9A La Prensa Panamá, viernes 30 de mayo de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. versaciones, discursos, redes sociales, chats familiares y plataformas de todos los colores. Como bien explica el profesor y politólogo Mariano Torcal, la polarización afectiva aparece cuando los ciudadanos dejan de comportarse como votantes y se transforman en hinchas fanatizados. Ya no se trata de debatir ideas, sino de odiar al adversario, de deshumanizarlo y verlo como una amenaza existencial. Cuando eso ocurre, las ideas dejan de importar. La verdad pasa a segundo plano. Lo único que vale es quién lo dijo, no qué se dijo. Se pierde la capacidad de analizar, de contrastar y de exigir. Se acepta cualquier cosa si viene del “bando correcto” y se rechaza todo lo que provenga del “bando contrario”. Tanto así, que las campañas electorales, las propuestas y los debates pierden sentido. Ya no se trata de convencer y cuestionar, sino de medir quién grita más fuerte. No importa qué se diga: si lo dijo “mi candidato”, es verdad; si lo dijo el otro, es mentira. Este tipo de polarización es profundamente peligrosa para cualquier democracia. Porque cuando la emoción reemplaza al juicio crítico, ya no hay espacio para el diálogo. Y sin diálogo, la política se convierte en guerra. En Panamá ya vemos señales preocupantes: personas que defienden con fervor a líderes sin importar sus actos; personas que niegan la realidad incluso cuando se les presentan datos Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. ¿La propiedad intelectual puede ser de utilidad? Innovación En una era dominada por la inteligencia artificial, la economía digital y el acceso inmediato a contenidos desde cualquier rincón del planeta, el sistema tradicional de propiedad intelectual (PI) está en el centro de un debate urgente. ¿Sigue siendo útil tal como está? ¿O necesita una reforma profunda para responder a los desafíos y oportunidades del siglo XXI? Panamá no está al margen de esta discusión. Aunque contamos con una legislación sobre propiedad intelectual vigente desde hace casi tres décadas, los cambios tecnológicos, económicos y culturales exigen actualizar no solo las normas, sino también nuestra manera de concebir la PI como una herramienta de desarrollo. Porque, en el fondo, la pregunta clave es: ¿para qué queremos un sistema de propiedad intelectual en Panamá? Durante mucho tiempo, la PI se ha entendido simplemente como un mecanismo para proteger a creadores, inventores y marcas frente a copias o usos no autorizados. Esa función sigue siendo necesaria, pero hoy resulta evidente que el enfoque debe ampliarse. Lo que necesitamos es una propiedad intelectual útil, estratégica y adaptada a nuestra realidad. Un sistema que no solo defienda derechos y estimule la creatividad, sino que contribuya a convertir ideas en valor, cultura en desarrollo local, ciencia en soluciones y conocimientos tradicionales en activos reconocidos y protegidos. En Panamá hay talento, creatividad y conocimiento ancestral, pero gran parte de ese capital intangible no se protege ni se aprovecha. Las universidades registran pocas patentes. Las comunidades que producen café, cacao o textiles únicos aún no cuentan con denominaciones de origen consolidadas. Las industrias creativas crecen, pero sin un marco que garantice condiciones justas para los creadores y acceso equitativo para los usuarios. Actualizar la Ley de Propiedad Intelectual es necesario. La normativa vigente debe modernizarse para responder a desafíos actuales como la piratería digital, la inteligencia artificial, el acceso abierto al conocimiento y la protección de saberes tradicionales. También debe facilitar los trámites, acortar plazos y reducir costos, para que más personas y empresas puedan utilizar el sistema. Pero la reforma legal solo será efectiva si va acompañada de un conjunto de políticas públicas articuladas. Necesitamos una estrategia nacional de propiedad intelectual que vincule esta materia con la educación, la innovación, la cultura, el comercio, la agricultura, la digitalización y el desarrollo rural. Es decir, un enfoque multisectorial y coordinado. Debemos formar a creadores, científicos y emprendedores en el uso estratégico de la PI. Apoyar a las universidades en la transferencia de tecnología. Financiar la protección de marcas y diseños de productos panameños con identidad territorial. Garantizar la participación de los pueblos originarios en la protección de sus