7A LaPrensa Panamá, martes 14 de enero de 2025 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista La opción diplomática panameña Geopolítica Nils Castro [email protected] La fórmula de la premisa que debe dar base al diseño de la estrategia de relaciones internacionales o estrategia diplomática de Panamá es breve y concreta: esta es una nación pequeña y frágil, situada sobre un istmo de alto valor estratégico que ha suscitado el interés ( y el apetito) de varias grandes potencias. La historia así lo ha demostrado durante no menos de 500 años. Como país chico, no tenemos la fortaleza económica ni militar para defender por estos medios nuestra integridad y soberanía nacionales. Por lo tanto, tenemos que asegurarlos de otros modos. Una premisa similar se da en muy pocos Estados, uno de ellos Singapur, que por décadas la asumió consecuentemente, como base de toda su política exterior. Allá o aquí, una mirada simple dirá que esa integridad y soberanía dependerán del debido respeto al derecho internacional. Pero cuando el valor estratégico de un bien muy valioso —como lo es la posición geográfica—despierta el apetito de grandes potencias o vecinos más grandes, es ilusorio pensar que ese derecho se hará respetar por medios apenas morales y jurídicos. La defensa del derecho internacional, y de la toma y aplicación de mejores decisiones de los organismos internacionales responsables de velar por ellas, solo se obtiene al involucrar significativas alianzas de países pequeños y medianos. La propia experiencia panameña lo ha reiterado. Cuando tras el 9 de enero el corajudo presidente Roberto F. Chiari rompió relaciones con Estados Unidos, o durante la etapa culminante de la negociación de los Tratados del Canal en los años 70, nuestro país salió airoso de grandes riesgos gracias a suscitar notables respuestas de solidaridad internacional, de muy plurales orígenes. De haber actuado en soledad, nunca lo hubiésemos logrado. Sin embargo, en ambos casos, primero nos vimos alcanzados por esa contingencia y después de suscitada fue posible construir ese apoyo, gracias a la bondad intrínseca de la causa panameña. De lo que se deduce lo más obvio: una nación chica —y más si posee un bien o potencial estratégico—no debe andar por ahí solita, en un mundo tan inestable como el que habitamos. El esfuerzo diplomático de un país chico es el de una incansable lucha no verse aislado. Somos parte natural de ciertos conglomerados regionales o internacionales de distintos géneros, como el SICA, la OEA y la ONU. Pero esas son colectividades ya dadas para cualquier país del área, no agrupaciones o alianzas que nosotros mismos hayamos construido o manejado con base nuestras prioridades específicas. Al respecto, vale reconocer que, una vez sucedido el motivo de controversia, hemos hecho buen uso de la OEA y la ONU, mientras que del SICA poco se puede esperar en materia de consensos de solidaridad. Pero Panamá tiene décadas de negligente atraso en su gestión para ingresar como miembro pleno de la Comunidad Andina (CAN), con lo cual podremos ser también parte tanto de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) como del Mercosur. La demora con la que el pasado gobierno manejó el tema, nos dejó apenas como país asociado a la CAN, lo que suma poca cosa. El actual gobierno estuvo acertado en acoger la invitación del presidente Lula y tener una primera aproximación al Mercosur, pero su aprovechamiento pleno solo se obtendrá adquiriendo membresía plena en la C A N. ¿Por qué Lula invita a Panamá? Porque nuestra localización geográfica es estratégica para Brasil (como también para el Mercosur): es su puente al Pacífico y a Norteamérica. En términos geopolíticos eso tiene un alto valor potencial, en el que es preciso invertir para que surta efectos. ¿Qué falta hacer para ser titulares en la Comunidad Andina, y acceder a la Unión Sudamericana? Tener acuerdos de libre comercio con sus demás miembros (ya lo tenemos con Perú), objetivo que negociando con el bloque es mucho más factible y expedito que haciéndolo con cada país por separado. En términos político-diplomáticos, en un mundo en zozobra, pesa