7A La Prensa Panamá, jueves 15 de mayo de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. zada por el negociador jefe de Estados Unidos, Ellsworth Bunker, quien advirtió que un fracaso en las negociaciones generaría graves efectos negativos más allá de Panamá, incluida la interrupción de relaciones con América Latina, lo que conduciría a una condena mundial y pondría en riesgo las operaciones de la vía acuática. Finalmente, el 7 de septiembre de 1977, gracias al empeño del jefe de gobierno de Panamá, Omar Torrijos, y al compromiso adquirido por Jimmy Carter, se firmaron los tratados que establecieron la desaparición de la colonia y el traspaso gradual del Canal a su legítimo dueño, proceso que se completaría el 31 de diciembre de 1999. “Casi medio siglo después de dilatados esfuerzos diplomáticos bilaterales, finalmente se eliminó la Zona del Canal como un contencioso y repudiado símbolo internacional de la hegemonía de Estados Unidos en la región de América Latina”, dice un documento del Departamento de Estado desclasificado el 3 de febrero de 2025. Si bien el mérito principal lo tiene Carter, el proceso fue respaldado por cuatro expresidentes de Estados Unidos: Johnson (demócrata), Richard Nixon y Gerald Ford (republicanos) y el propio Carter (demócrata). El impulso decisivo lo dio Ford, tras reunirse con Kissinger, quien viajó a Panamá en febrero de 1974 para firmar con el canciller panameño Juan A. Tack la Declaración de Principios, que definió el marco y los objetivos de las negociaciones. Conforme a lo pactado, Panamá recibió el Canal y sus instalaciones el 31 de diciembre de 1999 —hace 25 años— y lo ha manejado con impecable eficiencia y seguridad. De acuerdo con las recomendaciones de la Comisión de Estudios sobre Alternativas al Canal, integrada por Estados Unidos, Panamá y Japón, se amplió su capacidad mediante un tercer juego de esclusas, con una inversión superior a los 5,300 millones de dólares. Los tratados coincidieron con un giro en la política de Estados Unidos, que abandonó su apoyo a dictaduras militares para privilegiar el impulso a las democracias y al respeto a los derechos Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. ¿Es posible una tercera guerra mundial? Geopolítica A mi juicio, no desde la crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962, o la caída del Muro de Berlín y el supuesto fin de la Guerra Fría, el mundo ha venido preparándose, acaso sin querer, para soltar los perros de la guerra. Hay regiones que ya están en crisis, desde donde podrían arrastrar a otras. Distingo cuatro escenarios explosivos, sin que el orden implique prioridad. El primero es el conflicto árabe-israelí, con la peligrosa complicidad de Irán del lado palestino. Además de tratarse de una disputa territorial —donde la posición palestina es cada vez más extrema y maximalista—, representa también un choque ideológico. Israel, por más que lo intente, no puede acabar del todo con Hamás en Gaza, porque el movimiento representa una idea. Lo que sí puede hacer es neutralizarlo y convertirlo en un grupo árabe más, como la Hermandad Musulmana, asegurándose de que no vuelva a ocurrir otro ataque como el del 7 de octubre de 2023. Además, Israel no puede permitir que Irán se convierta en una potencia nuclear, pues esto implicaría una amenaza existencial para el Estado judío. La segunda región es Asia-Pacífico, o más específicamente la rivalidad entre dos superpotencias: China y Estados Unidos. Es cierto que ahora se ha declarado una tregua en la escalada arancelaria, pero el conflicto es mucho más profundo: el dragón chino es una potencia ascendente que amenaza con arrebatarle la primacía global al dominio norteamericano. Y no hay que olvidar a Taiwán, territorio al que Estados Unidos ha otorgado ciertas garantías. Profetizo que China no descansará hasta recuperar lo que ellos llaman “la provincia rebelde”. La guerra entre Rusia y Ucrania puede convertirse en un conflicto continental. Si algo debe aprenderse de las pasadas guerras mundiales es que no se puede recompensar al agresor, y mucho menos otorgándole territorios. Ucrania representa los valores de Europa occidental, y una derrota allí solo serviría para abrir más el apetito del oso ruso. Tampoco se debe olvidar la disputa por la región de Cachemira, que confronta a India y Pakistán desde la partición territorial de 1947. India es cada vez más poderosa: su producto interno bruto es ocho veces mayor que el de Pakistán, país que está prácticamente en bancarrota. La semana pasada, el FMI tuvo que extenderle un préstamo urgente de un billón de dólares. Ambas