conocimientos. Promover licencias abiertas y el acceso a datos y publicaciones financiadas con fondos públicos. Esta no es una discusión técnica. Es una conversación sobre cómo queremos construir nuestro futuro productivo, cultural y científico. Panamá tiene la oportunidad de no quedar atrapado en modelos heredados del siglo XX y de proponer un sistema de propiedad intelectual adaptado a su contexto, que respete los compromisos internacionales pero también refleje las prioridades nacionales. Podemos liderar una nueva generación de políticas de PI: más inclusivas, más justas, más útiles. Un sistema que defienda a los creadores, pero que también abra oportunidades para innovar, aprender y compartir. La propiedad intelectual no está muerta. Pero necesita evolucionar. Y Panamá puede ser ejemplo de cómo hacerlo con visión de desarrollo. El autor es asesor en políticas de innovación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt). Hacia el amor universal León XIV XIV es la resurrección de una Iglesia en la que, en cada cristiano, “la esencia del cristianismo es una figura histórica viviente: Jesús de Nazareth”, como lo dijera cada vez, el teólogo, ya desaparecido, Hans Küng. “Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patrones y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda. Cuál y cuán grande sea la importancia de las cosas que van en ello, se ve por la punzante ansiedad en que viven todos los espíritus; esto mismo pone en actividad los ingenios de los doctos, informa las reuniones de los sabios, las asambleas del pueblo, el juicio de los legisladores, las decisiones de los gobernantes, hasta el punto que parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres.”, escribió el Papa León XIII, lo que sería la introducción de su encíclica emitida el 15 de mayo de 1891, titulada “de cambio revolucionario” o Rerum novarum, la primera encíclica social de la Iglesia católica y el útero de la Doctrina Social de la Iglesia, esa que no pocos olvidan, para no recordar su responsabilidad con otros seres humanos con iguales derechos, aunque no con las mismas oportunidades. Aquí está el Papa León XIV, embarrado de una Latinoamérica de injusticias, de crímenes impunes, no investigados, de avasallaje político y gubernamental, de descristianización entre cristianos, de sátrapas y ladrones, de dictadores, no de derecha ni izquierda, sino para robar con la mano derecha o con la mano izquierda, para recordarnos nuestra responsabilidad frente a los autoritarios, los imperialistas, los dictaPedro Ernesto Vargas El veneno de la polarización afectiva Emoción vs. razón Nadie tiene la verdad absoluta. Por eso las democracias, en principio, se diseñaron con una estructura de contrapesos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, todos con funciones distintas, pero necesarias. La idea no es que un solo actor tenga todo el poder, sino que el sistema funcione con la capacidad de autorregularse. Porque el verdadero bien común es la estabilidad institucional, no la victoria de un bando. Los padres fundadores de Estados Unidos ya advertían que un político con el respaldo de la mayoría podía ser, paradójicamente, el ingrediente perfecto para destruir la democracia desde dentro. No por su popularidad, sino por el riesgo de que esa mayoría deje de cuestionarlo. La polarización ideológica no es, en sí misma, un problema. En una democracia sana, es natural y necesario que existan diferencias de opinión. Pero hoy enfrentamos una amenaza más profunda y dañina: la polarización afectiva. Es un enemigo silencioso de la democracia que se infiltra en conirrefutables, porque esos datos “vienen del otro lado”. No importa si algo es cierto o no: solo importa si ayuda a vencer al adversario. Así, la corrupción se justifica, la mentira se tolera y la violencia se minimiza. El problema no es solo político. Es cultural y profundamente emocional. En una sociedad donde la dignidad de las personas ha sido pisoteada, y donde muchas se sienten abandonadas, burladas o ignoradas por el sistema, no es raro que encuentren “refugio” en una causa que les prometa identidad, pertenencia y dignidad. Pero ese “refugio” no puede construirse sobre el rechazo absoluto al otro. Porque una sociedad partida en dos no puede construir nada en conjunto. La democracia necesita ciudadanos críticos, no fanáticos. Necesita personas capaces de votar con el corazón, sí, pero también con la cabeza. Necesita que podamos discutir