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9A La Prensa Panamá, miércoles 23 de abril de 2025 Contacto [email protected] Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión de La Prensa se expresa únicamente en el Hoy por Hoy. tenemos que cederles espacio para que guarden sus juguetitos militares? Fuerte Sherman: ¿Es que tenemos un ejército propio acantonado en ese lugar y ahora nos van a acompañar todas esas “special forces” altamente entrenadas por el ejército más letal y peligroso del planeta? Ese papel donde se escribió el MOU no tiene mucho valor ni significa gran cosa según los letrados del cartel Bunau-Varilla, pues lo importante es lo que se le dice a los “ciudadanos”, y que no es otra cosa que “lo que quieren que oigan”. Entonces nos dan a entender que el mejor uso que tendría ese documento escrito sería el de papel higiénico. ¿Se han dado cuenta que cada vez que viene un “emisario” gringo a visitarnos, se acaba el Lomotil y Benadryl en las farmacias? Lo único que les para esa diarrea es el servilismo sin agallas y el entreguismo orientado a decirles: ¿qué más necesitan? Como tenemos una memoria histórica bien corta, vale la pena sacar a relucir la actitud prevaleciente en 1997, cuando el presidente de ese entonces se paró firme ante los gringos, así como lo hicieron el gabinete, Asamblea y muchos funcionarios que lo acompañaban en su mandato. Me refiero al intento de Gringolandia de establecer en Panamá una presencia militar disfrazada llamada Centro Multilateral Antidrogas (CMA). ¡Se les dijo “ñagare” y mantuvimos el derecho soberano obtenido a punta de muertos y sangre el 9 de enero de 1964! Cuán distintos eran los líderes de aquel tiempo comparados con los vendepatria que tenemos hoy día. El MoU suscrito con los gringos es peor y más dañino que ese CMA rechazado en 1997, pues este abarca “las tres bases que tenemos y que estaremos compartiendo”, Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensa se reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. ¿Quién protege al Estado? El dilema de la soberanía Seguridad Durante mis años de servicio y con el paso del tiempo en el estudio de la estrategia de seguridad, no había percibido un temor más marcado hacia el uso de ciertos términos, como seguridad nacional y defensa. A ello se suma la multiplicidad de interpretaciones sobre el sentido y alcance de la soberanía, que, según la conveniencia de quien la invoque, se utiliza con un tinte sensacionalista y un sabor patriótico, bajo un enfoque idealista. Prefiero pensar que ese temor al qué dirán, a una mala interpretación o a una acusación injusta de militarizar la seguridad, forma parte de un proceso hacia la madurez institucional. Panamá va afianzando sus estructuras con el propósito de superar los temores históricos y situarse en un contexto actual y real. Panamá tiene la responsabilidad moral de encargarse de la seguridad de su población, de proteger la integridad territorial y de garantizar la paz que su democracia requiere para existir. Esta labor debe considerar las lecciones del pasado, sin dejarse arrastrar por la fobia histórica que nubla el sentido común y frena la construcción de una seguridad moderna —sea nacional, pública o humana—. Soberanía: ámbito exterior e interior En el año 2000, con la salida de las fuerzas militares de Estados Unidos, Panamá dejó atrás una soberanía limitada y alcanzó una soberanía plena: la capacidad de ejercer autoridad y poder para hacer cumplir sus leyes en todo el territorio nacional. La soberanía no se refiere únicamente a la ausencia de injerencias extranjeras, sino también a la capacidad interna del Estado para ejercer autoridad y control territorial. Esta se manifiesta en dos ámbitos: • Exterior: la legitimidad internacional, es decir, el reconocimiento y aceptación de Panamá como Estado independiente por parte de la comunidad internacional. • Interior: la potestad legítima de ejercer autoridad y control dentro del territorio para contrarrestar las amenazas que afectan a la seguridad de la población, la integridad territorial y la paz que la democracia necesita para sostenerse. Soberanía actual: enfoque