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10A La Prensa Panamá, lunes 27 de octubre de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. cuestionar el poder, incluso cuando todo parecía perdido. El 27 de octubre se conmemora como el Día del Estudiante porque recuerda la resistencia de los jóvenes frente a la injusticia y la mediocridad. Los estudiantes han sido protagonistas de la historia, defendiendo sus derechos y la dignidad de su pensamiento. Un ejemplo inquebrantable es la Gesta del 9 de enero de 1964, cuando jóvenes panameños se enfrentaron a la intervención extranjera para defender la soberanía nacional. No buscaban premios ni aplausos: defendían la patria con su vida. Ese acto heroico marcó la historia y enseñó que ser estudiante es mucho más que asistir a clases: es tener coraje, ética y voz frente a cualquier injusticia. Es organizarse, cuestionar, resistir y exigir un país más justo, aunque el sistema parezca inclinarse en su contra. Ser estudiante hoy no puede limitarse a la mera consecución de buenas notas o la aprobación de exámenes. Ser estudiante es pensar, cuestionar y actuar. Es resistir la mediocridad, desafiar lo establecido y defender la verdad, aunque duela. Un estudiante con pensamiento crítico vale infinitamente más que mil decoraciones de salón. Lamentablemente, la educación acLas colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. La balanza de río Indio Proyecto hídrico El equilibrio entre el progreso y la libertad nunca ha sido una tarea fácil en este país. Tenemos una historia arraigada en una balanza que no siempre se mantiene estable; un trauma colectivo que nos hace preguntarnos, ante cada nuevo proyecto del Estado: ¿se está haciendo correctamente? El Canal de Panamá, uno de los activos más importantes del país —tanto en lo económico como en lo histórico—, ha enfrentado recientemente dificultades por los bajos niveles de agua. Ante esta situación, la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) ha decidido construir un embalse que garantice la disponibilidad del recurso hídrico, tanto para el funcionamiento del Canal como para el consumo humano. No cabe duda de que con ello se busca asegurar la continuidad de una operación vital para el país y, al mismo tiempo, proveer agua potable a una gran población. Hasta aquí, todo parece correcto. Pero ¿y las personas? ¿Y las historias? ¿Y las vidas que allí existen y deberán ser reubicadas? La ACP ha prometido un plan de reubicación de primer mundo, como se lo merece este país. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que los programas del Estado deben observarse muy de cerca, sin importar cuán nobles parezcan. Nuestro rol como ciudadanos no es solo proteger los grandes proyectos, sino también a quienes resultan directamente afectados. En este caso, los desplazados no son una simple estadística, sino familias que el país tiene el deber de cuidar y acompañar. Muchas de estas familias ya cuentan con dinámicas económicas, títulos de propiedad y derechos posesorios, entre otros. Y es precisamente ese derecho de propiedad y esa libertad de decidir lo que debe ponerse en la balanza. La Ley Orgánica del Canal otorga a la ACP facultades para adquirir o expropiar terrenos cuando sea necesario, pero también la obliga a garantizar una compensación justa, pronta y transparente. Ese es el verdadero punto de equilibrio entre el interés nacional y el respeto individual: que la balanza no se incline siempre del mismo lado. El progreso no debería imponerse como una orden, sino construirse con la gente, escuchando y respetando. Ningún decreto puede reemplazar la voluntad de quienes viven y trabajan en esas tierras. Cuando el Estado empieza a creer que todo le pertenece —el agua, la tierra, las decisiones—, deja de cumplir su verdadero rol: el de proteger derechos, no apropiarse de ellos. El futuro del Río Indio no puede decidirse solo desde una oficina ni medirse en planos o informes técnicos. También debe medirse en confianza, en participación y en respeto. Porque un país no avanza callando a su gente, sino dándole voz. Y si de verdad queremos progreso, este debe incluir a todos, no pasarles por encima. Con lo anterior dicho, y desde mi perspectiva, es momento de que el Canal de Panamá —como siempre, pero aún más ante esta situación— demuestre que tiene la capacidad de crear un precedente histórico: un plan de reubicación de excelencia, donde todos los afectados