6A LaPrensa Panamá, domingo 26 de enero de 2025 Civilización y resistencia: antecedentes históricos de la revolución de San Blas (febrero 1925) POSTURA Eliécer Urriola [email protected] Parece entenderseque durante cienaños lahisto - ria permanecesumergida en elpasado yno seexhibe hasta que unalaboriosa in - vestigación latrae ala luz; este es el casode la Revolu - ción defebrero de1925. Es un temainteresante desde las ópticas culturale histó - rica,pues representaunhe - choque antecedea laslu - chas socialesque nacieron en Panamá durante el siglo XX.Por estemotivo,creo oportuno exponer, desde una perspectiva histórica, algunos de los antecedentes cruciales que dieron inicio a los levantamientosen San Blas amediados defebrero de 1925. Comopunto departida, debo resaltar un término conocido como “civilizac i ó n”, utilizado para catego - rizar a un grupo social como avanzado.En nuestrocaso particular, esteconcepto adquiere importanciaa ini - cios delsiglo XXpaname - ño, cuandose reflejaronen losproyectos de “civilizac i ó n” y “culturización” los esfuerzos pormodificar los grupos denominadosindios. La interroganteque po - demos plantearnos hoy es: ¿qué se entiende por civilizacióny cuálera suconcep - to como plande moderni - dad?En unade lascolum - nasde opinióndel Diario de Panamádel 29 de marzo de 1915,podemos encontrarlabase deltérminocivi - lización para ese momento: “Otra de las medidas progresistas delactual gobier - no panameñoconsiste en llevar lacivilización alos lugares que desde tiempo inmemorial estánocupados por indios, con sus autoridades, sus costumbers y religiones propias y privativas.Enestos díashansa - lido losprimeros misioneros cristianos que han de difundir las ideas de cultuar y civilización”. (Diario de Panamá , 29 demarzode 1915). Essorprendente laevidenciaencontrada sobreel avance dela modernidady elimaginario queexistía aún en1915. Algunosteóri - cos yacadémicos mencionanquela religióneselente capaz de transformar una sociedadprimitiva, yquesu valorsolose entiendeenlos siglos coloniales. Sin embargo,es evidenteque,en Panamá,la religiónseguía teniendo un papel importante en unaépoca contem - poránea. El planteamiento formulado por esos hombres es redundante ycontradictorio. Por unlado, seles otorgael mérito a esos grupos humanos por haberhabitado los lugaresdesde tiempos “in - memoriales”. Igualmente, se admiteque mantienen sus propios principios y estructuras internas,como su religión, costumbres y tra - diciones. Sinembargo, nofuesolo en1915 cuandoelGobierno panameño intentóllevar a cabo una campaña civilizatoria en las costas de San Blas. En 1913, existió una ley llamada “Ley56 sobre la civilización de indígenas”, que analizaba los beneficios que se podrían obtener si se explotaban losrecursos de la región de San Blas: “Creemos que por donde debe comenzarse laobra de civilización delos indíge - nas es porlas costas denominadas generalmente SanBlas, ycreemosesto porque esa región, pletórica deriquezas,de fácilaccesoy hasta ahora lamás aban - donada dela República,ne - cesita másque ninguna otra la activa acción de la civilización”. ( Diariode Pa - namá, 8 de enero de 1913). En estospárrafos solohe abordado una pequeña partede aquellosantecedentesde febrerode1925. Sinembargo, estoyconsPortada de ‘La Estrella de Panamá’ del 27 de febrero de 1925. De Bogotá, a Narganá y a Panamá, 1970 En 1970, un joven antropóloog regresaba a Panamá de Colombia tras graduarse. Cincuenta años después, comparte sus notas y recuerdos con el centenario de la Rveolución Dule como telón de fondo. Stanley Heckadon Moreno ESPECIAL PARA LA PRENSA [email protected] Este2025, elpueblo guna celebrará un si - glo dela Revolución deDule, cuandoproclama - ronsu independenciade Panamá. Compartoestas notas de 1970, al regresar a Panamá reciéngraduado de Antropología dela Uni - versidad de los Andes, Bogo t á . Bajé el Magdalenaen un remolcador quetransportabacemento. DeBarran - quilla fuia Cartagena,y la lancha Dorisme dejóen las islas deSan Bernardo,don - de realicé mitesis. Un pes - cador me dejó en Tolú. En Coveñas,me embarquéenla “Mary C”, una canoa dedicada avender pro - ductos colombianosen San Blas acambio decocos, el dólar vegetal de los gunas. Unas 50 navesse ocupaban de este comercio. Era la típi - cacanoa demadera ydos puntas,con capacidadpara llevar 20,000cocos. La “Río Sucio”, elTitanicdel Atrato, podía transportar 100,000 cocos. Micanoa erade Lorica,y sus marineros provenían de La Rada y Moñitos. Gana - ban cienpesos porviaje, unosUS$10, máslacomida