y mueve más ser una nación andina y sudamericana, que ser envuelto en controversias como un país centroamericano. A la vez, Panamá desperdicia el valor de su larga relación con los pueblos del Caribe, hacia donde en el pasado gobierno solo dio unos pasos tardíos. Si bien en su mayoría son naciones pequeñas, los países del Caricom forman un conjunto políticamente compacto que se hace escuchar con fuerza y suma más de 15 Estados Miembros y 5 Asociados lo que le permite contar con una fuerte bancada en la OEA y la ONU. Esa premisa básica ha de ser el pie de toque no solo de nuestra política exterior, sino asimismo de la selección y capacitación de todo el personal que ella involucre. Hacemos diplomacia para ganar prestigio y construir amistades consecuentes, asociaciones y alianzas. Nuestra historia y relaciones sudamericanas y caribeñas nos legaron una herencia en la que igualmente continuamos siendo omisos en invertir. En lugar de atenernos a lo principal, el gobierno anda inmiscuyéndose en la política interna de países vecinos —¿para hacerle el favorcito a quiénes?—, en desmedro de una parte de los apoyos regionales que en la próxima coyuntura, ante las apetencias de Trump, tanta falta nos van a hacer. Que en vez de administrar lo ya existente, ascendamos a practicar una diplomacia constructora de consensos y apoyos. Panamá tiene décadas de negligente atraso en su gestión para ingresar como miembro pleno de la Comunidad Andina (CAN), con lo cual podremos ser también parte tanto de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) como del Mercosur. EL AUTOR es escritor y diplomático Mil polleras y un ensayo País-ficción Pedro Crenes [email protected] El presidente, en sombrero pintao, dice desde Las Tablas que la pollera es “el traje típico más lindo del mundo”, pero no dice, como buen político, que es uno de los más caros y que muy pocas panameñas se lo pueden permitir, lo cual es síntoma del país-ficción en el que vivimos. La “primera dama”lucía una pollera de gala (cara) en el Desfile de las Mil Polleras, que cuesta un chen-chen que no se tiene para celebrar un traje inasequible para la mayoría. ¿Cuánto cuestan las polleras de las ministras presentes luciendo donaire a precio de oro? Miles de panameños se empeñan para estar presentes en una fiesta del despilfarro y el “taquilleo”, que se quiere hacer pasar, como los carísimos uniformes para Fiestas patrias, como maneras de honrar las tradiciones, pero a la hora de ser corruptos e irresponsables con la gestión de los asuntos del Estado, son una pandilla de traidores irredentos. País-ficción es también el concurso de “ensayos ”que convoca el Museo del Canal la ACP, que pretende que se escriba un ensayo sobre los 25 años del Canal en manos panameñas en 53 días desde la primera noticia sobre este concurso. Una buena idea bien dotada económicamente, pero vacía de profesionalidad y oportunidad: las prisas y creer que todo es dinero hace que buenas iniciativas sean síntoma de lo que nos pasa: pensar sin criterio, con prisa, sin fundamento. Por eso las redes están llenas de pensadores túiticos (es una medida de velocidad y tamaño), que defienden la patria con una cortedad vergonzante. Sigamos de veraneo, durmiendo de ese lado, en los laureles, esperando los carnavales, creyendo que Dios es panameño y que aquí no pasa nada. Sigamos engalanados y gastando el poco chen-chen que tenemos en fiestas y honores que la patria no necesita: cuando lleguen las horas difíciles y toque una verdadera defensa del país, mandaremos a una banda independiente o nos vestiremos una pollera de gala. EL AUTOR es escritor Apología a la excelencia educativa: el futuro de Panamá no se negocia Educación Laurent Herrera [email protected] En medio de los vientos de cambio que trae el nuevo periodo presidencial, una amenaza se cierne sobre uno de los pilares fundamentales de nuestro país: las escuelas modelo. Como egresado de la Academia Panamá para el Futuro, observo con preocupación cómo esta institución, símbolo de excelencia, enfrenta el riesgo de ser suspendida, evidenciando la necesidad de una visión de Estado a largo plazo. Para 