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5A La Prensa Panamá, sábado 13 de septiembre de 2025 Panorama Desde todo el país, la gente marchó para clamar justicia por el asesinato de Hugo Spadafora. Archivo Hugo Spadafora, una piedra en el zapato del régimen Manuel Guardia ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] PERFIL 40 años de un homicidio que sacudió una dictadura. Fue un médico guerrillero oriundo de la ciudad de Chitré, provincia de Herrera, que aprovechó oportunidades académicas. Su vocación de servicio le permitió ocupar cargos públicos como jefe de salud en las regiones de Darién, San Miguelito y Colón. También se desempeñó como viceministro de Salud, desde 1973 hasta su renuncia en 1976. Cabe destacar que contó con la simpatía y admiración Omar Torrijos Herrera. Este personaje de la historia trazó su camino en defensa de los pueblos y en buscadelibertad,oportunidades y crecimiento social. Se unió al movimiento de liberación liderado por Amílcar Cabral contra el colonialismo portugués en África Occidental. Asimismo, organizó grupos de apoyo para combatir la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua. Luego de sus aportes internacionales, Hugo Spadafora regresó a suelo patrio para convertirse en la piedra en el zapato de la dictadura de Manuel Antonio Noriega, al denunciar la violencia, las actividades de lavado de dinero y los vínculos con el narcotráfico en América Latina. El viernes 13 de septiembre de 1985 se trasladaba desde Costa Rica con destino a Panamá. Al llegar a La Concepción, provincia de Chiriquí, fue interceptado por agentes de las mal llamadas Fuerzas de Defensa. A pesar de identificarse como médico y explicar su situación, lo detuvieron por la fuerza y lo sometieron a agresiones físicas. Días después apareció un cuerpo decapitado en el río Vaquita, cerca de la frontera con Costa Rica. Era el suyo. Este crimen estremeció a los ciudadanos, quienes salieron a protestar en todo el país exigiendo justicia. A partir de entonces comenzó la decadencia de la dictadura y el surgimiento de movimientos sociales que clamaban por democracia. El asesinato de Spadafora ha sido considerado un acto imperdonable, trágico y perverso contra un héroe que, sin importar su trinchera, luchó contra el autoritarismo y la desigualdad social. Tenía la aspiración de ver un Panamá con desarrollo y esperanza para todos. En los últimos años, sus familiares han exigido justicia, pero el misterio persiste entre quienes aún guardan silencio sobre este crimen. Es lamentable que nuestras autoridades no prioricen honores a este defensor, ni promuevan su enseñanza en el sistema educativo. Su nombre sigue siendo sinónimo de integridad, coraje y compromiso con los derechos humanos. Para muchos, su asesinato marcó el inicio de la caída del régimen de Noriega. En los foros internacionales, el caso fue ampliamente señalado, y defensores de la justicia y la democracia exigieron claridad y responsabilidades. Dos años después, las declaraciones de Roberto Díaz Herrera encendieron aún más la indignación social. Relató cómo se asesinó a Spadafora, cómo se robaron las elecciones de 1984 y los negocios turbios de los altos mandos militares. Sus confesiones, por venir de alguien que había formado parte del régimen, tuvieron un peso definitivo. El 9 de junio de 1987, tres días después de sus declaraciones, surgió la Cruzada Civilista Nacional, que aglutinó a diversos sectores de la vida política, económica y social. Su arma simbólica era el color blanco. Los militares temían a esas manifestaciones y las reprimieron con violencia. Dos episodios marcaron la historia: la masacre del 10 de julio de 1987, conocida como el Viernes Negro, y la brutal golpiza contra los candidatos opositores Guillermo Endara, Ricardo Arias y Guillermo Ford, el 10 de mayo de 1989. La supuesta “unidad monolítica” del régimen se resquebrajó con dos intentos de golpe contra Noriega: el 16 de marzo de 1988 y el 3 de octubre de 1989. Cuentan que, en sus últimos días en el poder, Noriega estaba más bajo los efectos del alcohol que lúcido. El 19 de diciembre de 1989 llegó la invasión estadounidense, y los ganadores de las elecciones del 7 de mayo reclamaron el triunfo que el pueblo ya les había dado en las urnas. No cabe duda: Hugo Spadafora Franco fue el nervio motor que provocó el retorno a la democracia. En este ejercicio periodístico también reconocemos el valor y la temeridaddeRobertoDíazHerrera. Es justo mencionar que la población, en su gran mayoría, se volcó a las calles para exigir respeto y dignidad, y en esa iniciativa destaca la Cruzada Civilista Nacional y figuras como Aurelio Barría, de la Cámara de Comercio. Recordar a Spadafora no es solo honrar el pasado: es exigir un presente más justo. A.V/0000000 Hugo Spadafora (centro). Cortesía

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