7A La Prensa Panamá, sábado 8 de febrero de 2025 Opinión pre, tanto en malas como en buenas circunstancias, ha sido amigo de Estados Unidos. ¿Cuál es la principal razón que esgrime Trump para apretar este nudo sobre Panamá? El presunto “control efectivo y creciente del Partido Comunista Chino sobre el Canal de Panamá”. Este argumento falaz no puede nacer de ignorancia, pues resulta iluso pensar que la primera potencia del mundo tenga una inteligencia que le proporcione al presidente de Estados Unidos información falsa, ¿o sí? Como pasó en Irak con el cuento de las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron, pero derrumbaron al régimen de Sadam por error. No voy a comentar sobre el tratado de neutralidad en sí y por qué razón Estados Unidos no tiene argumento valedero para denunciar incumplimiento por parte de Panamá. Para tal fin, recomiendo el artículo del colega Julio Linares Franco en la sección de opinión de La Prensa del 6 de febrero, donde sesudamente explica lo referente a este tratado. A la fecha, la República Popular China, segundo usuario del Canal y con intereses en los principales puertos en la desembocadura del Canal (y allí hay un ápice de sana preocupación estratégica de parte de Estados Unidos), no ha firmado el tratado de neutralidad. Sin embargo, en este torbellino de tensiones, este tema, para mí importante, no se ha mencionado con la relevancia que debiese tener. ¿Por qué? La excusa de la RPC es Panamá frente al garrote diplomático Relaciones con EU El Canal de Panamá no solo conecta océanos sino también la lucha histórica de un pueblo por su soberanía. Hoy, más de un siglo después de su construcción, el garrote diplomático vuelve a acechar nuestras aguas y valores. Las recientes declaraciones provenientes de Estados Unidos han despertado fantasmas del pasado, poniendo en evidencia una vez más la tensión entre poderío y ética. El Canal de Panamá, inaugurado como una obra monumental de la ingeniería, fue también el escenario de abusos históricos y luchas por la dignidad nacional. Panamá no puede permitir que la diplomacia del garrote, disfrazada de intereses estratégicos, vuelva a imponer su sombra sobre nuestras decisiones soberanas. La grandeza de una nación no se mide únicamente por su producto interno bruto o su capacidad militar, sino por la dignidad y su capacidad de actuar con justicia, incluso en los momentos más desafiantes. Desde los Tratados Torrijos-Carter, hemos demostrado que, incluso siendo una nación pequeña en términos geográficos, puede levantarse como un ejemplo global de resistencia y autodeterminación. Esta lección histórica sigue vigente: nuestra soberanía no es negociable, y nuestra dignidad no tiene precio. La llamada “diplomacia del garrote”, una estrategia que Estados Unidos utilizó ampliamente durante el siglo XX, parece resurgir en las recientes posturas hacia Panamá. Este enfoque, basado en la amenaza y la coerción, es incompatible con los principios de igualdad y respeto mutuo que deberían regir las relaciones internacionales modernas. Insinuar o imponer condiciones bajo el pretexto de intereses estratégicos no solo es moralmente cuestionable, sino también éticamente inaceptable en un mundo que clama por cooperación. Panamá debe recordar al mundo que nuestro país no se doblegó ante el garrote en el pasado y no lo hará ahora. La política exterior debe construirse sobre el diálogo y el entendimiento, no sobre la imposición de una agenda unilateral. Como nación hemos cometido errores en el pasado, pero son nuestros errores y sólo nosotros somos responsable de ellos. Estados Unidos, una potencia mundial que ha influido en gran parte de la geopolítica global, tiene la responsabilidad moral de actuar con justicia y respeto hacia sus socios internacionales. Volver a una política exterior basada en la imposición es un retroceso no solo para Panamá, sino para los valores que deberían guiar a las democracias del siglo XXI. La verdadera grandeza de un país se define por su habilidad de colaborar con integridad y equidad, no por su capacidad de imponer su voluntad. Además, es importante destacar que las aspiraciones de Estados Unidos sobre el Canal no solo afectan a Panamá, sino también a la comunidad internacional que depende de este paso estratégico. El respeto a nuestra soberanía es un mensaje claro de que las relaciones internacionales deben basarse en la cooperación y no en la dominación. En este contexto, Panamá tiene una oportunidad única para demostrar al mundo que la ética puede prevalecer sobre la presión. Nuestro país, pequeño en territorio pero grande en espíritu, tiene el deber de alzar su voz y reafirmar que el Canal es más que un paso estratégico: es un símbolo de nuestra capacidad de decidir nuestro propio destino. Es imperativo que Panamá mantenga su posición firme y convoque a aliados internacionales que compartan