8A La Prensa Panamá, domingo 1 de junio de 2025 La opinión de Hilde Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Boca la Caja: retos y esperanzas en la encrucijada urbana Ordenamiento es motivo de orgullo cuando personas humildes impulsan a sus familias, educan a sus hijos y les enseñan oficios —como la pesca— para ganarse la vida, mientras algunos han trabajado arduamente para que sus hijos accedan a la universidad y superen las limitaciones del entorno del barrio. No todo en Boca la Caja es negativo; es importante reconocer que, a pesar de la estigmatización y de agrupar a todos bajo un mismo estereotipo, en su mayoría se trata de gente buena y luchadora. La situación del barrio de Boca la Caja evoca, en cierta medida, la transformación vivida por la “Comuna 13” en Medellín, Colombia. Esa área, que pasó de ser una zona de alta violencia —con presencia de grupos armados, narcotráfico y homicidios— se convirtió en un símbolo de resiliencia urbana. Hoy es un destino imperdible para turistas, residentes y nacionales, ya que su transformación ha impulsado el turismo, la seguridad y el desarrollo económico-social de sus propios habitantes. Si los colombianos lograron convertir un barrio peligroso —mucho mayor en población y extensión— en un proyecto exitoso para intervenir zonas marginadas mediante la integración de movilidad, infraestructura y desarrollo social, fortaleciendo espacios públicos y promoviendo la participación comunitaria, podemos aprender de esa experiencia y emprender un proyecto que sitúe al barrio de Boca la Caja en el mapa. No se trata únicamente de proveer la infraestructura necesaria —como un nuevo puerto que sostenga su principal actividad, la pesca—, sino de impulsar una transformación social y cultural que propicie un cambio en la mentalidad de sus habitantes. Por un lado, es necesario transformar la infraestructura de movilidad existente, mejorando senderos, sistemas de alcantarillado y el suministro de agua potable, entre otros aspectos. Asimismo, se debería considerar convertir los muros del barrio en verdaderas galerías de arte al aire libre, favoreciendo la expresión artística de sus habitantes y promoviendo su reconocimiento. Estos murales podrían atraer tanto a visitantes nacionales como internacionales, fomentando el turismo en la zona. Igualmente, resulta imprescindible implementar programas sociales especializados que permitan un seguimiento continuo de los residentes. Sin duda, estas medidas no solucionarán de inmediato los problemas de este barrio popular. No obstante, la creación de un puerto de pescadores que funcione también como atractivo turístico, junto con el desarrollo de un mercado y un restaurante propios, contribuiría a mejorar las condiciones de vida de la comunidad local y generar empleo. Además, se requeriría la instalación de autoridades pertinentes en el barrio, como una fuerza de seguridad especializada en turismo y puertos. Todo ello iría acompañado de mejoras en las escuelas y centros de salud Tomás C. Alonso Sandoval El gatopardismo legislativo Corrupción Panamá atraviesa un momento en que la indignación ya no basta. La corrupción institucionalizada, el uso patrimonial del Estado por la Asamblea Nacional y el desprecio por la ética pública se han convertido en moneda corriente. Y en el corazón de esta distorsión se encuentra, sin lugar a dudas, la Asamblea Nacional. Lo que ocurre allí no es solo negligencia ni desorden administrativo. Es una estrategia consciente. Un guion repetido. Un ejercicio de gatopardismo: aparentar que todo cambia para que todo siga igual. La contratación reciente de más de 50 suplentes de diputados en cargos administrativos —con salariosdehasta$5,000mensuales,sinfuncionesclaras, sin registro de asistencia, sin rendición de cuentas— constituye un abuso frontal de los recursos públicos. Lo más grave: estas contrataciones violan un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que prohíbe expresamente el pago permanente a suplentes legislativos. Pero en la Asamblea todo se acomoda. La legalidad es flexible cuando se trata de proteger intereses propios. A esta práctica se suma la aprobación de la Ley 353, que permite a funcionarios de planilla permanente ingresar a la carrera legislativa sin concurso. Es decir: quien haya sido nombrado políticamente puede convertirse en funcionario vitalicio, blindado de cualquier evaluación de mérito. Se institucionaliza el clientelismo. Se premia la lealtad política. Se castiga la excelencia. Y si esto no bastara, conocemos ahora casos de doble salario: funcionarios que aparecen simultáneamente en la planilla de la Asamblea y de otras instituciones del Estado, como la Caja del Seguro Social. Una práctica que es, además de inmoral, ilegal. Mientras tanto, la presidenta de la Asamblea Nacional declara que “el que no trabaja, no cobra” y promete auditorías internas. Pero hasta hoy, no ha presentado un solo resultado concreto. Nadie ha sido sancionado. Ninguna planilla ha sido desmantelada. Ninguna estructura de impunidad ha sido desmontada. Lo repito: esto no es negligencia. Es un diseño. Una estructura de poder que ha aprendido a sobrevivir cambiando la forma, pero nunca el fondo. Es el mismo viejo truco del Gatopardo, ahora vestido con discursos de transparencia y modernización. La Asamblea Nacional se ha desconectado del país real. No representa a los ciudadanos, sino a sus propios intereses. Funciona como una empresa de colocación de aliados políticos, sostenida por el dinero de todos los panameños. En lugar de legislar para fortalecer el Estado, lo vacía desde adentro. Este país no podrá avanzar mientras la Asamblea siga siendo una trinchera de privilegios y no un órgano al