12A La Prensa Panamá, martes 20 de mayo de 2025 bilitados. Dichas amenazas se manifiestan de diversas formas, entre ellas la polarización social, la censura, el incremento de la corrupción y la intervención de factores externos que buscan vulnerar la soberanía nacional. La situación actual refleja una crisis en la representación política. Se evidencia la falta de un debate público acerca de las reformas necesarias para adaptar el modelo vigente a una sociedad en constante transformación. La clase política tradicional no ha respondido adecuadamente a los cambios sociales, lo que ha generado una desconexión entre las demandas ciudadanas y la respuesta institucional. Esto ha resultado en un aumento del descontento social, así como en una creciente insatisfacción y desconfianza hacia las instituciones. La democracia, por su propia naturaleza, necesita transformarse para enfrentar los cambios sociales, económicos y políticos que surgen. En Panamá, ello se evidencia en la evolución de las políticas públicas, especialmente en lo referente a la participación y el debate ciudadano. Con frecuencia, la población es considerada meramente como un requisito formal para la participación, mientras que sus opiniones no siempre son escuchadas ni tenidas en cuenta. Al final, las decisiones tienden a ser influenciadas más por el poder político que por la voluntad del pueblo. Esta desconexión entre el pueblo y las autoridades genera la percepción de que las instituciones no pueden responder eficazmente ante crisis políticas, económicas o sanitarias, lo que conlleva a una pérdida de confianza en ellas. Situaciones como la corrupción, la inseguridad, la falta de rendición de cuentas y transparencia, así como la impunidad, contribuyen al debilitamiento de la legitimidad del sistema político. La erosión de las instituciones se produce cuando los poderes del Estado (Legislativo, Judicial y Ejecutivo) pierden su independencia o se ven comprometidos por intereses económicos o políticos, lo que resulta en un evidente debilitamiento de la separación de poderes. Además, la corrupción se torna sistémica, involucrando no solo a Ni comunismo ni capitalismo salvaje Tercera vía solver los desequilibrios y deficiencias de nuestra democracia. Revivir el espíritu reformista de la tercera vía puede ayudarnos a reconciliar una sociedad dividida. Pero esto no se logrará con más mesas tripartitas vacías, sino con conversaciones profundas sobre la estructura social y la reeducación cultural de los ciudadanos, para que participen en la transformación que el país necesita con urgencia. Aunque algunas críticas califican a la tercera vía como ambigua, lo cierto es que cualquiera de los dos extremos socioeconómicos sería perjudicial para Panamá. Antes de enfocarnos en disputas ideológicas, debemos sentar las bases para que el país se convierta en uno con más oportunidades y menos corrupción. Ni comunismo ni capitalismo salvaje. Las libertades individuales no deben ser comprometidas ni por el Estado ni por el sector privado. Sin embargo, hoy Panamá se encuentra sumido en un discurso que, más que proponer soluciones, busca atacar y luego imponer “ocurrencias” disfrazadas de ideas. Tristemente, tenemos un puñado de políticos ineptos que sienten el derecho de gobernar tan solo porque así se lo han hecho creer unos cuantos. Allí se refleja la falta de unidad en nuestra sociedad: una parte importante de la población cree cualquier información que recibe y defiende hasta a los corruptos más peligrosos para la democracia, la justicia y el orden institucional. Una nueva vía, aunque parezca inalcanzable, debe enfocarse en estimular el pensamiento crítico de las masas, para que puedan pensar por sí mismas. Eso debe lograrse mediante una reforma educativa profunda, no solo en la educación básica, sino también en la superior. Corrientes ideológicas como el marxismo podrían arguLuis Credidío De la promesa a la crisis: una nueva ‘Constitución’ Instituciones Una democracia se considera en proceso de volverse imperfecta cuando su deterioro ocurre de manera gradual y creciente. Inicialmente, esta erosión puede resultar difícil de identificar o incluso imperceptible, pero con el tiempo se manifiesta en el creciente descontento popular, lo que puede derivar en protestas, huelgas y cierres. En el caso de Panamá, tras la caída de la dictadura militar, el país se estableció como una democracia robusta y estable. Ese sistema político permitía elecciones periódicas en las que tanto pequeños como grandes partidos podían participar de forma pacífica. Sin embargo, con el paso de los años, hemos enfrentado nuevos problemas y desafíos: el modelo democrático ha experimentado una erosión gradual que ha afectado su calidad. Actualmente, se habla de una democracia imperfecta, caracterizada por el estancamiento y la falta de reformas necesarias para el progreso social. