8A La Prensa Panamá, martes 29 de julio de 2025 texto de esta historia. Por el contrario, centra su atención en revelar el lado humano del protagonista en el instante más dramático y crucial de su vida. Victoriano se convierte, así, en narrador autónomo de su historia, a través de la evocación de recuerdos y vivencias personales. De allí que, intencionalmente, toda la novela transcurre en un tiempo literario relativamente corto: apenas tres horas, desde su traslado a las Bóvedas hasta su posterior ejecución en la Plaza de Francia. Como autor, puedo decir que la génesis de esta novela se remonta a mi infancia, cuando tenía apenas diez años. Fue entonces cuando empecé a conocer —por boca de ancianos y vecinos del pueblo donde crecí— las historias sobre la figura legendaria de Victoriano Lorenzo. A menudo, en sus tertulias, evocaban con orgullo su valentía y coraje, recordando que vivió en estas tierras luchando por los ideales y derechos de su gente, allá por 1900, en los albores de la República de Panamá. En aquellos años, solía ir con mis amigos a la huerta de Modesto a atrapar chüíos. Una vez instaladas las jaulas de virulí, pro- ‘Náufragos del tiempo’: la novela sobre Victoriano Lorenzo Novela histórica Náufragos del tiempo obtuvo el primer lugar en el Concurso Municipal de Novela Carlos Francisco Changmarín, convocado y auspiciado por la Alcaldía de Panamá en 2023. Se trata de una obra que recrea las vivencias de Victoriano Lorenzo en una época clave: los albores de la República. En ese sentido, puede considerarse parte del legado literario que, sobre este personaje, construyeron el maestro Carlos Francisco Changmarín con su novela El guerrillero transparente y Ramón H. Jurado con Desertores. Sin embargo —como bien apuntaron los distinguidos miembros del jurado en su fallo— la característica más significativa y distintiva de Náufragos del tiempo radica en su estilo narrativo. La novela evita redundar en lo histórico o lo político, y no se agota en los hechos que conforman el conAhora, como escritor, y con la serenidad y madurez que otorgan los años, decidí cumplir el compromiso que siempre supe que tenía pendiente con el legendario guerrillero coclesano. Confío en que la publicación de esta novela histórica contribuya a reivindicar el nombre y la memoria de Victoriano Lorenzo, para beneficio de las futuras generaciones de panameños. A continuación, un breve extracto de Náufragos del tiempo: “Imperturbable, ya frente al pelotón de fusilamiento, el general Victoriano Lorenzo dejó fluir en su mente aquellos lejanos recuerdos. En especial, rememoró el día en que, siendo aún un niño, condujo con orgullo, por primera vez, la carreta de bueyes de su padre por el Paso Real de Matapalo, sobre el río Chico, en el camino que conduce de Natá a Capellanía. En aquella ocasión, le fue encomendada la importante tarea de ir hasta El Salado de Aguadulce en busca de diez sacos de sal”. EL AUTOR es pintor y escritor. Confío en que la publicación de esta novela histórica contribuya a reivindicar el nombre y la memoria de Victoriano Lorenzo, para beneficio de las futuras generaciones de panameños. Joaquín González J. vistas de trampas “boca de lagarto” en los sitios donde abreva el ganado, nos sentábamos a la sombra de algún frondoso árbol a comer ciruelas traqueadoras, guayabas o caimitos recién cosechados. Al poco tiempo, escuchábamos el accionar de las trampas. Tratando de revivir esos momentos, recuerdo que nos armábamos hasta los dientes con rifles y pistolas de palo, y desde nuestras memorables trincheras atacábamos por sorpresa a los Conservadores, con la firme intención de tomar posesión de aquel terreno que una vez se llamó el Sitio de Aguadulce. La imaginación nos transportaba, luchando al lado del guerrillero Victoriano Lorenzo, que peleó con valentía en estas tierras. Personajes de la ciudad Juan Ramón Vallarino L. ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] MEMORIA URBANA En la ciudad de Panamá del siglo XX florecieron personajes entrañables: Chaflán, el bufón callejero; Pelúa, figura ineludible en reuniones; Maní Campeón, afamado vendedor en los estadios; y tantos otros que dieron vida a las calles. En la mayoría de los pueblos hay personajes conocidos por todos los habitantes, que derivan su popularidad de características especiales. Son sujetos extrovertidos que circulan libremente y muchas veces se distinguen por su sentido del humor o por alguna habilidad peculiar. En las ciudades sucede algo similar, pero, debido a la mayor población, el personaje es conocido por un porcentaje menor de personas y, usualmente, en áreas