sin insultar, discrepar sin odiar y cambiar de opinión sin que eso sea visto como una traición. Solo si somos capaces de salir del torbellino emocional de la polarización afectiva, podremos recuperar algo mucho más valioso que una elección: la capacidad de pensar juntos el futuro de Panamá. Opinión EL AUTOR es asesor en políticas de innovación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt). EL AUTOR es politólogo especializado en Ciencia Política y Administración Pública. EL AUTOR es médico. Carlos Maynor Salinas Santano dores, los fascistas, los devastadores de la persona humana, los que violan sus carnes, quiebran sus huesos, rompen sus cráneos buscando una confesión falsa. Y por eso, León XIV inicia con “La paz sea con ustedes”. Estoy conmovido por lo impresionante de su humildad, lo rica de su sencillez, lo visible de su dolor aún ante la fiesta del pueblo católico, su agradecimiento y su temor a Dios. Gracias Papa Francisco por trazar el camino. Quiero un Papa que no calle ante la injusticia. Que no lo atemorice el tamaño ni el color de la piel —ni lo que la cubre— ni de la boca oscura sin fondo de quien nos amenaza, ni sus riquezas y bienes habidos en escenarios de pólvora y cenizas, donde el paisaje es gris —el cielo que se mira y la tierra que se pisa— ni su prepotencia y matonería alimentadas desde su infancia y engordadas por la flaqueza de sus gentes que lo eligen, unos con miedos, otros con odios, su irreverente polifonía de mentiras y de engaños, falsedades ignominiosas que destrozan vidas y personas. Quiero un Papa que, al caminar dentro de las montañas, entre las fieras de las selvas, los recios vientos de las llanuras y los ecos de las historias de injusticias de los valles de América, cruce sus ríos y sus cementerios y encuentre más fuerzas en la marcha de sus zapatos que la fuerza aplastante de las orugas que regresan al polvo viviendas y gentes en las guerras. Esa fuerza en esos zapatos seguirá las huellas de aquellos zapatos rotos y deformes que llegaron “desde el fin del mundo”. El llamado a los cristianos es a todos los hombres y mujeres del mundo, a ser misioneros de la paz, del recibimiento, de la apertura, del abrazo, del amor al Otro. Puente y diálogo. El momento de las arbitrariedades, de la persecución, de las difamaciones y mentiras es un momento dique, barrera, muralla, que no permite conversar y convivir como seres humanos, que todo lo reduce a una transacción materialista y abusiva, que trepa a un hombre sobre otro para aplastarlo, robarle y sustraerlo de la sociedad. Ese Papa misionero que quiero y queremos ha sido elegido. Decir “todo el mundo” podría desprestigiar su significado, pero “todo el mundo” ha estado pendiente de la Iglesia católica desde la muerte del Papa Francisco. No pocos, acérrimos enemigos de ella, se unieron al interés mundial por la elección de un nuevo Papa. Como si les importara. Como si importara. Sí les importa, y también importa. Qué harían o harán con el resultado, puede predecirse. Dehecho,siemprehayquienesnos recuerdan la Iglesia frente a sus errores y pecados, no los de ellos sino los de la Iglesia y siempre esperando que los católicos nos volvamos contra nosotros mismos, vociferemos contra nosotros mismos, repitamos acusaciones sin siquiera conocerlas a cabalidad. Y, sin embargo,lohemoshecho,porquetampoco somos santos ni ángeles, porque también tenemos emociones que cabalgan ante el escándalo, como briosos animales sin meta ni cansancio. Porque también nos molestan, nos lastiman, nos hieren y no los justificamos, mucho menos cuando nos defraudan como nosotros defraudamos a quienes nos quieren, que no es monopolio de los creyentes. Pero lo cierto es que la Iglesia es universal y que resucita cada vez con mejor y mayor ímpetu. Con la muerte del Papa Francisco, la incertidumbre renace en el temor de que quien viene no dé la talla, no continúe un papado de una Iglesia para los pobres, que implica un retroceso para nuestras prioridades humanistas, de justicia, de caridad. Pero como el Eclesiastés, siempre repetimos: “Para todo hay una estación, y un tiempo para todo lo que se quiere bajo el cielo”, o, como en los Salmos, “los tiempos de Dios son perfectos”. Con la muerte del Papa Francisco en la Pascua de Resurrección, la venida del Papa León Pedro Quijano Mérida 7A LaPrensa Panamá, jueves 16 de enero de 2025 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. 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