Bienvenido suscriptor
Perfil Cerrar sesión
Iniciar Sesión
Registro

prensa_2025_04_26

7A La Prensa Panamá, sábado 26 de abril de 2025 Opinión ción de la sabiduría de Dios” y trata del origen divino que le atribuye a la Revelación; su carácter sobrenatural, atacado por el racionalismo; y la afirmación de la Iglesia de que, además del conocimiento filosófico, de la razón, existe un “conocimiento peculiar de la fe”. La verdad racional y la alcanzada por la fe no se confunden: en una “conocemos por razón natural” y en otra “por fe divina”. La fe cuenta con la ayuda sobrenatural de la gracia y pertenece, por ello, a un orden diverso del conocimiento filosófico. El capítulo concluye afirmando el valor orientador de la Revelación para el hombre actual, inmerso en las estrecheces de una lógica tecnocrática. El capítulo II se refiere al vínculo que la Iglesia atribuye al “conocimiento de fe y el de la razón”. Dice que no compiten, sino que cada uno tiene su esfera de actividad. Mediante la facultad de la razón se puede alcanzar el conocimiento del Creador. Si no se alcanza, es por impedimento del hombre, ocasionado por su libre voluntad y su pecado. Este obstáculo ha sido removido por la venida de Cristo, que ha redimido a la razón de los impedimentos que ella misma se había impuesto. El capítulo siguiente destaca el afán natural de conocimiento del hombre: la tendencia a descubrir “más allá de lo conocido de oídas, cómo están verdaderamente las cosas”. Tenemos la obligación moral de buscar la verdad, la verdad absoluta y universal, la que sea verdad para todos y siempre. El hombre es definido como “aquel que busca la verdad”. Hay tres formas de verdad, según el Papa: la verdad propia de la vida diaria, relativa a las cosas apoyadas en evidencias inmediatas; la verdad filosófica, a la que se llega por medio de la razón; y, por último, la verdad religiosa. El ser humano se encuentra en un camino de búsqueda de la verdad humanamente interminable. La fe cristiana permite al hombre “participar en el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimiento verdadero y coherente de Dios uno y trino”. La verdad es Jesucristo. La Revelación da certeza a la unidad de la fe y la razón, porque Dios es creador y, a la vez, es el Dios de la historia de la salvación. Hay unidad, pues, entre “la verdad natural y la verLa encíclica Fe y Razón Intellectus fidei La encíclica Aeterni Patris, de León XIII, promulgada el 4 de agosto de 1879, se dedicó enteramente a la filosofía y a tratar el problema de la relación entre la fe y la razón. Según Juan Pablo II, ese documento demostró cómo el pensamiento filosófico es fundamental para la fe y la ciencia teológica. La encíclica de León XIII impulsó los estudios sobre el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, entre otros, y dio lugar a la formación de varias escuelas filosóficas tomistas y al surgimiento de distinguidos filósofos católicos, entre ellos J. Maritain y E. Gilson. Al terminar el milenio, Juan Pablo II consideró urgente y necesario enfrentar, en forma más sistemática que la presentada por su predecesor, la discusión del problema de la relación entre la fe y la filosofía. Con ese propósito promulgó la encíclica Fides et Ratio el 14 de septiembre de 1998. Fides et Ratio subraya el valor que la Iglesia atribuye a la filosofía como instrumento para la “comprensión de la fe”. También destaca lo que considera limitación de la filosofía cuando rechaza, o no toma en cuenta, las verdades de la Revelación. La introducción de la encíclica cita la exhortación del oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Es un llamado a la introspección y un reconocimiento del hecho de que hay ciertas preguntas fundamentales comunes a todos los hombres: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿qué hay después de esta vida?, que son el punto de partida. En la búsqueda de respuestas que den sentido a la vida, el hombre ha utilizado —dice la encíclica— la filosofía, principalmente en la cultura occidental. Sin embargo, la filosofía sola no basta para encontrar las respuestas. La filosofía, dice el Papa, “parece haber olvidado que este (el hombre) está también llamado a orientarse hacia una verdad que lo trasciende”. Sin esa orientación, el hombre cae en el agnosticismo y el relativismo, “que han llevado a la investigación filosófica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general”. En esta situación, la Iglesia ha considerado necesario intervenir con sus reflexiones sobre la “vía que conduce a la verdad”. El capítulo I se denomina “La reveladad revelada”. El capítulo IV se denomina “Relación entre la fe y la razón”. Hace una relación de la evolución histórica del “encuentro entre la fe y la razón”, desde las formas mitológicas del pensamiento prefilosófico de la