7A La Prensa Panamá, lunes 3 de noviembre de 2025 Panorama En tiempos de incertidumbre institucional y desafíos educativos, volver a Humberto Ricord, Diógenes de la Rosa y César de León Espinoza no es un gesto nostálgico: es una urgencia política. Juristas, educadores, filósofos y militantes, los tres pensadores panameños construyeron una doctrina viva que articula historia, derecho, pedagogía y acción social. Formados en el Instituto Nacional —fragua republicana de pensamiento crítico—, absorbieron los principios del liberalismo educativo y los proyectaron hacia una praxis emancipadora. Desde las aulas, los tribunales, las redacciones y las calles, tejieron una visión integral de país donde la historia es conciencia, el derecho es justicia, la educación es liberación y el periodismo es tribuna republicana. Humberto Ricord denunció el entreguismo jurídico y defendió la soberanía canalera desde una lectura constitucional crítica. Diógenes de la Rosa participó en la huelga inquilinaria de 1925 junto a José del Carmen Tuñón y Marta Matamoros, articulando las primeras luchas urbanas por vivienda digna. César de León Espinoza, desde su cátedra de Filosofía en el Instituto Nacional y la Universidad de Panamá, formó generaciones con pensamiento crítico y conciencia soberana, hasta ser desterrado por el macartismo y el remonismo, en un contexto de persecución ideológica que sometió a la academia, la política y las ideas sociales a un verdadero estado de interdicción. Los tres ejercieron el periodismo y la docencia como pedagogía pública. Ricord, en Panamá América; De la Rosa, en La Hora y La Estrella de Panamá; De León Espinoza, desde la cátedra y la movilización, distinguido como el intelectual de América, con una tenacidad espartana y convicciones firmes, fue catedrático de la Universidad de Chile. Su estilo argumentativo, Tres voces para una República viva EDUCACIÓN PÚBLICA ético y riguroso puede ser modelo para la formación de periodistas, docentes y comunicadores comprometidos con la democracia. Su militancia fue ética de la acción. Ricord se vinculó a movimientos estudiantiles y patrióticos; De la Rosa defendió los derechos laborales y la organización popular; De León Espinoza marchó hacia la Asamblea Nacional en 1947, anunciando el rechazo popular al Convenio Filós–Hines, en defensa de la soberanía mancillada. Hoy, su legado puede orientar una reforma educativa con sentido histórico, territorial y popular. Proponemos: •Integrar sus obras en la formación docente y ciudadana. •Diseñar programas curriculares que articulen pensamiento crítico, soberanía y justicia social. •Fortalecer la educación pública como espacio de república. •Promover una pedagogía de la memoria histórica y el periodismo ético. •Impulsar reformas legales con enfoque territorial y popular. Ricord, De la Rosa y De León Espinoza nos enseñaron que la República no se hereda: se construye, se defiende y se educa. Su pensamiento es brújula para una nueva generación que sueña con un Panamá más justo, soberano y pensante. El pensamiento y la praxis de Humberto Ricord, Diógenes de la Rosa y César de León Espinoza no pertenecen al pasado: son claves vivas para pensar el presente y proyectar el futuro de Panamá. Su legado —forjado en la intersección entre historia, derecho, pedagogía, periodismo y militancia— constituye una doctrina republicana de profundo contenido ético, popular y emancipador. En un momento en que el país enfrenta desafíos estructurales en su sistema educativo, en la legitimidad de sus instituciones y en la cohesión de su tejido social, recuperar sus enseñanzas no es un gesto conmemorativo, sino una necesidad estratégica. Proponemos, por tanto: •Incorporar sus obras en la formación docente, especialmente en los campos de historia, filosofía, derecho, educación cívica y comunicación. •Diseñar programas curriculares que integren pensamiento crítico, soberanía nacional y justicia social como ejes transversales, inspirados en sus enfoques. Casa al pie del cerro Ancón, que tenía por telón de fondo el rótulo conmemorativo de la separación de Panamá de Colombia. Fuente: National Archives at College Park El cerro Ancón y el medio siglo de Panamá como República Juan Manuel Posada ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] Rogelio Mata Grau ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] MEMORIA En el aniversario 122 de la separación de Panamá de Colombia, la mirada se posa en el cerro Ancón y el Instituto Nacional, símbolos perdurables del orgullo republicano y del espíritu educativo que forjó la nación. Este lunes 3 de noviembre de 2025, Panamá conmemora el 122.º aniversario de la separación de Colombia. A lo largo de más de un siglo, los aniversarios patrios han servido no solo para recordar los orígenes de la nación, sino también para reflexionar sobre su camino recorrido. Sin embargo, hubo una fecha que marcó un punto especial en esa memoria colectiva: 1953, cuando el país celebró en grande su primer medio siglo como República. Aquel aniversario se festejó con entusiasmo y orgullo, incluso dentro de la antigua Zona del Canal, en un esfuerzo por proyectar al mundo la imagen de una nación moderna, unida y en ascenso. De esa época proviene la fotografía que acompaña esta nota, en la que pueden distinguirse tres referentes paisajísticos: dos que ya no existen y uno que, todavía hoy, sigue siendo símbolo de identidad nacional. El primero era un rótulo monumental con las fechas “1903–1953”, instalado en la ladera oriental del cerro Ancón para conmemorar el 50.º aniversario del nacimiento de Panamá como República. El segundo, también desaparecido, era la torre de la Iglesia Episcopal San Pablo, ubicada en la calle I de Santa Ana, demolida años después para dar paso a una construcción moderna. Y el tercero —aún de pie, majestuoso— es el edificio del Instituto Nacional, orgullo de la arquitectura republicana y cuna de generaciones que han contribuido al desarrollo del país. Respecto al rótulo del cerro Ancón, todo indica que fue colocado por las autoridades estadounidenses que administraban la Zona del Canal, pues el cerro seguía bajo su jurisdicción. Curiosamente, al revisar el programa oficial de actos conmemorativos, presididos por el presidente José Antonio Remón Cantera entre el 30 de octubre y el 5 de noviembre de 1953, no se menciona la instalación de dicho letrero. Panamá tenía motivos de sobra para celebrar. En 1903, la ciudad de Panamá contaba con unos 18,000 habitantes y Colón con apenas 6,000; medio siglo después, la capital superaba los 200,000 residentes, casi igualando la población total del país en sus primeros años. El progreso era tangible: se construían nuevos centros educativos —como el Colegio Abel Bravo en Colón (1946), el Centro Félix Olivares Contreras en David (1938) y la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena en Santiago (1938)— ; se consolidaba la Ciudad Universitaria (1953); y surgían urbanizaciones, edificios emblemáticos y obras de infraestructura de gran escala, entre ellas el Hotel El Panamá (1951), el aeropuerto internacional de Tocumen (1947), la Zona Libre de Colón (1948) y un sistema vial que conectaba el país con su futuro. Setenta y dos años después, el cerro Ancón y el Instituto Nacional siguen allí: el primero, vigilante sobre la ciudad, recordando la soberanía conquistada; el segundo, formando nuevas generaciones con espíritu cívico y amor por la patria. Además de su valor histórico, el cerro constituye hoy una reserva natural en el corazón de la capital, refugio de aves, perezosos y mariposas que conviven con la memoria republicana del país. Ambos son, todavía hoy, símbolos vivos de una nación libre, soberana y orgullosa de su historia.
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