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7A La Prensa Panamá, domingo 3 de agosto de 2025 Simpatizantes del expresidente de Bolivia Evo Morales participan en un evento con el exmandatario y delegaciones del Runasur el pasado sábado, en Ivirgarzama (Bolivia). Todo indica que la elección de Bolivia se definirá en un balotaje el 19 de octubre. EFE Cinco meses intensos y decisivos: elecciones de alto voltaje y diplomacia estratégica Daniel Zovatto ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] ANÁLISIS América Latina entra en un semestre decisivo, marcado por elecciones clave, cumbres estratégicas y tensiones geopolíticas crecientes. América Latina ingresó, el pasado 1 de agosto, en un periodo de cinco meses intenso y decisivo, caracterizado por la convergencia de tres grandes tendencias: un escenario internacional desafiante —marcado por una reconfiguración geopolítica y un resurgimiento del proteccionismo comercial encabezados por Trump—, una agenda electoral regional de alto voltaje, y una serie de cumbres diplomáticas que -de ser bien aprovechadas- podrían ayudarla a redefinir su posicionamiento global. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de publicar una leve revisión al alza de sus proyecciones de crecimiento para Latinoamérica en 2025, elevándolas del 2.0% al 2.2%. Sin embargo, el propio organismo advierte que aunque la región muestra cierta resiliencia, este repunte es limitado y se produce en un marco de fragilidad estructural persistente. En este tablero, será crucial monitorear la implementación y los efectos concretos de los nuevos aranceles anunciados por la Casa Blanca el pasado jueves 31 de julio (cuya fecha de entrada en vigor es el 7 de agosto), tanto sobre la economía regional en su conjunto como sobre los países más expuestos, entre ellos México (a quien se le ha concedido un nuevo plazo de prórroga de 90 días) y Brasil (penalizado con aranceles del 50% si bien con numerosas excepciones), dado el riesgo de impactos asimétricos en un escenario con capacidad de maniobra limitada y variable entre los países latinoamericanos. Un clima político crispado y polarizado América Latina enfrenta este segundo semestre con claros signos de fatiga o estancamiento democrático en varios países. Un segundo grupo profundiza los rasgos híbridos o autoritarios de sus regímenes, mientras que un tercer grupo, pese a las adversidades, mantiene una destacable resiliencia democrática. Más allá de estas diferencias, observamos ciertas tendencias preocupantes: elevada polarización, el descrédito de los partidos tradicionales, el debilitamiento de las instituciones republicanas, una corrupción sistémica, crecientes niveles de inseguridad, serias dificultades de gobernanza y una esfera digital contaminada por la desinformación, la manipulación y los discursos de odio, que degradan la deliberación pública. Lo que está en juego trasciende la simple elección de nuevos liderazgos: se trata de contener una deriva autoritaria que ya se manifiesta, en varios países, a través de populismos punitivos, lógicas de confrontación permanente y pulsiones iliberales. La región necesita con urgencia reconstruir puentes de diálogo, restaurar la confianza ciudadana en la política y las instituciones, y blindar las reglas del juego democrático, hoy gravemente erosionadas. Cuatro elecciones clave, un patrón por descifrar En este escenario regional complejo, volátil e incierto, cuatro elecciones de gran trascendencia concentrarán buena parte de la atención: •Bolivia celebrará elecciones generales el 17 de agosto en un contexto de polarización extrema, deterioro institucional y crisis económica. La exclusión de Evo Morales de la contienda —avalada judicialmente— y su llamado a votar nulo han fracturado al oficialismo, mientras la oposición también llega dividida. Según la última encuesta de Ciesmori, los opositores Samuel Doria Medina (21.5%) y Jorge “Tuto” Quiroga (19.6%) lideran la intención de voto, seguidos a distancia por el oficialista Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado. Todo indica que la elección se definirá en un balotaje el 19 de octubre, en un proceso con alta probabilidad de conflictividad poselectoral. La sombra del fraude y las narrativas de ilegitimidad ya empañan el ambiente electoral, reflejándose en que un 34% de los votantes afirma que sufragará en blanco, nulo o aún se mantiene indeciso. •Argentina (27 de octubre) vivirá unas legislativas de medio término que serán un referéndum sobre la gestión de Javier Milei. Si el presidente logra traducir sus recientes logros macroeconómicos —inflación en descenso, superávit fiscal y crecimiento económico— en respaldo electoral, podrá consolidar su proyecto de reformas estructurales de cara a la segunda parte de su mandato. Pero los márgenes son estrechos: los costos sociales de su ajuste pesan, y la percepción ciudadana sobre la economía real sigue siendo ambivalente. •Chile celebrará elecciones generales el 16 de noviembre en un escenario marcado por la polarización y la creciente fragmentación del sistema político. El oficialismo postula a Jeannette Jara, ex ministra de Trabajo y figura del Partido Comunista, mientras la derecha se divide entre la candidatura ultraconservadora de José Antonio Kast y la opción de centroderecha de Evelyn Matthei. Sin embargo, crecen las presiones para que Matthei decline su postulación si Kast consolida su ventaja en las encuestas. De persistir esta fragmentación, todo apunta a una segunda vuelta el 14 de diciembre. La elección se desarrolla en un contexto de fuerte demanda ciudadana por certezas, tras años marcados por las secuelas del fallido proceso constitucional, una creciente inseguridad y un crecimiento económico débil. •Honduras celebrará elecciones presidenciales el 28 de noviembre en un clima de creciente desconfianza ciudadana. Aunque la