que suplementabancomprando animales,aves y productos agrícolas paar vender. El capitánganaba 400 pesos porviaje. En la bodega venían sacosde ca - fé, que, vía laZona Libre de Colón, se exportarían al mercado internacionalpa - ra que Panamá completase sucuota. Tambiéntraíasa - cosdearroz,azúca,rcemen - to y zinc. Recalamos enIsla Fuerte y Tortuguilla.A medianoche,en plenoGolfo deUra - bá, el motor se paró. La ca - noacarecía deradiopara avisar. Temía que el capitán, que además erael mecáni - co, no pudieraarreglar el motor y las corrientes nos sacaran mar adentro. Ear una noche oscura,con true - nosy relámpagos.Amane - cióy elmecánico nohabía reparado el daño. El cocine - ro, preocupado,nos decía, “arroz pelao”. La tripulación preguntaba: “ ¿y qué vamos a comer?” y él respondía: “arroz pelao”. El aguaestaba clara,y muchos peces rodeaban el casco. Mecoloqué lamás - cara,las chapaletasy, con mi arpón, pesqué dos tiburonespequeños queelcoci - neropeló, cortóengrandes trozos,sazonó ycocinó.La comida quedósabrosa yal - canzó para todos. Cuandoel motorarrancó, nos dirigimoshacia Cabo Tiburón.Una brumacubría lacosta rocosa.El capi - tánredujo lavelocidad.De repente,un marinerogritó: “¡Cabo Tiburón!”En Puerto Obaldía, encontarmos muchos indígenascolombianosy otrascanoasque veníana pagarlos $45dóla - res por el permiso que la aduana panameñales co - braba porcomerciar con San Blas.Sin embargo, usualmente les cobarban entre US$90y US$100sin recibo. Unpar deagentes subieronami canoay,alver las gallinas, pavos y puerquitos delos marineros, dijeron: “¿y esto de quién es? Dámelo, tengoratoque nopruebo puerco”. Sin ta - pujos, lesrobaban estos animales. Elcapitán dela “Mary C” me dijo que laaduana le pe - día $120 por el permiso y me pidióprestados $60dó - lares. Ledije quesí, pero que lespreguntara siacep - taban cheques viajeros. Me dijeron que sí. Los firmé frente a los agentes de adua - na. En labahía de Carreto, encontramosotra canoade Tolú. Senos acercarondos cayucosgunas, quesubie - rona bordoy cambiaron40 cocos pordos iguanas.Esa noche,apareció unbotecon motor fuera de borda, cargado de contrabando para Turbo. Traíacajas dewhis - ky escocés, cartones de ci - garrillos americanos y loza. Paramos enCaledonia, Tubanáy Mulatupo,donde mujeresgunas subierona vendersuscocos.EnsIlaPi - nos,los marinerosvendie - ron cuadernos escolares, lá - pices,pasta dedientes,ña - mes y plátanos. Preguntéa losgunaspor qué preferían comprar azú - car yarroz en sacos alas ca - noas.Dijeron queeramás barato que enColón. Un quintal de azúcar a bordo costaba $7, yen Colón $11. El de arroz costaba $8 a bor - do, mientrasque enColón valía $14. Lascanoas eran las tiendasflotantes delas islas. Ustupu, elmayor pueblo kuna, contaba conun mo - numento a NeleKantule, el gran saila fundadorde la comarca y líder de la Rveo - lución de1925. Estabaen - terradoen unapequeña islita cerca del muelle. Me impresionóver cuántosgu - nas teníanmotores fuerade borda, queen Colombia eranmuy caros,reflejode los dólaresque lostrabaja - dores gunaganaban enlas bases militares dela Zona del Canal. Una noche, me senté frente a la cárcel y la cancha de baloncesto, deporte fa - vorito de los gunas. Un ju - gador, unsimpático preso que lodejaban salirpara completar el equipo, se me acercó y medijo: “Oye, Ameriki, cómprameuna soda”.Desde elmuelle,ob - servé lareunión enla Casa delCongreso. Parecíaque todoel pueblosecongrega - baparaescuchar alsailaya susvoceros, ydiscutirlos asuntos del pueblo. Recalamos en Ogobsupun, Mamitupu, Achutupu y Ailigandí,donde habíauna sólida iglesia bautitsay un hospital fundado por un médico norteamericano,el Dr. Gruver. Vivía allí desde hacía cuatro años,apoyado por una enfermera de Tennessee yotra deAustralia.Muchos de los pacienteseran colom - bianos.El médicoatendía tantoagunas comoacolom - bianos, sin cobrarles. En PlayónChico, entregué unos librosque el Dr. Gruverenviaba alabiblio - tecaria. EnNarganá, tomé la avioneta hacia Paitilla. Ese fue, pues,mi periplo de Bogotá aNarganá yPana - má hace medio siglo. El autor es antropólogo. cientedelanecesidaddexe - ponerhallazgos para recrear esa historia abstraída por el pasadoy que puede resultar alejadade nuestro presente. Cien añosse cumplirán de los hechos de San Blas y aún existenhistorias no contadas ymucho menos relatadas, yquizás sigamos pensando que somos civilizados,mirando anuestros hermanos autóctonos como unoscompletos desco - nocidos. El autor es historiador
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