los valores de justicia y respeto mutuo. Este no es solo un tema bilateral, sino un asunto de interés global que requiere la atención de organismos internacionales y la solidaridad de otros estados soberanos. El Canal es un bien público internacional, que Panamá posee y administra en su beneficio y al mismo tiempo en beneficio de todos los países. Panamá no solamente tiene derecho a defender su soberanía. Tiene una obligación con la comunidad internacional de asegurar el libre tránsito del comercio. Es una obligación comercial pero también política; y es que el Canal no puede convertirse en un instrumento de coerción geopolítica de ningúna nación. Elpueblopanameñosiempreharespondidoconunidadyvalentíaantelos desafíos.Estemomentonodebeserdiferente.Másalládelasdiferenciaspolíticas,económicasosociales,debemosrecordarquenuestramayorfortalezaradicaennuestradignidadcolectiva.ProtegerelCanalnoessoloundeber político,esuncompromisoconnuestraidentidadyconlasgeneracionesque vendrán. El espíritu de unidad que llevó a la firma de los Tratados Torrijos-Carter y la construcción del canal ampliado, debe servir como inspiración en este momento crítico. No se trata solo de preservar una infraestructura estratégica, sino de reafirmar nuestro derecho inalienable a decidir sobre nuestro futuro. Panamá, con su historia de resistencia y lucha, está llamado a liderar con el ejemplo. No dejemos que el garrote silencie nuestra voz. El Canal es nuestro puente al futuro, y su defensa es la defensa de nuestra dignidad y ningún garrote podrá doblegar a un pueblo que se levanta en defensa de lo que es justo. El mundo de acuerdo a Trump Expansionismo lo que se llama “la trampa de Tucídides”. Su principal premisa es que cuando una potencia emergente se convierte en el rival más peligroso de la potencia predominante, lo más probable es que surja un conflicto. Esto lo podemos aplicar a su insistencia en que China controla el Canal de Panamá. No toma en cuenta la enmienda DeConcini (sin la cual no se habrían ratificado los Tratados del Canal de Panamá). Esta establece que, si Estados Unidos percibe una amenaza extranjera al Canal, puede intervenir unilateralmente sin pedir permiso a nadie. Humildemente, pienso que Trump se refiere más a las áreas colindantes de esta vía acuática que a tomarse el Canal en sí. Ejemplo de ello son los puertos. La empresa china Hutchison Whampoa opera dos de los cinco puertos que están en la entrada y salida del Canal. Pero, ¿qué es Hutchison Whampoa? Es un consorcio transnacional que cotiza en la bolsa de Hong Kong. Posee 55 puertos en distintos países, emplea a 230,000 perEzra Homsany [email protected] China, la neutralidad del Canal y EU Geopolítica Hoy, Panamá está sumergido en una vorágine diplomática generada por las ya conocidas proclamas electorales y ahora como amenazas del presidente Donald Trump. Los señalamientos de Trump, fundados en distorsiones subjetivas de la realidad y manipulando argumentos falsos (el típico sofisma que Trump domina y enseña en su obra The Art of the Deal), ciernen sobre Panamá la sombra de posibles sanciones y la amenaza de intervención militar de hecho en el Canal de Panamá bajo la tesis del expresidente sobre supuestas violaciones del Tratado de Neutralidad y Administración del Canal de Panamá. ¿Qué impide que, de hecho y por la fuerza, Estados Unidos intervenga militarmente en Panamá? Nada. El país militarmente más poderoso del mundo puede invadir Panamá y nada podría impedirlo como un acto de fuerza. Panamá, país con una población que puede ser la mitad de varias ciudades de Estados Unidos, sin ejército ni fuerzas armadas y con una economía de servicios muy dependiente del sistema bancario estadounidense, no sería un obstáculo para evitar o impedir una invasión de hecho o ser sujeto a sanciones económicas, aunque tales excesos no tendrían justificación ni proporcionalidad alguna. Esta situación ha generado que gran parte de los panameños se hayan enterado de la existencia de este tratado de neutralidad y administración que está vigente de manera perpetua entre Panamá y Estados Unidos, y que es la cuerda con la cual Trump pretende crear un nudo corredizo y estrangular a un micropaís que siemque Taiwán es signatario de dicho tratado, por lo que adherirse a este significaría un reconocimiento indirecto de la soberanía de Taiwán, algo que China no va a admitir en ninguna circunstancia. Para especialistas en el tema, este argumento no tiene solidez jurídica ni, de hecho, impide que China pueda adherirse al tratado de neutralidad sin que tal adhesión afecte su posición como país independiente ni vulnere sus derechos internacionales. Existe otra explicación para esta situación: si China se adhiere al tratado de neutralidad, asumiría la responsabilidad de respetar dicha neutralidad; en consecuencia, el Canal no podría ser objeto de ataques militares ni de