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7A La Prensa Panamá, miércoles 22 de octubre de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. cuando nombramos y pensamos sobre lo vivido, nuestro sistema nervioso se calma y somos más capaces de decidir con claridad, porque recuperamos el control sobre nuestras emociones. Otro gran beneficio de hablar. Todos necesitamos sentirnos escuchados, validados y acompañados. Hablar permite conectar con otros. Cuando quienes nos escuchan lo hacen sin juzgar, sin interrumpir y sin tratar de “arreglarnos”, la experiencia puede ser profundamente sanadora. Además, hablar facilita la solución de problemas. Lo que a veces creemos irresoluble suele necesitar otra perspectiva, y esa perspectiva aparece cuando sacamos lo que ronda en la cabeza y lo transformamos en palabras. Ver la situación desde otro ángulo abre opciones y moviliza recursos que antes no habíamos considerado. Con todos estos beneficios, ¿por qué preferimos callar? Porque hablar no es solo una acción comunicativa: es un proceso emocional, mental y relacional complejo. Hablar nos enfrenta a la vulnerabilidad y nos expone a la posibilidad de ser juzgados, rechazados o incomprendidos, situaciones que pueden causar dolor. Las experiencias tempranas moldean nuestra capacidad para expresarnos: si de pequeños fuimos escuchados y contenidos, es más probable que de adultos tengamos la seguridad necesaria para exponernos. Muchas personas nunca aprendieron a expresarse, y otras tuvieron vivencias que las hicieron callar. Cuando esto ocurre, el Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. ¡Si no la malgastaran, la plata alcanzaría! Gasto público desconexión significativa con las verdaderas necesidades de la población. Muchas veces, funcionarios emiten declaraciones demagógicas, afirmando que gracias a las agroferias los panameños pueden alimentarse adecuadamente tres veces al día. Incluso llegan a sugerir que, si se termina el arroz, existen otros productos de la canasta básica disponibles para su compra. Sin embargo, este tipo de comentarios ignora la realidad del país, ya que el arroz es un componente fundamental en la dieta de los panameños. De hecho, la expresión “sin arroz no hay comida” ilustra la importancia central de este alimento en la alimentación diaria. A estos funcionarios del IMA definitivamente no los contratarían para trabajar en supermercados como Extra o Riba Smith. Una de las principales críticas hacia las agroferias es la ausencia de estructuras permanentes y la limitada disponibilidad al público, ya que abren esporádicamente en lugar de estar abiertas los siete días de la semana, con horarios que se ajusten a los ciudadanos. El modelo actual restringe el acceso de la población a productos frescos y asequibles, incrementando las dificultades para quienes no pueden madrugar o soportar largas filas para obtener sus alimentos. Una propuesta con sentido social podría ser invertir los $7 millones ahorrados por el Ministerio de la Presidencia en el bienestar de la población, específicamente en la creación de instalaciones permanentes para las agroferias. Asumiendo que el costo promedio de una estructura básica sería de aproximadaJorge G. Obediente Mucho más que solo palabras Salud mental Venimos a este mundo con una capacidad limitada para comunicarnos: entre llantos, sonrisas y movimientos manifestamos nuestras necesidades. Poco a poco, si nuestros cuidadores están sintonizados, nos ayudan a descubrir quiénes somos, qué nos pasa y qué necesitamos. En ese intercambio aprendemos el lenguaje verbal y, a través de él, nos reconocemos y entendemos a los demás. Hablar va más allá de transmitir información: nos permite comprendernos, ser comprendidos, regularnos y conectarnos. Con el tiempo y por ciertas experiencias, muchos dejamos de valorar lo profundamente transformador que puede ser el simple acto de hablar. En la vida cotidiana cargamos con muchas cosas en silencio: sentimientos que no sabemos cómo expresar, pensamientos que dan vueltas, preocupaciones u opiniones que ocultamos para no molestar o evitar conflictos. Pero lo que no se dice se acumula y puede hacer daño. Hablar no solo alivia: ordena, transforma y libera. Uno de los primeros beneficios de hablar es