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prensa2025_06_30

10A La Prensa Panamá, lunes 30 de junio de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. pagamos y seguimos. El impuesto se normaliza y se vuelve invisible. Pero la invisibilidad del impuesto no lo hace menos dañino. Al contrario, lo vuelve más peligroso. Porque si no se ve, no se discute. Y si no se discute, no se cuestiona. La ciudadanía entra en una especie de ignorancia tributaria, en la que la extracción ‡scal deja de percibirse como lo que es: una sustracción obligatoria de recursos por parte del Estado. Esto no es nuevo. Desde hace décadas, teóricos del liberalismo —como Frédéric Bastiat, Friedrich Hayek o Murray Rothbard— han advertido cómo los Estados tienden a ocultar el verdadero costo de su acción política, ya sea a través de la deuda, la in§ación o los impuestos disfrazados. La nueva modalidad es más efectiva: hacer que el ciudadano olvide que paga. A mediano plazo, esta técnica tiene consecuencias que vale la pena señalar: 1. Se desvincula el precio del producto de su valor real en el mercado, porque el consumidor ya no distingue entre lo que va al productor y lo que se lleva el Estado. 2. Se neutraliza el incentivo a exigir e‡- ciencia estatal, porque el pago del impuesto se ha vuelto automático, desaperLas colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. La política personalista erosiona la democracia Culto del ídolo En Panamá, cada cinco años asistimos a una contienda electoral que, en teoría, debería renovar las esperanzas del país. Elegimos un nuevo presidente, depositando en su ‡- gura todas nuestras aspiraciones, frustraciones y sueños de cambio. Sin embargo, la realidad es menos idealista: el sistema político panameño se ha vuelto rehén del personalismo, del culto al individuo, y eso está debilitando los pilares de nuestra democracia. La política personalista, esa que gira en torno a nombres propios en lugar de ideas estructuradas, es peligrosa porque impide construir un proyecto de país con visión a largo plazo. Cada administración, en vez de ser un componente de un proceso continuo de desarrollo coherente, actúa como si el país comenzara y terminara con su mandato. Así, las promesas de campaña se transforman en soluciones temporales, y la plani‡cación estatal se convierte en improvisación. Esto explica por qué Panamá continúa arrastrando problemas estructurales sin resolver: una Caja del Seguro Social en crisis, carreteras inconclusas, hospitales fantasmas y una economía sostenida arti‡cialmente a fuerza de deuda pública. Los presidentes, al no responder a una plataforma ideológica clara y respaldada por un partido fuerte y coherente, toman decisiones orientadas a maximizar su capital político inmediato, sin considerar las consecuencias a mediano o largo plazo. La culpa no recae únicamente en los líderes, sino también en un sistema electoral y multipartidario que fragmenta el voto y di‡culta construir consensos estables. Un candidato puede ganar la presidencia con apenas un tercio del voto popular, lo cual socava su legitimidad desde el primer día. Pero lo más preocupante es que el debate político rara vez se centra en modelos de desarrollo, principios económicos o agendas sociales consistentes. Se trata, más bien, de quién “conecta” mejor, quién “habla bonito”, quién promete más rápido. Esta lógica de ídolos y promesas desgasta la institucionalidad. La falta de continuidad en las políticas públicas y la improvisación constante nos condenan a empezar de cero cada quinquenio. En lugar de una república sólida, parecemos una empresa sin plan estratégico, dirigida por un gerente distinto cada vez, cada uno con su propio manual de ocurrencias. Si queremos un Panamá más justo, competitivo y preparado para el futuro, debemos superar esta etapa de personalismos y construir una cultura política basada en propuestas ideológicas claras, partidos responsables y ciudadanía crítica. No se trata de votar por quien prometa más, sino por quien represente un proyecto colectivo coherente, medible y sostenible. Porque un país no se levanta sobre la ‡gura de un solo hombre, sino sobre la fuerza de sus instituciones y la madurez de su gente. El mundo va en reversa Desconfianza ejércitos del norte al sur. Luego lo haría el imperio español tras el descubrimiento del Istmo por Cristóbal Colón y por