8A La Prensa Panamá, miércoles 23 de abril de 2025 Adán Ríos y George Foremen Cortesía El médico panameño que despidió a George Foreman Óscar Castaño ESPECIAL PARA LA PRENSA BOXEO El excampeón George Foreman encontró en el doctor panameño Adán Ríos a un aliado clave en su retorno al boxeo. Su amistad trascendió el deporte: juntos impulsaron causas sociales, lucharon contra el cáncer y honraron a Panamá ante el mundo. Fue Roberto Durán quien, sin saberlo, bendijo la amistad del doctor Adán Ríos y el excampeón mundial de los pesos completos, George Foreman. Los dos boxeadores solían aparecer en los cárteles de promoción en que las peleas del chorrillero teloneaban a las del texano. Sus sangres bañaron los mismos cuadriláteros, y su coraje los hizo familia. Foreman dejó el boxeo a los pocos años de perder el título de los pesos pesados, tras una pelea en la que casi sufre un infarto en el vestuario. Buscó a Dios y se ordenó reverendo de una iglesia de Texas, ciudad a la que llegaría el doctor Ríos para trabajar en el Centro Oncológico M.D. Anderson. “Un día fui a visitarlo en el centro de entrenamiento que él había abierto. Apenas si supo que yo era de Panamá, me preguntó por Durán”, recuerda el médico. “Lo conozco desde niño”, le contestó, y así “nació esta amistad” con Foreman, que se mantuvo hasta su muerte, ocurrida el pasado 21 de marzo y que sacudió a millones de admiradores. Al otro día, el presidente Donald Trump expresó: “George Foreman ha muerto. ¡¡¡Un GRAN PELEADOR!!! Sin duda, tenía el golpe más potente de la historia del boxeo. Con la excepción de Alí, cuando te golpeaba, caías”. Luego el mandatario añadió que: “Era alguien muy especial, pero sobre todo, una gran persona con una personalidad desbordante. Lo conocí bien y lo extrañaremos. ¡Mis más sinceras condolencias a su maravillosa familia¡”. Los Foreman sabían que el fallecimiento sería un acontecimiento mundial, y fecharon el servicio conmemorativo tres semanas después. El pasado lunes 14 de abril en el Teatro Wortham de Houston, en un acto transmitido en vivo, Estados Unidos de América despidió al campeón. La familia, además del alcalde de Houston, John Whitmire, invitó solo a tres oradores al acto: Craig Strapling, amigo cercano, James Douglas, expresidente de la Universidad del Sur de Texas, y el médico veragüense que creció en El Chorrillo. “Mi papel durante el retorno de George al boxeo y nuestra amistad fueron lo suficientemente significativos como para que su familia me distinguiera con este honor”, comenta ahora el doctor Ríos. Sus palabras tuvieron “un sentido cristiano” acerca de la “vida de un hombre que conocí día a día” y que fue “siempre una sola persona”, con un “aprecio muy importante” por Panamá. El panameño tomó la palabra en el minuto 39 de la ceremonia y recordó que aquel amigo suyo había ayudado a las personas con VIH comprándoles terrenos para hacer un banco de alimentos. Destacó además su donación de $1.7 millones para el tratamiento de cáncer en adolescentes y los “cientos y cientos” de pacientes de esta enfermedad a quienes el campeón les habló una y otra vez. “¿Cómo sé esto?”, se interrogó el doctor Ríos frente al público antes de hacer una hermosa revelación que le cortó la voz y que le costó un suspiro de cinco segundos. Un tiempo muy valioso si se tiene en cuenta que los medios y miles de texanos y de estadounidenses seguían el acontecimiento. Entonces se le desgonzaron los hombros de mariscal del orador, y su habitual postura recta cedió. Su cuerpo adoptó el gesto de la resignación para confesar un secreto: “Yo hacía las llamadas” a los pacientes. Resaltó luego que “He loved my country”. Este sentimiento lo exteriorizó Foreman cuando recuperó el título mundial de los pesos pesados frente a Michael Moorer, el 5 de noviembre de 1994. El panameño formaba parte del equipo técnico desde el inicio de la decisión de retornar del excampeón, junto a Ángelo Dundee, el viejo entrenador que forjó a Muhammad Ali. Esa noche de noviembre de 1994, en el MGM Grand de Las Vegas, en el instante de salir a los cuadriláteros el doctor llevaba en la mano un suéter con la bandera de Panamá. “No me lo ponía porque en esas peleas uno solo puede usar el de promoción de la pelea”. Pero la orden de Foreman fue veloz como un jab: “¡Póntelo!”