6A La Prensa Panamá, sábado 12 de julio de 2025 Ciudad de Panamá en la década de 1970. A la derecha, el Centro de Convenciones Atlántico-Pacífico (Atlapa). Cortesía Crónica de una ciudad que aún vive en la memoria Juan Ramón Vallarino L. ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] Juan Ramón Vallarino evoca sus caminatas escolares desde el Colegio Javier hasta el Seguro Social de Calle 17, en la década de 1950. Cuando asistía al Colegio Javier, en el Casco Viejo, mi madre, Aura, me pidió en varias ocasiones que le hiciera un mandado en el Seguro Social de Calle 17. Después de clases, me iba caminando desde el colegio hasta el Seguro Social, por la Avenida B y la Avenida Central. Estas caminatas eran muy interesantes para mí, porque satisfacían mi curiosidad al ver los establecimientos comerciales y oficinas públicas del área de San Felipe y Santa Ana. Mi madre me daba dinero para almorzar, así que, justo antes del Seguro Social de Calle 17, había un restaurante tipo “parao” al que acudía todo tipo de clientes. Lo que ibas a pedir se anunciaba en voz alta a quienes te atendían, de la siguiente forma: “Diez centavos de arroz, diez centavos de lenteja, una cuara de carne”, y así por el estilo. Tengo que decir que el lugar era muy popular y me sirvió para conocer mejor las costumbres y forma de hablar de las personas que lo frecuentaban. Después que cumplía con mi mandado, regresaba a la Avenida Central y caminaba hasta la Plaza 5 de Mayo. Aprovecho para relatar mi trayectoria: Parto del Pepsi Cola, a un costado de la Plaza 5 de Mayo. Mirando hacia Calidonia, puedo ver la Casa Muller y los edificios del Cruce. Camino hacia la plaza y paso por Angelini, donde venden licor. Los Angelini son corsos, una de las familias de esa isla que migraron a Panamá. Al lado de Angelini está el cabaret Happyland, que se hizo famoso durante la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo que, en 1958, unos amigos se graduaron del Colegio La Salle, y después de la graduación nos acercamos al cabaret para ver si nos dejaban entrar. Tuvimos suerte y nos dejaron pasar. Nos divertimos mucho y uno del grupo salió a bailar con una de las coristas. Lo hizo tan bien que le dijeron que pasara al día siguiente para firmar un contrato. Más adelante encuentro la elegante joyería Fastlich, que es la más exclusiva de la ciudad. Cruzando la Avenida Central está el Chase Manhattan Bank, que, junto con el First National Bank, fue uno de los primeros bancos internacionales en establecerse en Panamá. Este banco tiene su casa matriz en Nueva York y su mayor accionista es la familia Rockefeller. Al lado del banco está el Hotel Internacional, el mejor de la ciudad, que linda con la Avenida B. Volviendo a la Central está la tienda Félix B. Maduro y, unos pasos más adelante, la Mueblería Europea, una de las mayores de la ciudad. También veo la joyería Emilio, propiedad de don Emilio Viggiano. Más adelante, la tienda Army & Navy, donde se pueden encontrar uniformes del ejército de Estados Unidos y otros artículos militares. Allí compré lo que necesitaba para entrar al grupo de los Boy Scouts. Cruzando la Central está la Calle K, donde operan varias cantinas. En la esquina de la Calle K está el restaurante y cantina Hancock. Después viene el Cine Central, que tenía dos entradas: una por la Avenida Central y otra por la Calle Estudiante. Al lado del cine está la joyería Hawaii y, en la esquina con Calle J, una cantina cuyo nombre no recuerdo. La Calle J va desde la Avenida 4 de Julio hasta la Avenida B. En la esquina de Calle J y Central está un edificio donde operó, años atrás, la Sociedad Española de Beneficencia. Más allá queda un comercio donde venden manteles y alfombras, al igual que la tienda Salomón, propiedad de Salomón Bhiku, la mayor importadora de artículos de la India. Inmediatamente después está la Caja de Ahorros y, cruzando la calle, el Banco Nacional, que opera en un edificio emblemático. Más adelante, las oficinas de la Compañía Panameña de Fuerza y Luz, que brinda servicios de teléfono y energía eléctrica. Cruzando la Avenida Central está la Kodak, donde revelan fotos y venden equipo fotográfico. Más adelante, el Teatro Cecilia y, justo después, la tienda La Innovación, propiedad de la familia Monzó. A un costado estaba el Café Lupita, de la señora Lupita de Koroneos, donde se podía tomar una chicha o un refresco después de salir de la doble tanda en el Cecilia. Continuando hacia Santa Ana, está el Bazar Imperial, propiedad de Jorge Pacífico Adames. Más adelante, me encuentro con el edificio La Pollera, del cual se dice que, a principios del siglo pasado, era el más alto de la ciudad. Allí opera la compañía Dabah. En la acera opuesta está el Corte Inglés, donde se venden vestidos de hombre. Continúo caminando y llego a la panadería La Tahona, de propiedad de los descendientes del asturiano Gervasio García, que tuvo éxito como empresario en la ciudad de Panamá y también era dueño de La Postal. En esta panadería me deleité con los mejores merengues y pan campesino que he comido. Más adelante está Mauricio Deportes, donde puedes comprar bates, manillas y gorras de béisbol marca Spalding, que son las mejores. Si vas a participar en un equipo de béisbol, aquí puedes comprar las camisetas o mandarlas a hacer con el nombre y logo de tu equipo. Enseguida llegamos al histórico parque de Santa Ana, con la iglesia del mismo nombre. En una esquina del parque está ubicado un quiosco donde venden periódicos, galletas María, gladiolas y mafás, además de refrescos fríos. Enfrente está el Café Coca Cola, donde los parroquianos degustan un café mientras conversan sobre política y el último bochinche. Casi todos son varones. Se ven pocas mujeres en ese café. Desde la Plaza de Santa Ana veo el Cine El Dorado, de la familia Calvo. En esa área era difícil encontrar estacionamiento y había que parquearse a un costado del Teatro Variedades y regresar al cine cruzando la plaza. Los limpiabotas pululaban por la plaza, y a veces había que evitarlos. También frente a la Plaza de Santa Ana estaba el elegante Bazar Francés, donde se podía comprar casi cualquier cosa. La parte de atrás de esta tienda daba a la bajada de Salsipuedes, donde se podía encontrar estacionamiento y bajar tranquilamente con las compras. El Bazar Francés era de la familia Heurtematte y se caracterizaba por ser una tienda exclusiva, con dependientes muy atentos. Frente a la Plaza de Santa Ana también estaba el almacén Bestfit, propiedad del señor Miranda, donde vendían vestidos y ropa formal de hombre. Si no encontrabas algo en Bestfit, podías caminar hasta el Corte Inglés o hasta el Bazar Americano, de la familia Eisenmann. Y, como último recurso, podías ir a La Mascota/Samuel Friedman, en la Avenida 4 de Julio. Más adelante está el Cine Amador (propiedad de la familia Amador); en el edificio contiguo está el Club Nacional, un centro de juegos de billar y carambola. Café Coca Cola, en Santa Ana. Archivo Edificio donde operaba el Chase Manhttan Bank. Archivo Edificio en el que funcionaba el First National Bank. Archivo Panorama
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