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7A LaPrensa Panamá, viernes 3 de enero de 2025 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ‘President Carter’ Homenaje Pedro Ernesto Vargas [email protected] La política no es el arte de hacer posible lo probable, no en estos tiempos no aristotélicos. Hoy, la política es el arte de encontrarle aprobación al oprobio, el arte de validar lo incorrecto. No son escasos los líderes políticos que perdieron hegemonía por lograr lo imposible, por intentar mejores oportunidades, equidad para sus pueblos, no sin antes sacrificar privilegios, canonjías o limosnas propias, por mejorar la salud, la educación, el bienestar y la felicidad de sus gentes. Por eso, toma tres, cuatro y más administraciones de gobierno para que un presidente de la República se proponga enfrentar los pobres resultados de la corrupción. La cintura de Panamá fue el bastión de la conquista norteamericana de los mares, para sus guerras y para su comercio. No fue para celebrar independencia y soberanía de una nueva nación. Bien entendieron esto, quienes negociaron no solo la separación del Istmo de Colombia, sino también y con prioridad, su precaria soberanía y el pingüe rescate del fracaso francés. Como el hombre musculoso y fuerte aprieta por su cintura a la mujer que quiere para llevársela a la cama, cuando ella busca otros horizontes y no una burda violación por la fuerza de aquellos músculos, así es la imagen de la toma de Panamá, como la calificó entonces, Theodore Roosevelt. Es iluso aquel quien cree que, no tener acceso a la Zona del Canal, a sus espacios, sus playas, sus facilidades y comercios, a lo largo de 50 millas de una camisa de fuerza, no se podía catalogar como ceder con pistola en mano, la soberanía. Que la tierra hendida, ahogadas sus siembras y sus viviendas, cortados sus vientos y paisajes, mezclados sus mares y sus peces, borrados sus montes, sus llanos, su geografía valían menos que los trescientos setenta y cinco millones de dólares que, en su momento, se gastó Estados Unidos para su construcción, es de un imperialismo arrogante que abrogó derechos a la nueva nación e hizo suyos la intervención y el dominio. Un solo hombre norteamericano acuerpó con éxito, a costo muy alto, el justo reclamo por soberanía total y propiedad no negociable del Canal de Panamá. Este hombre fue Presi - dent Carter, Jimmy Carter. Como en la introducción de su libro sobre los años en la Casa Blanca del presidente Carter, bien señala el ex-Asesor principal de política interna de la Casa Blanca durante la presidencia de Jimmy Carter, Stuart E. Eizenstat, “su gran virtud fue al mismo tiempo su más seria falta para un presidente en la democracia americana con separación de poderes. Los Padres Fundadores construyeron nuestro gobierno para avanzar gradualmente a través de la deliberación y el compromiso. Pero Carter abordó problemas insolubles con soluciones integrales, sin tener en cuenta las consecuencias políticas. Podría quebrarse antes que doblegar sus principios o abandonar sus lealtades personales”.Por eso, para no pocos hombres y mujeres de la política norteamericana, que deshonran la historia de su país, los logros indiscutibles de Jimmy Carter, asentados en la ética y la justicia, no cuentan sino comofracasosdeunmalpolítico,y,poresamisma caracterización imperialista alimentada por la ignorancia y la arbitrariedad, que solo valida la fuerza endemoniada, también hoy resuenan propuestas para retomar el control delCanaldePanamáyviolarlasoberaníadel país donde se abrió una herida cuando, como lodicenuestrohimnonacional,sequisoabrir un abrazo entre los mares y entre las gentes delmundo. Primero hubo que educar a la población norteamericana que Panamá no era ni estado ni colonia de Estados Unidos, ni estrella ni barra en su bandera. Ahora, en 1976 y en adelante, había que deslegitimar el repetido grito de la derecha republicana, en boca de Ronald Reagan durante sus primarias presidenciales, “yo lo compré, yo lo pagué, es mi propiedad ”, levantando un sombrero Panamá que, en efecto, había comprado, había pagado y que era de su propiedad. Antes de las elecciones en noviembre, recuerda Eizenstat, cuarenta y ocho senadores habían aprobado una resolución declarando que nunca apoyarían “entregar el Canal de Panamá”.