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7A La Prensa Panamá, miércoles 14 de mayo de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. dente Xi se negó a responder llamadas de Trump hasta que se concretaran avances reales y un tono de respeto. En tanto, mientras Trump lanzaba amenazas y medidas punitivas, crecía el nacionalismo en China y el respaldo a Xi. En contraste, en Estados Unidos aumentaban las críticas a Trump por sus desaciertos económicos, lo que alimentaba la división republicana, de cara a las elecciones de medio término que se celebrarán en seis meses, cuando se renovará parte del Congreso. El lunes 12 de mayo, apenas un día después del diálogo bilateral, comenzó el Foro Ministerial China-Celac, con participación mayoritaria de los cancilleres de las 33 naciones que la integran, además de varios presidentes como invitados. América Latina ha sido escenario de la pugna entre China y Estados Unidos, y Beijing ha sido calificada por Washington como una “influencia maligna” en la región. Este sentimiento de rechazo a “Gringolandia” podría reflejarse en las deliberaciones del foro. Estados Unidos ha intentado desacreditar sistemáticamente la influencia china en la región mediante amenazas y desinformación. Entre los casos más notorios se encuentran los intentos por impedir la instalación de tecnología 5G en Costa Rica, la transformación de Puerto Quetzal (Guatemala) en un centro logístico, y el distanciamiento de Perú tras la construcción del megapuerto de Chancay. Esta presión obliga a los países latinoamericanos a tomar partido, aunque potencias como Brasil procuran mantener una autonomía cautelosa, evitando desagradar al que sostiene “el garrote”. La interferencia llega incluso al respaldo de “candidatos favoritos” en procesos electorales regionales, buscando acaparar la gobernabilidad. En medio del desarrollo del foro, se conoció Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. El ‘facho’ Colectivismo Cada día es más común leer en medios de comunicación digitales o redes sociales a personas que etiquetan a quienes se identifican ideológicamente con ideas libertarias, proempresa privada, de “derecha” o conservadoras, como “fachos”, es decir, fascistas. Lo más triste es que algunos de ellos son incluso catedráticos universitarios, y, por si fuera poco, enseñan economía o ciencias políticas. Buscan a toda costa imponer la narrativa de que los fascistas son de “extrema derecha” y los socialistas, lo opuesto. El fascismo fue, es y será un movimiento colectivista: una ideología que promueve el colectivismo en detrimento del individuo. Es un sistema que rechaza el libre mercado y promueve la intervención del Estado en la planificación económica. Defiende una amplia regulación estatal de toda actividad comercial, como la exigencia de licencias para operar negocios, la fijación de salarios y precios por parte del gobierno, y la prohibición total de las huelgas. El máximo exponente del fascismo, y probablemente su fundador, Benito Mussolini, nacionalizó bancos e industriascompletas,implementócontrolesdepreciosysalarios, estableció aranceles proteccionistas, entre otras medidas cuya relación con el socialismo es evidente y con el capitalismo, inexistente. A finales de 1939, solo la Unión Soviética superaba a Italia en propiedad estatal del total del país. Uno de cada cinco trabajadores era empleado del Estado. No existía libre competencianiemprendimiento.Endefinitiva,erasocialismo con un fuerte componente de nacionalismo. Una estrategia más para lograr el mismo fin: el control total de los medios de producción y la reducción máxima de las libertades individuales. Ambos caminos llevan al mismo destino: la entrega del poder absoluto al Estado y la renuncia de la soberanía más importante de todas, la del individuo. Una ideología que promueve el colectivismo, la intervención estatal en la vida de las personas y en sus negocios, la regulación excesiva, la planificación central de la economía y la confiscación de activos privados jamás puede considerarse capitalista. Es, más bien, su antítesis. Adolf Hitler fue otro gran exponente del fascismo y principal líder del Partido Nacionalsocialista. Promovió el nacionalismo, la expansión territorial mediante la fuerza y la centralización de la planificación económica en manos del Estado, todo con el fin de preparar a su país para la guerra. Fue