8A La Prensa Panamá, jueves 12 de junio de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. fueron producto de la suerte ni de individuos excepcionales. Fueron el resultado de contextos donde se valoraba la curiosidad, el disenso, el trabajo intelectual y la libertad de imaginar. Esos lugares compartían algo fundamental: creían en el poder de la educación como origen de toda transformación. Panamá no necesita copiar modelos extranjeros. Necesita recordar lo mejor de sí mismo, y decidir con valentía que educar será, otra vez, el principio. Ese renacimiento debe apoyarse en cinco pilares claros: • Educar para pensar, no para repetir La base de una educación transformadora es el pensamiento crítico. Nuestras aulas deben dejar de premiar la obediencia pasiva y empezar a formar mentes capaces de cuestionar, crear y proponer. La filosofía no es un lujo: es el núcleo de una ciudadanía madura. Necesitamos devolverle al aula la palabra, el diálogo, y el sentido. • Formar maestros como líderes culturales No hay reforma educativa sin una revolución del magisterio. Pero no basta con pagarles mejor. Hay que formarlos con profundidad, exigirles excelencia y darles herramientas para ser guías, no burócratas. Y hay que liberar la profesión docente del secuestro sindical. El maestro debe volver a ser intelectual, referente y Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Meritocracia: la lección del Canal Gestión pública El reciente comunicado del Idaan, en el que se anuncian trabajos de reparación con el respaldo técnico de la ACP, revela más que una simple colaboración entre entidades del Estado. De manera implícita, pone en evidencia una debilidad estructural que arrastramos desde hace décadas: la ausencia de meritocracia en nuestras instituciones públicas. La ACP ha logrado mantenerse como una de las pocas entidades estatales que opera con criterios de eficiencia, planificación y responsabilidad institucional. Esto no es producto del azar. Su modelo organizativo, heredado del sistema estadounidense durante la administración norteamericana del Canal, se ha mantenido vigente gracias a su autonomía y a rigurosos procesos de selección de personal por concurso. A diferencia de otras instituciones, la ACP no se ha convertido en un botín político ni ha cedido ante la lógica del clientelismo. Este modelo contrasta marcadamente con la realidad de la mayoría de las entidades estatales panameñas. En ellas, los nombramientos políticos, la improvisación administrativa y la falta de continuidad técnica son la norma. El Idaan, en particular, ha sido una de las instituciones más golpeadas por esta lógica. A pesar de su misión crítica —garantizar el acceso universal al agua potable—, ha padecido un prolongado deterioro institucional, reflejo de decisiones divorciadas del conocimiento técnico y de la planificación de largo plazo. Cuando una entidad como el Idaan necesita acudir a la ACP para recibir apoyo técnico, no estamos ante un caso aislado ni excepcional. Es un síntoma claro de la fragilidad de muchas de nuestras instituciones, que no cuentan con el capital humano ni con las estructuras necesarias para cumplir sus funciones esenciales. No se trata de falta de talento en el país; se trata de la ausencia de un sistema que premie la formación, la experiencia y la competencia por encima de la lealtad política. La ACP no es perfecta, pero su desempeño demuestra que sí es posible construir una gestión pública basada en el mérito. Si el Estado panameño aspira a recuperar la confianza ciudadana y mejorar la calidad de sus servicios, necesita adoptar estándares similares. ¿Qué se puede aprender de la experiencia del Canal? Institucionalizar concursos públicos transparentes, crear organismos autónomos encargados de la selección y evaluación del personal, profesionalizar la función pública y blindar a los servidores del vaivén político. La meritocracia no puede seguir siendo una rareza ni un privilegio reservado a una sola entidad. El modelo ya existe, los resultados están a la vista, y la demanda ciudadana por servicios públicos eficientes es cada vez más urgente. Lo que falta es voluntad para replicarlo. El hecho de que, en momentos de crisis, recurramos a la ACP como referencia técnica no solo