7A La Prensa Panamá, jueves 5 de junio de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. ra— ha retrocedido al fondo del continente. No por falta de dinero, sino por exceso de egoísmo y cobardía política. Y lo más trágico: la juventud panameña está pagando ese precio. Nuestros estudiantes no solo están mal preparados académicamente, sino desmovilizados, desencantados y desconectados del futuro. Se les ha negado la oportunidad de competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo. Y cada vez que se propone una reforma curricular seria, una evaluación docente independiente, o una transformación de fondo… la mandrágora grita. El sistema se defiende a sí mismo como una criatura viva, que rechaza cualquier intento de ser desenterrada. Panamá no será un país desarrollado mientras no se atreva a arrancar esa raíz podrida. No se trata solo de mejorar indicadores: se trata de liberar el futuro del país de las manos de quienes hoy lo retienen con discursos huecos y huelgas interminables. Hay que asumir el riesgo de oír el grito. Porque solo cuando lo hagamos, y con firmeza, podremos sembrar algo nuevo en esa tierra devastada. Qué se puede hacer? ¿Por dónde empezar? 1- Evaluación del docente independiente y obligatoria, realizada por una instancia autónoma con estándares internacionales, que distinga y premie a los buenos maestros, y capacite o separe a los que no cumplen con lo mínimo. Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Desarrollismo vs desarrollo sostenible Ambiente El término desarrollo sostenible encarna un objetivo fundamental: alcanzar un progreso auténticamente justo e integral, superando la visión históricamente unidireccional y monosectorial que reducía el avance al mero crecimiento económico como paradigma de lo mejor para un país. Este enfoque reduccionista, conocido como desarrollismo, no solo resulta insuficiente, sino profundamente contraproducente a largo plazo. Su obsolescencia radica en ignorar que el verdadero desarrollo debe ser multidimensional y equilibrado, nunca a expensas de los cimientos que lo sostienen. La esencia de la sostenibilidad trasciende elconocidotrilemaambiental,socialyeconómico. Para ser operativo y efectivo, el modelo requiere incorporar dos dimensiones críticas. Por un lado, la robustez institucional y la gobernanza, que constituyen la infraestructura facilitadora indispensable paracoordinar,implementarysostenerpolíticas coherentes en el tiempo, a través de todos los sectores y escalas, transformando las intenciones en acciones tangibles. Por otro lado, la conservación de la naturaleza como base irreductible: la biodiversidad y los servicios ecosistémicos no son meros indicadores ambientales, sino la columna vertebral que sustenta toda posibilidad de desarrollo humano y económico duradero. Si destruimos o desmejoramos significativamente la base de la vida, estamos destruyendo un requisito sine qua non, no un complemento negociable. Si hay un indicador de calidad de vida, es justamente la integridad de la naturaleza que nos sostiene. Esta comprensión holística nos conduce a un modelo pentagonal para el desarrollo sostenible. La conservación de la naturaleza debe ser la base fundamental y prioritaria, seguida de otros aspectos ambientales como la calidad del aire, el agua, el suelo y la gestión de residuos. Los aspectos económicos, como la productividad, la equidad, el empleo digno y los modelos circulares, deben articularse con una dimensión social bidimensional centrada en la salud pública y la educación. Finalmente, la institucionalidad y la gobernanza —como el marco legal, la transparencia, la participación y las capacidades estatales— actúan como el cemento estructural que integra y da viabilidad operativa a todo el sistema. Frente a este marco, la iniciativa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) representa un avance significativo al intentar trascender definiciones tradicionales, desglosando la meta en 17 objetivos específicos. Sin embargo, su complejidad y fragmentación dificultan la comprensión holística del concepto, no solo para el público general, sino incluso para actores clave. Esta dispersión no invalida el marco, pero exige interpretación y contextualización efectivas, para evitar que la herramienta de medición eclipse la visión integral que pretende promover. El camino ahora no reside en enredarnos en debates semánticos estériles, sino en acciones concretas con medición rigurosa. Urge aprovechar indicadores existentes, estandarizarlos, perfeccionar métricas actuales e identificar lagunas que demanden nuevos indicadores. El diagnóstico debe partir de líneas base específicas para cada país, región o escala de intervención, construyendo modelos adaptados que operacionalicen los cinco pilares desde realidades locales. Solo esta aproximación