6A La Prensa Panamá, jueves 1 de mayo de 2025 El Hotel Tívoli fue inaugurado oficialmente en enero de 1907. Archivo El Hotel Tívoli Juan Ramón Vallarino [email protected] ARQUITECTURA TROPICAL Durante casi medio siglo, el Hotel Tívoli fue el principal referente hotelero de Panamá, vinculado a la construcción del Canal, al turismo impulsado por Theodore Roosevelt y al alojamiento de figuras históricas y eventos sociales clave. Este hotel estuvo estrechamente vinculado a la construcción del Canal de Panamá y a sus primeros años de operación. Comenzó a construirse a finales de 1905 y fue inaugurado oficialmente en enero de 1907. Antes de su apertura, se habilitó una sección especial para alojar al presidente Theodore Roosevelt, quien viajó a Panamá a finales de 1906 y se hospedó en el hotel el 15 de noviembre de ese año. El viaje de Roosevelt fue extraordinario, ya que se convirtió en el primer presidente estadounidense en viajar al extranjero durante su mandato. Orgulloso del proyecto del Canal, Roosevelt quiso inspeccionar personalmente los avances de la obra. La construcción del Canal implicó el traslado de miles de personas a Panamá, provenientes de Barbados, España y otros lugares, para trabajar en el proyecto. Menos conocido, sin embargo, es el hecho de que también atrajo a numerosos turistas estadounidenses, interesados en presenciar la magnitud de los trabajos y, posteriormente, en conocer la obra ya concluida. Entre aproximadamente 1906 y el 15 de agosto de 1914, cuando se inauguró oficialmente el Canal, miles de visitantes llegaron a Panamá movidos por este interés. El entusiasmo de los turistas fue impulsado en gran parte por la presentación que hizo Roosevelt ante el Congreso de Estados Unidos el 17 de diciembre de 1906, donde exaltó el orgullo por el proyecto y destacó la labor sanitaria encabezada por el Dr. William Gorgas. Muchos de estos visitantes se hospedaron en el Hotel Tívoli, ya que el Hotel Central, ubicado en la ciudad de Panamá, no podía satisfacer la creciente demanda turística. Como relata el historiador David McCullough en su obra The Path Between the Seas, entre 1911 y 1912 Panamá recibió casi 20,000 turistas, una cifra considerable para la época. McCullough también destaca que los empleados del Canal realizaban excursiones para conocer otras áreas, como la cercana isla de Taboga. Por su parte, la historiadora Patricia Pizzurno señala que, entre 1911 y 1912, se publicaron varias guías turísticas en Estados Unidos, como las de Farnham Bishop (1916), Ira E. Bennet (1915), Frank A. Gauce y Charles Carl Carr (1912), además de The Panama Guide de John O. Collins (1912) y Old Panama and Castilla de Oro de Charles Anderson (1914). También se promocionaron destinos como la isla de Taboga y el Casco Viejo. En esa época, había actividad musical en el Teatro Nacional, impulsada principalmente por Narciso Garay, con conciertos todos los lunes, según relata Eduardo Charpentier en su obra Sinfónica, Ópera y Zarzuela en Panamá. Así, los turistas interesados en la cultura musical podían asistir a estos eventos. El Hotel Tívoli contaba con 120 habitaciones sencillas y 100 habitaciones dobles, todas con baño privado, además de la suite Roosevelt. Ofrecía una amplia sala de baile, billar, una gran piscina y un depósito de equipajes. Desde 1912, disponía de agua caliente en todos los baños. Administrado por la compañía del Ferrocarril, el hotel era célebre por su excelente gastronomía, abierta también a los panameños. El complejo incluía el edificio principal, un pabellón de cocina conectado mediante una galería, depósitos, talleres, dormitorios para empleados, y la casa del administrador. También tenía una puerta-cochera que daba acceso al vestíbulo. Su arquitectura tropical en madera de dos plantas era notable. Estaba rodeado en cada piso por una galería de cuatro metros de ancho. La estructura era de armazón, salvo el vestíbulo, que era de ladrillo. Construido sobre pilares de hormigón elevados, permitía la circulación de aire debajo del edificio. El techo estaba cubierto de tejas francesas. El hotel se ubicaba en la colina conocida como “Colina Tívoli”, frente a la actual Avenida de los Mártires, en un entorno de arboledas y palmeras, con vistas a la ciudad y a la bahía de Panamá. Las veladas sabatinas en el Hotel Tívoli eran muy populares. Los huéspedes cenaban en el restaurante Dos Océanos y luego bailaban en el salón de baile. Además, el hotel acogía bailes de Año Nuevo, agasajos, bodas y tés organizados tanto por empleados de la Comisión del Canal como por militares y panameños vinculados al proyecto. Los bufets dominicales también ganaron popularidad entre la sociedad panameña. Entre las personalidades que se hospedaron en el Tívoli figuran el presidente Roosevelt y su esposa, el Duque de Windsor, la bailarina Anna Pavlova, el actor John Barrymore y el aviador Charles Lindbergh, entre otros. Asimismo, el hotel sirvió de refugio temporal para políticos panameños perseguidos, como los 17 diputados que en 1944 apoyaron a