4A La Prensa Panamá, domingo 7 de septiembre de 2025 Panorama Rogelio Chiari era de los que no paraban. De día lo devoraba el trabajo, de noche se refugiaba en las pesas, y en cualquier rato libre se perdía en el Parque Omar. En 2023 le diagnosticaron ELA. Rogelio Chiari era de los que no paraban. De día lo devoraba el trabajo (es diseñador gráfico y publicista), de noche se refugiaba en las pesas, y en cualquier rato libre se perdía en el Parque Omar. Tenía 51 años: se sentía fuerte, invencible, en su mejor momento. Hasta que en marzo de 2023 algo empezó a cambiar: las caminatas agarraron un flow que pronto terminó en bastón. Lo que antes era ir al mall pasó a ser encontrar la forma de salir de casa. El 31 de agosto le dieron el nombre a lo que pasaba: ELA. Una palabra que no conocía, pero que desde entonces lo acompaña. Desde ahí, su vida se reorganizó.Despedidasconalcohol— sí, a lo grande— y luego la búsqueda de un balance distinto: salud más estricta, pero también galletas y un trago de vez en cuando, porque la vida continúa aunque cambie de forma. Y ya van dos años de aprendizajes, ajustes y resistencias. Rogelio no sabe cuánto tiempo de vida le queda. Pero ha decidido vivir. Con intensidad, con pasión, viviendo lo que quiere llevarse. ¿Y tú, sí sabes cuánto tiempo te queda? Tampoco, ¿verdad? Decide ser, estar, vivir. Vivir es una decisión. ¿Desde cuándo vives consciente de que la vida hay que vivirla? Desde el diagnóstico. Hasta ese momento vivía en automático. Yo salía a la calle y decía que Panamá estaba feo. Hoy salgo con gratitud: cada cosa me encanta. Me muestras un árbol y me pongo a pensar cuántos tipos de verde hay en ese árbol. Veo la cantidad de tiempo que perdí en estupideces. Pero uno no es quien es si no vivió todo eso… o sea, no me arrepiento de nada. Nada vale tanto la pena. ¿Qué de ti no podrán quitarte la enfermedad ni el tiempo? Mi esencia. Es como esa tercera persona de la que uno no debe hablar nunca… pero yo soy Rogelio. Trato de mantener un balance. Me cuesta, pero lo hago. Antes era muy indeciso; ahora estoy más claro. ¿Estás más claro o te da menos miedo ir a ciegas? Me da menos miedo ir a ciegas. Yo he querido morir… Hoy me pregunto si quisiera que me revivieran. Y creo que sí, porque yo disfruto vivir. Pero también me cuestiono si eso es vivir. Al final no tenemos la respuesta de nada, hasta que las cosas pasan. ¿Qué de ti quisieras que otros imiten para sentirte presente? No preocuparse por tantas pendejadas. Nos hundimos innecesariamente en vasos de agua. Y no sé por qué trabajan tanto. Yo les pregunto y me dicen que quieren dejarle un legado a sus hijos. ¿Qué es legado? ¿Plata? No. Educación. Y momentos. Uno abre redes y ve gente hablando pendejadas de ropa, llorando si te quieren o no, si te queda la ropa o no, si usas marca… Nada de eso te define. Empeñan lo que tienen para satisfacer a otros y en cosas tan temporales… y lo tienen y no lo saben disfrutar. ¿En qué vale la pena invertir dinero? En ti. Para disfrutar la vida. En viajes, en educación… ¿Qué cosas ves distinto ahora? La empatía. Uno suele mirar para otro lado con cualquier cosa que incomoda. Nunca sabes cuándo te toca estar ahí. ¿Qué haces ahora con menos pena? Sacarme los clavos. ¿Te consideras feliz? Sí, claro. Pero además, en paz. Tranquilo con lo que soy, lo que tengo. No puedo mover las manos, pero igual me como la galleta. Antes era súper independiente; hoy feliz te pido: “Oye, dame agua. Muéveme la silla”. Y me encanta. Preferiría hacerlo yo mismo, pero tengo una enfermedad degenerativa y sé que no lo voy a volver a hacer. Así que trato de disfrutar lo que todavía puedo, que es todo, pero de distinta manera. