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8A La Prensa Panamá, lunes 16 de junio de 2025 Alexander Wetmore en El Uracillo, 1952. Abajo, el río Indio. Archivo del STRI Río Indio en 1963, según el geólogo Robert Stewart Stanley Heckadon Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] En 1963, Robert Stewart exploró el río Indio como parte del plan energético nacional. Su misión: evaluar su potencial hidroeléctrico y de embalse para el Canal, en medio de un país con escasa formación científica. Varios ríos istmeños llevan el nombre de río Indio. El que aquí nos ocupa nace en la vertiente norte, muy húmeda, de la cordillera Central y, en su recorrido hacia el Caribe, recoge las aguas del Terial, Uracillo, Jobo y Membrillar: nombres indígenas de especies nativas de árboles. Su nombre comenzó a mencionarse con mayor frecuencia a partir de la década de 1950, debido a las necesidades del primer plan energético de Panamá, ya vinculado a las operaciones del Canal. Fue en esa década cuando comenzó a gestarse el Plan Energético Nacional. Su objetivo: sustituir las viejas y pequeñas plantas diésel que abastecían de electricidad a los pueblos y ciudades del país, mediante el represamiento de ríos para generar energía hidroeléctrica más barata. A la par, se proyectaba construir una red nacional de distribución. Se requerirían ingenieros, geólogos e hidrólogos para estudiar los caudales de los ríos y las capas rocosas donde se levantarían las represas. Sin embargo, pronto el plan chocó con el escaso interés del sistema educativo por las ciencias y la tecnología, con su énfasis tradicional en las leyes, la contabilidad, el comercio y la administración pública. Según Nuestro Progreso en Cifras, de 1953, el país contaba con 805,000 habitantes, existían 875 escuelas, 3,837 docentes y 108,000 estudiantes. El presupuesto nacional era de 43 millones de dólares, de los cuales el Ministerio de Educación recibía 8.7 millones, es decir, el 20% del total. En 1956, Mario de Diego, director del Instituto de Fomento de Panamá, contrató al Dr. Miguel Quiñones, jefe de los sistemas fluviales de Puerto Rico, para estudiar el potencial energético de los ríos panameños. A su llegada, altos funcionarios y connotados empresarios promovían con entusiasmo un remedio nuevo y rápido: comprar e instalar centrales atómicas. Quiñones dio una estocada a aquella alocada idea. El uso del átomo estaba en sus inicios. Los reactores que construían Estados Unidos y Europa eran prototipos. Se desconocía el costo real de esta fuente de energía. Varias empresas ya ofrecían reactores, pero al llegar era necesario contar con líneas de transmisión y técnicos altamente especializados en ciencias nucleares que debían ser seleccionados y capacitados. La energía atómica, advertía Quiñones, resultaría más cara que la hidroeléctrica e incluso que las viejas plantas diésel. Había que acudir a la fuerza de los ríos. El estudio de Quiñones reveló que la mayoría de los ríos del interior estaban muy alterados: deforestadas sus cuencas, erosionados sus suelos y sedimentados sus cauces. El San Juan, en el distrito de Calobre, Veraguas, era uno de los pocos capaces de suplir energía a las provincias centrales. Así comienza a mencionarse el río Indio, el de la muy lluviosa y poco poblada Costa Arriba de Colón. Región hecha famosa por Colón en 1502, en su cuarto y último viaje, pero luego olvidada hasta 1951, cuando el Instituto Smithsonian y la revista National Geographic enviaron al arqueólogo Matthew Stirling y al fotógrafo Richard Stewart. Desde Colón partieron en la lancha Tumbaito, de Antonio Tagarópulos, que llevaba mercancías a los caseríos costeños, trayendo guineo y pasajeros. En cayucos, subieron el Coclé del Norte y luego el río Indio. Su reportaje fue publicado en 1953 en National Geographic con el título: “Hunting Prehistory in Panama Jungles” (Buscando la prehistoria en las selvas de Panamá). El siguiente estudio del río Indio lo realizó, en 1952, el ornitólogo del Instituto Smithsonian Alexander Wetmore. Los datos, mapas y contactos de Stirling le serían de gran utilidad. Deseaba explorar esas selvas sobre las cuales poco se sabía, y cuyos bosques se verían amenazados por la colonización que avanzaba desde el Pacífico, cruzando la cordillera Central. Las exploró ese año, en busca de un sitio apartado de la violencia política que vivía el país. El año previo, la Guardia Nacional, bajo el coronel José Antonio Remón Cantera, había derrocado al presidente electo, el Dr. Arnulfo Arias. Wetmore llegó al pueblo de río Indio