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6A La Prensa Panamá, domingo 29 de junio de 2025 La Iglesia del caserío de Uracillo, Río Indio, febrero 25 de 1952. Foto: Alexander Wetmore, archivos Instituto Smithsonian Río Indio, 1963: geología, selva y subsistencia Stanley Heckadon Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] En 1963, el geólogo Robert Stewart exploró el río Indio en Colón, documentando sus formaciones geológicas, como el Atlantic Muck, y las duras condiciones de vida de sus habitantes. Durante la década de 1950 era imperativo estudiar los ríos del país, tanto para cumplir con las metas del Plan Energético Nacional como para atender las necesidades del Canal. El estudio del ingeniero Miguel Quiñones subrayó que la mayoría de los ríos del Pacífico estaban deteriorados por la deforestación, la erosión y la sedimentación. El río San Juan, afluente del Santa María, en Veraguas, fue identificado como el sitio donde se construiría la primera hidroeléctrica del país: La Yeguada. Dada la escasez de geólogos, el gobierno nacional solicitó al Canal de Panamá los servicios de Robert Stewart para encargarse de las perforaciones en La Yeguada. En diciembre de 1963, Stewart fue enviado a estudiar el río Indio, en la selvática y lluviosa Costa Arriba de Colón. Antes, conviene repasar las condiciones de vida de sus habitantes en 1952, cuando ese río fue explorado por Alexander Wetmore, ornitólogo del Instituto Smithsonian. Wetmore utilizó un camino abierto por el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial para la defensa del Canal, que llegaba hasta la desembocadura del Chagres. Hacia poniente se encontraban los ríos Piñas, Lagarto, Salud, Indio, Gobea, Miguel de la Borda, Coclé del Norte, Caimito, Petaquilla, Palmita y Belén. Más allá, los ríos del norte de Veraguas y los de Bocas del Toro. El pueblito de Río Indio contaba con 94 habitantes, personas afrodescendientes conocidas como “costeños”, “playeros” o “naturales”. Sus viviendas eran ranchos de tambo con pisos y paredes de madera, y techos de pencas. Las casas se alumbraban con lámparas de querosén y velas. No había clínica, ni farmacia, teléfono, telégrafo, electricidad o acueducto. Cada dos semanas llegaba a pie, desde Colón, el cartero. Una tiendita que también funcionaba como cantina vendía harina, jabón, querosén, machetes, hachas, fósforos, anzuelos y cuerdas de pescar. Aguas arriba vivían los llamados “cholos coclesanos” o “naturales”, descendientes de los guaymíes o ngäbes. Alonso Saladino, el corregidor, logró alquilar una vieja cantina de tambo como sede local. Designó como cocinera a María Muñoz, viuda apodada San Diego, y como capataz a Demetrio Saladino. Este contrató a los hermanos Góndola —José, Aniceto— y a Manuel Madrid, con un salario diario de 1.50 balboas. Wetmore solía llevar cartones de cigarrillos estadounidenses, que en sitios apartados valían más que el dólar. Retomemos a Stewart, en 1963 Río Indio,6 de diciembre de 1963 “Esta mañana comenzamos a subir el río Indio a las 7:30 a.m., tras pasar una noche placentera en compañía de cerdos y gallinas. La gente del río arriba había traído sus productos vivientes al mercado, todos amarrados bajo el techo de pencas del rancho donde colgué mi hamaca. Los cerdos, atados por sus patas traseras y delanteras con sogas de cuatro pies, y las gallinas también. Al amanecer se formó una cacofonía con la cantadera de los gallos, cada uno intentando cantar más fuerte que los demás. El curso bajo del río es una planicie extensa, mayormente de ciénagas. Al igual que el valle del río Chagres, parece estar sustentado por la lama del Atlántico (Atlantic Muck). El río Indio corre sobre un antiguo valle sumergido, que se fue rellenando con sedimentos y lodos desde la última glaciación.” El Atlantic Muck que Stewart menciona es una formación que causó numerosos problemas a los ingenieros que construyeron el ferrocarril y el Canal de Panamá. Se trata de un lodo negruzco, rico en materia orgánica, con lignita, arena, restos de corales y fósiles marinos: vestigios de antiguos ecosistemas tropicales, como ciénagas, manglares, arrecifes, playas coralinas y pastos marinos. En la década de 1940, esta formación fue objeto de estudio del Special Engineering Project del Canal, que buscaba retomar la idea de un canal a nivel. “Es el típico río selvático, con gente viviendo en sus orillas y con un nivel de vida apenas de subsistencia. Poco necesitan para vivir y pocas son sus exigencias. Parecen contentos con este modo de vida. Todos los árboles estaban cubiertos de helechos y plantas epífitas. Los barrancos eran bajerías cubiertas por hierbas y lianas que se extendían hasta el agua, sobre cuya superficie flotaban dos clases de jacintos. Me detuve en Quebrada Encantada, donde conocí a Mr. Bill Lyons, quien comenzaba una plantación de plátanos. Está embarcando sus frutos a Nueva York, donde tienen gran demanda. Arriba del caserío de Santa Rosa, tres millas río arriba, hay numerosos afloramientos de areniscas: unas yacen planas, otras inclinadas hacia el sur, y otras al norte. Pasamos Santa Rosa, luego un pueblito llamado Jabito, seguido por otro de ranchitos llamado Uracillo. Más arriba, uno más apartado del río llamado Uvero, que no logré ver. Cuando estábamos listos para encontrar un sitio donde acampar, dimos con nuestro primer afloramiento de rocas con carbón. Qué desilusión: las capas de carbón solo tenían entre 18 y 24 pulgadas de espesor. El Dr. Terry, en su Reconocimiento Geológico de Panamá, había señalado otros sitios que también quería explorar...” La obra de R. A. Terry que Stewart menciona fue publicada por la Academia de Ciencias de California en 1956. En la próxima entrega, compartiremos las notas de Stewart sobre los caseríos de Uracillo y Terial. Diego Hernández, el corregidor de Uracillo. 4 de marzo de 1952. Foto: Alexander Wetmore Alma O’Neil, apodada La Francesa. La Boca de Río Indio, marzo 9, 1952. Foto: Alexander Wetmore.

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