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que realmente querías? Knockout Flor Mizrachi Angel [email protected] Cortesía Rogelio Chiari ‘Nada vale tanto la pena’ Hoy me pregunto si quisiera que me revivieran. Y creo que sí, porque yo disfruto vivir. Pero también me cuestiono si eso es vivir. Al final no tenemos la respuesta de nada, hasta que las cosas pasan. Hace un mes fui a la playa y me metí. Nadé y toda la vaina. Tres cuidadores me ayudaron a entrar. Quiero tirarme de paracaídas. Algo que antes jamás hubiera hecho porque ni en montañas rusas me montaba. Solo me subía a It’s a Small World con las tacitas. Así que más que un sueño, es un reto. ¿Cuál es la mayor verdad que has descubierto sobre la vida? Que todos los retos son superables. Mira, yo era claustrofóbico. Nivel… A los 19, rumbo a Singapur, me sentaron en la última fila de un Jumbo. Me dio pánico y hasta puertas pateé. Me advirtieron que si me bajaba me agarraba la policía… y aun así me bajé. Y ahora estoy sentado en una silla, sin poder mover brazos ni piernas. ¿Qué otro sentido has agudizado? El tacto. Siento más las cosas, me dan como cosquillas. Por alguna razón, con mi enfermedad te ríes o lloras por horas. Me he reído tanto que me queda doliendo la boca. Hasta los efectos secundarios los puedes ver positivos. ¿Qué aprendiste a golpes, pero te cambió para siempre? A tomar las cosas con más calma. He aprendido que todo tiene un propósito. ¿Para qué adelantarse a los hechos? Lo que pasa, va a pasar. Si pudieras hablarle a tu “yo” de hace 20 años, ¿qué le dirías? Disfruta. No trates de cambiar todo, las cosas son como son. ¿Qué descubriste de ti en este proceso que nunca habías notado? Que soy más valiente de lo que pensaba. ¿Cuál ha sido tu mayor acto de valentía? Decidir vivir aceptando la enfermedad con todo lo que viene. ¿Cada día tienes un día más o un día menos? Más. ¿Qué instante sencillo recuerdas como un milagro? Cuando tenía cinco años, jugando en Aguadulce. A mi mamá le encantaba pasearnos en unas carretas con bueyes. Recuerdo a la maestra Licha, del kínder La Colmena. Son puras vivencias, momentos. Antes te hubiera dicho cosas que compra la plata. Ya lo material no me importa. ¿Qué gesto de bondad hacia ti nunca olvidarás? El amor de mi abuela. Ella, sin saberlo, solo pensaba en hacernos felices. Nos enseñó lo que es el amor y a perdonar. ¿Y qué es el amor? Algo que uno siente con el corazón. Algo que te llena, que te da calidez y seguridad. ¿Eres menos orgulloso? Sí. Ya he hecho todos los acercamientos a quienes hice daño o me lo hicieron a mí. Vivimos con mucho rencor. Nada es tan importante. ¿Qué pequeños momentos todavía te sacan una sonrisa? Las veces en que me sentaba a hacer picnic de chécheres con mi mamá, viendo tele y hablando de recuerdos. ¿Qué conversación pendiente te ilusiona tener? Con mi papá. Eso me falta para liberarme. Ponerle punto final a una historia. Es un miedo que no he logrado afrontar. ¿Qué necesitas para afrontarlo? Es mi siguiente reto, después del paracaídas. ¿Quién ha sido tu mayor refugio en los días difíciles? Mi cuñada, la esposa de mi hermano. Lo que se te ocurra decir; eso es ella para mí. ¿Existe tal cosa como un alma gemela? Sí. Pero creo que hay varias. ¿Qué