7A La Prensa Panamá, jueves 17 de abril de 2025 Y sin embargo, el momento no podría ser más propicio para relanzar un proyecto de cooperación regional que permita a ALC recuperar márgenes de autonomía y desempeñar un papel más activo en la configuración del nuevo orden global. Como único foro que reúne a los 33 países latinoamericanos y caribeños, la CELAC tiene el potencial de convertirse en una plataforma estratégica. Pero esto exige superar las fracturas ideológicas y priorizar intereses compartidos por encima de afinidades coyunturales. No se trata de reeditar los discursos del no alineamiento, sino de construir una política exterior más flexible, proactiva y adaptativa, que permita diversificar alianzas y ganar capacidad de maniobra. La noción de autonomía líquida (Esteban Actis y Federico Malacalza, 2021), entendida como la capacidad de anticiparse, adaptarse y resistir en escenarios adversos, ofrece hoy una clave útil. En lugar de apostar por una resistencia inflexible, ALC necesita desarrollar resiliencia estratégica mediante diplomacias de nicho, cooperación temática y articulación con múltiples actores, incluidos gobiernos locales, sociedad civil, empresas y academia. Las múltiples crisis que convergen en la región —sanitaria, social, climática, finan- ¿Funciona realmente la Alerta Amber? Protección infantil No soy padre de familia ni experto en delitos de trata de personas, pero tengo familiares y amigos con hijos menores de edad. Como ciudadano que ha analizado e investigado el tema, me preocupa que la desaparición de niños y adolescentes en Panamá siga siendo una tragedia silenciosa que sacude a familias y comunidades enteras. En lo que va de 2025, ya se han reportado múltiples casos de menores ausentes, muchos de los cuales aún no han sido localizados. Frente a este panorama, me pregunto: ¿está funcionando la Alerta Amber como herramienta efectiva de respuesta? El Sistema de Alerta Amber fue aprobado en 2020 con la promesa de convertirse en un mecanismo ágil para la búsqueda y recuperación de menores desaparecidos. Inspirado en modelos internacionales, su objetivo es generar una respuesta rápida y coordinada entre autoridades, medios de comunicación y sociedad civil. Sin embargo, cinco años después, los resultados siguen siendo, a mi parecer, ambiguos. Por un lado, es innegable que contar con un protocolo como la Alerta Amber representa un avance en materia de protección infantil. Antes de su implementación, la búsqueda de niños desaparecidos era, en muchos casos, lenta, desorganizada y dependía más de la presión mediática que de una respuesta institucional. Ahora, al menos en teoría, existe un procedimiento claro que se activa con rapidez y permite difundir la alerta a través de canales oficiales y redes sociales. No obstante, la práctica muestra una realidad menos alentadora. La activación de la Alerta Amber sigue siendo inconsistente. En muchas ocasiones, las autoridades tardan horas —o incluso días— en ponerla en marcha, lo que disminuye su efectividad, especialmente si se considera que las primeras 24 horas tras la desaparición de un menor son cruciales. A esto se suma la falta de coordinación entre instituciones y la escasa participación del sector privado —empresas de transporte, telecomunicaciones y plataformas digitales— que deberían ser aliados clave en la difusión. En este sentido, la Alerta Amber no puede verse como una solución definitiva. Es apenas una herramienta, y como tal, necesita formar parte de una estrategia más amplia, que incluya educación preventiva, protocolos de acción en fronteras, inversión en tecnología y, sobre todo, mayor voluntad política. También es fundamental capacitar a las autoridades locales en su uso y garantizar que la ciudadanía esté informada sobre cómo colaborar. La desaparición de niños no puede seguir siendo una estadística más. Cada caso representa una vida rota, una familia desgarrada y una sociedad que falla en su deber de proteger a los más vulnerables. Si realmente se quiere enfrentar este flagelo, se necesita mucho más que activar una alerta: se requiere el compromiso de construir un entorno en el que ningún niño desaparezca sin dejar rastro. Arrastramiento innecesario, doloroso y ofensivo Soberanía gico de Estados Unidos. Esto se agrava en lo relativo a las costosas aspiraciones soberanas de nuestro pueblo y las luchas del 9 de enero de 1964. Hoy la nación despierta del espejismo soberano, por haber adquirido la responsabilidad de administrar y operar el viejo Canal y su franja aledaña, neutralizados y con nuestra soberanía nacional empeñada y fenestrada. La pérdida de nuestra siempre débil