comprender lo que nos sucede, sea desde el pensamiento o desde la sensación. Con frecuencia alguien comenta: “Ahora que lo digo en voz alta, se siente totalmente diferente”. Ponerlo en palabras obliga a ordenar la confusión, aclara percepciones y arroja luz sobre la realidad cuando somos honestos con nosotros mismos. Es como si, al expresarlo, pudiéramos verlo desde fuera y reflexionar. La neurociencia señala que silencio no solo nos afecta emocionalmente, sino también físicamente. El cuerpo suele “hablar” lo que callamos: tensión crónica, ansiedad, insomnio, dolores recurrentes y fatiga emocional son manifestaciones habituales de cargas no expresadas. Si hablar te cuesta, comienza por reconocer la dificultad sin juzgarte: admitirlo es el primer paso, y la autocompasión reduce la ansiedad. Prueba alternativas a la conversación directa, como escribir un mensaje, enviar un audio o dejar una nota. Muchas personas se expresan con mayor facilidad por escrito. Prepara lo esencial anotando dos o tres puntos clave —qué ocurre, cómo te sientes y qué necesitas— para disminuir el bloqueo. Ensayar en voz baja o con alguien de confianza ayuda a ganar seguridad; elige un momento y un lugar tranquilos, sin prisas ni distracciones. Empieza con frases sencillas y abiertas —“Quisiera contarte algo que me está afectando”, “¿Podemos hablar cinco minutos?”— y, si hablas con niños o adolescentes, usa preguntas guía como “¿Qué fue lo mejor o lo peor de tu día?” para facilitar su expresión. Si la palabra falla, observa señales no verbales: cambios en el sueño, el apetito, el interés o el rendimiento pueden orientar la intervención. Si la dificultad para hablar viene acompañada de aislamiento, angustia intensa, cambios persistentes o riesgo, busca ayuda profesional. Finalmente, crea rituales de comunicación regulares —una cena sin pantallas, un paseo o un “chequeo emocional” semanal de cinco minutos— y modela la expresión emocional. Decir en voz alta tus emociones, de forma adecuada, enseña a los hijos que está bien pedir apoyo. Hablar es una habilidad que se cultiva; al practicarla, transformamos los silencios que dañan en puentes que sanan. Opinión LA AUTORA es psicóloga. EL AUTOR es ciudadano. mente $20,000, con ese dinero sería posible construir 350 locales distribuidos en todo el país, dando así continuidad y permanencia a un servicio básico para las comunidades. Daríamos un gran paso si los directivos del IMA se dieran una vuelta por El Salvador y aprendieran cómo funcionan los agromercados en ese país. Aprovechando la experiencia de Panamá como centro logístico, no sería necesario recurrir a expertos internacionales para diseñar una cadena de suministros eficiente. Con una red de centros de abasto, se garantizaría que los locales permanezcan bien surtidos, permitiendo a la población adquirir productos frescos y baratos en todo el territorio nacional. Además, se propone que los fondos desviados de los consulados y notarías, actualmente utilizados para beneficios particulares a través de esquemas de “cash back”, se redirijan para financiar el pago inmediato a los productores y optimizar la cadena de suministros. De esta manera, se podría racionalizar el costo de la canasta básica y asegurar un mayor beneficio social. Además, se generarían más de mil empleos distribuidos en todo el país, utilizando mano de obra aledaña a cada agroferia. Esta actividad sería autofinanciable, siempre y cuando la organicen bien y no se roben la plata de las ventas. Con una medida como esta, el Estado se apuntaría “un poroto bien grande” que le generaría capital político de una población agradecida, ya que tendría un alcance profundo y beneficiaría tanto a los pequeños y medianos productores como aliviaría el costo de los “tres golpes” a la población. Difícilmente se encuentran soluciones que representen un “ganar-ganar”, y esta sería un buen ejemplo de ello, aplicando la economía como si la gente importara. El constante incremento del costo de la canasta básica representa una carga cada vez más difícil de sobrellevar para la población panameña. Este aumento dificulta que numerosas familias puedan garantizar un sustento digno y saludable de las tres comidas diarias, o sean los “tres golpes”, indispensables para una alimentación