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5B La Prensa Panamá, lunes 3 de noviembre de 2025 Canal de Panamá abre convocatoria para su programa estudiantil. Escanea el código QR para más contenido en Ellas.pa. Sabor a patria Panamá tiene sabor a agua de mar, a tierra mojada y a carnita de coco. En la mañana, sabe a dos carimañolas con una taza de café, y en la noche, a té de hierba de limón con rosquitas de la Arena. Cuando el tráfico nos detiene a orillas de la bahía, la patria no sabe a nada. El sol aprieta el aire dentro del carro y la angustia por acelerar los autos alrededor hace todo intolerable. Afuera, la brisa anuncia el verano y el mar refleja el sol en su apogeo. Solo nos acordamos que las olas están allí cuando entra por el ducto del aire acondicionado el perfume de la bahía. Panamá tiene sabor a ciruela traqueadora, a pelusita de guaba y a guayabita madura. Patria es el peso de los tembleques sobre la cabeza y el vuelo de la zaraza abanicando los pies. iStock “Rojo con un real de leche” Metemos el dedo para que el hielo nade mejor en el sirope y la leche condensada, y como queramos negar que nos comimos un raspa’o, no podremos, tendremos los dedos manchados del delito. Para el hambre que quema las tripas, no basta con un bollo preña’o de carne, se requiere una orden de chow mein de pollo. Patria es el peso de los tembleques sobre la cabeza y el vuelo de la zaraza abanicando los pies. Es el meneo sensual de “soba que soba y soba, Mariana” y el sereno silbido de la flauta de un guna. Tanto rogar por alcanzar el paraíso, y lo tenemos a la vuelta: 365 islas sin tráfico, ni vidrios ahumados, ni televisión. En Guna Yala, es fácil encontrar nuespor Ileana Pérez Burgos [email protected] tra soñada isla desierta y percibir los olores de este hueco planeta. Huele a pescado, a aceite de coco, a cuerpo al sol, a agua salada. Panamá sabe a jugo de naranja con raspadura y a pixbae recién salido de la olla. Suena a “Mami ‘tas buena”, “bien cuida’o” y un “real de menta, por favor”. Panamá es pedazos de la vida de millones de personas, los que nos quedamos, los que nos fuimos y los que solo vinimos de paso. Es el calor que te despierta sudando de la siesta y el aguacero que te arruina el uniforme del 3 de noviembre. Panamá es vivir con la danza del mar bajo tus pies y con el olor del fogón llamándote cual canto de sirena. Panamá es luz, fogaje y pereza. “Ruega por nosotros, santa madre de Dios...” El tum tum fúnebre de la procesión te apachurra el corazón, las velas iluminan el camino para anunciar que vienen Don Bosco, el Cristo Negro de Portobelo o Santa Librada. En ese aminar, curamos las penas, damos las gracias y pedimos lo que creemos que nos falla. Panamá suena a totorrones en Semana Santa, a saloma al atardecer y a monos aulladores en la madrugada de la selva. Para sabijar las penas y humedecer las alegrías está el ‘seco’. Para bailar bajo el sol del mediodía sin morir en el intento, están los culecos y para ahorrar sin darse cuenta, está el club de mercancía. Panamá es pequeño, larguito y angosto, una tripita apenas. Es el cordón umbilical sin el cuál las Américas no sería una sino dos. Es tan chiquito que ir de un café del Casco Viejo a bailar en el sofoco del Cosita Buena toma unos minutos en una noche clara y de abuelita recogidas. Su pequeñez es deliciosa y portable, como dijo Ricardo Miró, “quizás fuiste tan chica para que yo pudiera llevarte toda entera dentro del corazón”. Panamá tiene el ardor de una raja de canela y el acidito de un ceviche. Huele a gallina de patio, a guardado de humedad y a guandú fresco y oloroso. En Navidad sabe a saril, en Semana Santa a pan bon y en patronales a puerco frito. Aún con sus ricos sabores, de vez en cuando nos da por “revolver la mirada y sentir espanto” ante el política ladrón, la solución que nunca llega y el conformismo que no mueve nada. Los flojos nos quedamos en la quejadera, los sabios usamos la palabra “sala’o” solo para pedir la golosina roja en la tienda del chino. “Panamá por Dios privilegiada, Él te hizo centro del mundo y todas las razas”, cantamos los fieles feligreses en la iglesia. Otros preferimos el “playa, brisa y mar es lo más lindo de la tierra mía” y algunos bailamos la patria con el bum bum del reggae. Pero todos estamos de acuerdo con aquello de que “patria son tanas cosas beeeeeeeeeeeellas”. A mí, la patria me sabe, me huele y me suena a mar, ese que se quedó atrapado en “la pequeña celda del caracol”. * Artículo publicado en la edición impresa de revista ELLAS del viernes 9 de noviembre de 2001. Patria es el peso de los tembleques sobre la cabeza y el vuelo de la zaraza abanicando los pies. Recordamos este escrito publicado en revista ‘ELLAS’ en noviembre de 2001. por EFE/Berta Pinillos [email protected] El Halloween es una oportunidad para abordar el tema de la muerte como parte del ciclo de la vida. EFE Gestionando el miedo en los niños El Halloween ya pasó pero su celebración nos permite recordar la importancia de gestionar el miedo en los niños, de manera que comprendan que es una emoción como otra cualquiera, que hay que entender, acompañar y validar. “El miedo no es malo. No hay que etiquetar las emociones en buenas y malas, sino comprender que forma parte de la vida. El miedo nos protege y nos ayuda a estar seguros”, afirma a EFE Salud la psicóloga clínica Amaia Izquierdo, vocal de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AEPCP). El problema, señala Izquierdo, es cuando alguien vive como amenazantes muchas situaciones que no lo son, y entonces sí estaríamos hablando de una patología. Para la experta es importante entender que el miedo es una emoción más que hay que validar y no minimizar, ya que, a veces, se tiende a esto último y a decirle a un niño casi de manera espontánea, “esto no es nada”. “Está teniendo miedo, no hay que acabar con esa respuesta de miedo entonces, pero sí que aprender a identificarlo, reconocerlo y ayudar a gestionarlo. Hacerle un sitio, un huequito”, añade. En este sentido, asegura que en la actualidad hay muchos menores “con evitación experiencial”, es decir, que no se han expuesto a diferentes circunstancias o emociones negativas, con lo que tienen “unos mecanismos de afrontamiento poco desarrollados, primitivos” Por eso Halloween —como cualquier otro evento que cause miedo al niño— puede ayudar a la infancia a manejar el miedo y poder hablar de sus ambivalencias, de por qué estos contextos generan una especie de gusto tras cruzar un túnel del terror, por ejemplo, pero otro lado, de susto. Pero también es muy importante saber cómo impacta y adaptar el nivel de exposición a la edad del niño o de la niña a su nivel evolutivo de neurodesarrollo, explica Izquierdo. En los niños más pequeños que están expuestos a situaciones que les vana generar miedo, deben ir con un adulto de confianza que le de tranquilidad y seguridad, y le ayude a validar la emoción. Hay que ayudarles con juegos de fantasía y realidad, de utilizar el humor y anticipar lo que puede pasar o si van a ver imágenes que tal vez les puedan asustar. Y nunca hay que ridiculizar a la infancia, pero tampoco a los adolescentes porque sientan miedo en Halloween o en cualquier otro momento porque entonces pensarán que no pueden sentir esa emoción.

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