demuestra su capacidad institucional, sino que también evidencia lo que podríamos lograr si aplicamos ese mismo sistema al resto del aparato estatal. Sí se puede tener un Estado eficiente; el Canal lo ha demostrado. El canciller Linares y el complejo panameño Legado rreno diplomático las habían venido dando, a puerta cerrada, desde el instante mismo en que nos impusieron el Tratado Hay–Bunau Varilla. En las sesiones del Consejo de Seguridad celebradas en esta ciudad, Panamá obligó a darlas ante el mundo entero. En el terreno militar, el 3 de noviembre de 1959 y el 9 de enero de 1964, principalmente, hablan por sí solos”. Julio E. Linares, de alguna manera, en un lapso de casi 20 años, criticaba el sentir de aquellos panameños acostumbrados a vivir bajo la sombra de Estados Unidos. Advertía sobre el desprecio y la mala fe que caracterizaban a esta potencia al utilizar como argumento su fuerza geopolítica. Igualmente, publicaría Linares el 12 de abril de 1978 en el diario La Estrella de Panamá, en un artículo sobre la Reserva DeConcini, lo siguiente: “Asimismo, puede dar lugar a abusos incalificables, ya que las expresiones ‘or its operations are interfered with’ y ‘or restore the operations of the canal, as the case may be’ son sumamente amplias y extremadamente vagas.No cabe duda de que la reserva DeConcini hace el Tratado concerniente a la neutralidad permanente y al funcionamiento del Canal de Panamá peor que regresivo. Pues confiere a los Estados Unidos de América potestades que ni siquiera les reconoce el ominoso Tratado Hay–Bunau Varilla ni les reconocía tampoco el Tratado Mallarino–Bidlack, suscrito con la Nueva Granada en 1846″. Y en la página 55 de la primera edición que publica en 1983 sobre el Tratado de Neutralidad (De un colonialismo rooseJulio Linares Franco Educar es el principio: por un renacimiento educativo Formación integral Hubo un tiempo en que educar en Panamá era un acto de esperanza radical. Quienes estudiamos en el Instituto Nacional lo sabemos. Allí se enseñaba a pensar, a debatir, a disentir con rigor y a actuar con propósito. La matemática se mezclaba con la ética; la filosofía con el sentido de patria. No éramos perfectos, pero sabíamos que la educación era más que una instrucción: era una formación de carácter y de conciencia. Hoy, esa visión parece haber sido traicionada. Nuestra educación ha sido reducida a un trámite. El aula ya no es un espacio de reflexión ni de exigencia, sino de rutina y sobrevivencia. Los docentes, desmotivados y mal formados, muchas veces están secuestrados por gremios politizados que no luchan por la calidad, sino por cuotas de poder. La juventud, sin referentes ni aspiraciones, se refugia en el mínimo esfuerzo. Y, mientras tanto, el país se sigue hundiendo en la desigualdad, la ignorancia y el cinismo. Pero este no es un lamento. Es un llamado. Porque si algo nos enseña la historia —y en particular libros como La geografía de los genios, de Eric Weiner— es que el talento no nace, se cultiva. Las épocas de oro del pensamiento humano —en Atenas, Florencia, Viena o Silicon Valley— no modelo. • Hacer de cada escuela una comunidad creativa Las grandes ideas no surgen en aislamiento. Surgen cuando las artes, las ciencias, la historia y la tecnología se entrecruzan. Necesitamos escuelas vivas, abiertas, conectadas con la comunidad, donde la experimentación sea parte del proceso. Un país con miles de microcentros de pensamiento y acción. • Reivindicar la exigencia con propósito Ser exigente no es ser cruel. Es creer que nuestros jóvenes pueden aspirar a más. No les hacemos ningún favor al bajar la vara. Hay que devolverle a la educación el orgullo del esfuerzo, la belleza del rigor, y la pasión por el conocimiento bien ganado. • Educar para reconstruir la nación Lo que está en juego no es solo el futuro de los estudiantes, sino el del país entero. La educación no debe adaptarse al Panamá que tenemos, sino formar a los ciudadanos que construirán el Panamá que nos merecemos. Cada aula debe ser un acto de refundación nacional. El renacimiento educativo panameño no vendrá desde una ley ni desde un ministerio. Vendrá desde una ciudadanía que decida, con claridad, que la única salida verdadera es por la puerta del aula. Que no hay desarrollo