específicas. En la ciudad de Panamá se dio este fenómeno, por eso escribo este artículo, dedicado a personajes de mediados del siglo pasado o principios de este siglo XXI. Chaflán El nombre de pila de Chaflan era Cándido Natalio Díaz. Vivía en El Chorrillo y conoció a Roberto “Mano de Piedra” Durán cuando este era un niño. Contaba Durán que la muchachada acostumbraba seguir a Chaflán para ver y escuchar sus morisquetas y locuras. La particularidad de Chaflán era ser una especie de bufón callejero que hacía gestos y movimientos graciosos para hacer reír a los demás. Incluso fue contratado por almacenes de la avenida Central como atractivo para atraer clientes potenciales (algo que vi con mis propios ojos allá por 1978). Cuando Durán se hizo famoso, siempre lo mantuvo en su entorno. Existen fotos de ambos en Nueva York, adonde Durán lo llevó como invitado. Pelúa Desde niño recuerdo a esta persona. Cuando acompañaba a mi abuela Sofía a la iglesia de Cristo Rey, siempre nos encontrábamos con Pelúa, que merodeaba en ese sector de Bella Vista. Se acercaba silenciosamente a las personas con las manos extendidas, pidiendo ayuda monetaria. No tenía reparos en interrumpir conversaciones, fiestas, reuniones o funerales. La mayoría de las personas lo toleraba; si alguien mostraba rechazo, Pelúa sencillamente se daba la vuelta y se iba a hablar con otros. Su fama fue tal que, cuando un evento reunía a mucha gente, se decía: “estaba hasta Pelúa”. Siempre tuve curiosidad por saber dónde vivía, dormía o comía. Quizás alguno de quienes leen este artículo lo sepa. Maní Campeón Era un vendedor de maní famoso en los juegos de béisbol del estadio Juan Demóstenes Arosemena. Mi tío, el Dr. Rubén Fábrega, nos llevaba a esos partidos, y pude presenciar cómo “Maní Campeón” vendía sus bolsitas lanzándoselas a los clientes, que debían atraparlas al vuelo. El pago se hacía pasando las monedas de mano en mano hasta llegar a él. Se llamaba Reinaldo Beckford Miller, colonense criado en El Marañón. Llevaba sus bolsas en una bandeja colgada al cuello, sobre la cual escribía frases jocosas. Cientos de personas lo recuerdan con cariño. Los carretilleros Por la casa de mi abuela Sofía, en Bella Vista, pasaban carretilleros pregonando el cambio de naranjas o mangos por botellas vacías. Las carretillas eran armatostes de madera con ruedas. Cumplían un papel esencial en el abastecimiento doméstico y se surtían en el Mercado Público. El profesor y periodista Edgardo Murgas Álvarez escribió que, de noche, estas carretillas se alquilaban como dormitorios rodantes por un peso la noche. También se usaban en mudanzas y, en casos extremos, como carros fúnebres. Recuerdo a un carretillero llamado Pata de Loro, famoso por criticar en voz alta a políticos, denunciar la pobreza que empujaba a muchas mujeres a la prostitución y condenar la violencia doméstica. Fue, en su modo, un defensor de los derechos de los oprimidos. Los carturcheros Se les llamaba “cartucheros” o “be bops”. Recorrieron barrios cargando pesados cartuchos con víveres y mercancías de los comisariatos de la Zona del Canal. No era un comercio barato, sino exclusivo: muchos productos no se conseguían en supermercados. Los cartucheros colocaban esos artículos codiciados en la parte superior de sus cartuchos para venderlos rápido. Vi cartucheros en La Exposición, Bella Vista y la Vía España hasta los años 1990. Los limpiabotas Había dos tipos: los de silla fija y los que recorrían calles y parques. Entre estos últimos, muchos eran niños que trabajaban, sobre todo, los sábados. Usaban cajitas de madera con cepillos, betunes Kiwi y trapos. En la Plaza Catedral conocí al célebre Panchito, el limpiabotas filósofo. Mientras lustraba zapatos reflexionaba sobre la vida. Algunos nos limpiábamos los zapatos solo para escucharlo. Afiladores de cuchillos Estos personajes, casi todos españoles, se anunciaban tocando una flauta característica. Viajaban en bicicleta con un esmeril. La mayoría era originaria de Orense, Galicia, donde este oficio tenía gran tradición. Hoy son solo un recuerdo. Reflexión final Los personajes de ciudad han ido desapareciendo. Las vivencias personales y tangibles han sido reemplazadas por la televisión, internet y las redes sociales. No es que hoy no existan personajes populares, pero el contacto con ellos es distante e impersonal. Aristóteles afirmó que el ser humano es sociable por naturaleza. Las formas de comunicación cambian, pero siempre habrá personajes que nos recuerden que la ciudad también se cuenta a través de sus figuras más singulares.
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