8A La Prensa Panamá, miércoles 15 de octubre de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. miento de Recursos Humanos (Ifarhu)— se limpian las manos unos a otros, los niños y niñas de esta provincia cargan con el peso de una incompetencia que parece no tener freno. No es un simple retraso ni una equivocación. Es un viacrucis administrativo, un laberinto sin salida diseñado por la ineptitud. Las excusas ya no se sostienen; han perdido todo valor ante la contundencia de los hechos: cheques invalidados por errores que ellos mismos cometieron, cambios de acudientes que nunca se procesaron, estudiantes que no pueden cobrar por haber cambiado de escuela y un número escandaloso de niños que ni siquiera ha recibido el primer pago. Ante este despropósito, la respuesta de los funcionarios es un insulto premeditado: “Debe salir en el tercer pago” o “ese pago ya es posible que se pierda”. Promesas vacías de quienes saben que no habrá consecuencias. Este no es un problema de logística: es un cáncer de politiquería, de rotación constante de personal sin criterio y de una ausencia total de control y supervisión. El Meduca y el Ifarhu se pasan la culpa como si fuera un balón de fútbol, en un juego perverso donde las únicas víctimas son los miles de estudiantes veragüenses cuLas colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Un símbolo de independencia y autonomía Bastón blanco Cada 15 de octubre se conmemora el Día Internacional del Bastón Blanco, una fecha crucial para promover la autonomía de las personas con discapacidad visual. El bastón es mucho más que una simple herramienta: es un emblema de independencia, movilidad y seguridad en la vida diaria. Existe un error común: asumir que basta con tomar el bastón para desplazarse. Por el contrario, su uso correcto requiere formación especializada, la cual puede adquirirse en instituciones que rehabilitan a personas con discapacidad visual, tales como la Unión Nacional de Ciegos y el Patronato Luz del Ciego. Las personas que presentan dificultad para ver deben recibir clases de orientación y movilidad para dominar la técnica adecuada. Este entrenamiento es lo que realmente les permite moverse de manera eficiente y segura por calles, aceras y espacios públicos. Los bastones comunican una condición visual específica a través de un código de colores que, si bien puede variar en distintos países, en Panamá ofrece información vital para la sociedad: • Bastón verde: identifica a personas con baja visión. Conservan restos visuales y pueden percibir el entorno en ciertas condiciones, como con buena iluminación o a corta distancia. • Bastón blanco con una franja roja en la parte inferior: es el símbolo tradicional para las personas ciegas, indicando una pérdida visual severa o total. Comunica al entorno que quien lo porta tiene una dependencia total de la herramienta para su movilidad. • Bastón blanco con rojo como un peppermint: señala la sordoceguera, una doble discapacidad sensorial que requiere una consideración especial. En Panamá, este código de colores es fundamental. Cada tonalidad es un mensaje claro que permite a la sociedad comprender el tipo de condición visual, facilitando un mejor apoyo y empatía en el entorno. No todos enfrentamos los mismos desafíos, porque no todos tenemos el mismo diagnóstico. El 15 de octubre es una oportunidad invaluable para reflexionar sobre la inclusión. La verdadera accesibilidad no se limita a rampas o señalización; comienza por entender, respetar y apoyar la independencia que el bastón representa. Es un recordatorio de que esta herramienta no solo guía un paso: también afirma el derecho de toda persona a recorrer el mundo con dignidad y autonomía. El otro déficit de Panamá: el social Políticas públicas Existe una lógica equivocada que asocia la concentración de riqueza con el progreso. En realidad, el acaparamiento obstaculiza el mismo crecimiento que dice promover. Cuando el ingreso se queda en pocas manos —como ocurre hoy—, se reduce el consumo. Ese egoísmo económico termina siendo antieconómico: un país donde solo prospera una minoría no puede sostener su dinamismo, porque la prosperidad necesita circulación, no concentración. En palabras del papa León XIII, en su encíclica Rerum Novarum, este