soberanía se origina con el Tratado Mallarino-Bidlack del 12 de diciembre de 1846, cuando la Nueva Granada y Estados Unidos negociaron vilmente derechos soberanos de nuestro territorio interoceánico y del ferrocarril, indispensable para la explotación aurífera de California, a cambio de impedirnos la independencia de Colombia. Por el tratado del 18 de noviembre de 1903 se reitera dicha ofensa y atraco, manifestando Theodore Roosevelt: “Me tomé a Panamá”. Ya antes, al independizarnos del Reino de España, en pocos días corrimos voluntariamente al gobierno de la Gran Colombia por sentirnos débiles, repitiendo ese desliz por igual sinrazón, uniéndonos a la pequeña Colombia, de tantos sinsabores. En resumen, toda nuestra relación dependiente del socio del norte se basa en la necesidad imperiosa de Estados Unidos de contar con transferencia barata de materias primas para sus industrias, bienes y comercio entre sus costas este/oeste y el resto del mundo, garantizándonos supuestamente seguridad en nuestro territorio, cuando en realidad los principales beneficiarios y asegurados son ellos, con ventajas multimillonarias, además de beneficios estratégicos militares en períodos de guerra. Obviamente, el veranillo soberano de administración y manejo del Canal a exclusas —Convenio de Neutralidad— se nos acaba ante el calentamiento y peligro de confrontación global, ahora alimentado por la nueva administración guerrerista del norte, y/o por algún proyecto —no tan claro aún— de traer conflictos bélicos a nuestra región. Los beneficios mejorados, bien trabajados por Panamá mediante la exitosa administración del viejo canal a exclusas, son tan irrisorios como lo que siempre se obtuvo por el ferrocarril hasta la mal llamada reversión. Insisto: la industria, el comercio y el gobierno norteamericano deben tributar a Panamá por la existencia y el trabajo impuesto por el tratado permanente de neutralidad y funcionamiento del canal, cuyos beneficios primordiales y desproporcionados son para Estados Unidos y el comercio mundial. Panamá se obliga a mantener en funcionamiento esta vía interoceánica, Rimsky Sucre B. América Latina y el Caribe ante el espejo del nuevo orden global Relaciones internacionales En un contexto global marcado por la rivalidad geopolítica, el proteccionismo económico y el debilitamiento del multilateralismo, se obliga a América Latina y el Caribe (ALC) a mirarse con crudeza: ¿está realmente preparada para actuar como bloque en este nuevo orden internacional? La reciente IX Cumbre de la CELAC en Tegucigalpa parece ofrecer una respuesta desalentadora. Frente a desafíos tan complejos como las crisis migratorias, las guerras comerciales o la transición energética, la región volvió a refugiarse en discursos ideologizados y gestos simbólicos, sin voluntad política para articular una estrategia común. Más allá de las fotos oficiales y una declaración final poco ambiciosa, la CELAC continúa evidenciando una preocupante falta de cohesión y visión de largo plazo. ciera— exigen abandonar enfoques rígidos y avanzar hacia una diplomacia regional multidimensional, multiactoral y multinivel. La cooperación no debe ser solo política: debe traducirse en agendas concretas como salud, infraestructura, transición energética, seguridad alimentaria o regulación tecnológica. Son estos enclaves de autonomía los que permitirán a la región posicionarse con mayor peso en un mundo cada vez más fragmentado. Mientras otras regiones redactan estrategias comunes frente a los nuevos desafíos, América Latina sigue firmando declaraciones vacías, mientras millones de sus ciudadanos cruzan fronteras en busca de oportunidades que sus países no les ofrecen. El desafío es claro: o la región se reencuentra como bloque con visión estratégica, objetivos alcanzables y voluntad de acción colectiva, o continuará disgregada, desdibujada en el escenario internacional. La historia no espera. El tiempo de actuar con ambición, realismo y cooperación es ahora. EL AUTOR es abogado. EL AUTOR es politólogo y jurista. EL AUTOR es institutor de la Generación 1964. Eligio Loo el ferrocarril y las futuras vías: acuáticas, ferroviarias, terrestres y el mar territorial conexo, así como el espacio aéreo en el territorio ístmico, pero la seguridad y soberanía son garantizadas por Estados Unidos de América, con amplios derechos ratificados por más de 40 países. Panameño: la soberanía es inalienable a todo pueblo, nos pertenece, es derecho propio. Pero no grites “soberanía total, soberanía total”… a menos que tus gobernantes pongan el pecho en los puertos de Cristóbal y Balboa cuando los marines norteamericanos los vengan