realista Desde un enfoque idealista, se asume que vivimos en una comunidad de Estados cooperativos, guiados por normas comunes y por el respeto mutuo a la soberanía. Bajo esa óptica, también se presume que el Estado puede ejercer plenamente su autoridad en todo el territorio. Sin embargo, el enfoque realista muestra otra cara. Panamá forma parte de un mundo marcado por una gran competición por el poder, un desorden político y económico creciente, y la proliferación de armas de destrucción masiva y tecnologías sin regulación, que amenazan la existencia de los Estados. En ese escenario, la soberanía, por sí sola, resulta insuficiente. A nivel interno, muchos Estados enfrentan una situación de desventaja frente al crimen organizado, cuyas estructuras superan en capacidad operativa a las del propio Estado. México, Venezuela y Colombia son ejemplos visibles. Lo más preocupante es que estas organizaciones ven a Panamá como un espacio vital para sus fines, y el Estado panameño carece de presencia efectiva y control total sobre su territorio. La responsabilidad de conservar la legitimidad internacional y la capacidad de ejercer autoridad en todo el país corresponde únicamente a los panameños. Por ello, la seguridad y defensa de nuestros intereses nacionales constituye una de las formas más directas de ejercer soberanía. En conclusión, el desarrollo de una seguridad cooperativa con otros Estados no debe percibirse como una amenaza a la soberanía. Al contrario, fortalece las capacidades del Ministerio de Seguridad Pública (Minseg) y contribuye a garantizar la autoridad y el control necesarios para una soberanía efectiva. Un plato digno también cura: ¿Y si el Estado también supiera cocinar bien? Alimentación hospitalaria la Caja de Seguro Social (CSS) y el Hospital Santo Tomás (HST) que, para algunos, puede parecer solo un cambio administrativo. Pero, en realidad, es un cambio de lógica en cómo debe funcionar el Estado. Hasta ahora, el Hospital Santo Tomás contrataba servicios de alimentación con terceros privados. Hoy, por primera vez, decide comprar esos servicios a otra institución pública: la CSS. Y eso cambia todo. Con este nuevo acuerdo, 3,000 comidas diarias serán preparadas en la moderna Cocina de la Ciudad de la Salud —una de las más avanzadas de la región— y entregadas al personal y pacientes del Hospital Santo Tomás. Comidas diseñadas por nutricionistas, preparadas bajo el sistema de línea fría, transportadas en condiciones óptimas, y pensadas no solo para alimentar, sino también para sanar. Y aquí viene lo más importante: estas comidas no son estándar. Cada menú responde a criterios clínicos definidos por profesionales de la salud, que consideran las condiciones médicas, el estado nutricional y la etapa de recuperación de cada paciente. No es lo mismo alimentar que nutrir. Y eso, en un hospital, hace la diferencia. ¿El resultado? Un ahorro estimado de 2.5 millones de balboas en cinco años para el Hospital Santo Tomás. Y, además, una ganancia estimada de 2 millones de balboas para la CSS por Dino Mon Nos terminaron el concubinato de acomodo que tenía Panamá Soberanía Estábamos acostumbrados por más de 120 años a vivir en un concubinato de acomodo y permisible, pero ahora el concubinato se convirtió insoportable, por lo que el dilema es: ¿Qué hacer con una pareja que te fue fiel y que ahora te está quemando? Veamos: El lenguaje “claro y transparente” del Memorándum de Entendimiento (MoU) expresa, da a entender, o supone que Panamá tiene bases militares y que compartirá las mismas con las fuerzas del Comando Sur o con quien a que ellos les dé la gana de acantonar en nuestra tierra. Hay que recordar que esto es una “estrategia” del cartel Bunau-Varilla y su capo, y no es una vuelta a la extinta Zona del Canal ni una intromisión a la soberanía, siempre y cuando hagamos lo que dicen los gringos. Hay tres lenguajes que no conocen los que están llevando a Panamá al despeñadero: hablar con transparencia, hablar en forma directa y hablar con la verdad. Analicemos las tres bases que no sabíamos que teníamos y ahora Panamá debe compartir: Base aeronaval de Rodman: ¿Es que tenemos una fuerza