posible sin pensamiento, ni justicia sin ética, ni país sin educación. Sí, educar es el principio. Y Panamá, si quiere tener futuro, debe volver a empezar por ahí. Opinión LA AUTORA es arquitecta. EL AUTOR es exdirector de La Prensa. EL AUTOR es abogado. Argelis Gaudiano veltiano a un neocolonialismo senatorial), expresaría: “Las interpretaciones acomodadas hechas por los Estados Unidos de América a los instrumentos internacionales que regulaban la materia constituyeron manifiestas violaciones al texto y al espíritu de esos mismos instrumentos”. Su mensaje era muy claro: que cuando negociemos acuerdos con los Estados Unidos, no se nos ocurra dejar ninguna puerta abierta o trillo despejado, y por ende sujetos a interpretación. Porque, de darse el caso, siempre prevalecerá el criterio del más fuerte. Estas palabras del excanciller Julio E. Linares demuestran que ese supuesto complejo de inferioridad del panameño, al que se ha hecho referencia desde la Presidencia de la República, no tenía que ver solamente con la aparente realidad de que, cuando firmábamos convenios con Estados Unidos, los interpretábamos en contra del interés nacional. Ese complejo de inferioridad, por una parte, emergía y emerge todavía de algunos istmeños que pretendían —y hoy pretenden— sumisamente vivir bajo la permanente tutela estadounidense. Y por la otra, más que un complejo, los panameños no ejercíamos la cautela necesaria para impedir que el coloso del norte tomara la delantera e iniciativa en la redacción de instrumentos internacionales que nos comprometían. Esto, al ser interpretados a su provecho y beneficio, y a tono con su fortaleza militar, económica y geopolítica. El tiempo, los hechos y las circunstancias serán testigos de que la firma del presente Memorando de Entendimiento (MoU), obtenida bajo coacción y amenaza, fue efectivamente para congraciarnos con un supuesto aliado estratégico, simplemente para que no nos hiciera daño (porque beneficio tangible no obtenemos). Socio que, con sus actos —al debilitar el concepto de neutralización de la franja canalera al maldecir a terceros Estados desde nuestro propio territorio, entre otras cosas—, más que un adepto se comporta como un enemigo. Sin contar la inestabilidad interna que le han creado a un presidente panameño, que ellos, además, vociferan falazmente, ser seguidor del propio Trump y su dañina visión expansionista. En su informe a la Honorable Asamblea Legislativa, entre el 1 de marzo de 1991 y el 29 de febrero de 1992, en la página 119, publicaría el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Julio E. Linares, lo siguiente: “Por increíble que parezca, ante la supuesta ‘manifiesta incapacidad del panameño’, hace pocos meses un joven empresario me insistía en la necesidad de que las bases militares estadounidenses continuaran en Panamá más allá del año 2000, aunque no se nos pagara ni un centavo. Ya que nosotros, según él, debíamos darnos por satisfechos con los empleos y con el beneficio económico que su sola permanencia producen. Los que así piensan han perdido de vista que una nación que necesita permanentemente de la tutela extranjera está destinada a desaparecer. Por lo tanto, tiene que aprender a caminar con sus propios pies”. Sobre otro artículo que publicara en la Revista Jurídica Panameña 19 años antes, en agosto de 1973, señalaría Linares: “Y es que, cuando las grandes potencias consideran que sus intereses esenciales se encuentran en peligro, justifican todos sus actos, por abominables que sean, con un supuesto ‘derecho de necesidad’. Son duras, pero muy duras, con los que osen poner en peligro tales intereses, por más que estos actúen en ejercicio legítimo de un derecho y les hayan constantemente demostrado, a través de su historia, lealtad y desprendimiento. Los Estados Unidos de América ya han dado buenas pruebas a Panamá de la dureza de que son capaces, tanto en el terreno diplomático como en el militar. En el teLa juventud, sin referentes ni aspiraciones, se refugia en el mínimo esfuerzo. Y, mientras tanto, el país se sigue hundiendo en la desigualdad, la ignorancia y el cinismo. Carlos González de la Lastra Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. 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