antigüedad; los primeros cristianos; los Padres; la síntesis de san Agustín; la teología escolástica con san Anselmo y, sobre todo, Santo Tomás, “maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología”. Posteriormente, con la aparición de las universidades, la unidad entre razón y fe alcanzada por los teólogos de la Iglesia fue destruida por los sistemas que separaron el conocimiento racional de la fe. Afirma el Papa que una buena parte del pensamiento filosófico moderno se ha desarrollado alejándose de la Revelación cristiana, y que en el siglo XIX ese alejamiento alcanzó su culminación. El positivismo, el nihilismo, el afán utilitarista: todos ellos se han alejado de la visión cristiana del mundo. En este último siglo se ha constatado una progresiva separación entre la fe y la razón filosófica. Termina este capítulo haciendo un llamado enfático a que la fe y la filosofía recuperen la unidad “profunda”. El capítulo V trata de las “Intervenciones del magisterio en cuestiones filosóficas”. Se refiere al papel que debe jugar la Iglesia en la “corrección de los errores y desviaciones” en que ha incurrido el pensamiento filosófico moderno, especialmente los incompatibles con la verdad revelada. Los problemas y errores del pasado han vuelto —dice— con nuevas peculiaridades: rebrotes de fideísmo, biblicismo, agnosticismo, etc. La renovación neotomista provocada por la encíclica Aeterni Patris intentó mantener viva la tradición del pensamiento cristiano en “la unidad de la fe y la razón”. El Papa observa “con sorpresa y pena” que, después del Concilio Vaticano II, no pocos teólogos muestran desinterés por el estudio de la filosofía, que es —dice— imprescindible en los estudios teológicos. El capítulo VI se denomina “Interacción entre teología y filosofía”. La teología debe “mostrar cómo, a la luz de lo conocido por la fe, emergen algunas verdades que la razón ya posee en su camino autónomo de búsqueda. La Revelación les da pleno sentido...”. La teología moral necesita también la aportación filosófica. Se presentan algunos ejemplos de “verdades” dadas por la Revelación que no habrían podido ser descubiertas sin el auxilio de la filosofía. Entre ellas: el concepto de un Dios personal; la realidad del pecado original y otros. La Revelación cristiana es, en definitiva, “el verdadero punto de referencia y de confrontación entre el pensamiento filosófico y el teológico en su recíproca relación”. El último capítulo se refiere a las “exigencias y cometidos actuales”. Uno de los principales problemas acEL AUTOR es abogado y doctor en filosofía. El autor analiza cómo ‘Aeterni Patris’ y ‘Fides et Ratio’ abordan la relación entre fe y razón, subrayando la urgencia de una filosofía cristiana que oriente al hombre hacia la verdad trascendente. Ricardo López Arias la misericordia. Su legado no cabe en dogmas ni en encíclicas: está escrito en los gestos, en las lágrimas que recogió y en los silencios que supo escuchar. Hoy, con su partida, la Iglesia entra en un terreno incierto. No solo hay que elegir a un nuevo papa: hay que decidir hacia dónde quiere ir la Iglesia en un mundo que parece desmoronarse. Algunos recuerdan hoy con más fuerza las viejas profecías. La de san Malaquías, por ejemplo, que apuntaba a Francisco como el penúltimo papa. El siguiente, llamado Petrus Romanus, reinaría en medio de tribulaciones, con Roma en peligro y el mundo en crisis espiritual.Muchos lo consideran un texto simbólico. Pero hay quienes, con el corazón apretado, perciben ecos de verdad en esas palabras antiguas. Y es que las señales del tiempo son difíciDespués de Francisco, ¿qué? Legado La noticia estremeció al mundo como un trueno lento y solemne: el papa Francisco ha muerto.Y con él, no solo se ha silenciado la voz de un pontí‚ce: se ha apagado una era. Una forma inédita de ejercer el papado, profundamente humana, cercana, evangélica en el sentido más puro de la palabra. Con Francisco se va el abuelo de voz ronca que abrazó a los migrantes, que lavó los pies a los presos, que rompió el protocolo para besar la frente de los invisibles. Un papa que caminó sin miedo por las periferias de la fe y del mundo. Hoy, la silla de Pedro está vacía. El anillo ha sido sellado. El luto no es solo católico: es global. Y, mientras su cuerpo reposa en la basílica, el corazón del mundo se pregunta, con una mezcla de fe, temor y asombro: ¿qué nos espera ahora? Francisco no fue solo el primer papa latinoamericano: fue un gesto viviente de diócesis que impulsan reformas y otras que se resisten. El nuevo papa tendrá que ser no solo un pastor, sino un equilibrista en medio del abismo. Mientras tanto, afuera del Vaticano, el mundo sigue. Pero no igual. Porque, aun en tiempos de indiferencia religiosa, la ‚gura del papa sigue siendo un símbolo. Una brújula moral. Y hoy, esa