naval con buques de guerra, portaaviones y submarinos que no nos hemos dado cuenta? Base de Howard: ¿Es que tenemos una fuerza aérea compuesta por aviones de ataque guardados en los hangares que además de terrenos a lo largo de la ribera del canal, sin olvidar que mantenemos nuestra soberanía, “siempre y cuando los gringos estén de acuerdo”. En 1997 nos paramos firmes nuevamente y el concubinato de acomodo no se afectó en nada, pues nos respetaron. Sería interesantísimo que se hiciera una encuesta nacional amplia y representativa entre los panameños, con respuestas agrupadas por rango de edad, para conocer el sentir de los panameños. Nuestros mandatarios no han sabido manejar la nueva situación causada por el desquiciado presidente gringo y nos han llenado de mentiras, tergiversaciones y oscurantismo en todos los mensajes a la población, escudando su servilismo y falta de valor. Posiblemente les hubiera ido mejor si su mensaje hubiese sido: ¡Negociamos y esto es lo mejor que pude conseguir! Entonces posiblemente se le hubiera calificado como “un mal negociador” en lugar de “un Bunau-Varilla traidor”. Pienso que lo que está molestando a los ciudadanos, más que la llegada de los gringos, es la forma en que nos quisieron dorar la píldora o introducirnos el supositorio a punta de engaños mediante una verborrea maléfica. ¿Será que ya que los tenemos adentro, o sea, que nos tocará “bailar al son que nos tocan” y tendremos que resignarnos a vivir en un Panamá colonizado y carente de líderes que nos guíen hacia un futuro mejor? ¡Tocará decidir si lo malo conocido es mejor que lo bueno que pueda venir! Una encuesta apolítica, imparcial y bien llevada nos podría dar luces de lo que realmente es el sentir panameño. Opinión EL AUTOR es abogado, magister en seguridad y defensa. EL AUTOR es ciudadano. EL AUTOR es director de la CSS. Luis Carlos Trejos proveer este servicio, que antes quedaba en manos de proveedores externos. En total, son 4.5 millones de balboas que ahora quedan dentro del sistema público y que podrán reinvertirse en medicamentos, insumos, equipos y mejor atención. Lo que antes se iba del Estado, ahora se queda en el Estado y se transforma en salud. Este acuerdo no solo es eficiente desde el punto de vista financiero; es también simbólicamente poderoso. Muestra que, cuando las instituciones públicas cooperan entre sí, se rompe esa vieja lógica de competir o duplicar esfuerzos. La CSS y el HST, lejos de funcionar como islas, se convierten en socios. Y el gran beneficiario es el paciente. Con el liderazgo del presidente José Raúl Mulino, estamos empezando a entender que la colaboración interinstitucional no es una opción, sino una obligación moral. Y que sí, el Estado también puede ofrecer calidad, nutrición, eficiencia… y hacerlo con orgullo. Desde donde lo veo, este convenio no es un final. Es un principio, un modelo para replicar. Un mensaje para otras instituciones: sí se puede hacer bien desde lo público. Sí se puede trabajar juntos. Y sí se puede servir con excelencia. Hoy, lo que firmamos no se archiva.Se sirve. Se come. Se agradece. Una de las cosas que más me marcó cuando empecé a recorrer hospitales en este país fue ver cómo llegaban las bandejas de comida a los pacientes. Algunas llegaban tibias, otras, frías. A veces sabían bien, otras veces no. Y aunque no lo digamos en voz alta, eso también pesa en la recuperación de una persona. Porque, la verdad, en Panamá —como en casi toda la región— hemos tenido una visión reducida de lo que significa “cuidar la salud”. Le ponemos toda la atención a los medicamentos, a los equipos, a las cirugías, y dejamos en segundo plano cosas tan básicas como la alimentación. Sin embargo, la salud no empieza en el quirófano: empieza por el plato. Y no lo digo solo por intuición. Según la Organización Mundial de la Salud, una alimentación hospitalaria adecuada puede reducir los días de hospitalización entre 21% y 25%. También mejora el ánimo del paciente, su respuesta a tratamientos y, en muchos casos, evita complicaciones postoperatorias. Esta semana firmé un convenio entre Jorge Obediente

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