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su libro Cómo mueren las democracias, afirman que, en las democracias modernas, sólidas y consolidadas, el peligro ya no proviene de golpes de Estado ejecutados por militares, sino que el verdadero riesgo emana de líderes electos democráticamente que, de forma paulatina, erosionan las instituciones cuando no hay tolerancia ni moderación institucional, especialmente en la toma de decisiones. La democracia entra en crisis cuando los principios y valores fundamentales —como el Estado de derecho, la separación de poderes, la participación ciudadana, la certeza del castigo, la rendición de cuentas y la transparencia— se ven amenazados o deuna élite política o empresarial, sino también generalizándose y derivando en impunidad. Esto genera desconfianza en el sistema y deslegitima a las instituciones. La situación provoca una profunda división en la sociedad, haciendo que los ciudadanos pierdan la confianza en sus autoridades. En algunos casos, ello conlleva restricciones a libertades fundamentales, tales como la de expresión, de prensa o de protesta, bajo el pretexto de mantener el orden social, la seguridad y la estabilidad. Problemas como la desigualdad, el desempleo y la inflación alimentan el descontento, pudiendo dar lugar a movimientos populistas o autoritarios. Finalmente, se produce un debilitamiento en los procesos electorales, en los cuales se manipula al electorado y la falta de transparencia en las campañas y en los resultados impide reflejar la verdadera voluntad popular. Urgen cambios institucionales y sociales. No solo es preciso fortalecer los mecanismos de representación, sino también modernizar las instituciones públicas. La búsqueda de soluciones debe ir acompañada de una educación cívica que informe a la población y la mantenga vigilante respecto al uso de los recursos públicos. Panamá es un país extremadamente desigual, y esa desigualdad sigue en aumento. Norberto Bobbio, en su obra El futuro de la democracia, destacaba el problema del rendimiento del sistema democrático cuando el gobierno no puede satisfacer las demandas de la sociedad por su cantidad, costo o dificultad. Además, señalaba que todo gobierno democrático se basa EL AUTOR es abogado, investigador y doctor en Derecho. EL AUTOR es internacionalista y estudiante de Derecho. mentar que no hay alternativa para mejorar la sociedad más allá de la suya; sin embargo, esa es precisamente la narrativa que debemos combatir. Ni el capitalismo salvaje ni el marxismo-leninismo han logrado erradicar la desigualdad económica ni superar la limitación cognitiva que mantiene a muchos países en el subdesarrollo. Los panameños necesitamos cuestionar, entender y decidir por nosotros mismos. Más recursos no salvan a un país sin liderazgo Una vez se corrijan las riendas del pensamiento y el sentido crítico de la sociedad, tendremos la capacidad, como nación, de enfocarnos en sanar estructuralmente los pilares político-económicos de la República. Nuestro sistema electoral se verá impactado positivamente por una sociedad informada, menos manipulable y menos polarizada. La reevaluación de lo que estamos haciendo —para corregir lo que está mal y perfeccionar lo que va bien— nos hará ver la viabilidad económica de una nueva forma de hacer política: la libertad ciudadana. Tanto un sistema de bienestar social como el bienestar laboral son indispensables para la salud del mercado y de la economía. Sin caer en un excesivo intervencionismo, es posible garantizar los derechos necesarios de los trabajadores mediante el fortalecimiento del sistema de justicia, haciendo que todos seamos iguales ante la ley, sin privilegios para quienes tienen poder económico o político. No obstante, cualquier reforma debe considerar la productividad nacional, para garantizar una responsabilidad mutua entre trabajadores y empleadores. Panamá ha sido gobernada por administraciones improvisadas, con planes partidistas que expiran en el último año de gestión. Además, la falta de una teoría económica que respalde nuestras acciones e inacciones contribuye a esta improvisación. La cohesión social —junto con el acceso equitativo a oportunidades— es un pilar de la tercera vía. Para lograrla, debemos reducir la corrupción en nuestra sociedad, hasta mitigar su impacto en nuestra forma de William Beveridge, economista y reformista británico, identificó cinco grandes males que debían ser erradicados para construir una sociedad más justa y próspera: la pobreza, la enfermedad, la ignorancia, la miseria y el desempleo. Su propuesta, plasmada en el célebre Informe Beveridge de 1942, planteaba que el Estado debía asumir el liderazgo en la seguridad social, liberando a los ciudadanos y a las empresas de esa carga para aumentar la productividad. Eso sí, advertía que debía ir acompañada de una administración pública eficiente. Este pensamiento no es socialista, ya que se enfoca en sostener la productividad de un país mediante la eliminación de las preocupaciones y desafíos que afectan a los individuos. La idea es sencilla: con una red de seguridad sólida, las personas estarán más motivadas a trabajar y mejor preparadas para afrontar los imprevistos. Una vez que esa red se ve afectada, limitada o eliminada, los cinco grandes males que Beveridge describía resurgirán, y la productividad comenzará a caer, hasta desembocar en sociedades menos saludables, menos educadas, menos