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7A La Prensa Panamá, jueves 6 de noviembre de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. te cambio busca concentración procesal, transparencia y participación activa del juez. La figura del juez también se redefine. Pasa de ser un observador distante a un director del proceso, con facultades para controlar plazos, ordenar pruebas y garantizar la lealtad procesal. La inmediación fortalece su criterio al valorar la prueba directamente, lo que redunda en decisiones más sólidas y razonadas. Por otro lado, la tecnología deja de ser un complemento y se convierte en pilar de la reforma. El expediente electrónico, el casillero judicial digital y el Sistema Automatizado de Gestión Judicial apuntan a una justicia disponible 24/7, con menos tramitología y mayor eficiencia. Luces y sombras del nuevo modelo Si bien la reforma representa un salto histórico, no está exenta de riesgos. Uno de ellos es el del “juez superhombre”, obligado a resolver con rapidez, dirigir audiencias, dictar fallos en plazos cortos y mantener la calidad jurídica de sus decisiones. La presión por la celeridad podría convertir la eficiencia en un fin en sí mismo, sacrificando la reflexión profunda que exige cada caso. Otro riesgo es la dilución de las normas en principios. La constitucionalización del proceso introduce valores como celeridad, economía y lealtad procesal, pero su interpretación flexible puede geLas colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Otro 3 de noviembre, ¿y qué? ¿Historia o mito? viejo Manuel Amador Guerrero, quien no era panameño, con más de ochenta años, se echó a cuestas un viaje a Nueva York para urdir el plan de secesión. Asumió los riesgos legales dimanantes de su gestión —por su carácter sedicioso— y los físicos, dada su avanzada edad y salud comprometida. Entre los próceres había hombres con juventud, recursos y capacidad para viajar y comprometerse en la preparación del movimiento, pero ninguno asumió el riesgo personal de complotar en los Estados Unidos contra el gobierno colombiano. Tal acción les habría acarreado la pena de muerte y la confiscación de bienes. Esta circunstancia explica, aunque no justifica, el cobarde abandono del movimiento insurgente al conocerse la llegada de tropas colombianas a Colón, dejando al octogenario Amador Guerrero abandonado y solo ante el inminente riesgo de perder la vida o la libertad. La actuación de esta pléyade de personajes cobra luminiscencia solo cuando se asegura la intervención de las tropas norteamericanas en Colón y se confirma el apoyo estadounidense promovido, casualmente, por Bunau-Varilla. Ninguno tuvo el valor ni la intención de asumir tal riesgo. En todo caso, el viejo Amador fue utilizado como carnero de sacrificio: si algo salía mal, él y tal vez unos pocos pagarían las consecuencias. Desde esa perspectiva, el movimiento separatista fue una estrategia de riesgo medido, disponiendo de peones para el Ramón Mendoza La reingeniería de la justicia civil: del papel a la palabra Oralidad La promulgación de la Ley 402 de 2023, que adopta el nuevo Código Procesal Civil (CPC), marca una de las transformaciones más trascendentales en la historia judicial panameña. Su exposición de motivos no solo explica la intención del legislador, sino que desnuda una realidad: el antiguo modelo escritural había llegado a un punto de ineficacia estructural que generó desconfianza y descontento ciudadano. El viejo esquema procesal, basado en trámites extensos y actuaciones escritas, propiciaba lentitud, tácticas dilatorias y sentencias tardías que, en la práctica, equivalían a justicia denegada. El juez era un lector de expedientes, sin contacto directo con las partes ni con la prueba viva. La excesiva ritualidad y el formalismo extremo hacían del proceso un laberinto más burocrático que justo. Frente a ello, el nuevo CPC propone una reingeniería total del proceso civil, anclada en la oralidad, la inmediación judicial y la modernización tecnológica. La meta es clara: transformar la cultura jurídica y devolverle a la justicia su agilidad, transparencia y credibilidad. El cambio de paradigma El eje central de la reforma es la oralidad como principio rector. Aunque ciertas fases —como la postulación