9A La Prensa Panamá, miércoles 23 de julio de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. para forzar la venta de los puertos de Balboa y Cristóbal, operados por CK Hutchison desde hace años. Argumentaron que, al estar en manos chinas, representaban un peligro para la seguridad del Canal. A través de uno de los secuaces del Desquiciado se armó una pantomima: un consorcio liderado por BlackRock como socio mayoritario y la naviera MSC adquiriría esos puertos en un paquete global. Pero no esperaban que China objetara la transacción, que hasta hoy sigue bloqueada. La voracidad del Desquiciado y sus secuaces —que también intentaron comprar Groenlandia, anexar Canadá y adquirir Gaza— quedó al descubierto, pero la “torta” de los puertos se les volteó. China vetó la transferencia de esos cuarenta y tantos puertos a BlackRock, a menos que Cosco participe en la operación. Si se concreta, los chinos mantendrían su cuota en Balboa y Cristóbal y aumentarían su dominio marítimo. Por ahora CK Hutchison sigue al mando. La intromisión en nuestra soberanía no se limita a eso. También presionan para que el tren Panamá–Paso Canoas pase a manos estadounidenses, bajo el argumento de contrarrestar la “influencia maligna china” en toda Centroamérica. Igual ocurre con la empresa que construye el túnel bajo el Canal: alegan que podría instalar mecanismos de espionaje. Y ni hablar del Memorándum de Entendimiento que permitió la creación de “estancias vacacionales” para albergar tropas estadounidenses con el pretexto de proteger el Canal de infiltraciones chinas y, de paso, proteger a Gringolandia de supuestas amenazas a su seguridad nacional. Regresando a la frase “Cosas veredes, Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Transparencia, resiliencia y soberanía tecnológica Encrucijada digital La semana del 14 al 20 de julio dejó tres hechos aparentemente inconexos, pero unidos por un mismo hilo conductor: la necesidad urgente de un Panamá más transparente, resiliente y tecnológicamente soberano. La salida del país de la lista negra de jurisdicciones de alto riesgo en materia de lavado de dinero, por parte de la Unión Europea, representa un alivio diplomático y financiero. El sismo de magnitud 6.1, registrado en el océano Pacífico a una profundidad de 10 kilómetros, nos recordó —sin víctimas que lamentar— cuán vulnerable sigue siendo nuestro amado istmo. Y el ejercicio militar conjunto entre Panamá y Estados Unidos para reforzar la seguridad del Canal se enmarca en un escenario geopolítico de crecientes tensiones, donde nuestra posición estratégica nos convierte en partícipes de un tablero en el que apenas somos espectadores. Estos tres hechos colocan al país en una encrucijada. La pregunta es inevitable: ¿estamos realmente preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI en materia de transparencia, infraestructura crítica y soberanía tecnológica? Salir de una lista negra no equivale a salir de la opacidad.Lasreformasadoptadasparasatisfacer exigencias externas deben traducirse en transformaciones reales dentro de nuestros sistemas de control financiero. No basta con promulgar leyes: es indispensable garantizar su cumplimiento efectivo. Panamá puede aspirar a convertirse en un referente regional en trazabilidad financiera mediante el uso de tecnologías emergentes. Herramientas como blockchain permitirían registrar operaciones de forma inviolable, mientras que la inteligencia artificial reforzaría los sistemas de monitoreo y detección de operaciones sospechosas. El obstáculo no es técnico, sino de voluntad institucional y de planes de Estado que trasciendan al gobierno de turno. El reciente movimiento telúrico puso en evidencia lo que muchos expertos en urbanismo y protección civil advierten desde hace años: nuestras ciudades, sobre todo fuera de la capital, carecen de sistemas robustos de monitoreo y respuesta ante desastres naturales. En un país con riesgos sísmicos, climáticos y logísticos, urge implementar soluciones tecnológicas como sensores inteligentes para evaluar estructuras, plataformas digitales para reportes ciudadanos en tiempo real y redes de alerta temprana con