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7A La Prensa Panamá, sábado 27 de septiembre de 2025 Panorama Las tareas de restauración del edificio donde reabrirá el Museo Reina Torres Araúzavanzan. Elysée Fernández Marta: Contra el hurto y el olvido Mario De Gracia [email protected] CRÓNICA El museo que hoy lleva el nombre de su maestra, Reina Torres de Araúz, tiene más de una década cerrado. A pesar del olvido y del hurto de parte de la colección, la historiadora Marcela Camargo añora la reapertura para el cincuentenario de su fundación.¿Qué volverá a casa? El clamor por una reivindicación histórica se percibía con mayor fuerza cerca del alambre que separaba a Panamá de su propio territorio: la Zona del Canal. La sangre derramada por los estudiantes que lucharon por plantar la bandera panameña en el enclave colonial estremeció el tejido social y político del país en la década de 1960. A ese dilema se sumaba una pregunta existencial: ¿quiénes somos? Esa inquietud unió con un hilo invisible, para siempre, los destinos de la historiadora Marcela Camargo y su maestra, Reina Torres de Araúz. – “El próximo año voy a tomar clases en Panamá”, le dijo Marcela a Reina en la extensión de la Universidad de Panamá (UP) en Penonomé, mientras estudiaba historia. Nunca imaginó que esa breve interacción marcaría su destino. Lo contó este 2025 en reciente entrevista con La Prensa. – “Búsqueme, porque le quiero ofrecer algo”, le respondió Reina. No era otra cosa que una invitación para formar parte del Centro de Investigaciones Antropológicas de Panamá. Así comenzó una relación guiada por la pasión de rescatar la historia panameña más allá de la influencia hispana o estadounidense. Rigor científico, expediciones, estudios y hallazgos marcaron el pulso de maestra y alumna en su empeño por reconstruir la memoria nacional en un contexto político de auge nacionalista. Pero, ¿sobre qué bases se sostendría aquel nacionalismo? ¿Qué nacionalismo? La turbulencia política azotó al istmo. En 1970, dos años después del golpe de Estado, el general Omar Torrijos invitó personalmente a Reina Torres a integrarse al equipo cultural del gobierno, cuenta Marcela. Reina ya se había ganado el respeto de académicos y antropólogos por sus trabajos con enfoque en un nacionalismo étnico, que abarcó hasta los primeros habitantes del istmo. Aceptó bajo una condición: que le permitieran trabajar con el respaldo necesario para consolidar el patrimonio histórico del país. Decidió incluir a Marcela. Juntas marcaron un hito: reorganizaron la estructura de los museos nacionales y, con ello, construyeron la historia del “hombre panameño”, inaugurando en 1976 el museo del mismo nombre, ubicado en la antigua estación del ferrocarril de la plaza 5 de mayo, que databa del año 1912. El relato se detiene un instante. Marcela vuelve al presente y se entristece: una generación entera no ha podido ver el legado que ayudó a construir. La invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, el “robo del centenario” y el abandono estatal marcaron el fuerte declive de lo que una vez afirmaron con orgullo: que Panamá no es producto ni de España ni de Estados Unidos, sino que tiene identidad propia. Esa historia estaba reflejada en cada espacio del Museo del Hombre Panameño, que luego fue rebautizado con el nombre de su maestra: el gran Museo Antropológico Reina Torres de Araúz (MARTA). Un viaje a lo que fue Marcela fue formada por Reina en antropología, junto a otros panameños, muchos de los cuales luego integraron su equipo en el antiguo Instituto Nacional de Cultura (Inac). La destacada alumna aún recuerda que un asesor de la Unesco, Felipe Lacouture, recomendó a Reina la organización de museos especializados. – “Usted va a estar ahí, en el Museo del Hombre Panameño. Usted va a ser la directora”, dijo Reina a Marcela. Al sentirse halagada por las consideraciones, en otra ocasión