trabajadoras y más desmotivadas. En este contexto, Panamá enfrenta el desafío de encontrar una vía propia. Inspirarse en el modelo de la “tercera vía” británica —impulsado por Tony Blair— podría ser una alternativa, no necesariamente por sus políticas específicas, sino por su estructura: una búsqueda de consensos y principios compartidos para tomar decisiones políticas y económicas más sensatas. La realidad es que Panamá no está preparada para debates ideológicos extremos. La República se encuentra en un estado de desfallecimiento público y social que nos impide sacar provecho a las discusiones entre izquierda y derecha. La única opción es reNorberto Bobbio plantea que todo gobierno democrático se sustenta en libertades fundamentales que permiten a la ciudadanía expresarse, pero la multiplicidad de demandas puede saturar el sistema político, forzándolo a tomar decisiones excluyentes que generan descontento. Tomás Cristóbal Alonso Sandoval Las políticas que mejoran la economía y la calidad de vida no deben lealtad a ninguna teoría política. Para devolverle la confianza ciudadana al Estado, debemos repensar cómo funciona la justicia en Panamá. pensar. La corrupción no es exclusiva de la clase política; se extiende a gran parte de la élite empresarial, que ha contaminado la administración pública. Las alianzas público-privadas, el conservadurismo fiscal y la integración de responsabilidades individuales e igualdad de oportunidades formaron parte del legado de Tony Blair. No obstante, el debate sobre estas políticas puede volverse conflictivo cuando se abordan temas de inclusión económica. No hay mejor forma de inclusión que brindar herramientas a los ciudadanos para que puedan aspirar a la vida que desean, no a través de subsidios sin objetivos claros. Las políticas que mejoran la economía y la calidad de vida no deben lealtad a ninguna teoría política. Para devolverle la confianza ciudadana al Estado, debemos repensar cómo funciona la justicia en Panamá. La inversión extranjera es imprescindible para el desarrollo continuo del país. Por ende, se requieren políticas regenerativas que devuelvan el sentido común a los debates públicos y a la acción gubernamental. Panamá necesita, gradualmente, reformas que permitan la creación de una Corte Constitucional, rompiendo así con la estructura triangular actual, donde los tres órganos del Estado evitan juzgarse entre sí, perpetuando la impunidad y el blindaje político. Hoy, con la posible explotación de hidrocarburos en el Caribe panameño, la pregunta es inevitable: ¿podemos confiar en esta clase política para administrar esos recursos? La historia reciente sugiere que no. Ni los ingresos del Canal ni el auge del sector servicios han reducido la desigualdad, mejorado la educación o sacado al país del subdesarrollo. No importa si explotamos veinte yacimientos más de cobre, construimos nuevos canales o descubrimos reservas de gas o petróleo. Si seguimos con el mismo pensamiento conformista y con la misma clase política, estaremos condenados a más corrupción, más ineficiencia y más despilfarro. Panamá no necesita más recursos: necesita un cambio de conciencia, liderazgo íntegro y ciudadanía crítica. en libertades fundamentales, como la de prensa, de reunión y de asociación. Estas libertades permiten a los ciudadanos dirigirse a sus gobernantes, pero la multitud de demandas sobrecarga el sistema político, obligándolo a tomar decisiones que excluyen otras soluciones y generan descontento. Sumado a esto, la lentitud de la clase política para tomar decisiones agrava la situación. Como decía Bobbio: “La demanda es fácil y la respuesta difícil”. Es fundamental reconocer que la clave para abordar los problemas que afectan a la ciudadanía reside en contar con ciudadanos activos que participen en la democracia. Cuando se requieren soluciones para dichos problemas, es necesario un sistema que facilite la participación sin recurrir a la violencia, promoviendo el debate de ideas. Si fallamos en la forma de llevar a cabo estos debates, fracasaremos en todo lo demás. Según Bobbio, la democracia debe ser dinámica para enfrentar las promesas incumplidas y las crisis derivadas de la desigualdad, la burocratización y la globalización. Puede fortalecerse mediante reformas institucionales, participación ciudadana y educación cívica. En Panamá, la corrupción, la polarización y el clientelismo demandan hoy más que nunca una nueva constitución. Desde hace décadas se ha confirmado la necesidad de una nueva Constitución. Aunque no solucionará todos los problemas, esa nueva carta magna podría superar las limitaciones de la vigente y responder de manera más adecuada a los desafíos actuales. Fortalecerá las instituciones, consagrará los derechos humanos, protegerá el medio ambiente y fomentará la participación ciudadana. Si se redacta con transparencia y mediante un proceso participativo, se convertirá en la herramienta principal para recuperar la confianza ciudadana y evitar fracturas sociales. Asimismo, permitirá enfrentar de forma directa la corrupción y el clientelismo que actualmente prevalecen. Opinión
RkJQdWJsaXNoZXIy MTUxNDg2MA==