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6A La Prensa Panamá, domingo 27 de abril de 2025 Panorama La ‘Panamachuga’ y la CLC Stanley Heckadon Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] FINCAS BANANERAS Antes de la CLC había llegado la gente del ingenio. Un día de verano de 1919, aparecieron unos gigantescos negros jamaicanos que a palanca subían una enorme barcaza de metal cargando una maquinaria extraña y mulas. Dijeron que iban hasta donde llegase la marea y que trabajaban para la ‘Panamachuga’. Mi viejo amigo el doctor en entomología Clyde Stephens, apasionado sobre la historia de las bananeras y autor de varios libros sobre ellas, me hizo llegar esta foto aérea, quizás la primera, tomada en 1929 por el primer vuelo de reconocimiento aéreo de las selvas del territorio del Chiriquí Viejo, hoy distrito de Barú, desde el avión piloteado por el teniente J. Bealsey, siendo el fotógrafo J. Dean. Son los inicios de Puerto Armuelles, sede de operaciones de la Chiriqui Land Company conocida por los chiricanos como la CLC, primera empresa agroindustrial del interior de Panamá. Se aprecia el primer muelle de cemento que derribaría el gran terremoto de julio de 1934. Atracado un vapor refrigerado de la Línea Blanca de United Fruit Co., cargando racimos de banano procedentes de las fincas tierra adentro, casi todas nombradas por árboles nativos. Los bosques secos del Pacífico llegaban a las playas de Charco Azul. Cerca estaban las casas del barrio de trabajadores de “Silver City”. Detrás de ellas los techos de los grandes edificios del M&S, Materials and Supplies, con los talleres para locomotoras. A la derecha el Merchandise o Comisariato Central donde por barco llegaban los víveres y artículos extranjeros distribuidos luego a las fincas. Las dos torres a la izquierda del Comisariato serían lo que hoy es el internet. Las primeras torres de comunicación inalámbricas que conectaban las sedes de la United Fruit en Boston, Nueva York y Nueva Orleans con las divisiones bananeras en el Caribe, centro y sur América. La primera transmisión inalámbrica se realizó en 1904 desde Bocas del Toro a Limón, Costa Rica. Estas torres de la Tropical Radio and Telegraph conectaban a Puerto Armuelles con los barcos mar afuera, con Puerto Barrios en Guatemala; Tela, Puerto Cortés y La Lima en Honduras; con Blue Fields en Nicaragua, Limón en Costa Rica, Santa Marta en Colombia y la estación Repetidora en Isla del Cisne, Honduras. Las comunicaciones con Cuba eran con La Habana y los ingenios en Banes y Preston. El padre de Fidel Castro cultivaba grandes cañaverales para la central Banes. A la izquierda de las torres y atrás aparece el edificio de la Gerencia y más atrás el gran hospital donde nací yo. La otra innovación en transporte que aquí aparece es la pista aérea rodeaba a por el campo de golf. La casita que aparece entre La Gerencia y los Talleres, era la terminal aérea, debajo de cuyos arboles esperaban los pasajeros. Mi primer vuelo lo hice, en 1948 o 1949, en un DC3 de la Panamerican Airways procedente de Costa Rica, rumbo a David y a Panamá. Vagamente recuerdo que lo hice con mi mamá. No sé por qué me dio por correr a lo largo del pasillo del avión. Detrás del hospital había una quebrada o crique donde comenzaba lo que sería el barrio de la Zona para los altos empleados. Muchas de estas casas aún se mantienen. No ubico el barrio de Panistón o Spanish Town para mandadores y empleados de oficina. Antes de la CLC había llegado la gente del ingenio. Un día de verano de 1919 subía la marea por el río Chiriquí Viejo hasta la finca de Aurelio Moreno Moreno y Josefa Caballero, campesinos chiricanos expulsados de Alanje durante la guerra de los Mil Días. Eran mis abuelos maternos. Súbito escucharon risas, voces y cantos en un idioma extraño; eran unos gigantescos negros jamaicanos que a palanca subían una enorme barcaza de metal cargando una maquinaria extraña y mulas. Cenaron en el playón frente a la casa, dijeron que iban hasta donde llegase la marea y que trabajaban para la “Panamachuga”. Era la Panama Sugar empresa de la iglesia mormona de Estados Unidos que, animada por los altos precios del azúcar durante la Primera Guerra Mundial, cuando la libra subió de 2 a 22 centavos, y una concesión en tierras le otorgase el presidente Rodolfo Chiari, se instalaron en el sitio que llamaron Progreso. Sembraron caña, construyeron un ingenio y una angosta línea férrea hasta la mar en la boca de la quebrada Rabo de Puerco, hoy Puerto Armuelles, cuyo único habitante era Julio Serna, un negro colombiano ermitaño amigo de mi abuelo. La primera y única zafra de la “Panamachuga” fueron 10,000 quintales pues al terminar el conflicto se desató la gran depresión económica mundial y la libra de azúcar volvió a caer a 2 centavos. Sus bienes los compró la United Fruit que creó la Chiriqui Land Co. Ella compró las tierras a todos los campesinos, tituladas o no. Casi todos vendieron. A mi abuelo lo tentaron tres veces, pero él les dijo a los jóvenes ingenieros “Bueno muchachos no les voy a vender pues la plata se acaba, pero la tierra queda”. Chiriquí en el Siglo XX se entiende debido al papel de la bananera. Al inicio fue difícil conseguir mano de obra, pues, por tradición, los chiricanos eran vaqueros. Se requerían macheteros, hacheros y paleros. Así arribaron los salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, ticos y jamaicanos. Posteriormente lo harían los campesinos latinos y los guaimíes o Ngäbe. Las bananeras fueron la mayor fuente de ingresos de la provincia. Pero el cierre de las bananeras por un sindicalismo radicalizado hizo emigrar a cientos de familias y asestaría el peor golpe que sufrió la economía chiricana en el siglo XX. Foto aérea de Puerto de Armuelles, de los años 1929. Cortesía/Clyde Stephens Maricarmen Rodríguez ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] Niños que reciben otra oportunidad en Malambo. Elysée Fernández Orfanato de Malambo: esperanza y resiliencia DERECHOS DEL NIÑO Fundado en 1890 en el sector de Santa Ana 16, el orfanato Malambo comenzó en condiciones precarias.Elambienteinsalubre, la polución y la falta de espacios adecuados afectaban la salud de los niños, muchos de los cuales sufrían enfermedades respiratorias. El patio de juegos era apenas una plancha de concreto, frecuentado por personas ajenas que dejaban botellas rotas y, en al menos una ocasión, hirieron a una niña al lanzarle una. En 1995, el orfanato se trasladó a su actual sede en Arraiján, entonces una zona más tranquila. Sin embargo, el entorno ha cambiado: la tala de árboles y el aumento de la contaminación auditiva han alterado la serenidad del lugar. A ello se suman problemas como la presencia de gallotes, atraídos por una bomba de agua y drenajes cercanos. “La tranquilidad que teníamos ya no existe”, lamenta la hermana encargada. Con el tiempo, Malambo ha desarrollado un sistema de autogestión agropecuaria para generar ingresos: crianza de cerdos, gallinas, producción de huevos y miel. Pero los costos operativos superan los ingresos generados. “Gastamos más en alimento que lo que obtenemos por las ventas”, afirma la hermana. Las donaciones siguen siendo fundamentales para sostener las operaciones, y es deber del Estado garantizar condiciones dignas para los niños en situación de vulnerabilidad. En sus inicios, Malambo acogía a más de 100 menores. Hoy alberga a unos 35 niños, desde recién nacidos hasta los 12 años, aunque se hacen excepciones con algunos mayores. La mayoría han llegado tras sufrir maltrato, abuso o abandono. Uno de los casos más difíciles fue el de una niña de 8 años, víctima de violencia sexual, que debió dar a luz por cesárea y permaneció casi dos años en el hogar. “Curar esas heridas es un proceso traumático, tanto para la niña como para quienes la acompañan, pues reviven constantemente el dolor”, relata la hermana. A pesar de las adversidades,Malambohasidoescenario de historias inspiradoras. CONTENIDO EXTRA Escanea el código QR y mira la nota cpmpleta en prensa.com

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