sean escuchados, protegidos y acompañados. Que cada panameño pueda sentirse orgulloso de saber que todavía existen instituciones y empresas del Estado en las que se puede confiar. Mi crítica no busca detener el progreso; mi crítica es simple y necesaria: progreso con todos, para todos y respetando nuestras libertades. La corrupción y el problema de quién cuida a los cuidadores Confianza ciudadana lado que del de la comunidad. Para comenzar, por tercer año consecutivo, la corrupción es el principal problema del país para la ciudadanía panameña. En esta ocasión, así lo señaló el 37.0% de las personas encuestadas. Este valor está quince puntos porcentuales por encima del registrado en 2023 y es el más alto desde que el CIEPS realiza esta pregunta. Además, cuando preguntamos a la ciudadanía si cree que la corrupción “ha aumentado”, “sigue igual” o “ha disminuido”, un 62.4% escogió la primera opción, un 27.3% dijo que seguía igual y solo uno de cada diez entrevistados (9.6%) afirmó que había disminuido. No podemos dejar de pensar que esta percepción ha llegado para quedarse y se ha convertido, justamente o no, en la razón que parte de la población esgrime para explicar por qué las cosas no mejoran. Entre quienes señalan la corrupción como el principal problema del país destacan, en términos relativos, las personas con estudios superiores (44.8%) y aquellas con mayor acceso a bienes y servicios (41.4%). En informes y artículos del CIEPS hemos mencionado que esto podría deberse a que son grupos poblacionales con preocupaciones menos inmediatas que otros más vulnerables, lo que les permite identificar la corrupción como causa raíz de otros problemas, como las malas condiciones laborales, la educación o la salud. Preguntamos además cómo evalúan la extensión de la corrupción en diversas instituciones y actores. La percepción del fenómeno abarca a todos los ámbitos, pero es marcadamente mayor en el sector político (partidos políticos, Asamblea, Presidencia) y en la función Sergio García Rendón Menos globos, más memoria Día del Estudiante Este texto nace de la escuela pública. De esos salones sin aire, de los pupitres remendados, del ruido y la lluvia que acompañan a quienes aprenden sin privilegios. Está dedicado a los que estudian para entender, no solo para aprobar; a quienes resisten con dignidad y transforman la adversidad en esperanza. Cada 27 de octubre, las escuelas panameñas se visten de colores y de una alegría superficial, una fachada que, sin embargo, oculta la verdadera raíz histórica de este día. Se organizan concursos, se entregan regalos y se reparten meriendas, como si el Día del Estudiante fuera un evento meramente recreativo. Las aulas se llenan de carteles festivos y discursos vacíos que, si bien celebran al “futuro de la nación”, ignoran el pasado que nos trajo hasta aquí. Pocos se detienen a preguntar: ¿por qué celebramos este día? ¿Qué se conmemora realmente? Spoiler: no fue creado para premiar la puntualidad ni el talento en bailes folclóricos. La historia —o, mejor dicho, lo que nos han hecho olvidar—nos recuerda que este día nació con un espíritu rebelde, ético y profundamente político. No es un carnaval: es un recordatorio de coraje, conciencia y lucha. Es la voz de quienes se atrevieron a tual premia la obediencia, no la conciencia; premia la repetición, no la reflexión; premia la conformidad, no la valentía. El Día del Estudiante no necesita más dulces, ni coreografías, ni carteles repetidos. Necesita memoria, ética y coraje. Necesita recordarnos que los estudiantes han sido, y seguirán siendo, la fuerza que mueve la historia, la voz que no se rinde y la conciencia que despierta a toda la nación. Si este año recordamos que: El conocimiento sin ética se convierte en cinismo. El talento sin coraje se diluye. La educación sin memoria es solo decoración institucional. Entonces estaremos honrando de verdad a quienes lucharon antes que nosotros. Ser estudiante es tener el valor de decir “no” cuando todos aplauden. Es defenderse del sistema, cuestionar lo que todos aceptan, levantarse aunque el mundo te ignore. Es saber que, si alguien extiende su mano como símbolo de poder, no estás obligado a estrecharla si eso traiciona tu conciencia. El Día del Estudiante no nació para entretener. Nació para recordar que hubo jóvenes capaces de pensar, actuar y cambiar la historia, que no se conformaron con lo cómodo ni lo fácil. Si vamos a celebrarlo, que