Vasco Núñez de Balboa, descubridor del mar del Sur. En 1527, el gobernador Pedro Ríos construyó el Camino Real de Cruces, que permitió el primer transbordo terrestre hacia Europa de la riqueza en oro y plata extraída del Nuevo Mundo. Superada la independencia de España en 1821, el Istmo optó por unirse voluntariamente al sueño del general Bolívar, quien junto a Venezuela, Colombia y Ecuador formaba la República de la Gran Colombia, con su capital en Santafé de Bogotá. Tras la muerte del Libertador en 1830, sin haberse consolidado dicha unión, el Istmo quedó bajo la Confederación Granadina. Durante la ‡ebre del oro de California, en 1855, el empresario William Aspinwall negoció con Colombia la construcción del primer ferrocarril transoceánico del mundo, que conectaba las costas este y oeste de Estados Unidos por vía del Istmo. En 1880, los franceses —liderados por Ferdinand de Lesseps— fracasaron en la construcción de un canal interoceánico. No fue hasta 1903, tras la quiebra de la Compañía Francesa del Canal, que Philippe Bunau-Varilla, uno de sus últimos funcionarios, negoció el tratado Hay–Bunau-Varilla a espaldas de los representantes panameños, bajo la promesa del secretario de Estado John Hay de apoyar la independencia de Panamá. Pasaron 74 años hasta que el presidente Jimmy Carter y el general Torrijos ‡rmaron el acuerdo que devolvería a los panameños, a partir de enero del año 2000, la plena soberanía sobre la franja canalera y la operación del Canal. Aunque el tratado Hay–Bunau-Varilla fue negociado en secreto y sin la presencia de autoridades panameñas, fue respetado por ambas partes durante sus 97 años de vigencia. En cambio, el tratado Torrijos–Carter fue producto de una larga negociación, durante cuatro administraciones estadounidenses (dos demócratas: Johnson y Carter, y dos republicanas: Nixon y Ford). Días antes de su rati‡cación, el Senado estadounidense incluyó un anexo conocido como el “Tratado de Neutralidad”, de vigencia perpetua. Cumplidos ya 25 años de una exitosa administración, operación y ampliación del Canal por parte de Panamá, fuimos Roberto Alfaro Estripeaut El impuesto que no se ve, pero igual te roba Carga tributaria En Panamá, la reciente Ley 473 obliga a los comercios a mostrar los precios ‡nales de sus productos y servicios, es decir, con impuestos incluidos. A primera vista, esto parece una medida a favor del consumidor. Ahora sabremos cuánto vamos a pagar desde el principio. Pero debajo de esa apariencia de transparencia se esconde un fenómeno más profundo y preocupante: la desaparición de la conciencia ‡scal del ciudadano. Lo que esta medida realmente logra es camu§ar el impuesto dentro del precio, borrando del lenguaje cotidiano y de la percepción social el acto de tributar. Ya no preguntaremos “¿esto incluye el ITBMS?”, ni nos sorprenderemos por el recargo al ‡nal de la cuenta. Simplemente cibido y “normal”. 3. Se debilita el sentido de propiedad, porque el ciudadano ya no tiene claro cuánto de lo que produce o consume está siendo realmente expropiado. Resulta irónico que el mismo Estado — responsable directo de la in§ación normativa y tributaria— ahora intente “protegernos” con leyes que maquillan su propia intervención. En lugar de bajar los impuestos, los esconde. En vez de dejar más recursos en manos del ciudadano, reduce su capacidad al recortarle de manera silenciosa. Y lo más preocupante: cuando el impuesto ya no se siente, es más fácil aumentarlo. Una sociedad que olvida cuánto paga en impuestos es una sociedad cegada ante el saqueo institucional. El lenguaje crea realidad: cuando dejamos de nombrar el impuesto en nuestras transacciones diarias, perdemos también la noción de su existencia. En tiempos donde lo prioritario parece ser que el Estado recaude e‡cientemente —y no que el ciudadano prospere—, ocultar los impuestos en el precio ‡nal es un paso más hacia la reducción de la libertad individual. El ciudadano informado no pide que le maquillen el precio. Pide que lo dejen elegir, producir y consumir en libertad. Opinión EL AUTOR es internacionalista. EL AUTOR es amigo de la Fundación Libertad. EL AUTOR es exministro y exembajador en Washington. Germán Arrocha Boyd sorprendidos por el presidente de los Estados Unidos, quien en su primer discurso ante el Congreso (“State of the Union”) lanzó un ultimátum contra su más ‡el aliado del