9B La Prensa Panamá, martes 28 de octubre de 2025 Rikiplops y la arquitecta Rosadalys Pérez representan a Panamá en festival internacional de baile típico. Escanea el código QR para más contenido en Ellas.pa. Escuchar el cuerpo: otra forma de amor propio Octubre es rosado: el mes en que, alrededor del mundo, se refuerza la importancia de la detección temprana del cáncer de mama, una enfermedad que aún afecta a millones de mujeres cada año. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2022 hubo más de 220 mil nuevos diagnósticos en América Latina y el Caribe, y casi 60 mil muertes. La autoexploración, los controles médicos y la conciencia sobre nuestro cuerpo son claves para la salud y la vida. En ese contexto, conversamos con Gisela Tuñón, periodista, madre, emprendedora y creadora del espacio digital Resaltando lo bueno. Más allá de su trayectoria profesional, Gisela enfrentó un episodio que transformó su manera de ver la vida: el hallazgo de una prótesis mamaria rota que afectaba gravemente su salud. Su historia es una invitación a escucharnos, cuidarnos y no postergar las revisiones médicas. En este mes de concienciación sobre el cáncer de mama, ¿cómo recuerdas el momento en que descubriste tu situación? No hubo un diagnóstico claro. Solo recuerdo a la doctora, durante un ultrasonido, diciendo: “Esta prótesis está rota, tienes que sacarla lo antes posible”. Era una operación de urgencia. No entendí cuán grave era hasta después de la cirugía, cuando el médico me explicó que la prótesis se había reventado por completo: la silicona se había adheLa comunicadora Gisela Tuñón. Cortesía rido a mis músculos y tejidos. Poco después supe del Breast Implant Illness (BII), una condición desconocida para mí. Al revisar mis síntomas con los médicos, comprobé que los tenía todos. Estuve literalmente intoxicada durante años. Aun después de la explantación, algunos síntomas permanecieron. Sentí miedo y confusión. Cuando me coloqué las prótesis me dijeron que no era necesario cambiarlas mientras no hubiera problemas, pero aprendí que ninguna prótesis es para toda la por Revista Agenda [email protected] vida. Descubrirlo 14 años después fue devastador. ¿Qué aprendizajes te dejó el proceso de recuperación? Ha sido —y sigue siendo— un gran reto. Aunque no perdí mis mamas, decidí no volver a colocar implantes. Pasé de una copa C a una A. Me costó adaptarme a mi nuevo cuerpo, verme al espejo, aceptar las cicatrices. En mi profesión, donde la imagen tiene tanto peso, fue difícil. Sentí que había perdido parte de mi feminidad. A veces no me reconozco, pero me he perdonado y he aprendido a amarme desde otro lugar. ¿Cómo cambió tu forma de ver la vida? Soy otra persona. Todo esto ocurrió mientras atravesaba una situación familiar dolorosa, fue la cereza del pastel. Ahora entiendo mejor la revolución emocional que vive una mujer que pierde sus mamas: va mucho más allá de lo estético. Aprendí a no confiar ciegamente, ni siquiera en los médicos. Siempre hay que investigar, preguntar, buscar segundas opiniones. ¿Qué papel jugó tu familia durante ese proceso? Fundamental. No sé qué habría hecho sin mi hijo Pablo. Aprendió a limpiarme las heridas y ayudarme con el sostén postquirúrgico. Tenía solo 13 años. Fue un enfermero increíble. Cuando llegó la pandemia, ya nosotros veníamos viviendo la nuestra en casa. [Ríe] ¿Y el apoyo de otras mujeres? Me sorprendió la cantidad de mujeres que me escribieron, conocidas y desconocidas, muchas con síntomas similares. Sentí que compartir mi historia valió la pena, porque ayudó a otras a tomar decisiones informadas y evitar lo que yo viví. ¿Hubo alguien clave en tu proceso de recuperación? Sí, mi psicóloga, Itzel Sayavedra. Me acompañó en un momento crucial. La parte psicológica es tan importante como la física. Buscar ayuda en salud mental es fundamental. Como periodista, ¿cómo influyó esta experiencia en tu manera de comunicar? Me sensibilizó mucho. Aprendí nuevos lenguajes, a respetar distintas formas de procesar una vivencia. Algunas se sienten “guerreras”, otras “sobrevivientes”. Lo importante es reconocer que cada una vive su proceso a su manera. ¿Cómo nació “Resaltando lo bueno”? Nació justo entonces. Me sentía devastada, como si lo hubiera perdido todo. Decidí que mis dos misiones serían ayudar a otras mujeres y compartir cosas buenas. Si yo estaba en un hoyo, seguro muchas más también. Así nació Resaltando lo bueno, un espacio de periodismo positivo, hecho con ética y desde la empatía. ¿Por qué es importante promover noticias positivas? Porque en medio de tanta negatividad, recordar que hay cosas buenas es una forma de resistir. Tu programa fue premiado. ¿Qué significó ese reconocimiento? Fue una experiencia hermosa. No tengo millones de vistas, porque no hay morbo ni miseria, pero sí una comunidad fiel. Ser el primer programa digital en recibir el premio a Mejor Entrevista del Fórum Nacional de Periodismo fue increíble. Ese reconocimiento demuestra que el periodismo digital ético tiene el mismo valor que el de los grandes medios. Además, fue un logro familiar: mi hijo y yo producimos, grabamos y editamos juntos. Nos ayudó a sanar y crecer como equipo. Gisela Tuñón, periodista y creadora del espacio digital Resaltando lo bueno, comparte cómo un hallazgo inesperado en su salud transformó su vida y su manera de comunicarse
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