2025, el presupuesto del Ministerio de Educación (Meduca) alcanzará los 3,581 millones de balboas. Sin embargo, persiste una interrogante: ¿por qué nos cuesta tanto priorizar la excelencia educativa? Cada vez que cerramos la puerta a una enseñanza de calidad, excluimos sistémicamente a miles de jóvenes panameños cuyo futuro depende más del lugar donde nacen que de sus capacidades. En lo profundo de la selva del Darién, una joven estudiante de Premedia alimenta un sueño: ingresar a la Academia Panamá para el Futuro. Sin embargo, esa aspiración, reflejo de la esperanza de toda una generación, se desvanece ante decisiones que privilegian lo inmediato sobre el potencial transformador de nuestra juventud. La inversión en educación de excelencia no es un despilfarro ni una estrategia de propaganda política: es el cimiento de nuestro desarrollo como sociedad y la clave para alcanzar el éxito como país. Esta realidad se vuelve aún más crítica si consideramos que Panamá, con cerca del 70% de su Producto Interno Bruto (PIB) proveniente del sector servicios, depende más que nunca de formar nuevas generaciones preparadas y capaces. Nuestros bajos resultados en pruebas internacionales como PISA, donde ocupamos el puesto 74 de 81 países, evidencian una realidad preocupante: hemos priorizado políticas de gobierno por encima de políticas de Estado que deberían reflejar las aspiraciones de nuestros jóvenes. Vivimos en un mundo profundamente interconectado. La guerra en Ucrania altera el precio del combustible, mientras que decisiones políticas en Estados Unidos impactan el mercado global. En este contexto, nuestra posición geográfica privilegiada y el Canal ya no son suficientes para garantizar la competitividad. La verdadera riqueza de un país radica en el conocimiento y la innovación de su gente. Esto no es una utopía. Países como Singapur y Corea del Sur nos demuestran que la inversión estratégica en educación puede transformar una nación en una generación. Estas naciones, que hace apenas medio siglo enfrentaban desafíos similares o peores que los nuestros, hoy son potencias educativas y tecnológicas gracias a un compromiso inquebrantable con la excelencia académica. ¿Qué nos impide seguir su ejemplo? La respuesta está en nuestra voluntad colectiva de priorizar lo verdaderamente importante. Conmemorar los 25 años de la reversión del Canal no debe limitarse a una celebración simbólica: es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso ciudadano. El verdadero patriotismo reside en construir sobre los logros del pasado y reforzar la democracia, entendiendo que el progreso no se mide en periodos administrativos ni se limita a una figura política. Mi experiencia en la Academia Panamá para el Futuro transformó mi vida. Como joven de Arraiján, tuve el privilegio de ser parte de una comunidad estudiantil excepcional, donde mis compañeros fueron una fuente constante de inspiración. La ubicación estratégica de la Academia en la Ciudad del Saber me permitió sumergirme en un ecosistema vibrante de innovación, donde científicos y emprendedores no solo compartieron sus conocimientos, sino que se convirtieron en mentores invaluables. Estas vivencias fueron fundamentales para forjar mi compromiso ciudadano, y estoy convencido de que pueden potenciar a miles de jóvenes para transformar el rumbo de nuestro país. ¡Panameños! Somos los martillos y las ruedas de nuestra nación. No podemos darnos el lujo de sacrificar la educación en el altar de los intereses políticos. El momento de actuar es ahora: alcemos la voz por la excelencia educativa, defendamos nuestros ideales y garanticemos la prosperidad que Panamá merece. El futuro de nuestros jóvenes, al igual que el del Canal, no se negocia. Nuestros bajos resultados en pruebas internacionales como PISA, donde ocupamos el puesto 74 de 81 países, evidencian una realidad preocupante: hemos priorizado políticas de gobierno por encima de políticas de Estado que deberían reflejar las aspiraciones de nuestros jóvenes. EL AUTOR es egresado del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2023.
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