Reina también le dijo sonriente: “¿Para qué cree que la mandé a estudiar?” –rememora con cariño hoy su alumna–. – “¡Ay!” –exclamó, exaltada–. “¡Tremendo!”, dice Marcela que reaccionó, recordando el momento aún con ilusión. Fue la primera directora del ahora abreviado Marta y, a la vez, la última directora del Museo Nacional de Panamá, que cerró para dar paso a las especializaciones recomendadas por Lacouture. Lo que siguió fue trabajo constante. Juntas consolidaron una museografía que promovía el nacionalismo panameño. “El museo estaba justamente contribuyendo al nacionalismo, porque las salas de arqueología le decían a panameños y a extranjeros: estos son los orígenes. Así empezó la población nacional. Estos son los restos dejados por la cultura material de esa población”, apuntó Marcela. Caos en el istmo, caos en el museo “Muere Torrijos, julio de 1981.Unosmesesdespués,en febrero de 1982, Reina Torres fallece. Esto marcó al museo”, recuerda Marcela, tratando de explicar la complejidad del momento: la pérdida de financiamiento, su salida de la dirección del Marta y el progresivo deterioro de la infraestructura del edificio en la plaza 5 de mayo. Afinalesdelosaños1980,la situación política se agravó y el museo sufrió los efectos del abandono institucional. Durante el caos de la invasión de 1989, se hurtaron piezas de la colección. Aunque Marcela ya no estaba al frente, fue llamada para revisar lo ocurrido; lo recuerda con claridad: acudió siete días después de la noche de la invasión. Allí le informaron sobre robos “selectivos” y otros aleatorios. El recuento de las piezas era incierto para ella. Parecía un preámbulo de lo que vendría. En ese momento, Marcela no tenía idea del escándalo que sería conocido más tarde como el “hurto del centenario”. El hurto de piezas de oro, cerámica, materiales líticos y otros objetos de los períodos prehispánico, colonial y republicano de Panamá marcó el declive del museo. En 1999, se registró otro más: tres piezas de oro fueron sustraídas. “En octubre de 1999, a pesar de varias advertencias del patronato del Museo Antropológico, la presidenta de la República (por entonces Mireya Moscoso) y el director del INAC (por entonces Rafael Ruiloba) nombraron en altos cargos de Patrimonio Histórico a personas bajo investigaciones por el hurto de piezas del museo”. El hurto se descubrió “por casualidad”, durante una auditoría, según relató la antropóloga Ana Elena Porras –quien en esos momentos formaba parte del patronato del Marta– en un artículo publicado el 29 de marzo de 2003 en La Prensa, titulado “Crónica de un robo anunciado en el museo”. Para esta entrega especial, este medio revisó múltiples referencias históricas, donde distintos autores se refirieron a los mismos hechos como “robo” o “hurto”, sin que se precisaran las definiciones judiciales. El ‘robo’ anunciado: el del centenario Los ladrones entraron acogidos por la oscuridad de la noche, un fin de semana, sin que nadie se diera cuenta hasta el lunes siguiente. No forzaron ni una sola cerradura. Seleccionaron cuidadosamente las piezas originales de la más refinada orfebrería precolombina: de oro. Esa noche del 14 de febrero de 2003 fueron hurtadas 292 piezas de oro, de la más valiosa colección guardada en la bóveda del Marta. “¿Para qué quieres hablar de eso? Ya pasó hace mucho tiempo”, murmuró una alta fuente gubernamental a este medio. Otra fuente añadió, con un dejo de resignación: “Esa fue la cereza del declive del Marta”. “Fue un proceso que dejó traumas. No me interesa”, dijo una fuente de la otrora directiva del museo. Todos pidieron evitar la mención de sus nombres. “El robo del centenario”, como lo tituló La Prensa, es un recuerdo incómodo y doloroso del pasado. La verdad tuvo que escudriñarse desde los tribunales. Fallos de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) sobre acciones de habeas corpus y recursos de casación