sea con memoria, con preguntas, con voz, con coraje y con dignidad. Porque los globos se desinflan. Porque los aplausos se olvidan. Pero la conciencia y la valentía permanecen para siempre. Opinión EL AUTOR es abogado y amigo de la Fundación Libertad. LA AUTORA es profesora de filosofía. EL AUTOR es investigador del CIEPS. Rubén Moisés Cruz judicial. Es decir, la ciudadanía cree que quienes deberían cuidarnos de la amenaza zombi, como en el ejemplo inicial, ya están convertidos o están por serlo. En la misma línea, cuando preguntamos si al denunciar un acto de corrupción este sería investigado de forma rápida y efectiva, un 78.5% respondió que no; además, un 74.6% cree que denunciar podría afectarles personalmente. De acuerdo con esto, se percibe que el “virus” de la corrupción ha penetrado diversas instituciones, incluyendo las de justicia y las que deberían velar por los recursos públicos. No en vano, el Vance Center publicó en 2020 un informe sobre esfuerzos anticorrupción, basado en encuestas a firmas de abogados, empresarios y académicos, que ubicó a Panamá en el noveno lugar entre diez países de la región, solo por encima de Guatemala. No será fácil ni rápido revertir esa percepción ciudadana, sobre todo si, como sospechamos, tiene fundamento en una cultura de debilidad de lo público. Sin embargo, desde hace años se ha insistido en la necesidad de fortalecer esa primera línea de defensa —las agencias que deben luchar contra la corrupción— y entender por qué se convierten tan fácilmente en aquello que deberían resistir. También es necesario identificar qué puede hacer la comunidad para que quienes están al frente puedan cumplir su labor. El esfuerzo debe ser multidimensional: crear nuevas normativas que hagan más costoso ser corrupto, tanto legal como socialmente; promover una comunicación pública que restaure el valor de lo público y movilice a toda la sociedad contra la corrupción; emprender acciones tangibles que demuestren el compromiso de recuperar lo que es de todos; y mejorar las condiciones sociales y económicas para que amplios sectores de la población no entren en el juego. Es Halloween. Imaginemos un grupo de comunidades aisladas que resisten la lucha contra un grupo de zombis inteligentes. En esas comunidades se ha escogido a los más fuertes y con mejor puntería para ser la línea de defensa ante los ataques. Ellos velan día y noche, por turnos, y si ven llegar a un par de zombis, pueden identificarlos, aislarlos y resolver el problema. Sin embargo, imaginemos que en algunas de esas comunidades los zombis que llegan no son pocos ni identificables, sino hordas innumerables que exigen de manera excepcional a esa primera línea de defensa. De súbito, aquellos que deberían cuidar la ciudad son el primer objetivo de los zombis: son sobrepasados en fuerza y convertidos, dejando a la comunidad a merced no solo de la horda original, sino también de quienes se suponía debían defenderla. Y si jugamos un poco más con la imaginación, y pensamos que estos zombis son racionales, capaces de comunicarse y planear, podemos imaginar que en esas comunidades será muy difícil escapar al control de quienes poseen los recursos y las armas. En cierta manera, así funciona ser una agencia anticorrupción en contextos donde la corrupción no es aislada, identificable y fácilmente castigada, sino donde la magnitud del fenómeno resulta avasalladora: arrastra a todo el que se le enfrenta y convierte a quienes debieran protegernos en sus primeras víctimas y replicadores del problema. La más reciente Encuesta de Ciudadanía y Derechos del CIEPS, cuyos resultados se publicarán pronto, logró captar con un par de preguntas la percepción ciudadana de que quienes deberían cuidarnos ya están más del otro El Día del Estudiante no nació como fiesta, sino como acto de resistencia. Un recordatorio de que la educación también es ética, conciencia y valentía frente a la injusticia. Indhira Londoño La corrupción en Panamá avanza como una infección sistémica: convierte a sus propios vigilantes en replicadores del mal, y deja a la ciudadanía sin defensores en su primera línea de combate. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente y Director Editorial (Encargado) Jorge Molina Mendoza Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Subdirector Asociado Rolando Rodríguez B. Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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