presidenta Xiomara Castro no puede optar a la reelección, estos comicios funcionarán como un referéndum sobre la continuidad de su proyecto político. La oposición ha denunciado falta de transparencia y teme un posible fraude, en un país marcado por el narcotráfico, la inseguridad crónicayladebilidadinstitucional. Las encuestas posicionan como principales contendientes a la oficialista Rixi Moncada (Partido Libre) y a los opositores Salvador Nasralla (Partido Liberal) y Nasry Asfura (Partido Nacional), en una competencia abierta y potencialmente conflictiva. Resumiendo: En todas las elecciones presidenciales arriba mencionadas persiste una pregunta clave: ¿continuará la dinámica del voto de castigo hacia los oficialismos, dominante en los últimos años —aunque parcialmente moderada en 2024—, o veremos la capacidad de los gobiernos actuales para proyectar continuidad a través de nuevas candidaturas o narrativas de renovación? En ninguno de los tres países los presidentes en funciones continuarán, lo que introduce un factor adicional de incertidumbre sobre la continuidad de sus proyectos políticos. Al mismo tiempo, resulta clave observar el inicio del desarrollo del escenario político en los países que celebrarán elecciones presidenciales en 2026 —Costa Rica, Perú, Colombia y Brasil—. En los cuatro, el ambiente electoral ya está en marcha de facto, con una creciente intensificación del debate público. En los próximos cinco meses, será fundamental observar de cerca cómo evolucionan estos procesos y qué impacto puede tener, en algunos casos como por ejemplo en Brasil y Colombia, la influencia del “factor Trump” tanto en la campaña como en los resultados electorales. Tres cumbres estratégicas: una diplomacia a prueba En paralelo a las elecciones, la región será anfitriona de tres cumbres clave que, bien aprovechadas, podrían marcar un punto de inflexión para el reposicionamiento internacional de América Latina. •La Cumbre CELAC– Unión Europea, que se celebrará en Colombia el 9 y 10 de noviembre, buscará revitalizar una relación birregional largamente postergada. La cita también podría ser determinante para destrabar la ratificación del Acuerdo Mercosur–UE, estancado desde hace más de dos décadas. Para Gustavo Petro, anfitrión del encuentro, la cumbre representa una oportunidad para proyectar liderazgo regional y estrechar lazos con Europa en medio de crecientes tensiones con Estados Unidos. •La COP30 en Belém do Pará (Brasil), del 6 al 17 de noviembre, será la primera conferencia climática de la ONU celebrada en plena Amazonía. Lula da Silva aspira a convertirla en la “COP de la acción”, reclamando mayor financiamiento climático para el Sur Global y compromisos reales para proteger los bosques tropicales. En un momento de emergencia ambiental global, Brasil se presenta como líder del Sur climático, pero necesita respaldo internacional para convertir su discurso en políticas concretas. • La V Cumbre de las Américas, organizada por la OEA y con el gobierno de la República Dominicana como anfitrión, tendrá lugar en la primera semana de diciembre y se desarrollará bajo la sombra del retorno de Donald Trump. Su participación —aún no confirmada— podría tensar las relaciones hemisféricas, especialmente con los gobiernos progresistas de la región. Pero también podría abrir una ventana de oportunidad para restablecer canales de diálogo y acordar una agenda común que incluya seguridad, migración, inversión y minerales críticos. ¿Irrelevancia o reposicionamiento? América Latina enfrenta un escenario global cada vez más competitivo y fragmentado, donde la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China redefine alianzas y mercados. En este contexto, la región no debe seguir actuando como un espacio periférico, sin estrategia común ni capacidad real de incidencia. Persistir en esa lógica aumentará su vulnerabilidad, tanto económica como geopolítica, y limitará su margen de maniobra ante decisiones tomadas por otros actores. El desafío central no es solo resistir presiones externas, sino construir una posición autónoma y proactiva. La región debe priorizar la construcción de consensos básicos que permitan coordinar posiciones frente a temas críticos en los cuales tiene ventaja competitiva. La mejora proyectada por el FMI es un dato positivo, pero no resuelve los problemas estructurales que frenan el desarrollo ni la tendencia al crecimiento mediocre. Sin políticas innovadoras de desarrollo productivo, sistemas fiscales progresivos, capacidad estatal y gobernanza efectiva y mecanismos de integración funcional, ese crecimiento será inestable y desigual y no permitirá a la región -como bien advierte la CEPAL- escapar de las tres trampas del desarrollo. Por todo ello, América Latina necesita actuar con rapidez y decisión. La inacción o la falta de posicionamiento estratégico dejarán a la región expuesta a dinámicas externas que no controla y cuyas reglas no define. En vez de ser un terreno de disputa entre potencias, debe posicionarse como un actor que ofrece soluciones concretas a los desafíos globales. Y para el logro de este objetivo no se requiere unanimidad ideológica, sino apertura para el diálogo y voluntad política para cooperar en torno a intereses compartidos. El tiempo para esa reconfiguración es limitado. Los próximos meses ofrecerán una ventana de oportunidad para avanzar en esta dirección, en el marco de procesos electorales clave y cumbres regionales e internacionales decisivas. Desaprovechar este momento aumentaría la irrelevancia estratégica. La alternativa es clara: construir una agenda común que refuerce la autonomía política de la región, o resignarse a seguir operando desde la dependencia y la fragmentación. El liderazgo regional tiene la palabra. El autor es director y editor de Radar LATAM 360 Panorama

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