brújula se ha detenido. Millones de personas —creyentes, agnósticos, buscadores— sienten que algo importante ha terminado. Que un ciclo ha cerrado. Que nos quedamos, por un momento, sin voz espiritual universal. Y al mismo tiempo, sentimos que algo está por comenzar. ¿Una restauración? ¿Una revolución? ¿Un apocalipsis espiritual? Nadie lo sabe. Francisco ya descansa. Su sonrisa, sus silencios, sus gestos seguirán hablando. Porque lo que se siembra con amor no muere: ¤orece en otros. Y tal vez, en el corazón de algún cardenal silencioso, ya esté germinando el próximo pastor. No uno perfecto, pero sí dispuesto.Dispuesto a seguir cargando la cruz. A caminar entre lobos y corderos. A sostener la fe de una humanidad que duda, pero que aún espera. Después de Francisco... viene el misterio. Pero también la esperanza. EL AUTOR es escritor, cronista y gestor cultural panameño. La muerte de Francisco deja abierta una posibilidad que durante años se murmuró en voz baja: el riesgo de una fractura interna. Un cisma. No como los del pasado, con coronas enfrentadas y obispos rebeldes, sino uno más sutil: una ruptura de almas, de sensibilidades, de modelos. Henry Gorgona L. les de ignorar: guerras, desastres naturales, polarización política, violencia, confusión moral, hambre de sentido y un planeta que parece respirar con di‚cultad. ¿Será que el ponti‚cado de Francisco fue realmente el último faro antes de la tormenta? El cónclave que se avecina no será uno más. Los cardenales llegan no solo a elegir, sino a deliberar el futuro mismo del catolicismo. Se enfrentan dos visiones: una que desea profundizar el legado de Francisco — una Iglesia pobre, de puertas abiertas, en salida— y otra que pide un retorno a la solemnidad y la rigidez doctrinal. No se descarta la elección de un papa del sur global, tal vez africano o asiático, lo que seguiría la línea de descentralización que Francisco insinuó. Tampoco se descarta un giro drástico hacia el conservadurismo. Lo que sí es claro es que el nuevo papa no heredará una Iglesia en paz, sino un campo de batalla espiritual, social y cultural. La muerte de Francisco deja abierta una posibilidad que durante años se murmuró en voz baja: el riesgo de una fractura interna. Un cisma. No como los del pasado, con coronas enfrentadas y obispos rebeldes, sino uno más sutil: una ruptura de almas, de sensibilidades, de modelos de Iglesia. Ya se perciben líneas de tensión entre obispos progresistas y conservadores, entre tuales es la “crisis del sentido” ocasionada por la fragmentación del saber. Se hace necesario que la filosofía encuentre otra vez su camino de búsqueda del sentido último y global de la vida. Otra exigencia actual consiste en verificar la capacidad humana para llegar al conocimiento de la verdad. Una tercera exigencia es una filosofía con alcance metafísico, que trascienda los datos empíricos y llegue a la verdad absoluta (Dios). El gran paso que debemos dar al concluir el milenio es ir “desde el fenómeno hacia el fundamento”. El camino de la metafísica (de orientación cristiana) es la ruta obligada para superar la crisis actual de grandes sectores de la filosofía. Se insiste en la necesidad de mantener una relación estrecha entre la reflexión filosófica contemporánea y la tradición filosófica cristiana, a fin de evitar errores y riesgos. Juan Pablo II considera que, entre los errores a que se expone la reflexión filosófica de nuestros días, se encuentran el eclecticismo, el historicismo, el cientificismo, el pragmatismo y la postura nihilista. De todos ellos, el Papa da una breve descripción, obviamente con fines propedéuticos. En cuanto a la teología, su cometido actual es doble: desarrollar la labor del Concilio Vaticano II relativa a la renovación metodológica para mejorar la evangelización, y presentar “la inteligencia de la Revelación y el contenido de la fe”. Se hace necesario encontrar el significado “profundo” de los textos bíblicos; interrogarse filosóficamente sobre la relación entre el hecho y su significado. Un paso ulterior a la interpretación de las fuentes consiste en dilucidar el problema de la comprensión de la verdad revelada, que la encíclica denomina “elaboración del intellectus fidei” y que necesita del aporte de la filosofía, particularmente una “filosofía del ser” enmarcada en la metafísica cristiana. Frente a la desorientación de la conciencia ética que percibe, se destaca la importancia de la filosofía para que los creyentes puedan comprender su fe. El capítulo concluye señalando el papel que la filosofía debe jugar para clarificar principalmente “la relación entre la verdad trascendente y lenguaje humanamente inteligible”. El texto completo de la encíclica puede obtenerse en la página del Vaticano.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTUxMjQ5NQ==