5A La Prensa Panamá, martes 4 de noviembre de 2025 Barrancabermeja, puerto petrolero del río Magdalena. Foto: Stanley Heckadon Moreno, 1970. A punto de naufragar en el río Magdalena Stanley Heckadon-Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] MEMORIA En el verano de 1970, el autor descendió por el río Magdalena en remolcadores y barcazas, recorriendo pueblos marcados por La Violencia y la dureza del río. Este capítulo de su aventura revive el peligro, la memoria y el pulso humano de aquella travesía. Esta es la tercera entrega de mi diario bajando el río Magdalena en el verano de 1970. En La Dorada, el gruñón pero simpático capitán del remolcador San Roque acordó llevarme hasta Barrancabermeja. Allí buscaría otra nave que me acercara a Barranquilla. En Cartagena esperaba encontrar al capitán de una canoa del comercio del coco con las islas de San Blas, habitadas por los kuna, que me llevara a Panamá. Comparten el Istmo y el Magdalena muchas historias. En 1501 ambos fueron descubiertos por Rodrigo de Bastidas. El Magdalena sería la espina dorsal de Colombia, su vínculo con el Caribe y Europa. El panameño río Chagres, la ruta obligada entre el Atlántico y el Pacífico. Tiene el Magdalena 1,440 km de largo y su cuenca abarca 257,000 km2. Germán Sánchez Calle lo calificó en 2015 como un río difícil de navegar. Con frecuencia los diarios traen noticias de embarcaciones accidentadas, hundidas y de gentes ahogadas. Por embarcar a fines del verano, las aguas del río estaban muy bajas, haciendo más complicada la navegación. Pero nuestro capitán casi intuía su curso. Me deleita verlo comandar el convoy —el remolcador con sus planchones cargados de cemento— y negociar las curvas cerradas y en bajada. Por seguridad solo navegábamos de día y dormíamos en el caserío donde cayese la noche. Retomo mi diario Martes 30 de abrilLa Violencia en el bajo Magdalena “Según el capitán y el primer maquinista, todo el valle del Magdalena fue escenario de muchísimos crímenes durante el auge de La Violencia. Durante lo peor, entre 1948 y 1953, a diario bajaban cadáveres flotando río abajo con las cabezas cortadas. Entonces nadie sabía con certeza quién pertenecía al gobierno, quién era liberal y quién conservador. Quemaban las embarcaciones, asaltaban las fincas y las familias tuvieron que abandonarlas, desperdigándose el ganado. Como el segundo piloto no era tan diestro, no alcanzamos Puerto Berrío y debimos pasar la noche en Mata Redonda, un pequeño y pobre caserío en un sector muy golpeado por La Violencia. Su gente es negra, pero hablan como los antioqueños blancos: ‘¡Ave María, pues!’” Miércoles 1 de abril: Mata Redonda y Puerto Berrío Dejamos Mata Redonda a las 5:25 a.m. Puerto Berrío dista cinco leguas de aquí. Todas las distancias se miden en leguas. Una legua son 5 km o tres millas náuticas. Bajando, la San Roque navega tres leguas por hora. Como bajamos, tenemos el derecho de vía sobre las embarcaciones que suben y escogemos el lado que vamos a seguir. Nuestro piloto advierte a la otra nave con el pito: un pitazo indica que irá por el lado derecho, y dos, que escogerá el izquierdo. Barrancabermeja Dejamos Puerto Berrío a las 8:45 a.m., alcanzando Barrancabermeja a las 2:30 p.m. Parecía el pueblo más caliente de Colombia y, como el remolcador es todo de fierro, era un horno. El asunto era dormir en los camarotes o en cubierta, con los mosquitos. Llevaba mi mosquitero, que compré en la Villa de Caracas, en Panamá. Las únicas fuentes de trabajo son la refinería de Ecopetrol y la fábrica de fertilizantes. El pueblo tiene tres salas de cine, y las casas de prostitución están en las afueras, mientras que en Puerto Berrío y La Dorada están a la vera del río. En Barranca, las muchachas vienen hasta el muelle. Los marineros me advirtieron no ir al pueblo de noche. Todo es más caro que en las otras poblaciones que pasamos, por el petróleo. Los obreros petroleros son los que reciben el mejor sueldo por esta área y, aparentemente, les siguen los marinos del río. Jueves 2 de abril, a bordo de La Monserrate A bordo de La Monserrate salí de Barrancabermeja a las 6:00 a.m. Es más pequeña que la San Roque y toda de madera. El capitán de la San Roque no me cobró por el viaje y habló con