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prensa_2025_09_01

9A La Prensa Panamá, lunes 1 de septiembre de 2025 Panorama Una migrante atraviesa un riachuelo en Darién. En julio solo cruzaron 7 personas la peligrosa selva. EFE La migración por el tapón del Darién disminuye en un 98% Ohigginis Arcia Jaramillo [email protected] CRISIS HUMANITARIA Enero arrancó con 2,229 viajeros, un arranque que parecía anticipar otra temporada de récords. Pero después llegó el vacío: 408 en febrero, 194 en marzo, 73 en abril y apenas 7 en julio. En las trochas del Darién, donde hace apenas un año se contaban multitudes interminables de caminantes, hoy apenas quedan huellas dispersas en el barro. La estadística lo confirma: en julio de 2024, más de 221 mil migrantes atravesaron la selva; en julio de 2025, solo 2,934 se atrevieron a cruzar. Es como si el rugido de una marea humana se hubiera apagado de golpe, dejando un silencio extraño en la frontera. El descenso no fue paulatino, sino un desplome. Enero arrancó con 2,229 viajeros, un arranque que parecía anticipar otra temporada de récords. Pero después llegó el vacío: 408 en febrero, 194 en marzo, 73 en abril y apenas 7 en julio. La gráfica parece una pendiente abrupta que se precipita hasta desaparecer en el horizonte. Aun en medio de ese derrumbe, la mayoría sigue viniendo del sur. Los venezolanos, 1,347 en total, representan casi la mitad de los cruces, acompañados por colombianos y ecuatorianos que aún insisten en atravesar la selva como último recurso. El Darién ya no es la autopista de antes, pero todavía conserva a aquellos que no encuentran otra salida. Sorprenden, sin embargo, las voces lejanas que resuenan entre los números. Nepal, Bangladesh e India se asoman en la estadística con más de 350 personas en conjunto. También aparecen países de África: Camerún, Angola y Nigeria, hombres y mujeres que cargan acentos, rostros y cicatrices que el Darién recoge en silencio. Incluso Irán figura en la lista, como un recordatorio de que esta selva conecta mundos que parecían distantes. Entre quienes arriesgan el paso, los adultos son mayoría, con un 84%, pero los menores aún marcan presencia con un 16%. Son 474 niños y adolescentes que cruzaron el barro, los ríos y las montañas en compañía de sus familias. La cifra más alta la concentran los jóvenes de 18 a 35 años, casi dos mil en total, pero también hay bebés, escolares e incluso un anciano mayor de 70 años. El género revela la otra cara del éxodo: seis de cada diez migrantes fueron hombres, pero junto a ellos caminaron 719 mujeres, muchas de ellas madres que cargaron a sus hijos pequeños a la espalda o en los brazos. En los números se esconden las historias de 225 niñas y 249 niños, vidas demasiado frágiles para un trayecto tan brutal. Así, el Darién ya no es el río humano que parecía inagotable, sino un cauce menguado donde persisten apenas gotas de lo que fue. Los pueblos fronterizos lo perciben: menos tiendas improvisadas, menos campamentos, menos huellas en los senderos. Sin embargo, quienes todavía se atreven a cruzar siguen enfrentando la misma selva hostil, con lluvias, fiebres y peligros intactos. Migración inversa Por otra parte, las defensorías del pueblo de Costa Rica, Panamá y Colombia advirtieron esta semana sobre un deterioro humanitario en la región, provocado por el incremento de la migración inversa, es decir, aquellos migrantes que retornan a sus países de origen porque no pudieron ingresar a Estados Unidos. Un informe, presentado en Bogotá con respaldo de la ONU, da cuenta de que, en lo que va de 2025, más de 14,000 personas han sido devueltas desde México y Estados Unidos, en un contexto donde el paso hacia el norte por el Darién se redujo en un 98% frente a los niveles del año pasado. De acuerdo con el documento, los retornos tienen varias causas: las modificaciones en la política migratoria estadounidense (46%), la negativa de ingreso a ese país (49%), la falta de dinero para continuar el trayecto (34%) y la violencia sufrida en tránsito (27%). El reporte también señala que persisten abusos graves, como secuestros, extorsiones y violencia sexual, especialmente contra mujeres y niñas, además del control ejercido por redes de tráfico que cobran hasta 280 dólares por cruces marítimos inseguros. El representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, Scott Campbell, calificó la situación como “de extrema vulnerabilidad”. Aseguró que muchas de las personas retornadas en 2025 ya fueron víctimas de violaciones de derechos humanos y ahora enfrentan nuevos peligros, entre ellos la trata de personas, el reclutamiento de menores y las agresiones sexuales. El análisis revela, además, que la migración inversa está compuesta casi en su totalidad por venezolanos (97%), entre los cuales figuran grupos con alto nivel de riesgo: familias con numerosos integrantes, mujeres embarazadas, personas con discapacidad y niños que viajan sin acompañantes. El retrato que deja el informe es el de un movimiento humano que no solo cambió de dirección, sino que regresa golpeado por la precariedad y la violencia.

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