a secuestrar. Si nuestros potentados, políticos y gobernantes de siempre no se amarran primero en esos muelles, no sea que se trate de otro golpe de paraguas del Pentágono, bajo el silencio de las cortes internacionales. ¡Los negociadores sobrevivientes lo saben! Los otros también… y nos mienten. El 9 de enero el pueblo ejerció total soberanía pidiendo con sangre derramada: “Panamá soberana en la ZC”, “No a la perpetuidad (o tratado permanente)”, “Por una relación respetuosa, justa y equitativa”, “Bases no”. El Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal de Panamá, en su numeral 2, artículo III – Anexo “A”, cambia la definición de canal así: “El término canal usado en todo texto del tratado incluye el Canal de Panamá existente, sus entradas y los mares territoriales de la República de Panamá adyacentes a él, según aparece en el mapa adjunto (Anexo B), y cualquier otra vía interoceánica que pueda ser manejada total o parcialmente dentro del territorio de la República de Panamá, sus entradas y mares territoriales a la misma, en cuya construcción o funcionamiento participen o hubieran participado los Estados Unidos de América” (—léase de Norteamérica). De un tajo se le adjuntan mares territoriales, e implica todo el istmo (región interoceánica o zona de tránsito) de Panamá… que debe quedar libre de tránsito a Estados Unidos de América. Aclaro que nuestro socio del norte cuenta con sinnúmero de nobles y buenos ciudadanos, paladines del progreso modernista de los siglos XVIII y XIX, muchos de los cuales han sido y continúan siendo solidarios con las causas de nuestro Panamá. Pero, lamentablemente, ese país —en decadencia— con la peor política internacional conocida, país guerrerista, ahora peligrosamente afectado por dominios elitistas y demenciales de alto riesgo, nos recuerda los orígenes, el dominio y la derrota del nazismo, que retoña. El propio general de brigada Omar Torrijos Herrera nos dejó mensajes muy específicos, señalando la línea que su misma gente hoy hace de la vista gorda: “Quedamos bajo el paraguas del Pentágono”; “Hemos escalado 12 metros en la conquista de la soberanía, faltan muchos metros más”. ¡La soberanía llega hasta donde la puedas defender! Nuestra lucha debe ser diplomática, y desgraciadamente es desechada por nuestros gobernantes por puro conformismo pancista. Más realistas que el mismo rey, eso es lo que son: más norteamericanistas que los norteamericanos. En la víspera del cincuentenario de aquella gesta patriótica de 1964, tan dolorosa, digna e impoluta como hasta hoy, apelamos por la preservación y restauración — aunque fuese parcial— de nuestra histórica bandera, ultrajada en la Escuela Secundaria de Balboa aquel 9 de enero. El recién posesionado administrador de la ACP, ingeniero Jorge Luis Quijano, mostró interés y puso en marcha la obra con el respaldo técnico del Museo del Canal. Dolorosamente, el estado actual de esta historia —y típico ejemplo de mi introducción— es que se impidió preservar la huella de la agresión, y hoy se exhibe la bandera como si fuese virgen, eludiendo toda ofensa o atisbo antinorteamericano. Qué vergüenza… ¡la restauración por encima de la historia! Hoy siguen tan vigentes el desgarramiento y la sangre derramada, en momentos en que esa poderosa nación está comandada hacia la decadencia por quienes mienten para tergiversar lo pactado y socavar nuestros sólidos y bien ganados derechos soberanos. Incomprendido, llevo tiempo resaltando la traición a la gesta y a la generación del 9 de enero de 1964, su lucha y sacrificios. Y es que, una vez se dio el entendimiento entre el gobierno del presidente Chiari y el del presidente Johnson, con la firma del Acuerdo Moreno-Bunker el 3 de abril de ese mismo año —mediante el cual se negociaría un nuevo convenio anulando las causas del conflicto, incluida la perpetuidad (hoy disfrazada de “Convenio Permanente”)—, se inició el desmantelamiento de toda huella de la agresión. Se modificó el calendario escolar, se eliminaron importantes talleres y laboratorios del Instituto Nacional, se opacó la historia y se descuidaron —por decir lo menos— sus instalaciones. No cesan los intentos por mudarlo o destruirlo. Desde 1998, negociadores y gobernantes gritan a tambor batiente: “Logramos la soberanía total”, solo porque el estado de cosas les conviene a intereses personales y de control político y económico, al que estamos terriblemente habituados. Esto, a sabiendas de que se firmó una insana, precaria y dosificada soberanía, y una falsa neutralidad apenas sostenida por el gran interés estratéAlfonso Young Hassan
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