“No way”,“no vamos a ceder el derecho a perpetuidad de los Estados Unidos, de intervenir en Panamá”. El senador ultraconservador Strom Thurmond ya circulaba otra resolución rechazando cualquier conversación con respecto al Tratado del Canal de Panamá y contaba con la firma de treinta y cuatro senadores. Aunque durante la campaña política Carter no consideró ceder la administración del Canal de Panamá pero sí revisar el Tratado vigente, una vez se le declaró vencedor de esas elecciones, y con la persuasiva misiva que le enviaran los presidentes “de más de media docena de naciones latinoamericanas”, que inteligentementeOmarTorrijosfueuniendo a la causa panameña, el presidente electo puso en la parte superior de su política exterior, como nos dice Eizenstat, la negociación de un nuevo Tratado con la República de Panamá, lo que dio paso a los Tratados Torrijos-Carter, aprobados por las dos terceras partes del Senado norteamericano. Carter atendió también recomendaciones de la Comisión de Relaciones de Estados Unidos y Latinoamérica, que encabezaba Sol Linowitz, en el sentido de “transferir el control del Canal de Panamá en un nuevo tratado y enfatizar la importancia de los derechos humanos y la democracia en el continente”. El camino era escabroso y ya estaba yo haciendo mis estudios de posgrado en Estados Unidos, lo que me permitió ser testigo de esto. Recuerdo la abundancia de desconocimiento y hasta de falsedades en la prensa escrita norteamericana durante esos años. Pero ese camino difícil lo hizo Jimmy Carter -sin menospreciar el enorme compromiso de patriotas panameños, aunados en su propósito de consolidar una nación soberana, a la que Panamá nunca había formalmente renunciado, dueña de todo su territorio- sin temor alguno de las consecuencias políticas por posicionarse del lado de las justas reclamaciones de Panamá y no a punta de usar la fuerza. Y, así entendió, que este asunto vital para el pueblo panameño y que honraría con hechos, el calificativodesunacióncomounademocráticayjusta, no se podía dejar para tratarlo en un segundo término presidencial suyo. Abría con ello un nuevo estilo de relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. Ese era President Carter, un hombre de valores y principios por encima de beneficios personales, que entendió lo injusto de un tratado a perpetuidad y la vulgar explotación de un bien superior a cualquiera otra riqueza humana, su naturaleza verde. Días antes de su Inauguración para el 20 de enero de 1977, en una reunión con los miembros del Congreso de los Estados Unidos, Jimmy Carter dijo que“quería reanudar las negociaciones con Panamá muy pronto y esperaba tener un nuevo tratado para el mes de junio”.No fue en junio, sino el 7 de septiembre de 1977, y su implementación como ley ocurrió el 27 de septiembre de 1979. El respeto por la justicia y los derechos humanos caracterizaron a Jimmy Carter, y comprometieron su presidencia para producir cambios sustanciales en la política exterior de los Estados Unidos y exigir el compromiso de Omar Torrijos H., a devolver la democracia a los panameños. Esto validó la firma de los nuevos tratados del Canal de Panamá. Revisar estas huellas iniciales es mi homenaje a President Carter en este momento en que lo despedimos con particular aprecio y agradecimiento por su ejemplo y luchas por hacer posible lo improbable. EL AUTOR es médico. ‘Político inusualmente honesto’ Integridad Rodrigo Julio Molina [email protected] El término “político inusualmente honesto”pue - de interpretarse como un oxímoron, ya que la política suele asociarse con estrategias de manipulación, promesas incumplidas y discursos calculados. Sin embargo, cuando se utiliza esta expresión, se alude a aquellos líderes que sobresalen por su sinceridad, transparencia y valentía para abordar problemas de manera abierta, aun enfrentando críticas. Un político considerado “inu - sualmente honesto”podría caracterizarse por: Reconocer errores públicamente: En lugar de evadir responsabilidades o culpar a otros, acepta sus fallos y busca soluciones concretas. Hablar con claridad y transparencia:Prefiere un lenguaje directo, evitando eufemismos o ambigüedades. Anteponer el interés público:Demuestra un compromiso genuino con el bienestar colectivo, resistiendo presiones de intereses particulares o grupos de poder. Cumplir promesas:G enera confianza al traducir sus compromisos en acciones concretas, algo que los ciudadanos valoran profundamente. No obstante, la honestidad puede ser una espada de doble filo en la política. Ser completamente transparente no siempre es políticamente conveniente ni popular, y puede generar conflictos con aliados o adversarios. A pesar de ello, los políticos que logran equilibrar la sinceridad con la diplomacia y la astucia suelen ganar respeto y admiración, aunque ello no garantice su ascenso al poder. EL AUTOR es abogado. El gran garrote, DeConcini y Donald Relaciones con EU Julio Linares [email protected] En 1912, Theodore Roosevelt, entonces expresidente de Estados Unidos y el presidente que inició la construcción del Canal de Panamá, decidió correr nuevamente para la presidencia. Pero esta vez como candidato independiente, alejado del Partido Republicano al que pertenecía y a