pragmática y basada en evidencia nos permitirá transitar del discurso a la implementación de un desarrollo verdaderamente sostenible, multidimensional, contextualizado y anclado en la conservación de los sistemas que nos sostienen. La desigualdad educativa Una mirada crítica mejores resultados académicos. Sin embargo, los últimos ciclos de evaluación, especialmente las pruebas PISA 2018 y 2022, revelan que esta percepción no siempre se traduce en excelencia educativa sostenida. Aunque los estudiantes de colegios particulares obtienen mejores puntajes que los del sistema público, sus resultados aún están por debajo de los estándares internacionales. En PISA 2022, los estudiantes de escuelas particulares promediaron entre 400 y 420 puntos en lectura, ciencias y matemáticas. Aunque superiores a los colegios públicos, estos puntajes siguen siendo menores al promedio de la OCDE (alrededor de 470–490 puntos). En muchos casos, los colegios particulares máspequeñosodemenorcostotienenresultados similares a los de las escuelas públicas, lo que revela una gran heterogeneidad dentro del propio sector particular. La preparación para el pensamiento crítico y la resolución de problemascomplejos—habilidadesclaveenPISA— sigue siendo baja incluso en la educación particular.Porejemplo,muchoscolegiosparticulares aún priorizan la memorización sobre el análisis y la comprensión, lo cual afecta el rendimiento en pruebas de razonamiento como PISA. No todos los colegios particulares ofrecen la misma calidad. Algunos son de bajo costo y tienen recursos limitados, similares a los de las escuelas públicas. Además, aunque cuentan con recursos, muchos planteles particulares no han actualizado significativamente sus métodos de enseñanza ni han integrado tecnologías de manera efectiva. Otro aspecto relevante es la escasa preparación para evaluaciones internacionales. Algunos colegios no preparan a sus estudiantes para este tipo de pruebas, lo que afecta su desempeño, aunque mantengan buenos promedios internos. Aunque la educación particular en Panamá supera en promedio a la pública, sus resultados recientes muestran que no está exenta de debilidades. La baja preparación en pensamiento crítico, la desigualdad interna entre colegios y la falta de adaptación a estándares internacionales indican que la calidad educativa no se garantiza solo con el pago de una matrícula. Es necesarioimpulsarmejoraspedagógicas,actualización docente y enfoques centrados en habilidades reales del siglo XXI. La infraestructura también marca una diferencia importante. Las escuelas particulares suelen tener instalaciones modernas, laboratoSussette Cordero Sotero Mandrágoras en el aula Educación En las antiguas leyendas, la mandrágora era una planta de raíces humanas que emitía un grito mortal cuando se la arrancaba de la tierra. Muchos evitaban tocarla, no por temor a la planta, sino por el estruendo desgarrador de su resistencia. Así ocurre hoy con la educación panameña. Cada intento por reformarla, dignificarla o liberarla del secuestro político provoca un alarido: no de los estudiantes, ni de los padres de familia, sino de quienes han sembrado sus raíces más profundas en el sistema para proteger privilegios, cuotas de poder y estructuras gremiales corrompidas por la ideología y el chantaje. La educación panameña no solo ha fracasado en cumplir su función: ha sido capturada. La politización de los gremios docentes, la complicidad de los gobiernos pasados y la ausencia de una visión de país han convertido las aulas en trincheras de intereses, no en templos de conocimiento. Mientras países con menos recursos y más obstáculos han logrado mejorar sus sistemas educativos, Panamá —con su dólar, su posición geográfica, su plataforma logística y financie2- Despolitización del Meduca, eliminando nombramientos clientelistas y creando una carrera directiva educativa basada en mérito, resultados y formación continua. 3-Currículo nacional basado en competencias reales, no en ideologías. Que forme ciudadanos capaces de pensar críticamente, resolver problemas, comunicarse y adaptarse al mundomoderno. 