11A La Prensa Panamá, lunes 21 de abril de 2025 DEL MoU AL SoFA Política exterior das por la ley panameña, 14 habían quedado en peligro de extinción, al igual que 7 especies de ora. Parte de nuestra experiencia real: la ampliación del canal sufrió demoras debido a los artefactos explosivos no detonados que se encontraron en las áreas de trabajo. La edición N°69 (marzo de 2014) de El Faro, de la Autoridad del Canal de Panamá, nos relata que la limpieza total del sector comprendido principalmente entre Cocolí y el Puente Centenario, al oeste del canal, cubrió un total de 580.44 hectáreas de agosto de 2007 a marzo de 2014. El Departamento de Defensa sabía que esto iba a suceder; no asumió su responsabilidad y el trabajo le costó a la Autoridad del Canal de Panamá US$24.4 millones. La cantidad de artefactos explosivos detonados por Isthmian Explosive Disposal fue de 3,075. Esto lleva a pensar en las ubicaciones autorizadas pretendidas para las tropas de Estados Unidos. A manera de ejemplo, el celebrado ex Fort Sherman (Piña Range, 30,000 hectáreas bajo su control), quedó contaminado con todo tipo de municiones utilizadas para entrenamientos. Igual los demás polígonos de tiro, bombardeo y pruebas con químicos que utilizaron durante su presencia en Panamá. Nos dejaron grave contaminación tanto en suelos como en aguas subterráneas, y su retorno presagia algo similar. He alertado muchas veces sobre la importancia del lenguaje diplomático y de la necesidad de establecer mecanismos especícos para resolver disputas y garantizar la ecacia jurídica de los acuerdos bilaterales. Es sabido que los países poderosos utilizan léxico opaco para ocultar sus estrategias, y no podemos volver a caer en esa trampa. Si hay un país que conoce de esto, es el nuestro; y ahora, bajo el régimen trumpista de Estados Unidos, ¡peligro! En el aspecto lingüístico, reitero: el MoU no contiene formas y signicados claros. Mi impresión es que no se analizaron a fondo los matices de muchos enunciados que culturalmente entienden diferente los de habla inglesa, o que ostensiblemente llevan segunda intención. En escrito anterior decía que Panamá no Ramón Morales Quijano EL AUTOR fue embajador ante Naciones Unidas. necesita proclamar que es una nación soberana y dueña de su territorio, pero hemos tomado como bueno que Hegseth expresara que Estados Unidos reconoce la soberanía de Panamá “y del Canal de Panamá”; no dijo sobre el Canal de Panamá. ¿Acaso el Canal es para ellos “soberano”? Otra ofensa: el Ministerio de Seguridad tendrá que noticar a Estados Unidos antes de entrar a ciertas áreas, lo cual implica claramente que se requiere aprobación previa de ellos. También podrán realizar contrataciones para obras sin someterse a las leyes panameñas; así, sus militares estarán en esos lugares “como si fueran soberanos”. ¿Entendimos bien que está en marcha un plan para desarmar nuestra soberanía? En esta coyuntura, 175 años más tarde, volvemos a estar en la parte alta de la lista de objetivos imperiales de Estados Unidos. Para Panamá es en extremo relevante la relación con Estados Unidos, pero en esta etapa de la evolución de la historia, ese país no puede esperar de nosotros ni sometimiento ni mansa sujeción a intereses ajenos a los nuestros. En consecuencia, no tiene ningún sentido aplicarnos un programa de desestabilización, agresión y mentiras demonizando nuestra imagen internacional. El mundo de hoy está dominado por la ignorancia, la codicia y la insensatez de muchos de sus gobernantes; pero dentro de nuestra espléndida diversidad cultural, los panameños tenemos profundidad de pensamiento y grandes retos nacionales. Ello pule nuestros actos hoy y lo hará siempre; el gobierno de Estados Unidos debe comprender eso. Nadie puede negar que el continente americano entero necesita mantener buenas relaciones con Estados Unidos, pero sin nuestras naciones ellos no tienen sustento adecuado para su llamada seguridad nacional. ¿Cómo se logra conciliarlo todo? Pues, eliminando las manipulaciones, los chantajes que vienen del norte, la incredulidad que han despertado en el ámbito internacional, y la visualización de la urgencia de tener de su lado un continente próspero y respetable. Paralelamente, nuestros países tienen que sacudirse de la absurda exaltación de lo suyo, porque solo crean impedimentos para acciones conjuntas. Estoy de acuerdo con que el memorando de entendimiento con Estados Unidos ‘en materia de seguridad’ no es, como armó el presidente Mulino, ni tratado ni convenio; pero representa la disposición de ambas partes de entrar a un acuerdo que cubrirá todo lo que se entendió en una negociación formal previa, más las inserciones adicionales de interpretaciones posteriores. El tema recién empieza (no concluyó con el rudo y degradante espectáculo montado aquí y en Washington por Hegseth). Los juristas, políticos, activistas, medios de comunicación y redes lo estarán lidiando durante bastante tiempo, porque el acuerdo (o como quieran llamarlo), dentro del cual se anotarán los entendimientos, exigirá, por lo menos, un “Status of Forces Agreement” (acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas armadas de Estados Unidos en nuestro país). Este tipo de pacto abarca elementos trascendentales que se prestan a variadas interpretaciones de orden legal, técnico, diplomático, cientíco (como sobre armas permitidas y sustancias contaminantes) y, por supuesto, el problema usual del futuro de artefactos explosivos no detonados. No podemos olvidar que las fuerzas militares de Estados Unidos, al salir de Panamá, rehusaron cumplir con su obligación legal de subsanar serios derrames de petróleo, combustible y solventes, residuos de plomo, arsénico, cadmio y asbestos, y entierros de transformadores que contienen PCB. Un ‘informe nal’ de fecha febrero de 1997 del Departamento de Defensa de Estados Unidos determinó que, de conformidad con disposiciones del U.S. Endangered Species Act, de las 56 especies animales protegiMás allá de la Cuaresma: trabajar sobre el ser Espiritualidad “Siempre que pensamos que el problema está allí afuera, ese pensamiento es el problema.” Si creemos que lo externo debe cambiar antes que nosotros, nos paralizamos. Durante la Cuaresma, muchos vivimos un tiempo de introspección. Esa pausa — más allá de credos— nos recuerda la importancia de trabajar sobre el ser. El relato bíblico de José ilustra este principio: vendido como esclavo a los 17 años, ganó la conanza de Potifar por su carácter. Al negarse a una injusticia, fue encarcelado, pero también allí mostró integridad. Acabó administrando Egipto, segundo solo del faraón. José no culpó a otros. Respondió con dignidad. Así también nosotros: podemos elegir la paz interior cuando aceptamos lo que no controlamos y nos enfocamos en lo que sí. La queja y el resentimiento nos anclan; admitir, corregir y aprender nos libera. Salir de la Cuaresma no disuelve su desafío: ¿cómo reaccionamos ante el caos cotidiano? ¿Qué lenguaje usamos? ¿Qué energía proyectamos? El “si tuviera…” nos distrae del “ser”. Postergamos nuestro crecimiento si solo pensamos en lo que nos falta. Agradecer lo que somos y lo que tenemos es también una forma de resurrección. Y ese espíritu no se limita a una fecha litúrgica. LA AUTORA es educadora. Gladys de Bernett
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