Latina, pero exhibe resultados sanitarios significativamente inferiores y profundas desigualdades territoriales. En este contexto, la experiencia histórica panameña en salud comunitaria adquiere renovada vigencia como fundamento conceptual y operativo para el trabajo de la Comisión de Integración de los Servicios Públicos de Salud. Panamá destina aproximadamente 5,000 millones de balboas anuales al gasto público en salud, lo que representa alrededor del 21% del gasto público total y casi el 6% del producto interno bruto. Este esfuerzo fiscal se distribuye prácticamente en partes iguales entre el Ministerio de Salud (Minsa) y la Caja de Seguro Social (CSS). Dentro de esta última, cerca del 26% del presupuesto se destina a la atención médica integral de los asegurados y sus dependientes, y su financiamiento proviene en un 97% del impuesto sobre planilla aportado por los patronos. Sin embargo, este elevado nivel de gasto no se traduce en resultados acordes. Las tasas de mortalidad infantil y materna en Panamá duplican y triplican, respectivamente, las observadas en países como Chile y Costa Rica, con niveles de gasto similares. Más grave aún es la enorme desigualdad territorial: en las comarcas indígenas, la tasa de mortalidad materna supera incluso la registrada en países de muy bajo ingreso como la República del Congo o Malawi. Estas cifras no reflejan una escasez de recursos, sino fallas estructurales en la organización, la gobernanza y el uso del gasto público en salud. Esta situación contrasta con la tradición histórica panameña de salud pública. En la década de 1970, con el lema de “Salud igual para todos”, bajo el liderazgo del Dr. José Renán Esquivel, se impulsó un modelo de salud comunitaria que combinó la creación de los comités de salud, la expansión de la atención primaria y un enfoque territorial claramente definido. Este modelo permitió avances rápidos en cobertura, control de enfermedades transmisibles y reducción de brechas básicas. El principio rector era inequívoco: la salud debía organizarse desde la comunidad, con responsabilidad poblacional definida, participación social formalizada y una acción intersectorial orientada a los determinantes sociales. Ese enfoque generó legitimidad social y eficiencia operativa en un contexto de recursos considerablemente más limitados que los actuales. La fragmentación posterior entre el Minsa y la CSS, con duplicación de redes, infraestructura, funciones administrativas y sistemas de información, erosionó progresivamente esa lógica fundacional. Hoy, dos instituciones públicas financian y prestan servicios de salud de manera paralela, con escasa articulación efectiva, itinerarios de atención fragmentados y costos administrativos redundantes. Se estima que, si los fondos públicos y la prestación de servicios de salud se gestionaran de forma mancomunada, el ahorro potencial en gastos administrativos duplicados podría alcanzar unos 500 millones de balboas anuales. Esa suma sería suficiente para construir un hospital oncológico —o su equivalente en capacidad resolutiva— cada año, sin aumentar impuestos ni contribuciones. Las experiencias de Costa Rica y Chile muestran que el problema central no es el nivel de gasto en salud, sino su organización. Con recursos comparables, ambos países han obtenido mejores resultados gracias a un primer nivel sólido, adscripción poblacional, continuidad asistencial y modelos territoriales coherentes. Sin embargo, la lección clave para Panamá es interna: el país ya contó con un modelo que integraba financiamiento público, provisión estatal y participación comunitaria. La Comisión de Integración de los Servicios Públicos de Salud tiene así una responsabilidad histórica: reordenar el sistema en torno a un modelo común, fortalecer la atención primaria, reducir duplicidades y orientar los recursos hacia mayor impacto, equidad y legitimidad social, todo con base en una experiencia nacional exitosa que fue, en su momento, un modelo a emular para América Latina. Nada nos impide volver a serlo.

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