contrasentido económico es también una ceguera moral y una forma de crueldad estructural, donde la abundancia se vuelve indiferente al dolor ajeno. La historia enseña que la riqueza sin justicia termina siendo pobreza para todos, porque destruye la confianza y erosiona la base humana de cualquier sistema económico. El peso del trabajo y la desigualdad del capital Según datos oficiales, el 76% del ingreso de los hogares panameños proviene del trabajo, mientras solo una cuarta parte surge de rentas, intereses o dividendos. Esto significa que la mayoría depende exclusivamente de su esfuerzo diario, mientras una minoría ve crecer sus ingresos por el rendimiento del capital. En consecuencia, la riqueza, que se refleja en las cifras del PIB, crece más rápido que el salario, y la desigualdad se vuelve estructural. La economía avanza en cifras, pero la mayoría de los hogares permanece atrapada en la sobrevivencia, sin capacidad de ahorro ni movilidad real. Por eso, Omar Torrijos decía: “Nadie sale a la calle gritando ¡viva el PIB!” El crecimiento solo tiene valor cuando se traduce en dignidad y oportunidad para todos. Francisco Sánchez Cárdenas Niños sin becas, burócratas impunes Veraguas Un balón de culpas entre el Meduca y el Ifarhu deja en el desamparo a miles de estudiantes. La ineptitud institucional y la politiquería condenan a la niñez veragüense a un calvario sin fin. Las becas estudiantiles que se otorgan a los estudiantes panameños presentan cada año problemas y errores administrativos que terminan afectando únicamente a los niños y jóvenes que más las necesitan. Cada año se repite la misma historia: largas filas, confusión en las listas, pagos atrasados y padres desesperados en busca de respuestas que nunca llegan. Lo más grave es que, detrás de cada error burocrático, hay un estudiante que no puede comprar útiles, pagar transporte o asistir a clases con tranquilidad. Mientras las autoridades se justifican con trámites y papeleo, los niños siguen siendo los más perjudicados. Es una afrenta. Una burla descarada a la inteligencia y a la dignidad de miles de familias. El segundo pago de la beca universal en Veraguas, lejos de ser una solución, se ha convertido en la materialización de un fracaso institucional tan profundo que raya en lo delictivo. Mientras los escritorios burocráticos de las instituciones “competentes” —el Ministerio de Educación (Meduca) y el Instituto para la Formación y Aprovechayo derecho a la educación se ve socavado. Se lavan las manos con una desfachatez que indigna, mientras las familias se hunden en la incertidumbre y la necesidad. ¿Quién va a poner freno a esto? ¿Dónde está la rendición de cuentas? ¿Dónde está la autoridad que ponga orden en este caos deliberado? La situación es tan grave que evidencia una desconsideración total hacia los padres de familia y, lo que es peor, una absoluta falta de respeto hacia los niños, los principales afectados por esta cadena de negligencias. Es una vergüenza. Una mancha en la conciencia de quienes, desde sus cómodas butacas, son responsables de garantizar este derecho fundamental. La educación, ese pilar tan cacareado en los discursos oficiales, se ha convertido en Veraguas en un privilegio que solo se obtiene tras un calvario humillante. Exigimos respuestas. Exigimos soluciones. Y las exigimos ya. Basta de mentiras, de trámites absurdos e interminables, y de utilizar a la niñez como moneda de cambio en sus pugnas internas. Que alguien, por una vez, asuma la responsabilidad y ponga fin a este viacrucis que nadie, en su sano juicio, debería tener que padecer. El futuro de los niños no puede ser rehén de la incompetencia. Este es un fracaso político y administrativo que no solo viola el derecho fundamental a la educación, sino que golpea directamente la dignidad de los estudiantes, lastimando el esfuerzo y el sacrificio de aquellos que, a pesar de las adversidades, mantienen viva la esperanza de un futuro mejor a través de sus estudios. Opinión LA AUTORA es periodista. LA AUTORA es poeta y narradora. EL AUTOR es médico. Keira De Gracia La familia como espejo Panamá se parece a una familia con ingresos altos pero con padres irresponsables. Los recursos se gastan en los deseos de unos pocos, mientras el resto