un ferviente promotor del antisemitismo, del racismo y,sinduda,unodelosmayoresgenocidasdelahistoria. En resumen, tanto el socialismo como el fascismo promueven un Estado fuerte, grande y centralizado. Ambos impulsan el control y la dirección de la economía a través de la expropiación de los medios privados de producción y una fuerte regulación. Ambos restringen la libertad individual y la democracia, y promueven el exterminio, parcial o total, de toda oposición política. Ambos buscan controlar los medios de comunicación para moldear y dirigir la opinión pública. Uno lo hace bajo el discurso de resolver las desigualdades socioeconómicas de la población y defender a los trabajadores, supuestas víctimas de los empresarios. El otro, apelando a un nacionalismo extremo, define a un enemigo externo o interno —el equivalente a los “empresarios”— como el causante de todos los males del país, y unifica a la nación para ejecutar su exterminio. El socialista y el fascista son hermanos. El capitalista, en cambio, promueve y cree en la libertad individual, en un Estado minimalista, bajos impuestos, libre mercado, libre competencia, igualdad ante la ley y, lo más importante, en un sistema basado en la propiedad privada, donde los individuos y las empresas poseen los medios de producción. ¿Te suenan estos principios a los de un “facho”? Protestas y economía: el reto de equilibrar derechos y desarrollo Inestabilidad nero a sus casas. Lo más duro es que, al final, no importa de qué lado del debate estés: todos salimos golpeados. Entiendo el descontento. Vivimos tiempos difíciles y la gente está cansada de decisiones que no siempre siente propias ni transparentes. Pero cuando las protestas se prolongan o se tornan agresivas, el mensaje pierde fuerza y se corre el riesgo de hacer más daño que bien. Nadie quiere vivir en un país donde la única forma de ser escuchado es cerrando calles. Eso no puede ser nuestra normalidad. Lo preocupante es que este clima constante de tensión e inestabilidad también envía señales al resto del mundo. Panamá es un país pequeño, pero con muchas oportunidades. Si nos mostramos divididos y en caos, ¿quién querrá venir a invertir aquí? ¿Qué empresa apostará por crecer en un lugar donde no sabe si mañana podrá operar con normalidad? Y ojo, no estoy diciendo que no se reclame, ni mucho menos. Solo que necesitamos encontrar una forma distinta de hacerlo. Una forma que no termine perjudicando a quienes ya están en situación vulnerable. Porque mientras unos protestan con megáfonos, otros están en casa sin saber cómo van a pagar el alquiler o comprar la comida de la semana. Lo que hace falta, más que nunca, es diálogo. Pero un diálogo de verdad. No monólogos disfrazados ni mesas de trabajo que no llevan a nada. Necesitamos que todos los sectores se sienten con humildad y una voluntad real de entender al otro: trabajadores, empresarios, gobierno, estudiantes, comunidades... todos. Nadie tiene toda la verdad, pero todos tienen algo que aportar. Luis E. Ocando Diálogo entre EUA y China en Ginebra y Foro China-Celac Geopolítica ¿Coincidencia o estrategia? Los días 10 y 11 de mayo se llevaron a cabo conversaciones entre Estados Unidos y China en Ginebra, Suiza, para abordar asuntos económicos relacionados con aranceles y comercio global. Al día siguiente, el 12 de mayo, comenzó en Beijing el Foro de Ministros China-Celac. Según lo informado sobre la reunión en Ginebra, ambas partes se mostraron complacidas con los resultados: una reducción arancelaria del 145% al 30% por parte de Estados Unidos, y del 125% al 10% por parte de China, durante un período de 90 días. Además, se acordó establecer un mecanismo de consultas económicas y comerciales permanentes, reconociendo que una guerra comercial no tiene ganadores. ¡Amanecerá y veremos! Es importante destacar que la posición firme adoptada por el presidente Xi Jinping fue favorable: varias de sus demandas fueron aceptadas. Por ejemplo, se suspendió la “tarifa recíproca” de 34% impuesta por Donald Trump, dejándola en 10%, al igual que la aplicada a Inglaterra. China también exigió que se nombrara una figura clave para encabezar las negociaciones, lo que se concretó con el nombramiento de Scott Bessent. Asimismo, se acordó tomar “medidas agresivas” para detener el tráfico de fentanilo, lo que eventualmente podría traducirse en una reducción adicional del 