inteligencia artificial para identificar zonas de riesgo. La prevención no debe ser un eslogan: debe convertirse en datos, sistemas interconectados y decisiones basadas en evidencia científica. Los ejercicios militares orientados a proteger el Canal no son un gesto simbólico. En la actualidad, los conflictos no solo se libran con tropas, sino también con algoritmos. La ciberseguridad es hoy un pilar esencial de la defensa nacional. Infraestructuras críticas como el Canal, los puertos, la red eléctrica y las telecomunicaciones son vulnerables a ataques digitales. Ante la competencia creciente entre potencias como Estados Unidos y China, Panamá necesita una estrategia propia de defensa tecnológica. Esto requiere inversión en talentolocal,fortalecimientodecapacidadesestatales y una cultura de protección de datos y soberanía digital. Panamá puede convertirse en un modelo regional si asume esta encrucijada como una oportunidad, como un reto, tal como cuando tomó en sus manos la administración del Canal. La tecnología existe. El conocimiento también. Lo que falta es visión, coordinación y determinación. Modernizar no es solo digitalizar: es proteger a la ciudadanía, hacer más eficientes las instituciones, garantizar la transparencia y defender la soberanía. Estamos a tiempo. Pero el tiempo no espera. Los intocables Crimen organizado Era difícil asegurar pruebas sobre asesinatos, extorsiones o contrabando, pero la experiencia de Ness en investigar evasión fiscal permitió armar un expediente sólido que condenó a Capone a 11 años de prisión por fraude tributario y puso fin a su reinado de terror. Hoy encuentro una analogía entre el Chicago del siglo pasado y lo que vivimos en Panamá. El narcotráfico transfronterizo, que desde el sur abastece al mercado mundial, se ha convertido en un negocio exponencial para productores, distribuidores y traficantes. Nuestra posición geográfica y el intenso movimiento de contenedores en los puertos nos vuelven un cauce ideal para esa maldita droga. Incluso algunos gobiernos autoritarios vecinos, en contubernio con mafias, han optado por mirar hacia otro lado, pues estas exportaciones ilegales representan una fuente importante de divisas para equilibrar sus escasas reservas monetarias. Al igual que en la Ley Seca de 1920, esa cadena del mal inevitablemente corrompe a funcionarios, policías y jueces, e incluso financia campañas de políticos y líderes sindicales para debilitar los controles del Estado. Por fin, después de varias décadas, tenemos un presidente y un grupo de funcionarios públicos honestos, dispuestos a desafiar a esas narcopandillas, resistir sus amenazas, desarticular sindicatos corruptos, enfrentar ataques mediáticos y hacer cumplir la ley, pese a los lentos y tediosos procesos legales. Tristemente, el mundo parece andar en reversa. Nuestros verdaderos “intoRobertoAlfaro Estripeaut ‘Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras’ Soberanía Quiero hacer alusión a esta frase en este escrito para referirme a la soberanía de Panamá en su territorio, un tema que deja más dudas que respuestas. Desde que el Desquiciado inició su campaña para “recuperar” el Canal de Panamá y envió emisarios como “el pelao” para cumplir un capricho presidencial disfrazado de misión diplomática, el país no ha dejado de estar sometido a intensos e incesantes embates en una guerra geopolítica entre dos potencias, sostenida con una campaña basada en mentiras. La mejor prueba es que funcionarios de alto nivel expresan continuamente su respaldo a ese capricho presidencial. Todo empezó con la designación de China como una “influencia maligna” para Panamá y con la presión para que abandonáramos el convenio de la Ruta de la Seda. Desde entonces las presiones no han cesado. Cuando existía la Zona del Canal, Panamá tenía claro que era soberana en todo su territorio, menos en esa franja canalera. Hoy, sin esa demarcación, tenemos a los gringos entrometidos a lo largo y ancho del país diciéndonos qué podemos o no hacer; en otras palabras, somos soberanos solo en lo que ellos permiten. Un claro ejemplo fue la presión ejercida Sancho...”, llama la atención el descaro