continente, amenazando con recuperar por la fuerza militar la vía interoceánica y quebrantando así el propio Tratado de Neutralidad. Lo más alarmante fue que dicha amenaza recibió la ovación mayoritaria del Congreso. A temprana edad viví la incertidumbre que dejó la Segunda Guerra Mundial, cuando el fanatismo, el fascismo y el nazismo desataron la más cruel confrontación sin importar la pérdida de millones de vidas, violando derechos humanos, libertades civiles y la soberanía de los Estados. Tras esa tragedia, un grupo de juristas internacionales, con el apoyo de Eleanor Roosevelt, elaboró la Declaración Universal de los Derechos Humanos, presentada ante la Asamblea fundacional de las Naciones Unidas por el abogado panameño Ricardo J. Alfaro, mi pariente y delegado de Panamá. Ese organismo, la ONU, devolvió la esperanza al mundo con la promesa de resolver las diferencias por vía multilateral. Sin embargo, apenas 80 años después, pareciera que estamos regresando peligrosamente a los mismos fanatismos y unilateralismos que creíamos superados. Nadie confía ni siquiera en su aliado más cercano. Tristemente, el mundo va en reversa. Epílogo político La legitimidad de nuestro presidente está claramente establecida en la Constitución y en el Código Electoral: en Panamá gana quien obtiene más votos en una sola vuelta, punto. Se puede opinar si el porcentaje fue bajo, si in§uyeron factores como el respaldo del gobierno saliente, el apoyo de un partido grande, el ‡nanciamiento o la fragmentación del voto. Pero a‡rmar que el presidente Mulino ganó “solo con el 30% o 40%” no lo hace menos legítimo, ni más presidente. Tampoco lo deslegitima una encuesta de baja popularidad en sus primeros meses. Para mí, si su popularidad cae al inicio de su mandato, puede ser señal de que está poniendo orden y enfrentando la corrupción heredada. Honestamente, ahora sí que estoy confundido. Mi padre solía decir: “Si un problema comercial no tiene solución, es mejor asumir la pérdida y no seguir invirtiendo tiempo y dinero”. Otro empresario me aconsejó: “Si tu única salida es vender con pérdida, vende, arrepiéntete después... pero vende”. Pareciera que todos los grupos intransigentes y sus líderes radicales se hubieran puesto de acuerdo para perturbar la escasa paz social que aún queda en las principales ciudades del mundo, sin importarles los daños colaterales —económicos, sociales, educativos— que afectan a sus propios vecinos o familiares. Las consignas tienen un denominador común: utilizar falsedades o medias verdades para desacreditar todo lo que se opone a sus objetivos ideológicos o políticos, bajo la consigna de “el que no está conmigo, está contra mí”. El momento es ventajoso, ya que la gran mayoría de los países ha agotado su capacidad para responder a tantas necesidades ciudadanas. Ya no pueden incrementar más la carga impositiva para cumplir con las crecientes demandas sociales o con los supuestos derechos adquiridos. Las grandes potencias excusan sus propias limitaciones ‡scales y sus fallas en el control del lavado de dinero culpando, mediante organizaciones internas, a terceros países que colocan en listas grises o negras como “paraísos ‡scales”; pero esos mismos países también sirven de refugio a sus propios funcionarios y empresarios. Otros gobiernos han retomado extintas barreras arancelarias, violando acuerdos de libre comercio que en otro tiempo ellos mismos impulsaron. Y también se ha retrocedido a políticas de posguerra, cerrando fronteras en contradicción con la tan celebrada caída del Muro de Berlín. Estamos globalmente ante un peligroso cóctel de intimidaciones y agresiones —ideológicas, comerciales, ‡scales o migratorias— que, en muchos casos, pone en riesgo a las democracias, la libre empresa y la soberanía de las naciones. En medio de esta vorágine de amenazas y pugnas se encuentra la República de Panamá, uno de los países más pequeños, pero geopolíticamente más importantes del planeta. Nuestra estratégica posición geográ‡ca, incluso antes de que se considerara redondo el mundo, ya era aprovechada por grandes imperios como el maya, azteca e inca como puente para transportar mercancías de un océano a otro o para trasladar Yender Sulbarán Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Anne e Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. 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