Jeptha B. Duncan para la Presidencia, y los expresidentes Florencio Harmodio Arosemena y Arnulfo Arias Madrid. Con la apertura del Hotel Panamá en 1951, el Tívoli dejó de ser el hotel más prestigioso de la ciudad y se reservó para huéspedes oficiales del gobierno de Estados Unidos. Finalmente, en 1971, cerró sus puertas y fue demolido. Actualmente, parte de sus terrenos alberga el Centro Earl S. Tupper del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. La historia hotelera de Panamá en la primera mitad del siglo XX merece mención especial. Aparte del Tívoli, el otro gran hotel era el Hotel Central, frente a la Plaza de la Catedral. Durante más de 50 años, no se establecieron otros hoteles de lujo en la ciudad. Según Pizzurno, existieron algunos hoteles medianos o pequeños, como el Hotel Metropole, propiedad de Jacob Kowalsky; el Hotel Colombia, construido en 1925 en la Plaza Bolívar por los arquitectos Leonardo Villanueva Meyer y Víctor M. Tejeira; y el Hotel Bella Vista, posteriormente transformado en el Casino. Este último se promocionaba como hotel de playa, ya que se podía caminar desde allí hasta la playa de Bella Vista. También atrajo visitantes latinoamericanos que buscaban atención médica en el Hospital Panamá, donde trabajaban médicos provenientes del Hospital Gorgas. Durante ese tiempo, aparte de algunas posadas, no surgió ningún hotel de relevancia hasta la inauguración del Hotel Panamá en 1951. Por tanto, durante aproximadamente medio siglo, el Hotel Tívoli fue considerado el más selecto y emblemático de la ciudad, circunstancia que cimentó su nombre en la historia de Panamá. Rimsky Sucre B. Francisco visitó Panamá en 2019. Archivo La carta que volvió con el Papa MEMORIA El 6 de e El Tuve la oportunidad de frecuentar la iglesia de San Francisco de la Caleta, donde servía monseñor Fray Martín Legarra (q.e.p.d.), párroco de la Orden de los Agustinos Recoletos, cuya labor misionera en América se centraba en dos lugares distantes y simbólicos: La Lábrea, en el río Purús del Amazonas brasileño, y Panamá. En una ocasión cenamos juntos y descubrimos que ambos habíamos estado en La Lábrea: él, como misionero en la iglesia y monasterio de aquel alejado pueblo amazónico; yo, como académico de Medicina en mayo de 1968. También habíamos coincidido en Filipinas: él como evangelizador, yo como escolta médica en varias ocasiones, acompañando a pacientes psiquiátricos desde Panamá. Esa noche memorable compartimos recuerdos y admiración por los Agustinos Recoletos, por su labor amorosa en el mundo, especialmente en el Amazonas y Panamá. Conservo con estima sus escritos y anécdotas en Mensajes a la retaguardia, recogidos en los tomos De mi acontecer misionero. Años después, en diciembre de 2015, escribí una carta motivado por el ejemplo del papa Francisco, la reciente designación como cardenal de nuestro agustino recoleto José Luis Lacunza, y la voz persistente de Fray Martín Legarra en mi memoria. La misiva fue enviada a La Prensa, sin éxito de publicación, y luego entregada en la Curia Metropolitana, dirigida a nuestro reverendísimo cardenal, con la esperanza de que llegase a sus manos. El sábado 26 de abril de 2025, el día de las exequias del papa Francisco, la carta regresó inesperadamente a mí, como una señal de que el Creador ve y escucha nuestras oraciones, incluso aquellas que parecían extraviadas. A continuación, comparto extractos de aquella misiva, por primera vez publicada. Países chicos, infiernos grandes (Las luchas del bien y el mal…) Nos aferramos más que nunca a los impulsos del bien y del mal que llevamos dentro. Esa imperfección humana, que nos impulsa y nos atormenta, parece haberse normalizado. “Cuarenta ladrones del Apocalipsis”, con ambiciones extremas, dominan nuestro rumbo. No porque sean mayoría, sino por la complacencia silenciosa de tantos que, siendo nobles, callan. Me siento como Kafka, atrapado en esta pasividad, entre viejos monasterios y campanarios mudos. El mal avanza cuando los buenos retroceden. Señor, desvía esta procesión fatal, de pasos retorcidos y promesas falsas. Los objetivos que se nos imponen no purgan el dolor ni alivian la miseria. Nuestra conciencia individual y colectiva necesita un rayo unificador que ilumine esta dualidad del bien y el mal. Desde niño escuché hablar de buenas esperanzas… y aún espero, desde esta coraza que duele y amenaza con estallar. Que desde lo más alto de su investidura, y del báculo recoleto, surja un juicio justo, una justicia que libere a los pueblos, que reconozca el valor de quienes cuidan los recursos del planeta, ese “combustible humano” del progreso. Que nuestra birreta recoleta los proteja. Que no se olvide el río Purús ni La Lábrea. Mucho menos, nuestro Tabasará. Nota: Esta carta fue escrita con ocasión de la esperada visita papal a Latinoamérica en 2015, y del viaje a Bergen, Noruega, el 19 de julio de ese año, cuando estaba pendiente el diálogo entre poder económico y dignidad humana en Panamá.
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