4A La Prensa Panamá, sábado 23 de agosto de 2025 Panorama El tren, ese que era incosteable años atrás, según el entonces “opinólogo” José Raúl Mulino, avanza velozmente. Seguramente porque su nombre sería recordado como el precursor de la obra. Salvo Laurentino Cortizo, todos los presidentes –desde 2009– han tenido un frenético afán de construir trenes. Atrás quedaron los proyectos carreteros, como los de Ernesto Pérez Balladares, Mireya Moscoso y Martín Torrijos. Hasta parece que se han olvidado de que necesitamos más y mejores calles. En ningún caso, los que pagamos dichas obras hemos tenido acceso –si es que alguna vez los hubo– a sus estudios de factibilidad o cualquier otro estudio. Y este tren –el mayor de todos los proyectos gubernamentales conocidos– no es la excepción. Yo sería de las decenas de miles de personas beneficiadas con esta obra, por lo que en principio no me opongo. No obstante, hay muchas dudas. Para empezar, hace más de tres meses, el responsable de la obra, Henry Faarup, dijo que en dos meses conoceríamos el costo de la obra. Eso, obviamente, no ha ocurrido. Hace ocho años, la empresa china que iba a construir el tren calculó que costaría unos $4 mil 500 millones, luego la cifra fue corregida: $5 mil millones. Pero Faarup calcula que el tren costará miles de millones más: quizás $6 mil millones o $7 mil o hasta $8 mil millones. No hay nada definitivo, pero sea cual fuere el costo, será la obra más ambiciosa que gobierno alguno se haya propuesto en la historia del país. Pero ignoramos su costo total. Para ampliar el Canal de Panamá –que costó unos $5 mil millones y es la mayor obra que hizo el Estado panameño en toda su existencia– fuimos a referéndum para que los ciudadanos lo decidiéramos. Para tomar esa decisión, contábamos con muchísima más información de la que ahora está disponible sobre el proyecto estrella del Gobierno. La del Canal no fue una decisión a ciegas: tuvimos claras muchas cosas, entre ellas, que se autofinanciaría, como ha quedado demostrado. En cambio, la obra gubernamental de mayor envergadura de la historia del país va porque va. Nuestra opinión –la del pueblo panameño– no parece valer un bledo. No hemos visto ni un solo estudio: ni de factibilidad ni de ambiente ni financiero ni de beneficios. En el portal digital de la Secretaría del Ferrocarril solo hay gacetillas que hablan de las maravillas del proyecto, pero no hay un solo estudio que las sustente. Y poca confianza transmite Faarup cuando empieza a gaguear sobre el proyecto, como que, al parecer, todos los estudios se hacen de forma simultánea, sin importar el orden. Es fácil deducir que, sin importar lo que estos informen o adviertan, la decisión del Gobierno está tomada: este tren no lo para nadie. Sabemos que la ruta es de unos 450 kilómetros; que se pagará endeudando al país como nunca se ha hecho; que tendrá, de momento, 14 estaciones, una de ellas en Soná –producto de la promesa que Mulino le hizo en campaña al lavador de dinero– pueblo del que provienen Ricardo Martinelli y su familia. El tren tendrá tres modelos de desplazamiento, dos de ellos, de pasajeros: uno express, “el lechero”, y el de carga. Se desconoce su rentabilidad o si será subsidiado por el Estado; no se sabe cómo se reconvertirá el transporte de carga y de pasajeros que actualmente existe en esa ruta. No sabemos cuál será el impacto de adquirir semejante deuda en la vida de todos, porque sin duda, la habrá, y mucho menos sabemos el costo de transportarse en el tren o de movilizar carga. ¿Qué pasaría si el pasaje fuera tan costoso que no habría suficiente demanda? ¿O qué pasaría si hay que subsidiar la operación del tren? Ni siquiera sabemos qué tan oportuno –o inoportuno– es este proyecto en momentos en que estamos atravesando problemas económicos y sufriendo altos costos de financiamiento por la pérdida casi total de la calificación de riesgo. Este oneroso proyecto no está manejándose de forma transparente. No creo conveniente que los estudios de factibilidad, demanda de transporte de pasajeros y de carga o los estudios ambientales se hagan todos al mismo tiempo que los de diseño, pues este no es un proyecto cualquiera: tiene el potencial de disparar nuestra deuda por encima de los $60 mil millones (lo que me hace preguntar si Panamá podrá realmente bajar su déficit fiscal). Sería una imperdonable irresponsabilidad aceptar a ciegas un sueño que puede convertirse en pesadilla. Sábado Picante Rolando Rodríguez [email protected] Agentes policiales cargan un cuerpo en una manta, entre los escombros que dejó la explosión en Cali, Colombia. Getty Images Violencia en la región activa alertas de seguridad en Panamá Eliana Morales Gil [email protected] GEOPOLÍTICA El repunte de violencia en Colombia y la presión militar de Estados Unidos sobre Venezuela aumentan la proyección de grupos criminales hacia Panamá, lo que intensifica las rutas de narcotráfico y obliga a reforzar la vigilancia fronteriza y la seguridad de puertos estratégicos. El año 2025 ha marcado un repunte de la violencia en Colombia que podría generar eco en la política de seguridad panameña. Atentados recientes, como el registrado el pasado jueves en Cali, que dejó siete muertos y 80 heridos, y el derribo de un helicóptero militar en Antioquia, con 13 fallecidos, evidencian que los grupos disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mantienen capacidad operativa suficiente para controlar amplios territorios. A esto se suma la presión estadounidense sobre Venezuela, donde el gobierno de Donald Trump elevó al Cartel