de “el pelao” en asuntos nacionales: anunció ejercicios militares conjuntos en nuestro territorio y el reemplazo de las torres y equipos de comunicación de Huawei por tecnología “con altos niveles de seguridad gringos”. Eso, en la práctica, les daría acceso a nuestras comunicaciones, como ocurrió con el equipo de escuchas instalado por los israelíes a petición de un expresidente. La reciente visita de “el pelao” a Panamá Oeste pareció una campaña electoral: se mezcló con el pueblo, tomó chicheme y —aunque no sabemos si “tiró besitos”— se reunió con el “chino malévolo” alcalde. En la escuela Pedro Sánches anunció que “en octubre próximo se iniciarán las conversaciones para revisar el Tratado de Promoción Comercial”, declaraciones que el propio Gobierno pareció desconocer. También impulsó el proyecto del embalse del río Indio y repartió mochilas con la bandera gringa estampada, para que los estudiantes se fueran mentalizando de la “benévola” intervención. Antes, las mochilas de la AID llevaban discretamente la leyenda “Donada por AID”, pero como el Desquiciado eliminó esa institución, le tocó a “el pelao” hacer de relacionista público. Estamos ante una política “maligna” del coloso del norte: la del garrote y la zanahoria. Ahora resulta que salimos de las listas grises gracias a Gringolandia, que movió su músculo para borrarnos de allí. Definitivamente: “Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”. Opinión EL AUTOR es máster en administración industrial y está certificado en IA generativa EL AUTOR es ciudadano. EL AUTOR fue embajador de Panamá ante la ONU. Gabriel J. Perea cables” ya no son los funcionarios decentes que auditan o investigan la corrupción e imponen el orden público. Hoy los “intocables” locales son pandilleros que incendian vehículos, roban y destruyen propiedades privadas; grupos indígenas que, bajo la excusa de defender sus derechos, bloquean por meses el libre tránsito, cobran peajes, talan árboles y destruyen vías públicas; políticos que se dicen perseguidos mientras roban y evaden la justicia; maestros que han condenado al sistema educativo y a la juventud al fracaso; y mal llamados líderes sindicales que dejaron sin empleo a miles de trabajadores. Ante esta triste dicotomía moral, patrocinada incluso por legisladores, defensores del pueblo, religiosos, educadores y juristas —quienes han jurado cumplir con la Constitución y con las leyes de Dios y la República—, crecen las dudas entre los buenos ciudadanos sobre hacia qué lado debe inclinarse la balanza de la justicia. Las leyes no siempre son claras ni justas, pero cuando se aplican debe prevalecer el bienestar de la mayoría silenciosa, inocente y trabajadora, por encima de una minoría escandalosa, corrupta y dañina. Ojalá que nuestro “Eliot Ness” y su equipo mantengan la perseverancia del de Chicago y que, en los próximos cuatro años, podamos sacudirnos, aunque sea temporalmente, la anarquía que promueven y financian las fuerzas del mal. Hace más de cien años, durante la llamada Ley Seca en los Estados Unidos, promulgada para frenar el alto consumo de alcohol y reducir la violencia doméstica, apareció un desconocido agente federal del Tesoro que encabezó una campaña contra el crimen organizado en Chicago. Eliot Ness formó un pequeño grupo, conocido como los “Untouchables”, que asumió la difícil tarea de desmantelar una creciente red de producción, distribución y venta de bebidas alcohólicas controlada por el mafioso Al Capone. Aquella prohibición, lejos de reducir el consumo, le ofreció a las pandillas locales formidables fuentes de negocio: contrabando transfronterizo, lujosos bares clandestinos (speakeasies), prostitución y, lo peor, una corrupción que penetró todos los niveles de la política; jueces y policías pasaron a servir al capo. A Capone no le preocupaba mucho aquel grupo de alguaciles inexpertos reclutados por Ness, confiaba más en sus suculentas coimas y en sus amenazas de muerte. Sin embargo, los agentes federales fueron allanando poco a poco las operaciones ilegales y obteniendo valiosa información contable. Jorge Obediente
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