12A La Prensa Panamá, martes 1 de julio de 2025 cumple su vaticinio: que la vida humana puede y debe extenderse hasta los mil años. Uno de los científicos citados por Kurzweil afirmó que ya nació el niño que llegará a vivir un milenio. Kurzweil despeja la preocupación: ¿qué haríamos con tantos años sin aburrirnos? El desarrollo del mundo virtual será tal que, en conjunto con nuestro cerebro potenciado con un chip de Ia, y sin desgastarnos trabajando para subsistir, cada persona podrá desarrollar al máximo el potencial que lleva en sus genes: artistas, músicos, escritores, pintores, atletas, científicos, investigadores capaces de seguir perfeccionando lo logrado. Viviremos dichosos a lo largo de siglos por el solo hecho de vivir sanos e iguales. Subrayé algunas líneas de Kurzweil. No siempre fue fácil seguirlo, sobre todo a medida que avanzaba, pero aprendemos el significado de palabras desconocidas al entender el concepto general. El cerebro es el tema de los primeros capítulos: qué espacio ocupa y por qué no ha crecido en volumen durante la evolución. La respuesta es que no podemos tener el “cabezón” que quisiéramos, con más masa cerebral, porque no podría pasar por el conducto vaginal al nacer. La compensación llegará a través de un invento del modesto cerebro que tenemos: la Ia, que incrementará millones de veces su capacidad y cuyo desarrollo ocurrirá plenamente en las próximas décadas. Esta frase sacude: “El cerebro toma información del mundo exterior y la manipula vía redes increíblemente complejas. Los científicos han identificado recientemente redes en el cerebro que existen hasta en once dimensiones”. Y dijo Kurzweil: “Hago énfasis en la naturaleza exponencial de este progreso”, como la ley de retornos acelerados, donde sugiere que en las próximas décadas presenciaremos avances tecnológicos que antes tomaban siglos. “No experimenHablemos de salud mental y crisis social Bienestar emocional Cuando escuchamos “salud mental”, pueden venirnos varias ideas a la mente sobre su significado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), salud mental es “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente, y contribuir a la mejora de su comunidad”. Tomando en cuenta que la covid-19 dio un duro golpe a la salud mental mundial como consecuencia del aislamiento social, esta definición nos lleva a preguntarnos: ¿lo que está sucediendo en nuestro país puede afectar nuestra salud física y mental? Como seres humanos, dependemos de lo que sucede en nuestro entorno, pues somos seres biopsicosociales. Debemos considerar cómo nos encontramos a nivel biológico, psicológico y social para entender las razones por las que actuamos y sentimos. No somos seres aislados, aunque a veces haya situaciones que nos hagan sentirlo. Estamos al tanto de las situaciones que hemos vivido como resultado de manifestaciones, protestas y, recientemente, de lo que se está viviendo en nuestra hermana provincia de Bocas del Toro, donde niños, jóvenes, adultos y personas mayores enfrentan una crisis en su vida diaria. Cuando nuestro cerebro percibe señales de peligro, enseguida se activa nuestro sistema de alerta —la amígdala— para protegernos y tratar de mantenernos a salvo por instinto. No obstante, esto no nos exime de sentir preocupación, tensión, ansiedad, estrés, tristeza y miedo, más aún cuando uno de nuestros principales derechos humanos se ve afectado: nuestra salud mental. No hay salud sin salud mental. La crisis social que estamos experimentando, además de las muchas consecuencias que se muestran en las noticias, también puede provocar un incremento en los diagnósticos de trastornos mentales o condiciones que afecten el presente y el futurodehombres,mujeresyniños.Aestosesuma el impacto de la interrupción de clases en la salud emocional de la niñez y la juventud. En la vida cotidiana no se nos enseñan herramientas para construir resiliencia, que nos permita avanzar con fortaleza. Las situaciones que incluyen conflictos políticos, guerras y violencia afectan el desarrollo cognitivo, la toma de decisiones y, en general, la capacidad de concentración de las personas, debido a la inestabilidad social que genera desconfianza y resentimiento, especialmente hacia los dirigentes políticos, cuya principal función, en teoría, es velar por el avance de la nación y garantizar la seguridad y el bienestar de la ciudadanía. En Panamá, cada 22 de junio se conmemora el Día del Psicólogo. Ante los actuales retos en salud mental, el llamado a la acción es claro: 1. Si usted está experimentando emociones y pensamientosabrumadoresporlacrisisquevivimos, busque ayuda. Exprese lo que está sintiendo; hágalo por usted y para usted. Los profesionales de la salud mental pueden guiarle hacia un escenario donde el autocuidado sea la prioridad. Hay situaciones que escapan de nuestras manos, pero hay otras sobre las que sí podemos actuar y convertirnos en agentes de cambio, sobretodoenelPanamáactual,quenecesitaciudadanos comprometidos con la defensa de la institucionalidad democrática, tan arduamente construida. Para ello, es necesario encontrarnos en un estado psicológico funcional, que nos permita analizar y actuar con criterio, no solo poremoción. 