caminando por las hermosas playas desde la boca del río Chagres. En cayuco, exploraría el río hasta su confluencia con el Uracillo. En 1963, y ante la falta de geólogos, el gobierno nacional solicitó al Canal de Panamá los servicios del geólogo Robert Stewart para supervisar las perforaciones donde se construiría la primera hidroeléctrica del plan energético, en La Yeguada, distrito de Calobre, Veraguas. El San Juan era uno de los pocos ríos capaces de suplir energía a las crecientes poblaciones de las provincias centrales. Según Stewart, la laguna de La Yeguada se había formado hace unos 45,000 años, cuando las aguas del San Juan —afluente del Santa María— fueron detenidas por las lavas del volcán de la Media Luna. Estaba Robert Stewart supervisando las perforaciones en los mantos rocosos de La Yeguada cuando se le pidió ir al río Indio para estudiar sitios posibles para una hidroeléctrica y un embalse de aguas destinadas al Canal. Lo que vio y escribió sobre este río en diciembre de 1963 lo veremos en otra entrega en este diario. Hilario Domingo Cho V. [email protected] La bandera y la llama eterna, símbolos de la soberanía. Archivo Mi testimonio del 9 de enero de 1964 MEMORIAS Soy un ciudadano jubilado de 91 años. Tenía 31 cuando era estudiante del Instituto Moderno Nocturno (vinculado al Instituto Nacional, IN), donde las clases comenzaban a las 5:00 p.m. Ese 9 de enero de 1964, alrededor de las 6:00 p.m., sonaronlascampanasdelINytodos salimos a ver qué ocurría. Lo que vimos fue impactante: unos 20 estudiantes regresaban con la bandera panameña rota y mancillada, producto de una acción realizada esa mañana en la Zona del Canal. Ese grupo había ido a izar nuestra bandera en la escuela Balboa High School, cumpliendoconunacuerdooficial que exigía que la bandera panameña ondeara junto a la estadounidense en los edificios de la zona. Sin embargo, fueron repelidos violentamente por estudiantes del BHS, padres de familia y policías de la Zona del Canal. Nuestra bandera fue ultrajada. En la tarde, estos mismos estudiantes llegaron al vestíbulo del Instituto Nacional pidiendo apoyo para marchar de nuevo hacia la Zona del Canal. Nos unimos estudiantes del Instituto Moderno Nocturno, del IN y de otros centros educativos. Al llegar, nos encontramos con un cordón de autos patrulleros de la policía zonal que nos impedía el paso. La frustración nos llevó a lanzar piedras. En respuesta, comenzaron los disparos. Corrimos hacia la avenida Nacional para protegernos. Yo me oculté detrás de un poste de luz de cemento, que me sirvió de escudo. Desde ahí vi caer a un joven en medio de la entonces avenida 4 de Julio. Grité para pedir ayuda y un grupo de compañeros lo recogió. Más tarde supe que se llamaba Ascanio Arosemena. Fue llevado de urgencia al Hospital Santo Tomás, donde se confirmó su muerte. La noticia se difundió rápidamente por la radio. La marcha se replegó por la avenida 4 de Julio y pasó frente al edificio del periódicoPanamáAmérica,quefue incendiado y ardió durante toda la noche. En la madrugada del 10 de enero, organicé un grupo de jóvenes del área donde vivía, en calle Mariano Arosemena y avenida Nacional, a unas cuatro cuadras de la avenida 4 de Julio. Nuestra intención era atacar el hotel Tivoli, símbolo de los residentes zonales. Preparamos bombas molotov con gasolina. Esa madrugada llegamos al recinto de la Asamblea Nacional y desde ahí cruzamos a la avenida 4 de Julio para lanzar los explosivos. Los militares estadounidenses estaban preparados: apagaron las llamas con mangueras y nos repelieron con disparos y rifles con visión nocturna. Vi a varios heridos; por fortuna, salí ileso. Durante el día, el pueblo se concentró en la plaza 5 de Mayo para manifestarse pacíficamente. El 11 de enero, desde la Asamblea Nacional, se dispararon armas pequeñas contra los soldados estadounidenses apostados en la loma cercana. La respuesta fue brutal: ametralladoras calibre .50 perforaron las paredes del edificio. Hacia el mediodía, un sargento de la Guardia Nacional llegó armado con un rifle y se subió a uno de los edificios, aunque no supe si logró impactar a alguien. Todo esto ocurrió porque anhelábamos ver nuestra bandera ondear en un territorio que nos pertenecía, aún a costa de arriesgar la vida. Esta gesta provocó la revisión de los tratados del Canal de Panamá. Es fundamental reconocer el sacrificio de nuestros mártires. Fue en ese contexto que el presidente Roberto Chiari decidió romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

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