interpuestos por los acusados del hurto, junto con recortes de prensa de la época, revelan parte de lo que fue el después. Se presentaron cargos contra tres personas, de las que se conocen las ocupaciones de dos: uno era guía del museo, otro habría sido el conductor del taxi en el que escaparon con las piezas hurtadas. Altos mandos del Inac, en cambio, fueron sobreseídos, y tuvieron mejor fortuna en apelaciones a solicitudes de detención preventiva. Algunos de estos altos funcionarios tenían conocimiento de cómo abrir la bóveda del museo, cuyo procedimiento era hermético. Según informó el Órgano Judicial a este medio, el expediente del caso fue finalmente archivado. A pesar de los operativos que permitieron recuperar inicialmente unas 265 piezas, persiste falta de claridad sobre lo ocurrido, y la nubosidad que trae el paso inexorable del tiempo encaminó la situación al olvido. Actualmente, el Ministerio de Cultura (MiCultura) informa que se han recuperado 270 piezas de oro, mientras que 22 continúan desaparecidas. Parte del legado recuperado En 2012, el historiador y museólogo Orlando Hernández llegó al Inac. Pronto le dieron una tarea: hacer un inventario de la colección del museo y ser curador de las piezas que estuvieron años en el exilio. “La colección estaba ahí, en Llanos de Curundú –donde hoy queda el edificio de la Ciudad de las Artes–”, comenta. Pero hubo un vaivén de un lugar a otro en los años subsiguientes. “Eran cerca de 16 mil piezas, no todas eran antiguas, también había modernas. Buscamos por todo Panamá a ver dónde podíamos poner la colección (...)”, detalló. Durante el proceso de inventario, Orlando pudo ver las piezas de oro recuperadas. “El oro, a menos que tú lo rompas, no se oxida ni se deteriora, por eso es que es un material tan especial. Básicamente teníamos algunas piezas completas, pero de lo que devolvieron, después del robo del centenario, estaba ahí y me consta porque lo vi y pasó por mis manos” dijo. “Pero no sé qué pasó con las restantes –22 piezas desaparecidas– que no recuperaron. Lo que me consta es hasta que me fui en 2018”, explicó. La Prensa consultó a la Dirección de Patrimonio Histórico de MiCultura sobre el estatus actual de las piezas de oro recuperadas. Actualmente, se mantienen resguardadas bajo condiciones de seguridad en la bóveda del Banco Nacional de Panamá, al tiempo que se les da el cuidado para que algunas puedan ser reincorporadas finalmente al Marta. Todas pasan por procesos de clasificación, documentación y conservación antes de su futura exhibición pública, según informaron. Sobre las desaparecidas, reconocen: “Su desaparición sigue siendo parte de un caso abierto en la memoria patrimonial del país”. Acotaron que dan seguimiento interinstitucional al tráfico ilícito de bienes patrimoniales. Finalmente, parte de la colección volverá a casa, algunas piezas de oro podrían ser reincorporadas. MiCultura espera que la restauración del Marta esté lista entre 2026 y 2027. “Ojalá que se cumpla –la reapertura–, porque así nosotros estaríamos reencontrándonos”, dice Marcela, aludiendo a quien como individuo existe, pero no sabe quién es. Marcela recuerda bien los peligros inherentes: el olvido del museo, la falta de financiamiento, los hurtos; vinieron desde sus propias entrañas. Ella añora que los funcionarios “sepan cuál es su función y den el todo por el todo. Hay que tener dedicación, entrega y defender hasta el final la institución”, apuntó. Espera ver el alma del museo, su colección, de vuelta donde todo empezó. “Ojalá pueda ser para el cincuentenario de su fundación – en 2026–” Lo recuerda todo con una claridad minuciosa a sus 84 años. Parte de las piezas pertenecientes a la colección del Marta. Archivo Marcela Camargo. Elysée Fernández CONTENIDO EXTRA Escanee el código QR y acceda a un video del tema en nuestro canal de YouTube

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