el capitán de mi nueva nave para que me tratara igual. Pasamos como dos horas tratando de asegurar y remolcar la barcaza del lado derecho, hasta que por fin logramos sujetarla entre las 7:00 y 8:00 a.m. Recogimos a unos pescadores y sus piraguas que iban río abajo tras el fin de la subienda o temporada de pesca, y se acomodaron en la barcaza vacía del lado izquierdo. Como una hora después, en una curva, el piloto calculó mal la velocidad y la barcaza izquierda se estrelló durísimo contra el barranco. El remolcador la embistió y quedamos montados sobre ella. Al ver a los pescadores gritar y abandonar la barcaza me preocupé. Crujían los maderos de La Monserrate, que se viró peligrosamente a la derecha. ¡Alguien gritó: “¡Dios mío, nos volteamos!”! Busqué mi mochila y, en segundos, identifiqué un playón por donde podría salir a tierra. Lentamente, el remolcador se destrabó y se enderezó. Si la corriente hubiera estado maluca, el remolcador se habría virado. Gabriel E. Leonard ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] Batuteras en las fiestas patrias 2025 Alexander Arosemena Fin del debate: Panamá nació en 1821 IDENTIDAD En el colegio aprendí que Panamá tuvo dos independencias: de España, el 28 de noviembre de 1821, y de Colombia, el 3 de noviembre de 1903. Ya en mi edad adulta —hace quizá una veintena de años— algún revisionista con buenas intenciones (no recuerdo quién) propuso diferenciar ambas fechas: mantener la designación de independencia para la primera y otorgar el distintivo de separación a la segunda. Sin que hubiese espacio en la sociedad para una discusión profunda y madura sobre el tema, se modificaron los calendarios, y el pueblo —acostumbrado a aprender por repetición— empezó a defender, a capa y espada, los cambios señalados, sin tomar en cuenta que la palabra utilizada en ambas actas históricas (cuyos facsímiles abundan en toda escuela istmeña) es la misma: independencia. El propósito de esta nota no es propiciar otro cambio banal en nuestras efemérides, sino fomentar entre nosotros más amor por quienes somos como nación. Es mi más ferviente anhelo que, como panameños, nos convirtamos en un país verdaderamente maduro y pensante, y que empecemos a dejar a un lado las superficialidades que caracterizan nuestra idiosincrasia popular para abrazar una autoestima nacional basada en el pensamiento crítico. En este contexto, os invito a evitar los insensatos comentarios en redes: aquellos en los que, hasta con cierto grado de enojo, corregimos a algún extranjero con lo de “separación e independencia” sin brindar mayores explicaciones, como si ellos tuviesen la culpa de que nosotros no hayamos podido articular un discurso nacional coherente y sonoro ante las naciones. Uno capaz de desarticular, de una vez por todas, la simplista y potente narrativa estadounidense (“el país nació por y para el Canal en 1903”), que lamentablemente aún muchos de nuestros hermanos latinoamericanos creen hasta la fecha. ¿Que la razón por la cual la narrativa gringa es más fuerte es que ellos son “grandes” y nosotros una nación “…tan chica”? ¿Acaso no entendemos que la expresión del poema de Ricardo Miró es meramente metafórica? ¿No vemos que nuestro territorio es igual de grande que el de Irlanda y mayor que el de Países Bajos, Estados que no necesariamente se venden como “chiquitos”? Esta es la realidad y los hechos: la nación panameña es el resultado del complejo encuentro de indígenas, africanos y europeos entre los siglos XVI y XIX, y de la incorporación de muchas otras culturas desde entonces hasta hoy. Desde la creación de la pollera hasta nuestro gusto por el sancocho y el bon, la cultura panameña es única sobre la faz de la tierra (no podemos mirar raro a un iraní porque no paró en Quesos Chela rumbo al interior). Ese complejo pueblo mestizo fue el que habló por primera vez como nación “panamense” (gentilicio antiguo) en 1821, al ejercer su voluntad soberana. ¿Y qué pasó el 3 de noviembre de 1903? La nación se convirtió en república independiente. Fin de la discusión. Museo del río Magdalena en ciudad Honda. Infobae Pescadores acomodan sus piraguas en el remolcador. Foto: Stanley Heckadon Moreno, 1970.
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