naciones poseen armas nucleares. La tregua declarada por Estados Unidos no es más que eso: una tregua. Pakistán se siente victorioso, India humillada. Pronto estallará otro conflicto, y esta vez será una guerra declarada. Otras disputas, como la de los kurdos con Turquía o la guerra civil en Sudán, no arrastran el mismo peligro global. Las guerras mundiales rara vez empiezan simultáneamente: se van sumando países, alianzas, objetivos comunes. Alemania atacó a Polonia el 1 de septiembre de 1939, nación a la que Francia y Gran Bretaña habían otorgado garantías. El Imperio japonés atacó Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, el famoso día que, según el presidente Roosevelt, “vivirá en la infamia”. ¿Cómo evitar otra guerra? Tal vez siguiendo el principio romano: si vis pacem, para bellum. Es decir: si quieres paz, prepárate para la guerra. Memorando de Entendimiento: ¿vinculante o no? Acuerdo utilizan son “podrán”, “promoverán”, “se esforzarán”, “procurarán”, “toman nota”, entre otras. Aclaro que este manual podría ser considerado como una guía respecto a la figuradelosMoU,quecadavezestátomando mayor forma en el derecho internacional público. Y la razón sería evitar formalidades y burocracia, tratándose de esfuerzos, propuestas, anotaciones y demás objetivos que no generen compromisos o deberes con carácter obligatorio. Por esa misma lógica, cualquiera de las partes podría dar por terminado, individualmente, el MoU, avisándolo con seis meses de antelación. Para determinar si un MoU en particular está concebido para ser un documento legalmente vinculante, se debe analizar la intención de las partes, así como la posición de los firmantes. El entendimiento 21 del MoU dice: “Ninguna disposición del presente memorando, o sus anexos, tiene la intención de generar ningún derecho u obligación al amparo del derecho internacional”. ¿Por qué no se incluyó “no generará ningún tipo de derecho u obligación”, en vez de “tiene la intención de generar ningún derecho u obligación”? No estamos ante una expresión o afirmación o decisión explícita, sino ante un deseo o aspiración de que no se genere ningún derecho u obligación al amparo del derecho internacional. Esa redacción deja abierta a la contraparte —llámese Estados Unidos— la posibilidad de interpretar lo contrario; es decir, que el MoU sí es vinculante. Y que conste: ni siquiera tenemos el ejemplar en inglés. No estamos, como queda dicho, frente a una expresión explícita, sino ante un deseo o aspiración. Estas ambigüedades en la redacción son peligrosas, frente al país más poderoso, que además interpreta a su conveniencia. Algunos dirán Julio Ernesto Linares Trump, ¿de vuelta al colonialismo? Relaciones internacionales El siglo XX bien pudo ser llamado la época de oro de la descolonización mundial. Curiosamente, ese proceso tuvo en Estados Unidos su principal propulsor. El impulso inicial lo dio el presidente Woodrow Wilson, quien en un discurso pronunciado en 1918 se manifestó a favor de la autodeterminación de los pueblos. Después de la Segunda Guerra Mundial, lo hizo Franklin D. Roosevelt a través de la Organización de las Naciones Unidas, que impulsó tanto la descolonización como la autodeterminación de los pueblos. Posteriormente, y frente al riesgo de que los nuevos estados abrazaran el comunismo durante la Guerra Fría, el proceso de descolonización fue apoyado por Estados Unidos con cierta reserva por los presidentes Harry Truman y Dwight Eisenhower. Panamá luchaba, desde 1903, por eliminar la colonia llamada Zona del Canal, creada por Estados Unidos en unilateral interpretación del Tratado Hay–Bunau Varilla. La gesta heroica de enero de 1964, en la que 22 estudiantes murieron en defensa de la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal, sumada a la patriótica posición del presidente Roberto F. Chiari al romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos, dio un giro radical a la posición de Washington. El entonces presidente Lyndon Johnson se comprometió a iniciar negociaciones para remover las causas del conflicto con Panamá. “El continuado control de Estados Unidos sobre el Canal de Panamá luce como puro colonialismo”, le dijo el secretario de Estado Henry Kissinger al presidente Gerald Ford durante una reunión del Consejo de Seguridad Nacional en mayo de 1975. Esta posición fue reforhumanos como pilares de su política exterior. Hasta entonces, Estados Unidos apoyaba selectivamente a regímenes militares “leales” que violaban derechos humanos. Para corregir ese desvío de sus objetivos originales, el Congreso modificó a fines de los años setenta la