inicial y las impugnaciones— permanecen escritas, las etapas decisivas (pruebas, alegatos y sentencias) se realizan ahora en audiencias orales y grabadas. Esnerar inseguridad jurídica si no se aplican con equilibrio. La norma debe seguir siendo límite, no sustituto, de la ley. A ello se suma un desafío muy concreto: la desigualdad territorial y presupuestaria. Las audiencias orales y los sistemas digitales exigen infraestructura y capacitación constante. Sin embargo, la realidad es que no todos los circuitos judiciales del país cuentan con los mismos recursos. Lo que en la capital funciona con fluidez puede verse estancado en provincias, donde la oralidad aún enfrenta carencias logísticas y tecnológicas. El riesgo es crear una justicia de dos velocidades: moderna en las capitales y rezagada en el resto del país. Salto histórico con retos pendientes Aun con estos desafíos, la expectativa general es optimista. El nuevo CPC promete celeridad real, mejor calidad de las sentencias y mayor transparencia en el actuar judicial. Si el Órgano Judicial logra equilibrar la rapidez con la calidad, y si la tecnología se implementa de forma equitativa, Panamá podrá consolidar una justicia civil moderna y cercana al ciudadano. La exposición de motivos de la Ley 402 lo deja claro: esta transición de la escritura a la oralidad no es una opción, sino una necesidad para recuperar la confianza pública. Pero el verdadero éxito dependerá de que la celeridad no se imponga sobre el análisis y de que la discrecionalidad judicial no debilite la seguridad jurídica. El reto es monumental, pero la meta es digna: una justicia más humana, accesible y creíble, donde la palabra, finalmente, pese más que el papel. Opinión LA AUTORA es abogada y docente. EL AUTOR es abogado y exprofesor de Ciencia Política y Teoría del Estado. sacrificio. El grueso de los próceres buscó refugio en sus fincas, a la espera del desenlace libertario. Abandonado Amador, el respaldo al movimiento vino de un sector que no había sido tomado en cuenta en los planes de los sediciosos: el pueblo santanero. En el arrabal de Santa Ana, donde vivía el pueblo de a pie, muchos eran veteranos de la recién terminada Guerra de los Mil Días y aún mantenían el liderazgo del general Domingo Díaz. Motivado por los comentarios de su esposa, Amador hizo contacto con el general Díaz, quien —como militar curtido en combates— aceptó reclutar hombres para forjar la semilla de lo que posteriormente se llamarían los Soldados de la Independencia, hombres que, sin pensar en gloria ni prebendas, estuvieron dispuestos a dar su vida por la naciente república. Existe la lista oficial de tales soldados, pero en ella no aparece ninguno de los llamados próceres, hecho comprobable en los Archivos Nacionales. Consumada la declaración de independencia, la noticia no fue publicada en La Estrella de Panamá a tiempo oportuno: apareció como una pequeña esquela varios días después. ¿Por qué? Simplemente por cautela y temor, asegurándose —al igual que los próceres— de que la separación fuese irreversible y el apoyo estadounidense, indefectible. Lo demás es sabido. Los llamados próceres realizaron entonces lo que yo llamo un asalto político incruento y sin un tiro. Se enquistaron en los organismos del poder político de la naciente república, controlando dicho poder por años, incluso hoy, bajo el perfil de élites dominantes. ¿Vendrá otro 3 de noviembre, y qué? Este año, Panamá marca en su historia 122 años de su separación o independencia de Colombia. Cada 3 de noviembre, las alegorías y los recuentos históricos surgen de una especie de dormancia en la que cobran vida anécdotas y retazos del pasado, iluminando el recuerdo de presuntos próceres y héroes que, motivados por un impulso patriótico, arriesgaron vida y fortuna para construir una nueva república. Pero, escarbando en las fuentes primarias y empalmando retazos históricos, surge un manojo de incongruencias que origina una nube inverosímil sobre la valentía, el heroísmo y el riesgo de los llamados próceres de la patria. Exaltados por nuestros historiadores, muchos de ellos han usurpado el papel de otros actores que, de manera decidida y cierta, contribuyeron a la gesta independentista. Sin su participación real y comprometida, hoy