20% en los aranceles. A diferencia de otros líderes, el presiun anuncio clave: el presidente Gustavo Petro confirmó la adhesión de Colombia a la Ruta de la Seda, al declarar: “Hemos decidido dar un paso profundo entre China y América Latina”. ¡Qué contraste con la actitud de Panamá! Seguramente, cuando regrese a Colombia, Petro conversará con el recién asilado Ricardo Martinelli sobre cómo en Panamá nos hemos entregado a un servilismo sin firmeza, sin ni siquiera debatir la “orden” de los emisarios de Estados Unidos que exigieron nuestra salida de la Ruta de la Seda. Pareciera que estamos “tan aculillados” que ni siquiera el canciller ni nadie del estamento del Cartel de los Buneau Varilla dijo “ni pío” sobre el foro desarrollándose en Beijing y representándonos el embajador de Panamá, que asistió sin agenda ni misión, solamente para aparecer en la foto del grupo. Panamá sigue en deterioro, presionado por los conflictos con sindicatos, gremios médicos y docentes, cuyas luchas—según el autor—parecen buscar el colapso del país, destruir la agricultura y limitar el acceso a una educación digna para la juventud. La pregunta que surge es si Panamá mantiene su libre determinación política sin injerencias extranjeras. Una forma de probarlo sería reincorporarnos a la Ruta de la Seda y evaluar la posibilidad de un canal seco en el occidente del país, esencial para nuestro futuro logístico. Debemos pensar racionalmente y reconocer que Estados Unidos fue introducido por quienes conforman el “Cartel de los Bunau-Varilla”, otorgándole una nueva forma de control sobre una “zona canalera” que pronto será ocupada, como desea el Desquiciado. Opinión EL AUTOR es empresario. EL AUTOR es ciudadano. EL AUTOR es Country Managing Partner – EY. Jorge E. Silva Melo A veces me pregunto: ¿por qué nos cuesta tanto buscar puntos en común? No se trata de que todos piensen igual, sino de que podamos construir sobre lo que sí compartimos: el deseo de vivir en un país que funcione, donde haya oportunidades, estabilidad y futuro para nuestros hijos. Es un deseo básico, pero poderoso. Panamá no puede darse el lujo de seguir estancada. Tenemos mucho potencial, pero seguimos tropezando con los mismos problemas. Y si no aprendemos a manejarlos con altura, vamos a seguir en este ciclo de crisis tras crisis. Mi consejo, como panameño, es simple: defendamos nuestros derechos, sí, pero sin destruir lo que todos necesitamos para vivir. Hay que protestar, pero también proponer. Hay que cuestionar, pero también escuchar. Si queremos un país que avance, tenemos que construir puentes, no levantar muros. En estos momentos complicados, lo que más se necesita es sentido común, responsabilidad y una verdadera voluntad de diálogo. Las huelgas pasan, pero las consecuencias quedan. Y si no actuamos con cabeza fría, quienes más van a sufrir no son los de arriba, sino los de siempre: la gente trabajadora, los que madrugan, los que apenas están saliendo adelante. No perdamos de vista eso. Porque, al final, todos vivimos en el mismo país. Y si a Panamá le va mal, nos va mal a todos. Panamá atraviesa días intensos. Las calles se han llenado de marchas, huelgas y protestas. Hay molestia, hay cansancio y mucha incertidumbre. La reciente reforma a la Ley del Seguro Social y la discusión sobre la posible reactivación de la minería han encendido las alarmas en distintos sectores del país. Y, como suele suceder en estos casos, cada quien defiende su punto de vista con firmeza. No estoy aquí para decir quién tiene la razón, ni para descalificar ninguna postura. Creo firmemente en el derecho que tiene cada persona de expresarse, protestar y hacer valer su voz. Eso es parte esencial de una democracia. Sin embargo, también considero necesario hablar de otro aspecto del asunto que, aunque a veces se deja de lado, nos afecta a todos: el impacto que estas protestas tienen sobre la economía del país. Cuando un país se paraliza, no hay ganadores. El comercio se frena, los mercados se desabastecen, y las pequeñas empresas —que muchas veces sobreviven con las justas— pierden días de trabajo que no se recuperan. El transporte público se ve afectado, los estudiantes pierden clases, y miles de panameños que viven del ingreso diario se quedan sin cómo llevar diJorge Obediente Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. 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