Ley de Ayuda Exterior de 1961 para negar asistencia a países cuyos gobiernos incurrieran en violaciones a los derechos humanos. Esta política es lo que diferencia a Estados Unidos de potencias como China y Rusia. La democratización de Panamá fue parte del compromiso adquirido por la dictadura de Omar Torrijos para firmar los tratados. La experiencia panameña ha sido una historia de éxito, según lo han reconocido presidentes de Estados Unidos, incluidos Jimmy Carter y Donald Trump. Este último, durante la visita que le hizo en 2017 el entonces presidente Juan C. Varela a Washington, tras felicitarlo por la ampliación del Canal, comentó: “El Canal está muy bien. Creo que hicimos un buen trabajo en su construcción”. Pero en su segundo mandato, Trump adoptó un discurso diametralmente opuesto. Sustentado en la falsa narrativa de que el Canal es manejado por China, prometió “retomar el control del Canal”. Panamá no ha sido el único blanco de su vena colonialista. También lo han sido Canadá y Groenlandia. Reiteradamente ha expresado su interés en convertir a Canadá en un estado de la unión y en apoderarse de Groenlandia, territorio autónomo de Dinamarca. Además de carecer de base legal para perseguir su objetivo de “retomar el control del Canal”, un retorno al odiado colonialismo tendría un grave impacto en las relaciones de Estados Unidos con sus aliados, incluido Panamá. Resulta ilógico pensar que el Pentágono, los servicios de inteligencia y otros estamentos de poder en Washington endosen una política tan absurda como la que propone Trump. Opinión EL AUTOR es internacionalista. EL AUTOR es periodista. EL AUTOR es abogado. Ezra Homsany que, al no ser vinculante, había que colocar lo que está, porque de otra forma lo haría un acuerdo vinculante. Pero es que este entendimiento 21 era precisamente el que delineaba si había vínculo o no entre las partes. Y al incluir la condición de no vinculante como una simple intención, deja abierta la posibilidad de que sí se genere el vínculo. Aunque suene paradójico, era el momento de imponer —por reglas de hermenéutica— en un supuesto acuerdo no vinculante, la convicción sobre el deseo. Por lo tanto, la no generación de ningún derecho u obligación al amparo del derecho internacional es una simple intención y no una certeza. En reciente comunicado de la Embajada de Estados Unidos, pareciera que nuestra contraparte ha querido aclarar la situación, al expresar que el MoU “no es legalmente vinculante para Estados Unidos y Panamá”. Si bien es un indicio importante, se trata de una mera comunicación, sin fuerza normativa. Como tampoco la tenía la declaración conjunta en la que se omitió la mención explícita sobre la soberanía, que Estados Unidos minimiza aún más, al considerarla —según el nuevo embajador— un simple “comunicado de prensa”. Esto le habría costado el cargo al vicecanciller Ruiz-Hernández, quien afirmó que la no inclusión de ese punto en la versión en inglés no implicaba, en absoluto, una negación de la soberanía. En conclusión, la experiencia nos enseña que, a la hora de interpretar el MoU, Estados Unidos colocaría el entendimiento 21 por encima de cualquier comunicado aclaratorio. Ojalá me equivoque. El Memorando de Entendimiento (MoU) suscrito con Estados Unidos, a simple vista, luce como un acuerdo no vinculante. Cuando leemos los mutuos entendimientos, sobran los preceptos “podrán utilizar”, “se tiene la intención”, “entienden que”, “reconocen”, “podrán ser necesarias”, “no supondrá”, “podrán decidir”, “deberían ser” y “puede ser”. Es decir, la redacción se refiere a intenciones, compromisos, aspiraciones, propósitos, suposiciones, posibilidades o reconocimientos, que de seguro la Corte, al asimilarlo a un acuerdo simplificado, diría que no viola la Constitución. La Cancillería panameña, por su parte, elaboró en mayo de 2024 un manual sobre normas y procedimientos en materia de tratados. En la página 11 se refiere, precisamente, a lo que es un memorando de entendimiento; es decir, al concepto que se asimilaría a lo firmado entre el secretario de Defensa de Estados Unidos y el ministro de Seguridad de Panamá. Según este manual, estos acuerdos no generan obligaciones bajo el derecho internacional ni tienen carácter vinculante. Utilizan el término “participantes” en lugar de “partes”, así como “párrafo”, “apartados” o “secciones” en lugar de “artículos”. Como los aspectos que se tratan no son formalmente acordados, porque no hay un vínculo, las expresiones que se Franklin Castrellón Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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