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5B La Prensa Panamá, sábado 18 de octubre de 2025 ‘Me dicen el Panzer’, la cinta panameña es premiada como Mejor Película Extranjera en los Premios Oriana en España.. Escanea el código QR para más contenido en Ellas.pa. ¿Por qué muchos hombres en Panamá no van al médico? En los servicios de salud de Panamá, la escena se repite: muchos hombres acuden al médico solo cuando ya no pueden más. Para la doctora Celia Cordero, gerente de Servicios de Salud y Programas Clínicos de la Asociación Panameña para el Planeamiento de la Familia (Aplafa), esa conducta tiene raíces profundas. “Desde pequeños se les enseña que deben ser fuertes, que no deben llorar, que si sienten dolor tienen que aguantar. Esa educación se convierte en una barrera para buscar atención médica”, explica. Ese ‘no llores’ y ‘aguanta’ en la infancia termina traduciéndose, en la adultez, en diagnósticos tardíos, tratamientos más complejos y hasta consecuencias irreversibles. En las salas de espera, Cordero lo observa con frecuencia: las mujeres son mayoría. “Ellas preguntan, acompañan, se hacen sus chequeos. En cambio, los hombres suelen venir porque alguien: una esposa, una madre o una hermana los animó, por no decir los obligó.” Muchos llegan tarde incluso a pruebas rutinarias como el PSA o el tacto rectal para prevenir el cáncer de próstata, por prejuicios o miedo a sentirse expuestos. “Cuando hablamos del examen rectal todavía hay risas, chistes o incomodidad. Pero es una prueba sencilla que puede salvar vidas”, señala. En Aplafa trabajan para normalizar estas conversaciones y romper el estigma en torno a la salud sexual Se necesita formar desde la infancia una relación distinta con el cuerpo. Los niños también deben aprender a cuidarse, a expresar dolor, a reconocer emociones. iStock y reproductiva masculina. Una cultura que penaliza el cuidado El psicólogo Carlos Smith, que trabaja temas de masculinidades más saludables y libres de violencia, considera que el problema no es individual, sino cultural. “El cuidado se penaliza. Un hombre que se alimenta bien, que usa condón o que va al médico puede ser objeto de burlas. Todavía se asocia el autocuidado con lo femenino y por lo tanto algo inferior”, explica. Esa visión tiene consecuencias. “Muchos hombres crecen con la idea de que su cuerpo es una armadura. No escuchan sus señales porque reconocer vulnerabilidad sigue viéndose como algo débil”. Por eso, dice, el cuidado físico por Roxana Muñoz [email protected] y emocional se vuelve un terreno ajeno. “Si un hombre se siente triste, lo disfraza de cansancio. Si tiene miedo, lo convierte en enojo. Y si siente dolor, lo calla. Ese silencio cuesta caro”. Factores que también pesan A esta cultura del “aguante” se suman factores estructurales: largas jornadas laborales, horarios de atención poco flexibles y servicios de salud que se han enfocado en mujeres y niños. “Hay muchos hombres jóvenes que trabajan y estudian. Si pierden el día, no les pagan, y eso pesa más que una consulta”, dice Cordero. El resultado, según la especialista, es claro: la atención suele darse de manera tardía y con poca adherencia al tratamiento. “En enfermedades como la hipertensión, que no da síntomas visibles, no hay sensación de urgencia. Muchos dejan de tomar sus medicamentos o nunca se los prescriben porque no se hacen los chequeos”. Smith añade que la comunicación institucional también tiene un papel clave. “Las campañas no suelen hablarles a los hombres. Los mensajes se dirigen a las mujeres, y los espacios de salud no están pensados para ellos. Si no se ven reflejados, simplemente no se sienten convocados”. Qué está cambiando En los últimos años, Aplafa ha impulsado estrategias para atender a los hombres de forma más directa. “Estamos haciendo educación en salud en espacios laborales: como estaciones de policía, cuarteles de bomberos y obras de construcción y también usando redes sociales con un lenguaje cercano”, explica Cordero. Una de las experiencias más exitosas fue la campaña reciente de vasectomías gratuitas. “Pensamos que se inscribirían pocos, pero en menos de cuatro horas tuvimos más de seiscientas solicitudes. Tuvimos que cerrar la convocatoria. Eso nos mostró que los hombres sí quieren participar cuando reciben información clara y cercana”. Tanto Cordero como Smith insisten en que los cambios deben venir de varios frentes. Desde el sistema de salud, dice Cordero, se necesita una política de Estado, no solo programas. “Debe haber políticas públicas que incluyan la salud masculina en las estrategias de prevención, que abran espacios en horarios accesibles y que comuniquen sin prejuicios”. Se necesita formar desde la infancia una relación distinta con el cuerpo. “Los niños también deben aprender a cuidarse, a expresar dolor, a reconocer emociones”, plantea Smith. “Hay que enseñar que cuidar no es debilidad, es responsabilidad”. Otra puerta de entrada es la paternidad. Cuando un hombre acompaña a su pareja a los controles prenatales o al pediatra, se vincula con el cuidado. En el centro de salud se encuentra con una jornada de vacunación o un puesto de toma de la presión, ya que está allí se hace el examen. “Empieza a pensarse distinto: cómo come, cómo duerme, qué ejemplo da”, dice Smith. Cordero agrega: “La paternidad tiene un poder enorme. Cuando los hombres entienden que su bienestar influye en el de su familia, el cambio empieza a ser real”. La pandemia también dejó una lección. “Muchos hombres, por primera vez, se vieron frente a sentimientos de ansiedad o tristeza. El encierro los hizo más conscientes de su salud mental”, expresa Cordero. Smith coincide: “Fue la primera vez que muchos aceptaron su vulnerabilidad. Hoy hay más apertura a hablar de estrés, de alimentación, de sueño. No es la mayoría, pero es un comienzo”. Entre mandatos culturales y servicios poco pensados para ellos, el autocuidado masculino sigue siendo un desafío.

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