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8A La Prensa Panamá, lunes 24 de marzo de 2025 Plaza de Francia, en el Casco Antiguo. Elysée Fernández Fútbol, Francia y Panamá, 1998 Stanley Heckadon Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] HERENCIA El antropólogo Stanley Heckadon explica la inesperada euforia panameña tras la victoria de Francia en el Mundial 1998. Atribuye la franco-filia istmeña a la influencia cultural, histórica y migratoria francesa en Panamá desde el siglo XIX, ligada al fallido canal francés. El 12 de julio de 1998 cayó domingo. Se jugaba la final de la copa mundial de fútbol. La abrumadora mayoría de los panameños deseaban que Brasil ganase para celebrar como el resto de América Latina. Más al pitar el árbitro el fin del juego y ante la inesperada victoria de Francia por tres goles a cero sobre los antiguos campeones mundiales, en Panamá no se sintió congoja. Las imágenes y sonidos captados por las televisoras y radioemisoras de Ciudad de Panamá, el movimiento en calles, bares, cantinas y jorones mostraban a los istmeños sinceramente deleitados al ver ganar a los galos. Sobre esta reacción popular espontánea de franco-filia, que a muchos les hubiese parecido extraña, salvo en algunas de las posesiones francesas del nuevo mundo, comparto estos pensamientos. De niño mi madre me trajo de Chiriquí a la capital buscando cura para unas malignas fiebres maláricas que casi me matan. Para que obtuviese la mejor educación posible me matriculó en el Colegio Javier cuyo apilastrado edificio se adentraba al Pacífico: Los padres jesuitas, además del inglés y el latín, nos enseñaban francés. El 14 de julio, día de la toma de la Bastilla y triunfo de la revolución francesa, era feriado, como lo era el 4 de julio, la independencia de Estados Unidos. Me alegraban estas celebraciones de julio, por no haber clases. Pero mi interés por Francia no surgió de los discursos pronunciados durante estas efemérides, ni en los numerosos artículos que aparecían en los diarios. Surgió al vivir por varios años en el barrio de San Felipe de Neri, el corazón de Ciudad de Panamá. Vivía con una tía, Bernardina Moreno de Anguizola, en la Casa de La Marina, situada frente al Palacio de Las Garzas, esto es la Presidencia de la República, y a pocas cuadras del colegio, del parque de La Catedral y el baluarte de Las Bóvedas conocido como La Plaza de Francia. Plaza que capturaba la imaginación infantil sobre el gran sueño de la humanidad: unir el Pacífico y el Atlántico. Plaza con sus murallas coloniales, sus vistas hacia las islas de la bahía, el Golfo de Panamá y naves de todo el mundo entrando y saliendo del Canal. En el centro de esta imponente plaza, se levantaba la gran columna coronada por el gallo de la república francesa con su dedicatoria que rezaba: “del pueblo de Panamá a los franceses zapadores del canal interoceánico”. En una ciudad con pocos monumentos a héroes, allí se admiraban cuatro, la del “gran francés”, el vizconde Ferdinand de Lesseps, constructor de Suez y pionero del Canal de Panamá. Lo flanqueaban sus tres ingenieros franceses: Armand Reclus, Napoleón Bonaparte Wyse y Leon Boyer. La cuarta era la del panameño, Pedro J. Sosa. Eso sí, como chiricano, no me agradaba que tan importante sitio otrora conocido como La Plaza de Chiriquí le habían sustituido su nombre por La Plaza de Francia. Actualmente quienes aspiran a que sus hijos obtengan una excelente educación universitaria y aprendan un idioma extranjero, piensan en Estados Unidos. En el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la aspiración era que los hijos adquiriesen una educación y refinamiento cultural francés. Nuestros intelectuales seguían de cerca las letras francesas y los diarios locales frecuentemente comentaban las últimas novelas parisinas. En lo político, el liberalismo istmeño tenía la revolución francesa como una de sus raíces ideológicas fundamentales. A fines del siglo XIX, Ciudad de Panamá tenía algo único en las Américas, un diario trilingüe – La Estrella de Panamá, The Panama Star y L´Etoile de Panama. Y las mejores tiendas de la época, con las últimas modas, pour dames et mesieurs, sellamaban “La Ville de Paris” y “Le Bazar Francaise”. Esta intensa conexión con las Galias obedecía a la presencia de Francia en el Istmo durante las obras del canal interoceánico en las décadas de 1880 y 1890. De Francia y sus colonias vinieron miles de hombres y mujeres, quienes consigo trajeron su lengua, sus usos y costumbres. Aquí murieron miles, sobre todo de la fiebre amarilla y la malaria. En la Gaceta de Panamá, aparecen los largos listados de los sepultados en el cementerio de El Chorrillo a orillas del Pacífico: Casteret, Labbé, Dubosé, Chaubert, Beauparlat, Lupain. Otros en Paraíso, en la ladera de una colina cerca al Canal. Otros yacen en Mount Hope, Colón. Pero muchos franceses se quedaron e iniciaron familias aquí. Unos en las ciudades de Panamá y Colón, otros en las estaciones de La Línea del ferrocarril o la vera de los caseríos del río Chagres dedicaron a cultivar guineo en sitios como Emperador, Gorgona, Gatún, Matachín, Bas y Haut Obispo. Pueblos que luego quedaron bajo las aguas del lago Gatún. Tanta gente de habla francesa se estableció a orillas del nuevo lago Gatún que en 1923, al decretarse como área protegida la selvática isla de Barro Colorado, para dedicarla a la investigación científica, los primeros letreros de aviso eran trilingües: en español, inglés y francés. El “Avis” advertía que, “Cette ile est Barro Colorado. Il est strictament defendee tout transgression et le chasse egalment”. Otros fueron a dar a Darién y a la ciudad de Bocas del Toro donde está el barrio de “Patois Town”. Chiriquí recibió apellidos como Clement, de Dianous, de Puy, Eyserick, Guinard, Halphen, Lambert, Lassonde y Lomabardi. Franceses casados con chiricanas e iniciaron familias que contribuyeron al desarrollo de esta entonces distante y atrasada provincia. Portanto,lamanifiestaalegría de los istmeños por la victoire de los franceses en la copa mundial, no es atribuible al notorio juega vivo o al deseo de identificarse con el ganador de los criollos. Tiene antañas razones históricas, culturales y familiares. Son raíces compartidas entre Francia y Panamá, temporalmente resquebrajadas por la I Guerra Mundial, la gran depresión económica y la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial y que un juego de pelota celebrado en París hizo aflorar con intensidad y sabor tropical. Hospital Central o de Notre Dame, ubicado en las faldas del cerro Ancón, en los tiempos de la construcción del canal francés. Archivo El autor del gol ante Estados Unidos, Cecilio Waterman, junto al exfutbolista francés Thierry Henry. EFE Panorama

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