4-Convenio nacional por la educación, donde gobierno, Copeme , sector privado. Universidades, gremios responsables y sociedad civil se comprometan con metas verificables a 10 años. 5-Inversión pública con condiciones, no más aumento automático de presupuestos sin rendición de cuentas. Más dinero sí, pero vinculado a resultados, transparencia y gestión eficiente. Pacto social con los gremios, para recuperar la dignidad del docente, pero con la corresponsabilidad de enseñar, no de paralizar. El derecho a huelga no puede seguir siendo una coartada para el abandono de los estudiantes. La educación panameña no necesita más excusas. Necesita valentía. Y esa comienza por arrancar la mandrágora, por doloroso que sea su grito. Porque si no lo hacemos ahora, el silencio posterior será aún más ensordecedor: el de generaciones enteras condenadas a la ignorancia y a la exclusión. Opinión EL AUTOR es director de Proyecto Primates Panamá. EL AUTOR es empresario y exdirector de La Prensa. LA AUTORA es poeta y narradora. Ariel Rodríguez Vargas rios equipados, conexión a internet y espacios adecuados para el aprendizaje. En contraste, muchas escuelas públicas presentan deficiencias: techos dañados, baños inservibles, carencia de bibliotecas, laboratorios o materiales básicos. Esta situación no solo afecta el aprendizaje, sino también la dignidad y motivación de los estudiantes. Además, los resultados académicos muestran un patrón preocupante. Los estudiantes de escuelas particulares tienen mayor acceso a universidades privadas, becas, intercambios internacionales y mejores empleos. Pero, aun con esos privilegios, muchos se enfrentan a un entorno desconocido: la educación superior, que en nada se parece a lo antes aprendido yqueimplicaunamayorexigenciaacadémica. Muchos estudiantes de escuelas particulares panameñas se frustran en la universidad, especialmente quienes ingresan a instituciones extranjeras. Terminan abandonando o enfrentan dificultades que afectan su aprendizaje. Ni hablar de los alumnos del sistema público, quienes enfrentan aún más obstáculos para competir en igualdad de condiciones o para optar por una beca que les permita siquiera acceder a una carrera universitaria. Y lo ciertoesque,enamboscasos,ladiferencianumérica en los resultados es relativamente poca, tanto en pruebas nacionales como internacionales, como las evaluaciones PISA. Este panorama educativo refleja una profunda desigualdad social, donde el origen económico de un estudiante determina en gran medida su acceso a una educación de calidad. En lugar de ser un mecanismo de movilidad social, la educación en Panamá muchas veces perpetúa las divisiones de clase. El país enfrenta el reto urgente de transformar este sistema desigual en uno más equitativo, inclusivo y de alta calidad para todos. La comparación entre la educación pública y particular en Panamá no debe verse únicamente como una competencia entre dos sistemas, sino como una señal de alerta sobre la desigualdad estructural del país. La educación debe ser un puente hacia un futuro mejor para todos, no un privilegio reservado para unos pocos. Por tanto, es responsabilidad del Estado y de toda la sociedad invertir en el fortalecimiento de la educación pública, garantizando que cada estudiante —sin importar su origen— reciba una formación digna, completa y transformadora. Solo así podremos avanzar hacia un desarrollo justo, sostenible y verdaderamente inclusivo. La educación es un derecho fundamental y una herramienta esencial para el desarrollo individual y colectivo de cualquier nación.EnPanamá,estederechoseejerce principalmente a través de dos sistemas: el público y el particular. Aunque ambos tienen comoobjetivoformarciudadanoscapacesy comprometidos, existen diferencias notables en calidad, acceso, infraestructura y resultados. Esta realidad ha creado una profunda brecha educativa entre los estudiantes de distintas clases sociales, reforzando desigualdadeshistóricasylimitandoelpotencialdedesarrollo equitativo en el país. Uno de los principales contrastes entre la educación pública y la particular en Panamá es el acceso. Mientras que la educación pública es gratuita y está disponible en casi todo el territorio, incluyendo áreas rurales e indígenas, la educación particular se concentra en zonas urbanas y requiere el pago de mensualidades elevadas, lo que la convierte en un privilegio para las clases media y alta. Esta diferencia económica condiciona desde el inicio las oportunidades de muchos niños y jóvenes panameños. En cuanto a la calidad educativa, los centros particulares tienden a tener una ventaja significativa. Cuentan con programas más actualizados, metodologías activas, menor cantidad de estudiantes por aula, énfasis en idiomas, acceso a tecnología y actividades extracurriculares. Por el contrario, muchos planteles públicos enfrentan serias dificultades: falta de recursos didácticos, estructuras deterioradas, interrupciones por huelgas y escasa capacitación continua de los docentes. Aunque hay excepciones notables, como colegios oficiales con alto prestigio, la mayoría de los estudiantes del sistema público no reciben una educación de igual calidad. Sin embargo, a pesar de todo esto, en los últimos años la calidad de la educación particular está siendo cada vez más cuestionada. Durante años, la educación particular ha sido percibida como sinónimo de calidad, asociada a mejor infraestructura, más recursos y Carlos González De La Lastra
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