te ha enseñado la inevitable soledad? A disfrutar de mi compañía. Para mí pasar tiempo solo era un reto. Buscaba ruido, buscaba gente, no me gustaba estar solo. ¿Cómo te caes a ti mismo? Hoy bien. Antes no muy bien. No he dejado de ser difícil, pero soy divertido. ¿Qué es lo que más extrañas? Una buena salida a bailar, tomarme el café solo, chatear. ¿Cómo se vive sin celular? Más tranquilo. Estoy con quien quiero estar y cuando quiero. Es mi vida y la voy a vivir como yo quiera. No le debo nada a nadie. ¿Y qué aprendiste de la compañía? Que alivia sentirte comprendido y apoyado, pero también a valorar la soledad. Tener gente Epílogo Hoy me voy. Después de 23 años me despido de la casa en la que he vivido más de la mitad de mi vida. Dejo atrás una casa, pero me llevo intacta la causa. Este no es un adiós: es un cambio de ring. Nunca será buen momento para rendirse ante la rampante corrupción. Por eso reafirmo mi compromiso con un periodismo basado en la independencia y la imparcialidad. El periodismo no es lo que hago, es lo que soy. Es la voz con la que nombro lo que nos debería importar y la lupa con la que intento ver más claro. En los próximos días nacerá un nuevo proyecto: un espacio libre, sin cadenas, donde el periodismo tenga la voz y la valentía con que yo me formé en este periódico. La vida se escribe con capítulos —unos previsibles, otros inesperados— y hoy cierro uno muy importante. Lo hago orgullosa, con la conciencia tranquila. Todo valió la pena. Y de todo aprendí. Nunca he sabido decir adiós. Así que no lo haré. Prefiero decir gracias: a quienes compartieron este camino y, sobre todo, a ustedes, mis lectores, que me han acompañado hasta aquí y me acompañarán en lo que viene. Nos vemos en el próximo capítulo. Gracias. Flor Mizrachi Angel Hoy asistimos al “epílogo” de una de las columnas más leídas en los últimos 20 años. El “KO” de Flor Mizrachi en La Prensa ha formado parte del domingo de los panameños porque ha servido de mecanismo para mostrar la esencia de los que por allí han pasado. Flor no abandona La Prensa, Flor da un paso más en la evolución de su maravillosa carrera. Corporación La Prensa, S.A. no tiene más que agradecimiento para Flor y por ello confirma que esta casa editorial siempre será su hogar. ¡Éxitos Flor! Corporación La Prensa, S.A. PD: A los lectores de La Prensa: Esto no significa que el Knockout ha tirado la toalla. Nos iremos a nuestra esquina a hacer boxeo de sombra para mantener la forma, hasta que suene el próximo campanazo. Pronto regresamos con una nueva cartelera. alrededor todo el tiempo no es fácil. No me puedo dar el lujo de la privacidad en ningún momento. ¿Qué huella invisible crees haber dejado sin darte cuenta? Yo no logro entender que tengo un impacto sobre la gente. No lo he entendido ni dimensionado. Si tu vida fuera una canción, ¿qué emoción tendría? Fuerza. Thunder de Imagine Dragons. Esa canción lo dice todo. ¿Qué te hace pensar “vale la pena”? Todo. Es cuestión de aceptarte y vivir la vida. Vivir es una decisión. ¿Qué te da paz al pensar que el mundo seguirá sin ti? Haberle enseñado al menos a una persona a tener pasión por vivir. Ahora estoy haciendo lo que siempre he querido: ayudar a otros. Antes no tenía tiempo, ahora lo tengo de sobra y lo aprovecho al máximo. Tenía que venir el ELA para que me pasara eso. No esperes a que pase una vaina para que entiendas que tienes que vivir. Vive.
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