de los Soles a la categoría de organización terrorista extranjera y duplicó a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la detención del gobernante Nicolás Maduro. Narcotráfico a través de Darién Para Panamá, estos eventos no son ajenos. El sociólogo Danilo Toro advierte que “el primer efecto que podemos esperar es un alto riesgo de exposición a la migración de los grupos que están siendo declarados objetivos militares”. En el programa Cuarto Poder, de Telemetro, Toro recordó que el tapón de Darién, históricamente un corredor migratorio, se ha convertido en un espacio donde narcotráfico y violencia se han entrelazado con el flujo de personas. “Estamos ante la onda expansiva y debemos estar alerta porque el narcotráfico se acomoda”, advirtió. El exministro de Seguridad Pública, Juan Pino, amplía esta perspectiva: “Panamá es un país de tránsito de droga. El Clan del Golfo opera muy cerca de nuestra frontera, en un área que siempre ha sido gris para Colombia. Ellos buscan expandir su negocio y utilizan cualquier oportunidad”, dijo en conversación con La Prensa. Pino recordó que la producción de droga en Colombia se ha multiplicado en los últimos años, lo que ha fortalecido el poder económico del crimen organizado y su capacidad de proyectarse más allá de sus fronteras. Protección de puertos y coordinación internacional El pasado jueves, el ministro de Seguridad Pública, Frank Ábrego, dijo que los carteles de la droga, a la vez que utilizan el territorio panameño como puente o paso, impactan en los puertos panameños que a nivel internacional mueven una gran de contenedores. “Hemos creado una fuerza de tarea para la protección de los puertos (...)”, añadió. Recordó que cuando en Panamá se acumulan más de 50 toneladas de droga que no se puede incinerar, se coordina con la DEA para su traslado a Estados Unidos y destruirla. Lecciones históricas y temores regionales El análisis histórico también alerta sobre posibles escenarios si se toma en cuenta el tema de Venezuela. En una nota del pasado 11 de agosto, The New York Times trajo a escena la intervención estadounidense en Panamá en 1989 para deponer al dictador Manuel Noriega, hecho que dejó una huella imborrable: cientos de víctimas y un país marcado por la geopolítica externa. El rotativo citó a Christopher Sabatini, investigador de Chatham House, quien argumentó que movimientos de este tipo “tocan fibras históricas y profundamente sentidas sobre las intervenciones estadounidenses en América Latina”. Cualquier acción de Washington en la región revive temores históricos sobre soberanía y consecuencias militares inesperadas, manifestó. Mercedes De Freitas, directora ejecutiva de Transparencia Internacional Venezuela, dijo tener poca información sobre los movimientos de Estados Unidos en las aguas del Caribe. Consultada por este medio sobre el asunto, dijo que entiende que el narcotráfico es un gran problema en Venezuela, pues por esa nación transita el 24% de la droga que circula en el mundo. “Estamos hablando de cifras extraordinarias. Los grupos criminales que manejan esa droga tienen, según organismos internacionales, relación con los órganos de seguridad y defensa de Venezuela, y se haCasas afectadas por la explosión de un camión bomba en inmediaciones de una base aérea de Cali. EFE bla del Cartel de los Soles, formado por generales que tienen ‘los soles’ en las carreteras”, sustentó. “Es un problema gravísimo. Ahora, la lucha del nuevo gobierno de Estados Unidos incorporando la fuerza armada nos da bastante miedo. No sabemos hasta dónde puede llegar ese tipo de acciones”, añadió. Escenario complejo para Panamá Toro y Pino coinciden en que la combinación de violencia en Colombia, presión militar sobre Venezuela y la proyección de grupos criminales hacia Panamá genera un escenario complejo: el país podría enfrentar aumentos de migración irregular, la intensificación de rutas de tráfico ilícito y desafíos constantes para sus fuerzas de seguridad. Darién se convierte en un espejo de los conflictos de los vecinos, asunto que obliga a Panamá a mantener políticas de contención y vigilancia, incluso frente a amenazas que exceden su control directo. Toro alerta que “el narcotráfico no espera; se adapta a la presión militar y a las rutas que se abren con la migración forzada. Esto significa que Panamá debe ser proactivo, porque el tapón de Darién puede convertirse en un punto crítico de tránsito de drogas y de violencia organizada”. Pino agrega: “El problema no es solo la presencia del Clan del Golfo. Las redes de tráfico se conectan con actores locales, y cualquier desestabilización en Colombia o Venezuela se refleja aquí casi de inmediato”. The New York Times también resalta la dimensión internacional del fenómeno: “La estrategia de Estados Unidos para golpear los carteles en Venezuela tiene repercusiones directas en países vecinos, que deben prepararse para un aumento de la violencia transfronteriza y la migración irregular”. Para los expertos, el mensaje es claro: Panamá debe equilibrar la vigilancia fronteriza con medidas preventivas en seguridad ciudadana, mientras observa de cerca cómo la geopolítica regional influye directamente en su territorio. En síntesis, Panamá enfrenta un riesgo creciente, marcado por la proximidad de actores armados, la expansión de rutas de narcotráfico y la sombra de intervenciones externas. Ofrenda floral en un área afectada por el atentado terrorista del jueves que, además de 20 muertos, también causó unos 80 heridos. EFE
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