invasión, ni por parte de China ni de cualquier otro país firmante, incluidos Estados Unidos. A Estados Unidos le conviene estratégicamente que China no lo firme, ya que, si en alguna forma militarmente o por otra causa impidiera el funcionamiento del Canal, China, como adherente y perjudicado por tal interrupción o intervención militar, podría invocar el derecho internacional para “defender” la neutralidad y, en consecuencia, plantearse la posibilidad de un enfrentamiento entre las dos potencias, algo que por ahora quieren evitar. Sin la firma del tratado por China, este país es libre de atacar el Canal como objetivo militar. Si lo firmase, no debería hacerlo. Sin la firma, esta situación le conviene a Estados Unidos, pues bajo la sombra del tratado de neutralidad y con la ventaja de interpretar las potenciales causas de protección o intervención, ninguno de los 40 países adherentes al tratado tendría la capacidad o el interés de exigirle respetar la neutralidad. En otras palabras, sin la firma del tratado por parte de China, Estados Unidos puede crear a su antojo causales para intervenir y violar la neutralidad del Canal sin consecuencias. Si China lo firma, entonces aparecería la posibilidad de que reclame la neutralidad, lo que tendría dos consecuencias: el abandono de la intervención o el enfrentamiento material. EL AUTOR es abogado. EL AUTOR es abogado, exprofesor de Ciencia Política y Teoría del Estado, miembro de la Asociación Panameña de Derecho Constitucional. EL AUTOR es abogado y periodista. Rolando Candanedo Deneken [email protected] sonas y tiene inversiones en hoteles, supermercados, entre otros sectores. Su propietaria es Cheung Kong Holdings. Panamá le otorgó concesiones en 1997, renovadas en 2021 y con posibilidad de extenderse hasta 2047. Trump alega, no sin cierta razón, que estos puertos podrían servir de trampolín en caso de un posible conflicto (almacenando armas, tropas, etc.). Por el momento, con la visita de su secretario de Estado, Rubio, logró que Panamá se retirara del programa de la Ruta de la Seda promovido por China. Pero intuyo que para Trump eso no es suficiente. Esta medida solo despertó más el apetito del águila norteamericana. Están los puertos, posibles proyectos como el tren transnacional, etc. No hay que olvidar que, geopolítica e históricamente, nuestro país cae dentro de la zona de influencia de Estados Unidos. Noto un cambio radical entre la primera y la segunda administración de Trump. En la primera, el lema era America First (América primero), una posición algo aislacionista. Criticaba a la OTAN y la intervención en Afganistán. Todavía es muy pronto para sacar conclusiones sobre la segunda, pero la noto más expansionista e intervencionista (sus declaraciones sobre Gaza, por ejemplo). En su libro The Art of the Deal (El arte del trato), Trump expone la premisa de que primero hay que aplicar la fuerza al máximo y luego ver qué se consigue. Veremos qué sucede en el caso panameño. No pretendo ser un experto en psicología política, pero aun así, creo distinguir algunos rasgos del carácter del presidente Donald Trump. Daniel Eskibel, especialista en psicología política, identifica seis tipos de políticos: “el autoritario (duro), el manipulador (frío, calculador), el obsesivo (minucioso, preciso), el paranoico (desconfiado, cree que los otros forman alianzas en su contra) y el totalitario (demanda obediencia absoluta)”. Creo que Trump combina algunos de estos rasgos. Tiene una concepción hobbesiana, monista y homogénea cuyo principal lema es homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre. Trump concibe que, con ciertas excepciones, la mayoría de los países que conforman el mapa geopolítico no son aliados verdaderos de Estados Unidos. Uno de sus lemas es que la paz se consigue por la fuerza. Como ejemplo, cito el reciente incidente con Colombia. Al contrario de lo que podría pensarse, él cree que otros países tratan de aprovecharse de la nobleza norteamericana. Continuamente acusa a los países de la OTAN de no contribuir con su cuota obligatoria. En China percibe el rival más peligroso (con cierta razón). Aquí cae en Si China se adhiere al tratado de neutralidad, asumiría la responsabilidad de respetar dicha neutralidad; en consecuencia, el Canal no podría ser objeto de ataques militares ni de invasión, ni por parte de China ni de cualquier otro país firmante, incluidos Estados Unidos. Ramón A. Mendoza C. [email protected] En China percibe el rival más peligroso (con cierta razón). Aquí cae en lo que se llama “la trampa de Tucídides”. Su principal premisa es que cuando una potencia emergente se convierte en el rival más peligroso de la potencia predominante, lo más probable es que surja un conflicto. Esto lo podemos aplicar a su insistencia en que China controla el Canal de Panamá.
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