el desatinado Gustavo Petro sería el presidente de Panamá. Uno de esos personajes, tachado y adjetivado como traidor, es Philippe Bunau-Varilla. Independientemente de los intereses que lo hayan motivado, su actuación fue determinante para que la secesión de Panamá se consolidara. No solo participó activamente en la conjura, armándola y diseñándola desde los Estados Unidos, sino que además financió con fondos propios los gastos del movimiento revolucionario. De parte de los próceres no hay constancia de que hayan dispuesto de un solo peso para financiar la separación. El El nuevo Código Procesal Civil redefine la justicia panameña al priorizar la oralidad y la inmediatez, pero su éxito dependerá del equilibrio entre rapidez, calidad y equidad territorial. Bertha Payan La historia oficial del 3 de noviembre sigue llena de mitos. Los llamados próceres ocuparon el poder, pero fueron otros —los anónimos y los olvidados— quienes asumieron el verdadero riesgo de la independencia. La trampa del sistema: cuando culpar se vuelve más fácil que pensar Responsabilidad Nos enseñaron a culpar al sistema. Es la excusa más sofisticada de nuestra época: una forma elegante de decir “no puedo hacer nada”. Pero ese supuesto enemigo no vive fuera de nosotros. No es una máquina fría ni un fantasma político. Es un espejo de nuestras decisiones, silencios y conveniencias. Lo alimentamos cada día cuando obedecemos sin pensar, cuando callamos por comodidad o cuando fingimos no ver las injusticias que nos benefician. Nos saltamos filas, celebramos al que “resuelve” sin importarcómo,copiamostrabajos,participamos en chismes que dividen más que informan… y hasta reelegimos a políticos que roban. Cada uno de estos actos cotidianos refuerza el sistema que tanto criticamos, y aun así preferimos señalarlo desde lejos, como si fuéramos inocentes de lo que censuramos. Esa es la paradoja: rompemos las reglas sin culpa cuando nos conviene, pero nos volvemos obedientes cuando el cambio exige valentía. Tenemos una inteligencia afilada para lo individual, pero la usamos poco para lo colectivo. Si somos capaces de manipular el sistema para sacar ventaja, ¿por qué no usar esa misma astucia para no hacer daño? La pregunta incomoda porque desnuda nuestra hipocresía: exigimos justicia mientras jugamos con las mismas trampas que decimos detestar. Pensemos en el jefe que siempre busca culpables, en los colegas que chismean para medrar o en los gremialistas que promueven más conflictos que soluciones. Cada vez que nos dejamos arrastrar por sus juegos o nos quedamos callados, reforzamos la maquinaria del sistema que tanto criticamos. Y mientras tanto, el sistema —ese gran “culpable” que tanto odiamos— se fortalece. Aprende a distraernos, a dividirnos, a vendernos indignación en cómodas cuotas emocionales. Cuanto más creemos que no tenemos poder, más fácil somos de controlar. El sistema no necesita tiranos; necesita ciudadanos distraídos. Se sostiene con cada “así son las cosas” dicho con resignación. Y ahí está su trampa más perfecta: convencernos de que pensar no sirve, que nada cambia, que la reflexión es una pérdida de tiempo. Culpar al sistema es, en el fondo, una forma de rendición.Esmáscómodorepetirelpapeldevíctima que asumir la responsabilidad de transformar. Ninguna estructura injusta sobrevive sin personas que la imiten, la repitan o la justifiquen. Antes de volver a decir “es culpa del sistema”, mire bien alrededor. Tal vez descubra que el sistema no está tan lejos: responde sus correos, le paga el sueldo, le da “me gusta” en redes y hasta comparte su cansancio los lunes. No es un monstruo externo, es un hábito colectivo con rostro humano. Y si todo sigue igual, quizá no sea porque el sistema es invencible, sino porque aún nos resulta demasiado cómodo pertenecerle. Pensar sigue siendo el único acto verdaderamente subversivo. Pero claro… es mucho más fácil culpar al sistema. LA AUTORA es profesora de filosofía. Indhira Londoño Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente y Director Editorial (Encargado) Jorge Molina Mendoza Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Subdirector Asociado Rolando Rodríguez B. Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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