servicio de la democracia. No habrá justicia social, ni desarrollo sostenible, ni institucionalidad sólida, mientras el poder legislativo siga capturado por lógicas corruptas, clientelistas y profundamente cínicas. No podemos seguir normalizando este cinismo. Es hora de exigir un verdadero punto de quiebre. Panamá necesita una Asamblea que rinda cuentas, que respete la ley, que entienda que el poder no es un botín. Una Asamblea que, por una vez, deje de fingir cambios y empiece a cambiar de verdad. Opinión EL AUTOR es empresario y exdirector de La Prensa. EL AUTOR abogado, investigador y doctor en Derecho. Las recientes protestas de los residentes y propietarios del barrio de Boca la Caja reflejan la realidad de la sociedad panameña actual, en la que existen barrios que resisten el avance de un mercado inmobiliario que favorece a las clases acomodadas. Mientras tanto, muchos ciudadanos enfrentan desafíos cotidianos para asegurar su sustento. Este barrio céntrico alberga a personas humildes y trabajadoras que han educado a sus hijos y construido un futuro mejor; sin embargo, al igual que sucede en otros sectores de Panamá, la delincuencia y el narcotráfico han convertido a Boca la Caja en una zona de alta peligrosidad. La ubicación privilegiada de este famoso barrio, a orillas de la bahía de Panamá, contrasta con el entorno que lo rodea. Ha quedado atrapado entre proyectos inmobiliarios costosos y una clase social que, en lugar de recorrer el barrio, prefiere encerrarse en sus condominios. Desde balcones y ventanas, observan con recelo e indiferencia una realidad que se percibe como clasista, preguntándose cuándo se marcharán aquellos vecinos que consideran “molestos”, para vivir no solo con mayor seguridad, sino también para elevar su estatus mediante la compra de apartamentos a precios exorbitantes. Esto se suma al abandono institucional que ha persistido durante décadas, lo que ha provocado que Boca la Caja viva inmersa en la pobreza, la marginación social, el racismo panameño y los desafíos ambientales de un barrio olvidado — recordado únicamente cuando ocurre algo negativo o cuando algún político de turno recorre sus pasajes (que en realidad nunca fueron llamados así) en busca de la aceptación popular de las clases bajas para obtener votos o figurar en redes sociales. En definitiva, este barrio refleja la desigualdad de la sociedad panameña y evidencia la existencia de otro Panamá, en el que las diferencias entre clases se amplían cada día. El barrio de Boca la Caja no precisa de beneficencia ni de ayudas caritativas orientadas a generar vistas y likes en redes sociales; lo que realmente requiere es ser reconocido en su verdadera esencia como parte fundamental del panorama nacional y ser tratado con el respeto que le corresponde. Para beneficiar a la comunidad, es indispensable una integración auténtica con el entorno, lo que implica una transformación integral que mejore la infraestructura y la calidad de vida de sus habitantes. Ser pobre no es un delito; por el contrario, Carlos Ernesto González de la Lastra Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón cercanos, potenciando la ubicación costera del área como un activo para el desarrollo económico y social. No se trata únicamente de transformar el mobiliario urbano, la pavimentación, el alumbrado público y el sistema de drenaje para prevenir inundaciones por su proximidad al mar, sino de integrar el barrio en su entorno geográfico. Este objetivo se alcanzará mediante la creación de paseos y conexiones peatonales frente a la costa, la instalación de rampas y veredas accesibles, el establecimiento de un mercado de mariscos y artesanías, y la construcción de un pequeño malecón que invite tanto a residentes como a visitantes a conocer y recorrer el barrio. La propuesta para el barrio de Boca la Caja consiste en desarrollar un proyecto integral que beneficie a sus habitantes y aproveche la identidad pesquera de la zona. Además, la creación de un nuevo puerto facilitaría la organización de paseos marítimos y tours de pesca artesanal, resaltando la historia y las tradiciones del barrio. Definitivamente, todas estas medidas deben ir acompañadas de un plan de seguridad comunitaria y de actividades juveniles que permitan prevenir la delincuencia y promover la inclusión social, reduciendo los riesgos de marginación. Se sugiere invitar a participar a la Universidad de Panamá, así como a otras instituciones relevantes, como la Autoridad de Turismo, la Alcaldía, el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Vivienda. Este enfoque permitirá transformar y aprovechar la ubicación costera y la identidad pesquera, desarrollar un modelo que integre el turismo, las mejoras en infraestructura y, sobre todo, el empoderamiento comunitario. Aunque actualmente el barrio no enfrenta problemas de la magnitud de los que tuvo la Comuna 13, podemos tomar ejemplo de esa transformación y avanzar en esa dirección. Como panameños, tenemos la capacidad de dar un giro positivo y único en beneficio de sus habitantes, respetando siempre que son ellos los verdaderos dueños de su espacio. Este enfoque mejorará la calidad de vida, modernizará el barrio e integrará de manera más plena a la comunidad. Para ello se requiere voluntad. Si en Colombia se logró transformar los problemas de la Comuna 13, en Panamá también podemos mejorar la situación de Boca la Caja. Solo mediante la participación activa de los residentes, junto con una firme voluntad política y el compromiso de la sociedad civil, se podrá transformar la situación actual y convertir los problemas en oportunidades para lograr un mejor barrio y un país más justo.
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