carece de oportunidades. Los hijos —los ciudadanos— no tienen futuro. En esa casa, las cuentas bancarias crecen, pero también el hambre y la frustración. El bienestar social no tiene otra forma de financiamiento que no sea a través de las riquezas que produce el país, y nunca será real ni sostenible endeudando al Estado, ni repartiendo subsidios eternos, y mucho menos con la ley del embudo: lo ancho para unos pocos y lo estrecho para la mayoría. El equilibrio lo dan las oportunidades, que deben brindarse atacando los factores determinantes de la pobreza, como la falta de buena educación, salud, trabajo, salarios dignos, servicios básicos y seguridad. Pero también hay un mea culpa, ya que muchos de los que hemos estado en posiciones políticas importantes hemos caído en el error de creer que el desarrollo social es un subproducto automático del crecimiento económico hacia los sectores menos favorecidos. Es digno de estudio por qué nuestros expertos en economía y finanzas, la mayoría egresados de prestigiosas universidades norteamericanas, mantienen el estado de “deudocracia” con estancamiento social. Nuestros gobernantes y expertos deben hacer un injerto de sensibilidad social en los futuros PIB. Ya sabemos cómo hacer crecer la economía; queremos que siga creciendo, pero necesitamos, de manera urgente, que aprenda a ser equitativa. No tenemos un problema de crecimiento: carecemos de visión y prioridades. Un modelo que mide su éxito solo por los números e ignora la calidad de vida de su gente termina generando desconfianza y pérdida de cohesión. El desafío está claro: transitar de la acumulación al desarrollo, de la estadística a la dignidad. Panamá merece —y tiene que lograr— un mejor bienestar general. Durante más de dos décadas, hemos sido uno de los países de mayor crecimiento en América Latina. Nuestro producto interno bruto (PIB) ronda los $80 mil millones, con tasas que superan el 5% anual y un ingreso per cápita cercano a $18 mil. Apoyamos nuestra economía en tres pilares: servicios financieros, logística y el Canal de Panamá. Todo parece funcionar con precisión macroeconómica. Sin embargo, estas cifras esconden una contradicción profunda. El país crece, pero su población no progresa al mismo ritmo. La riqueza se concentra y el bienestar se estanca. El 20% más rico concentra más de la mitad del ingreso nacional, mientras el 20% más pobre apenas recibe el 4%. El índice de Gini, que mide la desigualdad, se mantiene cerca de 0.49, uno de los más altos de la región. Aunque destinamos alrededor del 9.7% del PIB a salud y educación, los resultados no reflejan ese esfuerzo. La fragmentación institucional del sistema de salud genera desigualdad. En educación, la brecha es evidente: mientras algunos colegios privados alcanzan estándares internacionales, muchas escuelas públicas carecen de maestros, materiales y condiciones dignas. Desde una mirada médica, la economía se parece a un cuerpo con buen metabolismo pero mala circulación: el corazón bombea con fuerza, pero la sangre no llega a todos los tejidos. Por eso, zonas semiurbanas, rurales, indígenas y agrícolas sufren una anemia crónica. Países con menor riqueza —como Uruguay o Costa Rica— demuestran que el desarrollo depende menos del tamaño del PIB y más de cómo se distribuye. Allá, la inversión social no es un gasto, es un cimiento del crecimiento. Con mayores recursos, nosotros aún no logramos traducir nuestra prosperidad en bienestar colectivo. El contrasentido del acaparamiento Las becas estudiantiles que se otorgan a los estudiantes panameños presentan cada año problemas y errores administrativos que terminan afectando únicamente a los niños y jóvenes que más las necesitan. Sussette Cordero Sotero El país crece, pero su población no progresa al mismo ritmo. La riqueza se concentra y el bienestar se estanca. El 20% más rico concentra más de la mitad del ingreso nacional, mientras el 20% más pobre apenas recibe el 4%. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente y Director Editorial (Encargado) Jorge Molina Mendoza Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Subdirector Asociado Rolando Rodríguez B. Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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