través del cual llegó a ser presidente de su país. En aquel año, en un discurso de barricada en el campus de la Universidad de California, en Berkeley, expresó la siguiente frase: “Yo me tomé la zona del canal”. Tal fue el impacto de aquella afirmación, que fue cambiada a través del tiempo en los relatos, narrativas y anales, convirtiéndose en “MetoméPanamá”o“Me tomé el istmo”. Aunque todas representaban el credo imperialista de aquella política del “Big Stick”(el Gran Garrote) de Theodore Roosevelt, lo lógico es que este se refiriera a la Zona del Canal, porque el tratado de 1903 estaba limitado a que Estados Unidos pudiese actuar “como si fueran soberanos”dentro de la franja canalera o lo que era la antigua Zona del Canal. El derecho de intervenir en toda la república, para restablecer la paz pública y el orden constitucional de darse el caso, fue otorgado directamente por el artículo 136 de la Constituciónpanameña de 1904, en virtud de la obligación que, en el tratado de 1903, había asumido Estados Unidos para garantizar la independencia y soberanía de la república de Panamá. Hoy, 112 años después de aquel episodio, llega un presidente electo de Estados Unidos y el mensaje que manda es: “Me voy a tomar el Canal de Panamá”. Situación que, a pesar de la existencia de la Condición 1 o Reserva DeConcini, no tiene base jurídica. Procedemos a explicar. Esta reserva autoriza a Estados Unidos para que, individualmente, cuando el canal esté cerrado o su funcionamiento intervenido, ocupe todo el territorio nacional, a través de las medidas que considere necesarias de acuerdo a sus procedimientos constitucionales, incluyendo el uso de la fuerza militar, para reabrir el canal o reanudar sus operaciones. Más que una intervención, esta acción constituye un supuesto derecho de agresión y uso ilícito de la fuerza contra Panamá, porque se violan normas imperativas de derecho internacional general, normas que, por su importancia, son inherentes al Estado y están unidas de modo inseparable e indisoluble. En el caso que nos ocupa, se trata de una agresión contra la soberanía, independencia política e integridad territorial del Estado panameño. La razón es que esta permisión de la reserva DeConcini a favor de Estados Unidos le permite forzar a Panamá a cambiar una determinada actitud, lo cual no es jurídicamente viable porque Panamá es el Estado territorial y dueño del canal. De esta manera, se coarta nuestro derecho de ejercer facultades que emanan del aseguramiento de nuestra jurisdicción sobre el Canal, que pertenece exclusivamente al Estado panameño, porque está ubicado en nuestro territorio. Bajo el derecho internacional público, la agresión y el uso ilícito de la fuerza constituyen vicios de nulidad absoluta que no pueden ser saneados ni convalidados. Es cierto que la nulidad no es de pleno derecho, sino que debe decretarse a través de un proceso arbitral por un lado o a través de una decisión de la Corte Internacional de Justicia. Como elTratado de Neutralidad no tiene una cláusula de arbitraje obligatorio, debe contarse con el consentimiento de ambas partes para ejercer un arbitraje y lo lógico es que no sea aceptado por Estados Unidos. Respecto a un posible pleito en las Cortes Internacionales, si Panamá todavía no desea demandar ese caso porque las circunstancias geopolíticas de hoy no lo permiten o lo dificultan, entonces deberíamos iniciar una alfabetización a través de nuestro equipo de política exterior, así como a través del Consejo Nacional de Relaciones Exteriores,paraqueelmundoylospanameñosestemos bien claros de cuáles son nuestros derechos. Nuestra fuerza no es militar, bélica o geopolítica; es diplomática, académica y normativa. La intención es buscar el apoyo multilateral que nos permita confrontar al impredecible presidente electo, de darse el caso. Si bien considero que hemos debido requerir de inmediato una explicación sobre el alcance y la profundidad de las palabras del presidente electo a la Embajadora de Estados Unidos en Panamá, aunque fuese ella parte del gobierno saliente, resulta ser que el presidente Mulino ha dicho que diplomáticamente no actuaremos hasta después del 20 de enero de 2025, en caso de que haya escaladas, cuando el nuevo gobierno presidido por Donald Trump tome posesión. Una decisión aceptada y respetada, aunque, en mi opinión, bajo el principio de continuidad del Estado, hubiera preferido, sobre todo aprovechando que se trata de un gobierno contrario políticamente al entrante, tener de antemano una posición tangible y en blanco y negro del coloso del norte. Sin embargo, en este tema nos toca, como panameños, cerrar filas alrededor de nuestropoder soberano e intención nacionalista. EL AUTOR es abogado.

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