2. Psicólogos de este país: en medio del caos, recordemos nuestros principios éticos y aprovechemos los recursos que nos brinda nuestra formación para servir a una comunidad que nos necesita. Aportemos valor y sembremos una semilla diferente que pueda orientar tanto a gobernantes como a gobernados en la toma de decisiones. Se requiere una rehabilitación social y un trabajo interdisciplinario para ofrecer soluciones a estos conflictos y a sus consecuencias. Panamá no necesita más personas con conductas antisociales. Mientras no entendamos queelbienestaremocionaldelpuebloestanimportante como su estabilidad financiera, seguiremos repitiendo un ciclo de sufrimiento y caos personal. La salud mental no es un lujo: es una urgencia.Nodebemosnormalizarelvivir—o sobrevivir— al borde del colapso. Salud privada en jaque: un sistema en busca de equilibrio Enfermedades crónicas bién ejercen una presión financiera significativa sobre el sistema asegurador. Otro factor crítico es el descontrol en los costos médicos locales. Comparado con países como Colombia o España, en Panamá los honorarios médicos, hospitalarios y los medicamentos pueden costar el doble o el triple. Esta situación incide directamente en el alza de las primas. También preocupa la opacidad en torno a los llamados “costos URA” (Usuales, Razonables y Acostumbrados), definidos por cada aseguradora de forma unilateral, sin acceso público ni transparencia. El resultado es una creciente sensación de impotencia: muchos asegurados no pueden cambiar de compañía por sus condiciones médicas previas, pero tampoco pueden seguir pagando primas que aumentan entre 15% y 20% anual. Así se produce una “espiral de la muerte”: los asegurados sanos abandonan la póliza buscando mejores precios, mientras los más enfermos se quedan, elevando la siniestralidad y debilitando la viabilidad del plan. ¿Qué hacer? Como asesores, tenemos la responsabilidad de promover un uso más consciente del seguro. Este no debe verse como un “todo incluido” para gastos menores, sino como una herramienta de protección ante eventos médicos significativos. Es clave fomentar el uso de redes médicas, solicitar segundas opiniones, presupuestos previos, telemedicina y, sobre todo, una gestión responsable del beneficio contratado. Las aseguradoras, por su parte, deben revisar y unificar sus modelos de ajuste por edad e inflación, así como implementar herramientas más efectivas de contención de costos. Aunque el mercado se rige por oferta y demanda, la falta de verdadera portabilidad —por causa de las preexistencias— genera riesgos de abuso y exclusión. El regulador puede jugar un rol clave al considerar medidas como: • Exigir justificación actuarial ampliada para aumentos que superen ciertos umbrales (ej. 15%); • Establecer mecanismos de portabiliGabriel de Obarrio El futuro Inteligencia artificial Mi artículo comentando el libro de Ray Kurzweil sobre la singularidad, la inteligencia artificial y el futuro parece que gustó. Terminadas las 421 páginas, donde me maravilló su minucioso y profundo conocimiento del cuerpo humano, y su no menor dominio científico de la tecnología avanzada que creó la inteligencia artificial, trataré de compartir algunas de sus predicciones. Kurzweil ya ha probado que, décadas después de previstos, los panoramas que describe tienden a cumplirse. Kurzweil está en la junta directiva de la Armada norteamericana, por mencionar una de muchas otras, igual de importantes, que solicitan su orientación, al igual que las empresas dedicadas a esta tecnología. En The Singularity Is Nearer brinda un adelanto de los cambios cósmicos y beneficios exponenciales que la Ia traerá para la humanidad en poco tiempo. Destaca los grandiosos beneficios para mejorar y prolongar las vidas humanas, logros que, sin la Ia, tomarían siglos en lugar de pocas décadas. Tras ponerme al día con Kurzweil, dejé el espíritu fatalista de la persona mayor para desear quedarme a ver los comienzos de esos saltos inimaginables que regalará la tecnología con la Ia: un mundo sin pobreza, sin enfermedades, sin vejez debilitante, libre de violencia gracias a la satisfacción general. Y seguro nos enteraremos en esta misma década de cómo se taremos cien años de progreso en el siglo XXI; serán más bien 20,000 años al ritmo actual”. Nos dice que veremos mejoras no solo en el mundo digital, sino en casi todos los aspectos de la vida. A medida que esta década progresa, herramientas impulsadas por Ia alcanzarán niveles sorprendentes en diagnósticos