. Y mandó a llamar al promotor de la pelea, el abogado Bob Arum, para pedirle que permitiera una excepción. “Si hay que pagar, yo pago”, le dijo Foreman al promotor, que acató dócilmente. Un boxeador, al igual que un médico, es confianza, y era tanta la que el texano se tenía esa noche, que en la puerta del vestuario se aventuró a decirle a su doc porqué quería que llevará puesto el suéter de su país. “Porque está es mi última oportunidad de volver a ser campeón y quiero que el mundo sepa que un hombre de Panamá estaba en mi esquina”. Gracias al doc El estudio le cambió a Adán Ríos la bata de boxeador por la de médico. Estaba muy niño cuando su familia llegó a El Chorrillo, donde sus papás abrieron una pequeña abarrotería en El Límite, sobre la antigua avenida 4 de Julio. Los Ríos vivían en la calle Pedro Obarrio, así que Adán se volvió muy amigo de Durán y de Ismael Laguna y de Hilario Zapata, que “era vecino de puerta de nuestra calle”. Aprendió con ellos lo básico del boxeo: trabajar con la soga, hacer sombras y castigar un saco de arena. “Viví en El Chorrillo por 25 años”, así que llegó bien preparado a la prueba técnica que le practicó de pronto George Foreman el día en que se conocieron en Texas. “Él me pidió saltar la cuerda y golpear un saco”, y cayó en la cuenta de que el panameño era un boxeador vestido de médico. El doctor Ríos trabajaba en el Centro Oncológico M.D. Anderson y siendo ya amigo de Foreman, fue de las primeras personas en enterarse por el propio boxeador que quería otra vez el cinturón de campeón. “Primero debes revisarte”, le advirtió Ríos, que le practicó los exámenes y emitió un veredicto a su favor. Los entrenamientos se cumplían en silencio en un gimnasio ubicado a 45 minutos del M.D. Anderson. El doctor Ríos se desplazaba hasta allá tres veces a la semana, luego de las jornadas médicas, y pasaba los sábados de 8.30 a.m. hasta las 3:00 p.m. Muchas semanas antecedieron el anuncio de que George Foreman volvía por todo. La gente lo tomó primero con escepticismo, pero se entusiasmó tras las primeras victorias y más que nada con la pelea pactada a 12 asaltos contra el campeón del mundo, Evander Holyfield, que llevó por tituló ‘La batalla de las edades’. Perdió Foreman, de 42 años, ante Holyfield, de 30, y sin embargo ese viejo aguantó de pie hasta el final obedeciendo la ley de su médico de “nunca detenerse hasta que suene la campana”. Holyfield no quiso la revancha, lo que obligó a su contendor a demandarlo por una cifra de dinero. En los tribunales sí ganó el retador, y sobre todo, los pacientes de cáncer del M.D. Anderson, a los que donó $1,000,007. Cuando le preguntaron al donante sobre lo extraño de esa cifra, él explicó que “las estrellas son las únicas que manejan cifras redondas”, y en cambio él era solo “un trabajador”. “El doctor Adán Ríos es el más grande del mundo”, dijo George Foreman en un documental de Telemetro, debido a su manera de “motivar” a los pacientes. ¿Y para qué retornarlos a la normalidad? Para que sean unos campeones de la vida. Si yo tuviera el honroso título de maestro, sacaría a las calles pancartas, banderas y tamboritos contra la nueva ley de la Seguridad Social, contra la ministra de Educación y contra todo aquello por lo que La vocación de enseñar no se suspende Educación La educación es la verdadera riqueza de cualquier país, y la enseñanza, el oficio más importante que puede ejercer un ciudadano. Los gremios educativos panameños decidieron dejar de dar clases indefinidamente a partir del 23 de abril de 2025. haya que protestar. Hay tiempo de sobra para hacerlo los sábados, los domingos, los días festivos; en las tardes, si trabajo en las mañanas, y en las mañanas, si trabajo en las tardes. Dedicaría todo el tiempo posible a protestar por todo lo protestable, pero jamás les negaría a mis alumnos ni una hora de enseñanza, porque soy consciente de la importancia de mi vocación de educador, que es más grande y más fructífera que todas las protestas, por muy justas que sean. Si yo tuviera el honroso título de maestro, protestaría contra el gobierno por todos los medios a mi alcance, menos negando la educación a los hijos de los goEL AUTOR es ciudadano. Negar la educación a la población estudiantil para protestar contra el gobierno es tan absurdo como si yo me divorciara de la madre de mis hijos —que me ha hecho muchas maldades— y la castigara negándoles los alimentos a los hijos de ambos. Francico Moreno Mejías bernados, entre los que están también los míos. Negar la educación a la población estudiantil para protestar contra el gobierno es tan absurdo como si yo me divorciara de la madre de mis hijos —que me ha hecho muchas maldades— y la castigara negándoles los alimentos a los hijos de ambos. ¿Qué culpa tienen mis hijos de las maldades que me hace su madre? ¿Qué culpa tienen los hijos de los gobernados de las maldades que me hacen los gobernantes? La verdad es que no lo entiendo.
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