adecuada. Ante esta problemática, el gobierno ha optado por ofrecer una respuesta insuficiente, como son las mal llamadas agroferias. Esta iniciativa ha demostrado ser una solución ineficiente y de alcance limitado, ya que se realizan de forma esporádica y únicamente en ciertas ubicaciones. Más que una solución genuina, estas ferias se perciben como un paliativo ridículo y político, incapaz de beneficiar a la mayoría de la población al dejar fuera a quienes más lo necesitan. Nuestras agroferias, lejos de tener un sentido social, parecen replicar las experiencias de Cuba o Venezuela, donde las largas filas y los madrugonazos son parte del día a día de una población carente de dignidad y obligada a buscar su subsistencia en condiciones precarias. En Panamá, a pesar de su riqueza abundante pero extremadamente mal distribuida, los ciudadanos ahora enfrentan situaciones similares, haciendo filas bajo las inclemencias del tiempo para poder adquirir productos básicos y así asegurar sus “tres golpes”. La principal dificultad que enfrentan las agroferias en Panamá radica en su estructura organizacional actual y en la Hablar va más allá de transmitir información: nos permite comprendernos, ser comprendidos, regularnos y conectarnos. Vali Maduro de Gateno La principal dificultad que enfrentan las agroferias en Panamá radica en su estructura organizacional actual y en la desconexión significativa con las verdaderas necesidades de la población. Docentes al límite Desgaste emocional He estado leyendo, desde hace algún tiempo, diversos informes sobre las renuncias masivas en el sector educativo en distintos países. Confieso que el tema me produce curiosidad, pero también una profunda preocupación. En Panamá, este fenómeno no parece presentarse con la misma fuerza; quizás —solo quizás— porque aquí existe la figura de la permanencia docente y otros beneficios laborales que brindan cierta estabilidad al educador.Sin embargo, la estabilidad contractual no siempre garantiza la estabilidad emocional ni el bienestar integral del docente. El punto de fondo es que, como sociedad, estamos experimentando una pérdida de valores sin precedentes. Los docentes ya no solo cumplimos con los contenidos académicos, las exigencias del sistema, las planificaciones o los informes administrativos. Nos enfrentamos, además, a aulas repletas de estudiantes que, en muchos casos, llegan sin un marco de valores firmes, sin acompañamiento en casa y sin contención emocional. Esa ausencia de apoyo familiar se traduce en desgaste, frustración y agotamiento mental en el personal docente. Surge entonces una pregunta inevitable:¿Hasta qué punto este fenómeno está afectando al educador panameño?¿Hasta qué punto el desgaste cotidiano incide en su salud mental y en la calidad de su labor? Cada día somos testigos de hogares fracturados, sin límites claros, sin tiempo ni comunicación. Esta realidad social se refleja en las aulas y, en consecuencia, en el tipo de ciudadanos que estamos formando: jóvenes poco tolerantes, con escasas habilidades para la empatía y el respeto. A menudo escuchamos la frase: “La educación se enseña en casa, y las materias, en la escuela.” Pero, ¿hasta qué punto esto sigue siendo cierto? ¿Qué tanto están asumiendo las familias su papel formador y qué tanto han delegado en la escuela una responsabilidad que no le corresponde del todo? Son preguntas que no dejan de rondar en mi mente, sobre todo al observar el peso emocional que hoy recae sobre el docente.Porque no solo enseñamos matemáticas, historia o literatura: intentamos sostener lo que la sociedad ha dejado caer. El sistema educativo panameño enfrenta múltiples retos, pero ninguno tan urgente como la grieta moral y afectiva que atraviesa nuestra sociedad.Si no reparamos ese vacío, si no reconstruimos los valores desde el hogar, será muy difícil sostener un ritmo estable y saludable en la educación de nuestro país. LA AUTORA es docente. Ebony López Castillo Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente y Director Editorial (Encargado) Jorge Molina Mendoza Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Subdirector Asociado Rolando Rodríguez B. Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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