médicos. El campo de la medicina en imágenes será uno de los primeros en beneficiarse. Quizás la Ia será capaz de identificar factores de riesgo ocultos en órganos aparentemente saludables, permitiendo aplicar medidas que salven vidas antes de que surja el daño. Durante años los robots han ayudado a los doctores, pero ahora están demostrando la habilidad de ejecutar cirugías sin participación humana. En las décadas de 2040 y 2050, reconstruiremos nuestro cuerpo y cerebro para avanzar mucho más allá de lo que nuestra biología es capaz de lograr. A medida que la nanotecnología despegue, podremos optimizarnos a voluntad, correr más rápido y lejos, nadar y sumergirnos sin respirar hasta cuatro horas, e incluso dotarnos de alas funcionales. Pensaremos millones de veces más rápido. Pero más importante aún: no dependeremos de la supervivencia de nuestros cuerpos físicos para que nuestra identidad continúe, pues mucho antes nos habremos copiado y guardado en reserva para un futuro tecnohumano. Kurzweil dedica muchas páginas a alertar sobre los serios peligros que puede conllevar la proliferación de la Ia, pero también indica cómo —citando a muchos científicos de este campo— pueden prevenirse. ¿Cómo no sorprendernos y entusiasmarnos deseando, al menos, vislumbrar nuestro futuro? LA AUTORA es egresada del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2022. LA AUTORA es escritora. EL AUTOR es especialista en riesgos y seguros. Mayelis Concepción dad limitados entre compañías, bajo reglas claras; • Crear un sistema nacional de tarifas médicas de referencia; • Garantizar el acceso público, claro y comprensible a los URA de cada aseguradora. Además, el ecosistema de salud debe modernizarse. En mercados avanzados, los actores —aseguradoras, médicos, hospitales, laboratorios y farmacias— están interconectados mediante plataformas digitales seguras. Esto permite autorizaciones automáticas, agiliza procesos, reduce costos y mejora la experiencia del paciente. La inteligencia artificial (IA), la robótica y la bioelectrónica están elevando los niveles de eficiencia en la atención médica y pueden tener un rol transformador en este modelo. Y lo más importante: la salud preventiva Panamá presenta indicadores preocupantes —dieta deficiente, sedentarismo, obesidad y alto consumo de azúcar y alcohol— que incrementan el riesgo de enfermedades evitables. Es urgente fomentar políticas públicas de prevención sostenida, desde las escuelas hasta los hogares. El enfoque preventivo y terapéutico con programas que priorizan la alimentación, la reducción del estrés y la actividad física es conocido como la especialidad médica del estilo de vida. La mejor medicina es evitar enfermarse… y también la más económica. Conclusión La salud privada en Panamá está en jaque. Pero aún hay tiempo para equilibrar el sistema y hacerlo más inclusivo, sostenible y transparente. Esto requiere corresponsabilidad: del asegurado, del médico, del hospital, de la aseguradora, del regulador, del Estado y de todos los actores del ecosistema de salud. Solo así lograremos que el derecho a una buena salud no sea un lujo, sino un verdadero bien común. En Panamá, a pesar de que menos del 10% de la población cuenta con un seguro médico privado, el ramo de salud representa el mayor volumen en primas dentro del sector asegurador. Según cifras oficiales, este segmento genera cerca de $465 millones en primas anuales, de los cuales más de $325 millones se destinan al pago de siniestros. Esto significa que alrededor del 70% de las primas se utiliza para cubrir reclamos, sin contar costos operativos, administrativos y de reaseguro, lo que deja márgenes cada vez más estrechos para las aseguradoras. La paradoja es clara: aunque el sistema privado cubre a una minoría, resulta vital para descongestionar la infraestructura pública y garantizar el acceso oportuno a atención médica especializada. Sin embargo, este modelo está bajo presión. Las primas suben cada año, las coberturas se restringen, y muchos —en especial adultos mayores o personas con enfermedades preexistentes— sienten que están siendo excluidos del sistema. ¿Por qué tanta inflación médica? La evidencia apunta a un aumento sostenido en la frecuencia de enfermedades crónicas como el cáncer (neoplasias), enfermedades infecciosas y parasitarias, diabetes, problemas cardiovasculares y trastornos mentales, entre otras. A esto se suma el hecho de que vivimos más años, pero también requerimos tratamientos más prolongados, complejos y costosos. En otras palabras, los eventos de salud ocurren con mayor frecuencia, severidad y duración. Además, muchas enfermedades que antes eran letales hoy son tratables, aunque a un precio elevado. Las terapias avanzadas y los medicamentos de última generación brindan esperanza, pero tamBeatriz Valdés
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